Thursday, October 30, 2008

Autorretratos, self-portrait

Munch

Esta vez le toca a los autorretratos, maravillosos artistas se han retrato a si mismos....es agradable conocer y compartir su punto de vista sobre su persona...espero que os guste mi selección.

Diego Mato Toledo



Andy Warhol










Miró



Zinaida Serebriakova, ver homenaje



Gauguin




Al Dorso de Un Retrato
de Carilda Oliver Labra



Mira el retrato...
¡Fíjate bien!:
en lo que tengo tras la sien
hay arrebato.
Y la sonrisa
que por el rostro pasea,
como enfermiza,
es pena fea.

¿No has observado
esta nariz?
Es un rarísimo desliz...
¡Vaya pecado!

En la garganta
ya casi pura
cantando canta
mi sepultura.

No he de ocultarte que por la frente
anda cautivo
un ser ausente,
peor que vivo.

Mira mi boca
-¿será de hada, será de bruja?-:
me la he cosido con una aguja;
herida antigua que se sofoca.
Jardín de rasos elementales,
ya no es un vino;
y aunque le corto ala y camino
tiene una furia, sufre unos males...

Aquí en el pecho
inútilmente, no sin razón,
loco, maltrecho,
mi corazón
el tiempo olvida;
por una estrella lo cambia todo,
y muy a su modo
hace la vida.

Estas orejas
guardan secretos interesantes,
músicas viejas,
voces de antes.

Lo que me pierde
y me aniquila
es la pupila
trágica, verde:
jade en que huyo,
mito en desgracia,
hoja de acacia,
luz de cocuyo.

A maravilla
el mármol finge
de alguna estatua, de alguna esfinge
esta mejilla;
y sin embargo
es suave y dulce como una pera
y sólo espera
un beso largo.

¿Y mi cabello?
Pobre tesoro,
pájaro bello,
lluvia de oro,
sube que sube
se enreda siempre con una nube.

Soy algo boba,
soy algo miope.
(Uno me daña y otro me roba);
pero ando en sueños siempre a galope.

¿Ves este cuello?
Pues se me enfría...
Lleva la muerte como un destello
de poesía.

Vida absoluta.
Hay cierta monja que nunca azoro,
hay cierta puta
aquí en mi carne. Con ambas lloro.

Cuando mañana se vuelva ayer
no haré del polvo un parentesco:
¡en el retrato siempre parezco
una mujer!









Laura Beita






Juanma Tapia




Leonora Carrington





Tamara de Lempicka


Serrano





Courbet





Frida Kahlo






Paul Klee



Picasso




Abelló


Anna Bilinksa






Robert Delaunay



Chagall




Francis Bacon





Lucian Freud





Oskar Kokoschka




Nolde




Modigliani









Basquiat





Ferdinand Hodler





Muller





Elisabeth-Louise Vigee-Lebrun




Munch


Dalí


Schielle




Van Gogh


Esta tumba se me va quedando pequeña.


Es rotundo el otoño si apareces y casi se hace obsceno si desistes de morder el dátil que te ofrezco.

Esta tumba se me va quedando pequeña, pues desde ella se divisan las cúspides de miel y todos los canales que te desinundan… y la espuma que dejan las barcazas por tus ríos. Es estrecha, pues no cabemos juntos, y eso la hace inhumana. Tendré que ir escarbando galerías y túneles con mis dientes encogidos para que brote el lecho donde el ímpetu sepa profanar la ceniza.

Se niegan los poemas mientras Fernando me prefiere editor [es triste gracia], y busco en la resina la palabra ‘laurel’ para que haga el amor con ‘sicomoro’… y me miro las manos [que están en estos días como invernaderos] como si mordiese un limón verde, y las hago descender hasta mis piernas como hojas cayendo mientras pienso que llueven sobre ti y te enjoyan filtrándose en el pecho. Soy un huerto sembrado con añicos de espejo, una cabeza frágil sin guirnalda posible, la ráfaga de viento de ayer que levantó una falda, ese dies irae con sus furias ridículas que se impulsa a sí mismo sin saber enunciarse.

Sigo el surco… y los dedos van sembrando de escombros los bordes del poema.

Wednesday, October 29, 2008

Noche en 'El Savor'


Acababa de nevar y había cuajado bien en la mismita falda de la sierra cuando salí de camino a Salamanca. Me había abrigado de puta madre [camisetilla de algodón, camisa blanca, chaqueta de lana con forro, calzoncillos limpios de cuadritos, unos tejanos, calcetines gordos, botas, mi chupa de cuero y una bufanda gris] y tomé la carretera como con ganas de huir [esas ganas que me llegan cada vez con más frecuencia hasta el centro del estómago]. El recorrido fue tedioso a causa de las obras de la nueva autovía, pues hice los setenta kilómetros detrás de una larga fila de camiones, sacando una triste media de 70 kilómetros por hora, mientras escuchaba a Leonard Cohen y fumaba un Chester detrás de otro.
Llegué a Salamanca a las nueve de la noche y el termómetro del coche marcaba un grado de temperatura en el exterior. Aparqué cerca de la casa de mi hija y di un largo paseo por el centro de Helmántica para hacer tiempo hasta la hora de mi lectura en ‘El Savor’. La ciudad parecía desolada a esa hora. Solo algunos grupos de extranjeros punteaban el comienzo de la noche entre risas y animadas charlas como para quitarse el frío.
Le eché más de media hora al escaparate de la librería Cervantes e hice la intención de tomarme un café caliente, pero los locales por los que pasé estaban tan vacíos que se me fueron las ganas y decidí alargar mi paseo por el frío [o entre el calor de mucha gente o bajo la nada del frío].
Ya en ‘El Savor’, saludé al colega que se pelea los días en ese hermoso garito latino y degusté con los ojos el final de una de las clases de baile que allí se imparten [las chicas se movían como ninfas al ritmo del son cubano y yo me las comía con los ojos a la par que me bebía a tragotes una Laiker fría].
Acabó la clase y los cuerpos femeninos abandonaron el garito para dejarme solo. Mi colega puso a todo trapo a Silvio Rodríguez para recibir a la noche poética y yo me encerré en mí mismo en una mesa apartada para saberme solo y relajadillo. Así estuve una hora feliz.
Y fueron llegando los pacientes receptores a cuentagotas [poquitos]: Gerardo, Elena, Víctor, mi hija [rebonita], Ben Clark, Fabio, María… un señor mayor y un grupo de jóvenes franceses.
Comencé mi lectura con la voz rota y se me fue rompiendo más según recitaba, pero supe enfatizar el asunto y me dio la sensación de que no quedó mal. La gente estuvo atenta en todo momento y aplaudió con ganas durante algunas fases y al final.
Cuando todo acabó, el señor mayor se acercó hasta mí para darme la enhorabuena y un abrazo mientras me decía: ‘ha habido pa todos…’. El grupo de franceses se animó a comprar algunos de mis libros en la barra y uno de ellos, Guillaume, me pidió que le firmase su ejemplar con emoción.
Tomé la última Laiker con mis amigos y acompañé a mi hija hasta su casa por el húmedo frío salmantino [fuimos todo el camino abrazados como dos novios].
De camino hacia el coche, pensé en mi soledad ya resuelta y en el proyecto de hermosa soledad que empieza a gestionar mi hija.
En Arapiles pasé la prueba de alcoholímetro con unos guripas amables. En la recta de La Nava volvió a detenerme la Guardia Civil y me hizo pasar un mal rato que se sumó al enorme cansancio que ya acumulaba.
Llegué a casa muy tarde y, sin más, en un impulso, me comí dos enormes bocadillos de queso sentadito al brasero.

Sunday, October 26, 2008

La autoridad moral del pobre.


“… in casa senza bisogno / che di se stessi e nemmeno…” [Eugenio Montale]

La autoridad moral del pobre, por ser pobre y atender a sus pagos, acusa con el dedo a ese prohistoricismo de los que hablan varias lenguas en los foros mundiales, esos ladrones de dialéctica enferma que juegan a que el rico acumule y el pobre sufra.
Sí, viejo, el país es un caos porque el mundo es un caos; pero un caos con ganancias dirigidas hacia bolsillos crasos con el nombre bordado.
Tú me decías ayer que el país no funciona porque hay intermediarios que ganan el 300 % sobre el valor en origen de las materias primas, y lo hacen con el único trabajo de rellenar sus pimporros albaranes de pedidos; que no tira adelante por la morbosa galbana de las clases funcionarias con sus sueldos asegurados de por vida; que no saca la cabeza porque no se detiene a los grandes ladrones del mundo [que se van de rositas y bien arropados en sus indemnizaciones después de hundir con sonrisas cómplices el capitalista sistema financiero]. Me decías que la primera decisión de los gobiernos debiera ser ejemplarizar, metiendo en la trena a los banqueros hasta que les salgan telarañas en sus pollas sedosas y brillantes, y requisar sus bienes con luces y taquígrafos para que los pobres lo vean y lo sientan y lo celebren y se rían de ello.
Es molesto mirar y ver que quien es por lo que fue, ya no tendrá problemas hasta la muerte espartana [que esa nos llega a todos con su valor rasante], que quien llevó un ministerio por elección a dedo, ya no ha de preocuparse de sus fines de mes, aunque lo hubiera hecho peor que nuestro actual Ministro de Cultura [podrían tener el detalle de ponerle pensión magra y sueldo vitalicio al que es capaz de un poema hermoso o de una imagen bella sobre un lienzo].
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Me quedaré siempre en casa, justo donde las piedras mudan su color según las horas de la jornada o el decurso de las estaciones, donde el día se ve camaleón y no cambia el punto de vista nunca. En casa con mi lengua y cada uno de mis orificios, con la mezquita de mi cuerpo cerrada al culto y un precio puesto en neón para ignorar al mundo, como si fuera un viaje de oferta.
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UN MALVADO APUNTE MACHISTA DE CORTE POLÍTICO

La alta representante pública [¿púbica?], que llegó a su sillón por la estupenda cuota femenina, pronuncia el nombre de Dios en vano mientras habla de los impuestos repercutidos con tres botones desabrochados de su blusa que dejan ver el sostén negro que recoge sus globulosos pechos con pezones centrados bajo un cuello de corza cuidado con afeites. Huele a colonia cara y sus braguitas mínimas se marcan sin rubor bajo unos pantalones de lino en color negro. Si miras por delante su discurso, verás entre sus muslos esa rayita hermosa que penetra en su cuerpo y que hiende las costuras y casi las esconde. Sonríe como un ángel mientras pronuncia el nombre de su vil enemigo, porque sabe que cada hora de cada día suma a su cuenta de ahorro unos dígitos nuevos.
Tumbada bajo un hombre debe ser gloria pura… encima de él, el mismo paraíso.
No hizo nada en la vida para merecer esto. Bueno, sí, ser mujer y estar para comérsela.

Sopesada la reina de esta nueva política, la prefiero a los hombres que con los mismos mimbres no tienen esos pechos, esa rayita lúbrica, esas bragas marcándose, ese olor, esa risa…

* [Espero que mis lectores/as sepan entender la ironía y no se ofusquen sin motivo].
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Jo, hoy me encuentro francamente mejor, casi como desclavado de esa cruz de malestar que me tenía ayer como una columna mellada de la Acrópolis. Con un par de sustos gordos que me han espabilado a primera hora, eso sí, pero templando mis armas menores para la próxima batalla pequeña.
No entiendo el mundo del hombre, y menos cuando, como hoy, es otra vez la familia de mi amigo Cipriano la que sufre los golpes de la estupidez en sus carnes ya machacadas. Espero que Lala le pille el tono a esta dura cosa de vivir y se recupere con fuerza para darle el empujón que necesitan Cipri y Marisol. Y del señor Simón no voy a decir más que un emocionado lo siento, porque no sé decir más.


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Descorcha ya el champán, porque hubo muertos y habrá que celebrar sus finales hasta que el anticuario los anote en su cuenta y las esquelas vuelen como mirlos con su hedor oncológico y maltrecho.
Cada muerto cercano es como vestirse con aquella bata azul de don Mariano y asomarse al alféizar para mirar los llantos pasajeros de sus tristes dolientes conocidos. También tienen su cosa de carcoma en el portón o su punto espantapájaros en mangas de camisa.
Un muerto conocido también suele traer rictus de carpe diem a los ojos, mezclado con piedad y afecto a tientas. De ellos suelen llegar las preguntas importantes y lo más impronunciable del pasado, la lente que te indica lo que debieras hacer por un instante [solo por un instante, que luego vuelve el tedio de los días con su miedo cobarde]… y todo es como un filme impronunciable cuando buscas sus gestos en los archivos raros del recuerdo y ves que simplemente contenías tinieblas de aquel hombre que fue otra impostura más en tu vida de hombre.
Con el muerto en las vísceras, te tiras a la calle y miras indeciso el engranaje líquido que lo modula todo… miras a la pareja que camina perdida e imaginas sus noches con la lujuria puesta… miras el alquitrán haciendo margen con las plantas silvestres, jugando a ser frontera… miras tu sombra y ves la sugerente furia de un hombre dividido entre su cabeza y sus manos.
Descorcha ya el champán, viejo, que en esta jerarquía de cadáveres debes apresurarte por si toca.