Tuesday, September 30, 2008

El mundo es un pañuelo...


Hoy, mientras tomaba mi cafetín en PdT, se acercó hasta donde yo estaba uno de los notarios de Béjar [creo que se llama Andrés, aunque no estoy seguro, pues tengo muy mala memoria para los nombres], un tipo encantador y entrañable, para despedirse de mí porque se traslada a Coria por su trabajo. Me sorprendió al contarme que ha sido coleguilla de José María Cumbreño desde muy temprana edad, ese poeta extraordinario y amigo estupendo que tanto afecto me da. El mundo es un pañuelo… y eso me gusta mucho.
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¿Te acuerdas, viejo F, del arco iris cayendo entre la niebla en el Valle de las Huertas? Eran días tan diferentes a la realidad… días como encallados en la memoria a los que el tiempo ha puesto su parte de sueño. Tú aún no eras el glaciar en que te has convertido con los años y tenías esperanza en todo lo desconocido, hasta en la gente. Entonces la frente era casi testuz para atacar al mundo que no te gustaba [hoy es cofre secreto en el que guardas vientres esperando a que el declive te lleve al fondo]. Caminabas entre las piedras como si lo hicieses sobre el mármol y el mundo estaba ahí para que fuera tuyo. Bien recuerdas a veces que tu padre te lo dijo con el gesto torcido mientras comíais juntos en la casa de la Travesía de San Nicolás: “te harán daño, porque el hombre en su naturaleza está diseñado para hacer daño al hombre”… pero jamás le hiciste caso, te reías y cambiabas de tema. Eran días de bollos suizos con azucarón, viejo, y los pocos enigmas que te planteabas tenían que ver con el origen del Universo o con el túnel por el que llegar a arreglar el mundo de un plumazo utópico.
Aquel arco iris lo fotografiaste con tu Werlisa Color y pensaste que era tu obra magna… lo mirabas embobado, sentado en el suelo del balcón largo, y te sentías ufano por haber captado aquella imagen tan llena de perfección, tan fuera de ti que era como algo encontrado.
Hoy el baile es otro, viejo, y las semillas que debían germinar ya lo hicieron.
Bebe mientras el agua colme los charcos, pero no rectifiques, que ya no es tiempo.

Monday, September 29, 2008

Hay que cerrar las puertas a quien viene a agredir.


Hay que cerrar las puertas a quien viene a agredir sin más y con el rostro tapado, al cobarde que desde la multitud clava el puñal por la espalda y huye, al que no tiene IP declarada porque se avergonzaría. Hay que cerrar las puertas al cobarde que busca destruir y contrariar, al mezquino que ni de pescado tendría agallas para llegar de frente.
Últimamente recibo comentarios de alguien enmohecido que tergiversa todo en interpretaciones peregrinas y venenosas, cuando desde hace meses casi solo escribo en clave poética, sin meterme con nadie ni con nada, sin hacer referencias que no tengan otro carácter que el literario. Así las cosas, he decidido no aceptar ni un mensaje que no llegue avalado con una dirección IP y una identificación clara de su autor [lo siento por mis anónimos amigos de buena voluntad], porque, en el fondo de todo, esto es solo mi voz y mi mirada, es el traslado imperfecto al papel de mi vida real e imperfecta y de mi vida creativa [más imperfecta todavía]. Sé que dando a conocer mi diario personal me hago más vulnerable, pero también sé que necesito hacerlo como necesito respirar.
Mientras hay quien guarda sus pensamientos más oscuros para que no se sepan, yo les doy salida para ganar la calma que ello me procura, y con eso no peco de nada más que de mostrarme ante quien me lee tal como soy [unos días gigante y otros días la misma nada], y no busco respuestas que no pueda buscar por mí mismo… ni las quiero, pues parto de mí y quiero llegar a mí sin necesidad del vosotros, y debo salir solo adelante o hundirme solo. La publicación de este blog en la red me gusta, entre otras cosas, porque me obliga a escribir a diario, y también porque es capaz de llegar hasta quien desee recibirlo, nada más… no busco ni elogios ni recriminaciones por ello, no pido ayuda ni la ofrezco.
Así las cosas, seguiré escribiendo este diario para mí y desde mí, pero no permitiré que nadie ose mediar con sus puntos de vista en mi lucha personal por ser yo mismo, que quiero equivocarme solo y vivir solo y amar solo y odiar solo… y, sobre todo, escribir solo… lo que me salga de los cojones o lo que me salga de las vísceras o lo que me salga del alma.
El mundo me ha demostrado desde hace tiempo que no merece demasiada atención por mi parte [igual que yo intento demostrarme a mí mismo que no soy acreedor sino de mis palabras y de mis pensamientos]… y es que ya estoy hasta las narices de imbéciles e hijos de la gran puta que utilizan su fracaso para hacerlo estallar en la cara de los demás.
Lo dicho.
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Parece que fue ayer. El rostro de mi hija recién amanecida al mundo, y yo de un protector empalagoso, poniendo letreritos en la puerta de su dormitorio y prohibiendo casi hasta mirarla de frente… y que le hicieron los agujeritos en las orejitas para los pendientes y me puse frenético, y que se le irritó la piel por las sábanas del hospital y puse una denuncia.. y después se me cayó mil veces y se hizo mil chichones que me dolieron como muertes pequeñas, y en mi afán porque fuera perfecta la llevé a un jodido traumatólogo que le puso unas botas ortopédicas durante años que le destrozaron los pies… todo pasó ya y a penas lo recuerdo, aunque a veces me llena volver a los partos de mis tres hijos, a los que asistí con emoción incontenida y con una mezclita de temor y alegría.
Entonces tenía el pelo medio rubiete y estaba delgadino, casi sílfide… y no sabía [aún creo que no lo sé] de qué iba esto.
Sí puedo decir que siempre le he tenido más miedo a la vida que a la muerte, pues recuerdo el coraje que me dio cuando lo de Ricardo o lo de Maxi, cuando lo de Juan Luis o lo de mi abuela Antonia, cuando lo de Magdalena o lo del hermano de Iche… y lo comparo con el miedo intensísimo del nacimiento y la vida de mis hijos [un miedo terrible que cada día aumenta en intensidad]… no hay comparación entre aquella rabia y este infinito temor.
Parece que fue ayer y a la vez parece que no sucedió nunca, pero a mi Felipón le anda cambiando la voz y está rebelde a la par que el vello le va poblando el cuerpo; pero mi Guille ya se sabe los nombres de los dientes y las muelas, y los sitúa en su boca con precisión y gracia; pero me Mariángeles se ha ido [lo va haciendo poquito a poco] y me llama y hablamos poquitito [“¿Qué necesitas?… Nada, estoy con mis amigas… Pórtate bien… Un beso”]… y yo peinando canas y echándome a perder con esta tripa y esta caída de hombros.
Todo sucede y pasa… todo hace y deshace… todo puebla y vacía.
Hoy voy a beber algo, a solas, como un monje, y brindaré por mí… y brindaré por ellos.

Sunday, September 28, 2008

Vivo siempre en la orilla de acá.



Ya llevo 16 horas de maquetación y voy cumpliendo los plazos que me autoimpuse, aunque ayer por la tarde flaqueé y me quedé sin aire y sin ideas durante un par de horas, hasta el punto de sentirme desesperado; pero un paseín corto por la Plaza Mayor me puso otra vez a tono y me enderecé. La noche fue realmente productiva y logré adelantar el tiempo perdido [soy un tipo de noches y de luces dirigidas], hasta que oí la bulla que tenían montada los pijos en el ‘Casino de los Señores’ [así se le ha llamado siempre en Béjar por la clase obrera] y me asomé para encontrarme con montones de criaturitas borrachas, rompiendo vasos contra el suelo y montando una bulla fuera de lo normal para sus generales ‘usos educados’ y su ‘formación cristiana’… me da que alguna mocita no salió virgen del sarao [como se enteren sus padres y su confesor…]. Retiré mi coche de aquella guerra y volví al tajo.
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Vivo siempre en la orilla de acá y me paso el tiempo queriendo vivir en la de allá, acosarla e invadirla para hacerla de mis pies, tomar posesión de sus encajes y coserme a sus caminos como un bolsillo nuevo donde meter los deseos cumplidos. Y sé que es solo humo, pero persisto en mirarla con los ojos abiertos, y la imagino llena de esas riquezas bucaneras que acaban tomando el nombre de ‘libertad’.
Sé que, por mi bien, solo debo mirar su lejanía e imaginar la victoria para llenar el profundo vacío de mis noches con su fiebre. Allí pescan Acab y la Judit de Betulia, alli se abraza Mary Ligovskaia al cuerpo de Mersault, allí pasean por sus playas Masetto da Lamporeccio y el virtuoso Hariscandra, allí hacen el amor sin prisa Diotima y Andrés Bolkonski… y hoy estarán recibiendo encantados a Paul Newman para montar en bici por los llanos eternos de esa orilla.
Vivo en la orilla de acá… y me muero por ser de la orilla de allá.


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No sé por qué, esta tarde, entre la fritura maquetera y el embotamiento diseñativo, se me vino a la cabeza de pronto un personaje femenino de una novela de Turguenev que tuve que leer casi por imperativo legal hace unos años. Era una mujer que andaba empeñada en su felicidad personal, absolutamente frenética por mantener siempre una gran actividad y empecinada en el desarrollo constante de su pensamiento, pero siempre insatisfecha… corrí a mirar mis fichas antiguas de lectura y tardé en encontrar el dato, pero lo encontré. La novela de Turguenev es “La víspera”, y el personaje al que me refiero, Elena Nikolaevna Stachova. Respiré profundamente de gusto por haber encontrado en mis papeles lo que la memoria me niega [ahora me he empeñado en encontrar el libro, pero eso es un asunto más complicado, pues tengo que bajar a mi estudio de Colón y buscarlo en los anaqueles, o quizás hasta en las cajas cerradas y llenas de libros].
Y es que de pronto me pensé como Elena, idealista recalcitrante y enfangado siempre en mil asuntos manuales y mentales, con montones de temas abiertos a la vez y con una insatisfacción que me hace temblar de ira en algunos momentos.
Quiero empezar a existir como quiero ser [amigo Emilio Calvo de Mora, quizás debiéramos huir juntos a algún paraíso lejano en el que no nos falte de comer, de beber y de fumar…] y hacerme un muerto exacto de lo que soy.
Esto no funciona demasiado bien: trabajo en el puro prosaísmo como un bruto para obtener unos ingresos que no llegan con fluidez… y luego hago un esfuerzo diario por lo realmente mío a base de quitarme horas de sueño y de tirar como sea de una voluntad que jamás he tenido. El resultado es desesperación, ganas de mandarlo todo a la puta mierda y de encerrarme definitivamente en mí mismo, rodeado de mis cosas y habiendo hecho buen acopio de cokes y de Chester… y es que esta sensación de tiempo perdido me elimina, me anula. La faceta profesional es tan caníbal, que acaba por devorar al Felipe herido por sensaciones y pensamientos fuera del orden diario, y eso me hace sentirme fracasado… hasta el punto de que en algunos momentos llega hasta a importarme lo que digan los demás [me refiero a tipos que ni por recomendación metería en mi cuenta de miradas y audiciones, y menos en la de gente a la que atender].
La Elena novelera buscó solución en el amor de un hombre, y yo creo que ahí se equivocó, pues lo que realmente funciona es la sola posibilidad del amor, no el amor mismo, y es ahí donde me gusta… vamos a llamarlo autolesionarme… en buscar la posibilidad de amor en cualquier circunstancia y en cualquier persona, pero sin que haya entrega, sin que lo sepa jamás el sujeto o el objeto del amor [aunque lo intuya]. Es en esa línea don yo me siento realmente vivo, en el enamorarme constantemente de la cosas y las personas… de un gesto, de una mirada, de una forma… y procesarlo en términos creativos siempre, sin barreras estúpidas…
Y en eso ando, o no… yo qué sé.

Saturday, September 27, 2008

Imaginación


Este espacio pensado para todas las expresiones del Arte, acepta ideas, nuevas formas, podeís enviar lo que se os ocurra .....por ejemplo este cuadro de Nancy Baker me parece diferente, rompedor y a la vez con mucha energía. Pasaros por su Web, si os apetece.



Este trabajo también es de la misma artista, su título es genial: Teoría del Romance. Fabuloso no?

Soy el río que arrastra la hojarasca ...


Circunstancias profesionales me tendrán amarrado al duro banco durante todo el fin de semana [tengo que completar la maquetación de una revista completa para un cliente exigente y he previsto alrededor de 22 horas de curro, y todo sin la seguridad de llegar al lunes con un trabajo digno, ya que los materiales que me aporta no tienen el brillo suficiente para los resultados que me pide]. Tendré que buscarme el medio mago que tengo escondido [siempre me gustó hacer juegos de manos] y sacar de la chistera alguna idea plástica sobre la que trabajar en el jodido blanco del papel… y todo teniendo que ponerme en la mente de mi cliente y trabajar en su gama cromática y estilística, que está aproximadamente al extremo opuesto de mi visión del asunto. Es difícil, lo juro, y más con este apresuramiento de empujones y fechas cerradas.
Como siempre, he realizado un plan de trabajo sobre el papel y me propongo cumplirlo al dedillo, salga lo que salga [inventarse 72 páginas con un sentido unitario y una estética mantenida en 22 horas, arroja 3,22 páginas por hora, que considerando los tiempos de optimizado y pasado de imágenes a CMYK, trazados, sangrados de página y tiempos de impresiones de los artes finales, casi me obliga a realizar cinco páginas por hora… una auténtica locura teniendo las ideas claras y una puta utopía en el justo estado en el que me encuentro ahora].
El primer punto de mi plan de trabajo contempla media hora de relajación cada tres horas de curro [en las que escribiré mi diario] y paradas cortas para comer y cenar, así como 6 horas para dormir, lo que me dejará un margen aproximado de tres horas libres con las que jugar para llegar a la meta en la mañana del lunes.
Es la hostia, ¿no?
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Soy el río que arrastra la hojarasca en la crecida, el que viene del paraíso para acabar en agua estancada, el que lleva en su cauce la nostalgia y no puede salirse de su curso… pero también soy el río que se detiene a veces a mirar el amanecer o a morirse de gusto con la fuga del día, el que da de beber a la gineta virgen y acaricia su lengua de fuego, el que lame los cuerpos de las bañistas jóvenes en los días calientes, el que rodea las colinas llenas de almendros y en sus meandros mira el vaho caliente que sale de los hocicos de los zorros.
Soy el río encajonado en las rocas, el que alimenta al musgo y da cobijo a una fauna de paso siempre.
Ayer le robe su fragancia a una bañista blanca y dulcísima, y la llevo hasta el mar [la fragancia] como si fuera mía.*

* Este último párrafo es la mejor definición que puedo hacer hoy de mi escritura, aunque los necios pensarán siempre en la carne mortal, y no en la esencia.
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Las rayas de mi mano contienen transeúntes y mujeres que se recogen el pelo y lo dejan caer sobre el hombro derecho, caminos de helechos con el temblor previsto justo entre las pestañas, un fuego singular hecho de cuerpos y una frontera imperceptible que separa el ahora del luego. En su ramaje veo mi presente con natural evidencia, y también el pasado en algún corte limpio que ha dejado su marca… pero me resulta imposible leerme en el mañana suyo si no es otra cosa que el cierto manjar que seré para insectos y otros seres pequeños.
Las miro [a mis manos] y tienen penumbras trabadas que todo ese tiempo en que quise encontrar el fulgor. Su secreto es de lumbre y estaño. Yo juego a intentar descubrirlo… transeúntes, mujeres que se recogen el pelo y lo dejan caer sobre el hombro derecho…
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Murió mi admirado Paul Newman y seguirá siendo un sábado de anémonas e hinchazones, un sábado ceñido al tiempo y no a los hombres, un sábado de rincones para el placer y para la miseria, un sábado para las jerarquías y las crisis. La muerte del actor me ha puesto nitidez entre los ojos mientras el FreeHand me castiga con sus saltos de página y su ‘memoria insuficiente’. Si la vida se arreglase como los ordenadores, hoy yo seguiría así, tal como estoy, y Paul andaría reiniciándose en un sencillo reseteo. Pero no. Ese tipo que me caía tan bien ya no es más que lo que hizo, mientras yo soy lo que estoy haciendo, que es bien triste.

* NOTA: Algo raro sucede con Bloguer, pues copio los textos enteros y corregidos y me desaparecen palabras. Si alguien sabe por qué sucede esto, le ruego que me indique algunas pautas para solucionarlo... es que me molesta mucho. Gracias.

Friday, September 26, 2008

El resto es noche…


Acuso recibo de “El tiempo, los cambios”, de Urbano Pérez Sánchez, el poeta de Hervás con cara de chiquinín y perillita en proceso de reacción [vino al colega hasta la imprenta para traerme este poemario emergente con el que he disfrutado por la frescura y la intensidad que contiene… ‘En el presente se encuentran / los verdaderos prisioneros’ o esa Paradoja de la modestia con su ‘Creo / … / que no he hecho nada aún / que me convierta / en el héroe / que seré.’… un abrazo y mil gracias, amigo Urbano… ya hablaremos de poesía cuando pille calma y horas]. Y también le agradezco a José Luis R. Antúnez todos los libros que me ha traído de su viaje a Venezuela [este tipo es un amor]: “Canto a la desobediencia” de Félix Córdova Iturregui, “Bocanadas” de Ricardo Zerpa Salazar, “Camarada Paloma” de José Vicente Abreu, “Tijera de barbas” de Edmundo Ramos Fonseca, “Libro de amigo” de Laura Antillano, “Inventario de silencios” de Manuel Da Silva, “Canción de la verdad sencilla” de Julia de Burgos, además del número 41 de la revista cultural venezolana “A plena voz” [una ensaladita simpática con tintes ideológicos de izquierda vestidos de cultura… me acordé con cierta añoranza de las antiguas ediciones de “El viejo topo” [mil gracias por acordarte de mí, hermano Antúnez].
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Clávame el carbón de los ojos y me sabrás brasa en el luto de haberte perdido antes siquiera de valorar la posibilidad tenerte… así se encuentra mi mirada con los seres angélicos diarios: míos y perdidos a la vez, en el justo instante de recibirlos.
El resto es noche… pero persisto en encontrar el lugar donde se recoge el eco o en pisar con mis ojos la línea huidiza de cada horizonte.
Ayer me decía un amigo –no voy a decir quién, que luego le gusta– que he dado un giro estilístico a mi prosa, que la encuentra presa de una extraña belleza [algo que nunca me reconoció antes] y que va subiendo en niveles de dificultad significativa [esto me lo recriminó amparándose en mi manifiesto “Poesía inútil”, publicado en el año 1996 en Cuadernos de Helena]. Me espetó a la cara a bote pronto que antes era mejor prosista en mi poesía y que ahora soy mejor poeta en mi prosa, y me encantó que lo hiciera, sobre todo porque aún no sé si su análisis [certero siempre con mis cosas] venía con buena o mala intención, si me estaba diciendo que escribo peor ahora que antes… y esas situaciones de frontera me gustan un huevo, porque me hacen temblar y me predisponen al pensamiento profundo y al autoanálisis.
La verdad es que yo me gusto mucho en mi escritura actual [no tengo abuela para estas cosas], aunque comprendo que con ella entro en contradicción completa con todo lo que argumenté durante años con auténtica beligerancia. Ojo, me gusto, pero nunca he sentido tanta dificultad como ahora para expresarme, sobre todo para acabar poemas y sentirlos redondos y hechos. Y no es que me haya hecho más exigente, es que he perdido aliento en el ‘decir’ tajante y me he intentado esconder en otras palabras distintas a las que fueron yo hace ya unos años.
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Si no eres capaz de comprenderme, es que no has detenido tu mirada en la inmovilidad de las cigüeñas o no has notado la fiebre ante el olor a pan reciente de una mujer. En estas condiciones no puedo decirte lo que soy ni lo que busco, porque no lo podrías entender. Así las cosas, lector, solo puedo pedirte que no me interpretes ni intentes traducir mis sensaciones a un idioma que no conoces desde otro que no has aprendido a manejar. Que yo tramito dulces espinas y lenguas calientes donde tú siempre verás cadenas y deudas pendientes.
Sencillamente no hablamos el mismo idioma ni nos trabajamos la muerte con las mismas incógnitas que despejar. Y no califico mi postura ni la tuya, porque no admiten comparación ni son capaces de mezclarse o alearse.
Yo soy lo que presiento y tú eres lo que debes ser. Dos dimensiones distintas incapaces de compartir una matemática que las enrede.

Thursday, September 25, 2008

Pero siempre seguiré mi camino.


Ya soy de porcelana, y apenas me siento distinto que ayer, pero he dado mis átomos a la severidad y espero la cosecha que ha de venir, y lo hago posado sobre el mueblecito de mi vida anterior [mala madera, sí].
Y sí que os veo de otra forma [yo, que soy ahora solo forma]… agotados de insanía y temores absurdos, llenos de mil dobleces y de mala intención, presos de una moral y prostituidos en otra, podridos por la envidia y empeñados en hacer daño como peor os venga, lívidos por aparentar, esclavos de la murmuración, pensando ser la trampa del que se busca libre… me dais lástima [solo esa lástima que pueden sentir los objetos como yo] porque jamás sabréis degustar las fresas calientes recién cortadas ni obtendréis serenidad con un beso en otoño. No tenéis la vergüenza de salir a los quites del mundo y de abrazar al amigo, pero sentís que sois tierra yerma y quisierais bien adentro que alguien os acogiera sin haceros la cuenta.
Ahora valgo más que vosotros, porque no tengo vísceras y mi ser casi pétreo admite sobrepujas en las casas de empeño y en algunas subastas… y me basta la lluvia si me quiere caer o decide llenarme, y me basta el visillo que difumina el mundo, y me basta hasta el polvo que se posa en mis curvas.
Ahora os veo títeres, mientras las estaciones hacen gestión de nubes sin teneros en cuenta.
Ahora sé que tenéis la ternura de la hiena hacia la carne podre… pero ya no me importa. Mi calidad de objeto os hace más efímeros.
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Volvió el gran jefe blanco y me tornó en humano de nuevo [jo, qué lástima] y me dejó sin comer y sin resuello, medio tirado con este puñetero cansancio mío colgado de los hombros. Atento a sus mandatos, maqueté, pasé pruebas, tiré y retiré las páginas de una revista nueva y bien manipulado se lo puse en la mesa donde comía distante. Apenas me miró y dijo un ‘está bien’ que me llevó a hacer cuentas para pasar factura: 14 horas de curro, 86 super A3 de pruebas, 1.000 impresiones digitales en arte final, alzado, hendido, cosido y rapizado… todo a la puta carrera y a deshora [que no pude ir a buscar a Guille ni hacerle la comida, que no pude hacer las camas ni tumbarme los cinco minutillos de sofá a las 2:45 p.m.].
Y se me acabó, como ya he dicho, mi ser de porcelana… y veo ahora a la gente con ese difumino de la carne, y mis palabras de porcelana hacia ellos se vuelven a hacer menos tajantes, más humanas y, por tanto, menos nítidas.
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Si me vieras caminando tranquilamente
y en mi cara presintieras armonía,
ten por seguro que me siento bien,
que sigo luchando por dentro
y que no me he rendido aún.

Sabrás entonces que todavía puedo hacer promesas
y que pienso cumplir cada una de ellas
hasta que no pueda más.

Si me vieras caminando tranquilo,
apuesta que he salido a comerme el mundo
a pesar de los imponderables de los hombres
y que pienso lograr todo lo que me proponga.

Si me vieras detenido en un cruce,
no dudes de que seguiré adelante
justo por donde me indique mi intuición,
y que llegaré a otro cruce, y a otro…

Si dudas de mí, te estás equivocando, amigo.
Gastaré la suela de mis zapatos
y sangrarán mis pies,
me quedaré sin saliva,
me sentiré agotado…

pero siempre seguiré mi camino.

© lf comendador 2008

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Nada, que a eso de las cuatro me vino un hambre de canciones y escribí la que antecede a estas palabras pensando en Bob y en Leonard tanto como en mí mismo, una canción tan Ítaca y tan cercana a mi sentimiento general, que no necesita trabajarse conceptos extraños y buscarse en formas académicas.
La escribí y me sentí bien, de puta madre, como si estuviera en el año 76 sentado en la Plaza Mayor de Salamanca desnudando mujeres con la mirada junto a mi llorado amigo Juanito Montero… entonces fue cuando decidimos ambos ponernos en el camino hasta que él se hartó y yo continué solo.
Siempre seguiré en el camino, siempre.

Wednesday, September 24, 2008

O me rompo o reluzco.


Ayer me quedó relatar el peloteo magnífico con un balón de fútbol de Manolo Pavón y Pedrito Cubino junto a otros sesentones en la Plaza Mayor [los jacintos], mientras el gachupino del balcón sobre el segundo arco tenía puesta a tope su música jevilona con las puertas abiertas hasta atrás.. una estampa para haberla fotografiado, coño… pero no llevaba mi cámara.
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Asiduos de esta patria, gente buena que extrañamente juega a desfigurarme recibiéndome, os quiero hacer partícipes de que el próximo amanecer me haré de porcelana con dos faunos polícromos de trazo delicado esmaltando mi espalda a puro fuego de horno. Tomo esta decisión porque estoy agotado de ser de carne y huesos, de envejecer al costado sombrío de los árboles y de perder mi cabellera con los días.
No cambiará demasiado mi voz, aunque habrá un eco interior imperceptible. Seré de piedra hecha, artificial entero, igual que un arlequín vaciado en Castro o una taza de Petri. Contendré lo que llegue, pues ya seré vasija, y tenderé a romperme porque me haré tan frágil como el progenitor adolescente o las hermosas tardes infantiles con merienda y Meccano.
No entiendo el mundo, ni siquiera las facciones de su cara tranquila.
Me haré de porcelana para no correr más riesgo que el de romperme en una astronomía de trocitos que también serán yo.
Podría interrumpir el proceso si las cosas cambiasen y quedase cegado por el cambio, si alguien me prestara su sensibilidad por horas o la muerta sibila augurase días nuevos y distintos en los que no existieran las lenguas sucias, pero sí el riesgo.
Quiero aspirar al tedio del objeto, a su frío inequívoco y al reflejo curioso del barniz; quiero olvidarme de la angustia, de la fisonomía de los necios que muerden el corazón con saña, de la infección que corre entre la gente con la mirada clorhídrica, de los innecesarios que lo infectan todo con su aguijón vacío, de las gentes de orden y las mucamas réprobas que roban a los ancianos las últimas monedas… quiero olvidarme del leguleyo y del que todo lo articula, del mal medicinal de las verduleras que malmeten y hablan bajito, de los que no dan la cara para herir y se anuncian en jodidos titulares si hay elogios. Yo me prohíbo a todos ellos porque no me parecen oportunos.
Haré en mi cueva infecta una rotonda en la que solo habitemos yo y la fidelidad a mí mismo… en ella me expondré y seré el licaón y la mandrágora, el número impar y la plana superficie que contiene mareas interiores en las que zozobrar, el ciprés y la aldaba de mi puerta sin puerta, el anciano sin tímpanos, el misterio de Eyasy, la redoma donde se cuecen los días infinitos repetidos.
Seré mansalva mientras mi porcelana toma el tono del vidrio, y tendré entendimiento, pero nunca jamás volveré a lo vulnerable de medio tono.
O me rompo o reluzco.

Tuesday, September 23, 2008

Reposar los pies sobre un escabel de huesos barnizados...


Reposar los pies sobre un escabel de huesos barnizados y mirar los suburbios de mí mismo, y reprobarme con el gesto torcido porque hice otra vez lo que quisieron otros y no lo que yo deseaba. Abrir el estuche de las cuchillas y sacar la Gillette dorada para probarme en el abatimiento [¡no hay güevos, no hay güevos!]. Hacerme larva en el bulbo raquídeo y jugar con la voluntad propia y abstenerme del fósforo preciso. Esconderme de mí bajo una falda plisada de cuadritos. Dibujar el magnetismo que me afecta [las mareas, las miradas, la ‘g’ física –9,8–, los astros…]. Sumirme en una sombra femenina y saber que el eclipse enciende el negro. Ser proscrito de mi fatalidad y entenderla como el azar de la supervivencia. Ser víspera de mi mañana con raro conocimiento. Entristecerme en grados, como la temperatura. Seducirme mirándome hacia abajo. Ingerir mi saliva como una reliquia letárgica y pensarme pecando. Espantarme de haber salido ileso hasta ahora. Sedarme con jadeos recordados. Serenarme en los flagelos de todas las bacterias que alimento…
Y es que soy el bufón enterrado, al que nadie pudo desterrar, al que han hecho silencio las gordas con afanes políticos y los necios con mando… el bufón que merienda ironías con pan de molde y se regodea en la suerte de otros por no tenerla propia… el bufón marcado por la mancha escarlata de haber tomado partido demasiadas veces… el bufón que acompaña al vencedor sin adularle, y que recibe la sonrisa miserable como una daga atravesando el sexo… el bufón que conoció el amor y perdió la mirada sostenida, el que se quedó sin cascabeles en las tirillas collares de fieltro y ya nadie sabe si vengo o voy.
Y me encanta no ser para los que sujetan los títulos de ser, no ser para los que degluten afanes de estar en los anales de los hombres, no ser cuando el amor ni cuando el sexo…

Hoy estoy algo extraño, y me lo noto aquí, justo donde mi barba hace costura con el cuello.

Monday, September 22, 2008

Decir que se ama no es lo mismo que amar…

No sé lo qué es vida en mí, si el latido de las vísceras y los finos crujidos de los sentidos o lo espiritual que me lleva a ser algo más que lo tangible y mensurable… quizás ambas cosas… también quizás ninguna de ellas. En cualquier caso, me gustaría que lo vital se resumiese en gozar de mí mismo y de los demás en una especie de prostitución personal que tuviese siempre como pago ‘satisfacción’.
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Noté de madrugada que un frío húmedo recorría mi cuerpo, pero no fui capaz de levantarme a buscar el edredón y echármelo por encima… tan solo me empaqueté girando las sábanas alrededor de mi cuerpo y puse mis manos sobre el vientre para darle calor [también sentí unas tremendas ganas de orinar, pero no tanto como para desempaquetarme]. No pude dormir desde ese instante, y mi cabeza se enredó en imaginar la muerte. La vi como una danza en agua turbia, como un gritar sin voz… tan parecida a mí, que era yo mismo quien dejaba los huesos y la carne en el sudario y sonreía al fondo con un no sé qué pánico. Y me llegó un temblor [ya dije que tenía unas enormes ganas de orinar]. Luego pensé en algunos cercanos para concluir que decir que se ama no es lo mismo que amar, que llenar de gestos grandilocuentes y palabras vacías lo que debe ser solo sentimiento y un buen trazo de gestos hacia el ser amado no es lo mismo que amar, que echarse encima el absurdo de una responsabilidad que nadie pide no es lo mismo que amar…
Y me sentí mal durante unos instantes, justo como cuando empujan los vómitos en la garganta, pero no fue más que un momento.

Y salí al mundo con los ojos de frío y con mi Guille a cuestas sonriendo e intentando hacerme cosquillinas… cantamos la de Cohen como dos lobos viejos y me escoré hacia el norte de mis cosas más superficiales, pero en mi cabeza seguía la frase de amanecida: “decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar…”. Y así tiré la mañana entre carteles de antiguos héroes de la libertad, affiches de poetas hispanoamericanos que nos visitarán pronto, programitas de bailes de salón, llamadas apresuradas de gran jefe blanco… y reconocí a Mayca y le di un abrazo con beso [me quedé con las ganas de engancharle mi abrazo de oso, pero me dio corte por la comitiva] mientras en mi cabeza seguía “decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar… decir que se ama no es lo mismo que amar…”. Y ahora mismo acabo de ponerle el rostro preciso a esa frase, y espero que muera [la frase] como mueren los vencejos cada primavera.
Mayca tiene unos ojos de gata perfectos y una sonrisa limpia [nadie diría que va a ser abuela ni bajo tortura], irradia un no sé qué que llena de serenidad y me dio la impresión de que sabe exactamente el valor desquiciante de la palabra ‘soledad’. Tuvo un gesto divino conmigo… me ofreció sus libros.
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A eso de las dos de la tarde falleció el abuelo Manolo, un tipo extraordinario que supo vivir hasta el último suspiro.
Buen viaje, campeón.

Sunday, September 21, 2008

La poesía es una extraña indisposición.


Salamanca no es una ciudad bonita si vas a ella como suelo ir yo: al hospital o a dejar a los hijos a su suerte. Ayer hice una de esas visitas roncas y me afectó psíquicamente y físicamente. Viajamos para trasegar todas las cosas de Mariángeles a su nueva residencia helmántica y ya el viaje de ida estuvo lleno de silencios larguísimos. Ya en Salamanca, encontré aparcamiento justo a la puerta del edificio donde residirá mi hija [tengo para esto una flor en el culo], descargamos y subimos hasta el piso cuarto con cierta emoción contenida [mi hija va a residir justo al lado de donde vivió sus duros años poéticos Aníbal Núñez… espero que se le pegue un poquito de aquel espíritu]. La vivienda es desoladora: techos altísimos, luz macilenta, pasillos infinitos, sensación de desalojo, suciedad y un silencio tenso. Y si ya hablo de la habitación donde mi hija pasará sus días y sus noches, pues me dan ganitas de ponerme a gritar: en un aproximado espacio de tres por cuatro metros hay un armario, una estantería, una mesillita, una cama de 80 con un colchón viejito y una mesa compuesta de dos burrillas y una pieza de tablex vieja que no ajusta ni apoya bien. Se completa el cuadro con un ventanal altísimo que cierra con dificultad y da a un oscuro patio de luces lleno de hollín y suciedad, así como con una lámpara de araña de cinco luminarias en la que solo hay una bombilla en uso de mínimo voltaje.
Mi hija nos miraba a todos con cierta cosa inquisitiva y sonreía nerviosa. Yo quitaba hierro apuntando probables arreglos de la estancia y asegurando sin creérmelo que un espacio se hace cuando se habita.
Pusimos manos a la obra e hicimos una lista de compras urgentes para dotar a aquel vacío inmenso en un espacio mínimo… y salimos de compras con la lista en la mano: cubrecolchón, sábanas bajeras, una almohada con dos fundas, toallitas, un flexo y una lámpara… y varias cosas más.
Después de las compras fue el turno de Guillermo, que quería merendar en un McDonal, así que fuimos a hacer el sacrificio con el crío y le dimos salida a un menú infantil, a unas hamburguesas, a unas cokes y a unos heladotes cremosos que nos dejaron la tripa hinchada y la sonrisa puesta durante un ratito.
La vuelta a casa fue algo más hablada, tanto, que, debido a las obras y a la conversación, me pasé los dos cruces para entrar a Béjar y acabé en Puerto, donde tuve que dar la vuelta para llegar a casa.
Habrá que hacer la magia más especial para que aquella estancia se convierta en hogar… ya veremos cómo y de qué forma.
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“Escribo con palabras que tienen sombra pero no dan sombra…” Guillermo Sucre en ‘De la vastedad’

Escribo con palabras de humo y fracaso con ellas, aunque me enseñan a no sentir temor de mí. Escribo con marcas de mis uñas en la piel y me hago daño, pero hay que construir del barro de alguna forma y apuntalar los días con algo de humildad.
Si me siento en el escalón más bajo, escribo con angustia… si me inflamo y me creo con la fuerza de un papel que representar, me sobro y no me gusto… si me hago un muerto o me presiento perseguido, escribo con la furia de lo que está acabando… si manejo mi vació, suelo entrar en la más nebulosa ilusión creativa… si miro al otro y me miro en el otro, tan solo puedo ofrecer mi desnudez silenciosa y abandonada.
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Si algo deseo de verdad, con fuerza y esperanza, es conseguir alumbrar una filosofía de mí. Y sé que a ello solo he de llegar por la poesía o por esa extrovertida condición de contar cada uno de mis días en este espejismo diario.
Una filosofía de mí que no mienta, aunque a veces se enrede en círculos concéntricos y otras entre en continua contradicción consigo misma.
Necesito saberme, y luego conocerme, y después intentar explicarme… y que todo se encauce hacia el uno plural que me siento. Necesito tener claro el camino para decidir continuarlo o detenerme.
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La bruja tenía esta mañana ojos de noche y andaba estirando manteles granates sobre las mesas. Se había pintado como en los días de fiesta y su braguita se marcaba bajo el pantalón negro como una elipse mágica que se perdía en los muslos. Le dije buenos días y me sonrió con su boca marcada por el carmín.
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Las ventanas de arriba siempre me dicen algo, y quiero que mis versos sean como ellas.
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Hay algo íntimo, mío, en lo que no sé entrar, y lo guardo como un secreto que yo mismo desconozco y no tiene aún expresión ni sentimiento, pero es como un abismo presentido que no atina a hacerse llaga, un latido, un tiempo que vendrá y que ya es memoria por su ensimismamiento.
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La poesía es una extraña indisposición del ánimo.

Friday, September 19, 2008

Noticias de Belén.


Recibo hermosas noticias de Belén Artuñedo junto a su nueva entrega poética “Carta a la desconocida”, publicada bajo el uso fantástico de ‘La última canana de Pancho Villa’ [número 488]. Mi amiga vuelve a viajar a Vietnam y yo sigo sintiéndola cerquita y muy lejos a la vez.

“Muchas noches me paro a pensarte
como aún no te he visto,
me paro a pensarnos
compañeros del viaje que más nos estrechó,
en toda la distancia que existiera siempre.

Me paro,
algo que consigo hacer muy pocas veces,
para acercarme a ti teniéndote presente,
queriendo que lo sepas, que estoy,
que me has tenido,
que puedes pedirme (ojalá lo hicieras),
que puedes expulsarme del tiempo que te queda,
de tu cuerpo extrañado que no puedo cambiar.

Y es eso lo que sabemos:
el peso de nuestros ojos sobre el tiempo
que a unos desahucia y a otros preserva.

A mí me duele el pensamiento de ti acostado,
sin conocer tus fuerzas, tu batalla,
el reto en el que muerdes,
la vida que repasas en la que yo no estoy.

Y me falta el amor de dejar que se vaya quien fui
cuando nos encontramos,
quererte así de verdad, por una vez, hasta el final:
dejarte en paz
en tu cuerpo al que no me abracé
y desaparecer.”

© Belén Artuñedo “Carta a la desconocida”

Si quieres venir...


SENTADO SOBRE EL COFRE, HABLO A LA DIOSA

Si quieres venir, has de saber que jamás piso tierra sagrada y que palpo la vida con las manos abiertas, que bebo la leche fría en el tazón blanco y dedico las mañanas a acumular la savia que haga crecer un árbol hermoso sobre mi tumba, que transito desnudo el espacio que dejan las mujeres para impregnarme del viento de sus danzas, que en la noche apago las orillas y recojo el horizonte, que colecciono almendras con vocación de ojos y me baño en el jugo que vendimio en los vientres.
Debes estar dispuesta a repararme con el cuchillo oxidado, a conquistar mis axilas rebeldes con tus dientes blanquísimos y a buscarme el envés con perversión y signos. Debes estar dispuesta a admitir mi evidencia e incluso a suplantarme si me vieses cesando. Debes estar dispuesta a beberme, a chuparme, a poseer mi espalda, a anular mi esplendor con dulces resistencias, a vigilar mi sueño sin tocarme los hombros, a buscar los matices de mi nuca afeitada, a custodiar mi miembro en la hornacina roja que tiene la serpiente tallada en su puertita, a cerrarme los ojos cuando los sientas ciegos, a hurgarme en las esquinas bárbaras, a danzar para mí cuando yo te lo pida… a dormir a mi lado acoplada a mi espalda.
Si deseas venir, has de saber que no estoy solo, pues en mí cobran vida cada uno de mis antepasados con su timina rancia y sus raros pronósticos… y están a mi redor constantes y obsesivos, con sus trajes planchados y su aliento de sótanos.
Si vienes, leeremos las señales que contienen las rutas de los pájaros y haremos minuciosos pronósticos de los próximos coitos y los escribiremos sobre la piel mudada de nuestros cuerpos nuevos. Por las tardes, merendaremos juntos bocadillos enormes de muslos adobados mientras los huesos viejos acaban de pulirse.
Si en un acaso extraño no vinieras, seguiré siendo elástico y acabaré de darle el último matiz a mi ley de exterminio, maldeciré bajito, maldiré, me haré de neutrones y procuraré ser lo que acaba no siendo.

*Nota: siempre arrastro los pies mientras camino.

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Ayer me machacó el cliente vip, obligándome a realizar una jornada de tarde desde las 14:30 a las 22:45 horas. Quedé absolutamente agotado y caí en la cama como en un pozo profundo y acogedor… pero me desperté muy temprano y me vine al tajo a seguir punteando los bajos de mi curro… por el camino encontré a la lunática corriendo apresurada y abrigada como en el más crudo invierno, tropecé con un par de borrachillos que no habían dado aún fin a su noche y me fumé un cigarrito a la puerta de la imprenta mientras la vieja me miraba mal desde su ventana y la mulatita que sirve en la casona vieja de enfrente salía a la compra con su sonrisa puesta y media tripilla al aire. Todo normal.
Ya dentro de mis naves, valoré los restos del naufragio de ayer: una taza de café con sus restos resecos, tres vasos largos con sus limones tristes, un par de botellas vacías, las sillas como atacadas de un extraño desorden, las mesas llenas de papeles con notas apresuradas, las papeleras rebosantes y los baños como si hubieran orinado en ellos los diez mil vándalos de Alano [habría que enseñar a los hombres a orinar sentados –yo lo hago y me va bien–, sobre todo cuando les tiembla el pulso por la edad o cuando el miembro tiene tal vitalidad que acusa sin querer el síndrome de manguera libre… lo digo, sobre todo, porque es a mí al que le toca limpiar los baños de la empresa].
Ante tal panorama, decidí acercarme hasta el súper para hacer acopio de productos de limpieza y papel higiénico: no habían dado las diez y ya estaba el aparcamiento a tope y las cajas con grandes colas [me cabreé]. Pillé ‘Blocs WC Agua Azul’ [esas pastillonas que se meten en la cisterna y procuran agua perfumada y coloreada durante unos días], lejía para suelos marca Acme, 12 rollos de papel higiénico 'doble prensado y suave', pilas pequeñitas y unas pizzas para llevar a casa. Volví a la imprenta, descargué el material adquirido y me tomé un café en PdT con la esperanza de encontrarme a Ana y charlar unos minutos con ella, pero no le tocaba turno y me pasé el café en soledad absoluta.
Cuando acabé mi corto de café calentito, tomé la sabia decisión de retrasar la limpieza hasta mañana y relajarme, pues esta tarde viajo a Salamanca para trasegar las cosas de mi hija a su nueva vivienda y sé que lo pasaré un poquito mal.
Ahora agotaréel resto de la mañana leyendo a Guillermo Sucre e intentando escribir algo, que es lo que realmente me apetece.

Wednesday, September 17, 2008

“A las niñas les crecen largas piernas..."


¿Me apoyo en mi poesía para meditar o medito como apoyo a mi poesía?
No lo sé. En todo caso, sí que percibo que antes del poema hay un silencio hermoso, y que el poema en su cauce me lleva de nuevo a ese silencio después de las palabras, brillando con su forma en el papel blanquísimo.
¿Es el poema, entonces, el silencio que lo trajo y el que lo dejó atrás… o es el plazo en el que se hace dibujo de palabras como un frenesí?
A mí me gustaría que el poema fuese todo: el silencio, el coito de la mente con el trazo, el silencio otra vez, la recreación por otro o por mí mismo, la interpretación por otro o por mí mismo, el silencio de nuevo y una muerte plural que lo deshaga.
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Mi problema es el tiempo [este tiempo en el que intento multiplicarme y me divido o me sustraigo]. Querría estar pensando y escribiendo doce horas diarias, pues es mi fortaleza y mi salvación como hombre, pero me puede esta labor de taxista/taxidermista/hombreparatodo mediocre en la que estoy metido. Para ejemplo, un botón: esta mañana me levanté a las 8:30, me duché con desgana y sentí el agua fría correr entre las piernas como un insecto, me sequé sin cuidado –muy deprisa–, me peiné y me vestí con lo primero que se me vino a las manos [unos gayumbos de cuadritos azules y rojos sobre fondo blanco, los pantalones crema de ayer, unos calcetines negros de algodón y un polo negro que estaba a mi alcance al abrir el armario], apremié a Guillermo para que se vistiera rápido y le hice el desayuno [leche chocolateada con galletas Lu de dinosaurios] mientras yo me bebía un basote de leche fría a la carrera. Fui al lavabo y me cepillé los dientes… apremié de nuevo a Guille para que terminara su desayuno y vigilé su cepillado de dientes mientras le peinaba… pillamos nuestras mochilonas, nos echamos unos plis-plis de colonia en el cuello, nos pusimos el calzado [Guille sus deportivas y yo mis sandalias viejas] y salimos pitando escaleras abajo mientras jugábamos a ver quién llegaba antes a tocar la puerta del portal [Guille me hace trampa siempre]. Me encendí mi primer cigarro del día antes de entrar al coche, respiré y tomamos camino del cole. Guille puso el aire acondicionado bien frío [le encanta] y me hizo poner el ‘El último vals’, de Leonard Cohen, en el equipo de música del auto [parece ser que éste va a ser el himno de este curso para ir al colegio –el año pasado fue la canción de Joe Cocker que sirvió de banda sonora a ‘Nueve semanas y media’–. El tío se las aprende de memoria y vamos cantando los dos a grito pelado hasta llegar a destino, aunque veinte metros antes siempre me dice mi chico: ‘ya, papá, para de cantar, que nos van a oír mis amigos’]… y colocado mi Guille, pues al curro. La jornada de hoy fue como las de siempre, distinta e igualísima: empezó con el cafetito de rigor en PdT, acompañado por los coleguillas de diario, y siguió con visitas a clientes, entregas de material, un ratito de alzado, atender mil llamadas telefónicas, maquetar documentos del montón pendiente que está a la derecha de mi silla, ponerle nombre a un par de malos rollos, intentar cobrar algo para pagar algo, disculparme y exigir, cabrearme y sonreír… hasta que a la una y cuarto compré el pan donde Filito y corrí a recoger a Guille a la salida del cole acompañado de mi padre… vuelta a pillar el coche con ‘El último vals’ a todo trapo y a hacer la casa antes de empezar con la comida… hacer la cama de Guille, hacer la cama de Felipe, hacer las dos camas de mi dormitorio y poner a calentar el puré y las albóndigas que me habían dejado cocinadas por la noche… servir la comida después de poner la mesa [hoy he echado mucho de menos a mi Mariángeles –hasta el punto de soltar a solas un par de lagrimillas– , pues ya se me ha medio emancipado y se fue ayer a vivir a Salamanca], recoger y fregar los cacharros.
Cuando terminé de la cocina, llegó el turno de ponerme a hacer algunos deberes con mi Guillito [hoy tocó Naturales –los alimentos y los nutrientes–], hasta que dieron las tres y salí pitando de nuevo para la imprenta. Tomé un café con hielo en diez minutillos y me encerré a escribir mientras se calienta la encuadernadora de calor –aún anda en proceso– en la que me tiraré media tarde con la encuadernación de una buena montonera de libritos.
Todo esto hasta ahora, que son las 16:17 horas.
A toda una mañana y un principio de tarde he logrado tan solo robarle 45 minutos para escribir esto. 45 minutos de lo que debo y quiero hacer contra ocho horas de lo que tengo que hacer por cojones.
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Me encanta esa tapita de José Ángel Valente que pertenece a ‘Fragmentos de un libro futuro’ y dice:

“A las niñas les crecen largas piernas, delicadas orejas, incandescentes vellos, moluscos sumergidos, muslos húmedos, cabelleras doradas por el viento en otoño, insondables ojeras, párpados y pétalos, cinturas inasibles, precipitados límites del cuerpo hacia la lenta noche del amor, su infinita mirada.”

Y hoy más, porque se ha ido mi niña a vivir su vida en la distancia y me duele el estómago de sentirla mientras la presiento entre feliz y asustada. No estaba preparado aún para esto, y ha venido de pronto, sin más, como llegan las lluvias un amanecer o el viento levanta las faldas. Y yo me siento más mayor, más gastado, más aturdido que nunca… y me agarro a su huella para no caer en el abismo.
Después de comer, entré en su habitación y me bañé en el desorden de sus cosas, y toqué su cama como si fuera una de sus mejillas, y me miré en la foto grandona en la que estamos juntos [ella sobre mis rodillas] para verme en él deshaciéndome… y me morí de pronto entre su ropa y entre sus libros.
Ahora el miedo es más miedo y la falta es verdad entera. Mi niña se ha ido y me me ha abierto otra herida donde ya no caben.
Nunca supe ser padre, y ahora menos.

Tuesday, September 16, 2008

Cada día me preparo para decir adiós por si fuera el último.


Cada día me preparo para decir adiós por si fuera el último, porque no me quisiera ir de aquí sin despedirme… pero en la noche me suelo percatar de que no me he despedido de nadie, aunque sí lo he hecho de mis cosas. Y es que no sé dar el beso como si fuera el último, el abrazo como si se acabara, la mano como si ya no fuera a apresar al alba nuevo. Y así me siento como en el oficio de fénix, y voy borrando la luz que pasa para escribir la nueva.
Y me entristezco un poco.
Luego busco en mi carne mortal algo con lo que entretenerme, y juego a separar el blanco de todo lo mirado y ponerlo en un plano de contraste o enredo en el vacío gráfico de las palabras escritas para buscarme en él… y siento que mi ojo ha aprendido a engendrar animales extraños según cada latido, que mi corazón podría estar en el mostrador de piedra de esa casquería donde están alineadas las cabezas peladas de los cabritos y las blancas manitas de cerdo… y también acostumbro a amar físicamente con palabras, hacer de ellas dedos y caderas, muslos y espaldas suaves, bocas y hermosos miembros… y así voy haciéndome mundos sin puertas en los que descifrar el vuelo desdoblado de la palabra ‘filo’ o juego a ser el ácido que corroe el humus que seré y el cuerpo que ya he sido.
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Mientras mi abuela enhebraba la aguja con el hilo negro, quizás pensase en lo que habían hecho con su vida, porque mi abuela pensaba en parámetros de otros. Recosía el mandilón [todo era negro en su atuendo] y yo jugaba al laberinto debajo de los manteos de la camilla mientras su piernas me daban pataditas cariñosas enfundadas en unas medias negras y opacas.
– Corindilla, ¿hiciste los deberes?
– Sí, abuela.
Y se reía ufana de su niño del alma.
– Cuando seas mayor tendrás uñas para defenderte y palabras como el cuchillo grandón de la cocina. A ti, corindilla, nadie te hará daño jamás, porque yo ya he sufrido por tres generaciones y sé que cada lágrima será alegría en ti y empujón en tus padres.
Y se quedaba absorta, con el hilo colgando y las manos quietas.
– Yo voy a ser torero, abuela; torero y escritor… y te compraré un abrigo de visón para que estés bien guapa, ¿quieres?
Y reía de pronto, y lloraba también sin que yo lo notase.
Luego salía a jugar con los chiquillos de barrio y acabábamos con la pelota en La Cruz de los Caídos jugando al fútbol en el terrero de aquel parquecito. Cuando todos caían agotados o iban a la fuente a beber agua, yo cogía la pelota y me dedicaba a darle balonazos a la cruz como jugando… y pensaba en que cada golpe de balón en aquel desafortunado monumento al horror valía por una moneda con la que poder regalarle a mi abuela el abrigo de visón.
Mi abuela murió y solo pude regalarle mi sonrisa y la bolsa imaginaria de aquellos extraordinarios balonazos.

Monday, September 15, 2008

Sentir que cada día es como el abrazo del tigre...

Sentir que cada día es como el abrazo del tigre, mientras oigo el rumor de las hojas rozándose en la fiebre de la arboleda y el viento se hace con todas mis banderas personales y las desgarra. Y del primer zarpazo sentir el resplandor como algo físico que me resume en selva, una selva de la que salen las doncellas temblando entre las sombras, como buscando cobijo en mi perfil de sangre y carne y esqueleto.
Y notar el latido que hace añicos los espejos y ser flor insegura y hembra de mamífero y espíritu de espiga incierta.
Soy cazador desde que mi genética empezó a cocerse con el barro y los ancianos muertos frente al fuego y, aunque está algo almidonada mi estatura de cruel depredador, busco cada mañana las armas más propicias para salir al mundo: mi piel de sordomudo, el zurrón de las manos para acariciar los cuerpos quietos de las presas, el dedo escondido buscando la tensión de los cuchillos, el cuerpo harto de aceite para engañar al olfato, lo dientes enmascarados de maíz amarillo, los oídos alertas a la queja callada de los débiles…
Vengo desde una noche larga y pantanosa, y voy hacia otra oscuridad igual donde los cipreses decrezcan hacia el centro de lo más profundo, donde los peores espantos sean las glorias de hoy y las tumbas solo puedan cavarse en las nubes más dramáticas…
Me gusta que todo comparta el secreto, y que giren los heliotropos sea una liturgia, y que el café caliente se levante como un cáliz en los templos malditos de la noche, y que huela a comida como incienso, y que suene el rebuzno como un eco en las tardes y el mugido acompañe al ocaso más herbívoro… me gusta que todo sea parte del secreto: la línea amarilla que va paralela a las aceras, el camino de la colina y sus signos indescifrables, el agua rebosando del césped cada madrugada, el rito de partir el pan con las dos manos, los pasteles de nata en la vitrina, el azufre para espantar a los gatos nocturnos, los espectros de todas las farolas con su luz macilenta y amarilla, el fregadero con restos recientes de comida, las roscas de aire con su azucarón blanquísimo, la tienda de sombreros dispuestos como cráneos, el anciano premuerto, la piel seca de un perro en el asfalto, el olor a vainilla sahumando la sala, la mosca posada en el mantel, las dobleces imposibles de tus axilas blancas, las venas bien marcadas en unas manos fuertes, el arcángel mirándome igual que una muchacha… que todo sea el secreto y juguemos a pídola con las manos posadas en sus nalgas de seda… o a la gallina ciega buscando con las manos apresar pechos nuevos que aún no sepan mecerse sobre el miembro del sátiro.
Sentir que cada día es como el abrazo del tigre, y no saber quién es depredador o víctima, y apretar, y golpear fuerte, y morder con la boca rabiosa su cuello musculoso hasta rasgar la piel y enfocar el sabor de lo que está vencido.
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CID CHARYSSE

Hoy empujé mi memoria a los días en los que el cine era el centro de mi mundo, y se me vino entre los ojos el “No trespassing” con el que comienza ‘Ciudadano Kane’, con la magia de ‘Rosebud’ y el kitsch de ‘Xanadú’, con su velada invitación a entrar en un secreto humano con un hermoso cartel de prohibición [toda una gramática cinematográfica con la que aprender/aprehender literatura]… las terroríficas y divertidísimas tardes Fu Manchú de sesión doble con Henry Brandon, Robert Kellard y la glamourosa Gloria Franklin… la emocionada visión de ‘Fuego de juventud’, con Mickey Rooney y Elizabeth Taylor, en una tarde de Nochebuena… la primera erección con Lana Turner en ‘Astucias de mujer’ o la segunda con Esther Williams en ‘La amada de Júpiter’… el embrujo de la música Gershwin en la cinta Minnelli de ‘Un americano en París’ [qué magnífica visión del arte contiene esa película en todo su metraje.. es casi un cuadro valiosísimo en sí misma]… las primeras braguitas que vieron estos ojos mostradas por Cyd Charisse en sus sofisticados giros de baile en 'bailando bajo la lluvia' [aquellas braguitas eran verdes]… el Brandon espectacular de ‘Julio César’ o Ava Gardner en ‘La Condesa descalza’… la mirada sombrosa de Henry Fonda en ‘Las uvas de la ira’ o la mejor Bacall de ‘Cayo Largo’… Melina Mercouri en ‘La ciudad desnuda’, Ivonne de Carlo en ‘El abrazo de la muerte’, Ingrid en ‘Casablanca’… Sophia en ‘Milagro en Milán’… la Magnani en ‘La rosa tatuada’… el papel de Tadzio en ‘Muerte en Venecia’… la Girardot en ‘Rocco y sus hermanos’… Silvana Mangano en ‘Arroz amargo’… Marcello en ‘La suerte de ser mujer’… la Anita Ekberg de ‘La dolce vita’… Giuletta Masina, el universo Fellini, Irene Papas, Chelo Alonso, Ivonne de Carlo, Pier Angeli, Sara Montiel [que me invitó a cenar una noche en Castellón y me sentí especialísimo]… y junto a esos protagonismos siderales, el polvo sobre los charcos de ‘Delicias Turcas’, la cabalgada de Charlotte Rampling sobre Dirk Bogarde en ‘Portero de noche’, la moto de ‘Amarcord’, el quieto paraíso de ‘Interiores’, el paseo final de ‘El tercer hombre’, la mirada Truffaut… de todo aquello me nacieron las palabras desde que empecé a juntarlas con cierta intención, hasta el punto de que un día me prometí escribir poemas de cada una de mis impresiones cinematográficas más emotivas, y lo vengo haciendo como una deuda infinita.
El cine me ha hecho feliz tantas veces…

Sunday, September 14, 2008

Somos el complemento que ha de hacernos el uno si hay abrazos.


PRIMERA INCURSIÓN EN EL VÍDEO • UNA VISITA EN BARRIDO A MI ESTUDIO
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Solo sé de la tierra firme y presumo el mar en las caracolas de las estanterías, en los collares de coral de las chiquillas y en las hermosas fotos de las agencias de viajes… pero solo quiero saber de la tierra firme, enraizarme junto a los chopos verticales igual que mi destino y posar el pie sobre la roca firme que mulle mi camino con sus aristas cortantes, saber que el viento silba sobre la superficie leñosa de los castaños y que llevar sandalias en un riesgo seguro para el pie.
Que el deseo se fragüe sobre este aire dilatado por el sol y excitarme sobre lo que está quieto, y que no haya sorpresas en el substrato; y que mi cabeza se apoye de lado en la almohada para dejar que entren los sueños desde arriba, y salgan.
Con el pie seguro, podré buscar la música a mi idioma, dilatarme en cada sorpresa y regenerarme en cada verso nuevo.
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Busco ese magnetismo que te atraiga hacia mí, lo busco siempre, constantemente, porque necesito tus ojos para que lean como caricias mis palabras, necesito tu atención entera, tu boca fabricando saliva porque yo la provoco, tu nariz oliendo mis letras como si fueran violetas nuevas, tus manos inventando presiones en mis versos, tus muslos apretando mis delirios volcados al papel, tu vientre deslizándose sobre la próxima o, tus pechos queriendo ser amantes de cada eme mía… tu espalda para soportar mis tes, que no quieren ser cruces, sino brazos abiertos.
Llevo millones de minutos intentando ordenar los iones de mi prosa, buscando la sinapsis contigo, enredando aminoácidos para lograr la cadena que encaje perfectamente [ribosómicamente] con tu oscura genética… y me digas de pronto: ‘somos el complemento que ha de hacernos el uno si hay abrazos’.




EL FINAL DEL VIAJE


"Querido Luis Felipe, esto se terminó. Mañana salgo a las 17 h. para Shanghai, hago noche allí y el martes regreso vía Helsinky. Tengo serias ganas de llegar a casa. Hoy el día ha sido duro. Hemos regresado a Fuping para la inauguración de los museos en una especie de 'bienvenido mister Marshal'. Habían niquelado la ciudad , estaba limpia que daba gusto.
Ya te iré contando con café en mano."