Sunday, May 31, 2009

Otra vez las chanclas.

Andaba yo a primera hora pensando si convertirme en Robayna [Sánchez] o quedarme en Manolo Gómez Bur, personaje en el que estaba desde última hora de la noche de ayer... pero hacía un calor pegajoso y no había dormido nada bien, así que decidí levantarme con pausa y meterme en la ducha para intentar aclarar mis ideas... se estaba de puta madre bajo el esprái de agua templadita, en pelota picada y con los ojos cerrados... le eché más de media hora al lujo del agua y salí queriendo ser yo otra vez, que don Manuel murió hace tiempo y el tal Robayna no va mucho más allá de los ojos entornados.
Me sequé un poquito a toallina y dejé algo de humedad para pillar esa cosa fresquita que se te viene cuando sales a un espacio más amplio... salí al dormitorio y me quedé como un ficus frente a la ventanona semiabierta, recibiendo chorritos del aire venido de afuera... ¡qué sensación!
Cuando el placer empezó a hacerse frío, me embucé el albornoz y ataqué un desayuno frugal [últimamente no como demasiado]... el día se presentaba bueno... ni el finado Gómez Bur, ni el Robayna... ni siquiera el viejo F... y que antes de tirarme a la calle busqué en el zapatero de la entrada de casa, valoré, y saqué las sandalia de Panamá Jack, unas que me compré el año pasado y que al principio me hicieron un daño de cojones... pero logré domarlas en su día... y me tiré a la calle.
El mundo con sandalias [o, mejor, con chanclas, pues las que llevo son de tirina] es algo más sueltino, como de ir entre cardos y con la sombra suelta o como llevar menos esqueleto sujetándote... uno se siente como gregoriano, mezclado con ceniza y un tantito alejado de las normas... y también, a ratos, como pisando alfileres.
De ir así, uno se nota medio en comunión con todo y hay como una erección de los poros pieleros que te deja pichón y coloradito.
Cuando me pongo chanclas, las mujeres que pasan a mi lado parecen de ultramar y tienen mirada de pareo, melenona [aunque lleven el pelo cortinino] y cierto trepar de árbol en las piernas. Lo hombres, no. Los hombres, sobre todo los que pasaron ya los cuarenta y tantos, me miran como si fuera un tipo escarbado, como si fuese a oler a azufre y presintiesen un cataclismo que los deja inestables... con los días se acostumbran, sí... pero el primer muestreo de pies los deja caracomidos [sí, ‘caracomidos’] y graznando.
Yo, a mi bola, que me bisiestan los tíos patizambos con calcetines grises... además de tocarme los cojones.
Cuando me pongo chanclas, decía, me siento Marco Polo, a lo menos, y los pies se me medio afroditan porque también la cabeza se me medio afrodita... entonces me viene una cosina tarambana, algo muy parecido a una infección, y veo de otra forma el mundo, con otros colores, como de garabatos, sin lacre y sin esos mentones que tiemblan justo antes de los llantitos.
También es como un ir desnudo, sin recato... y entonces empiezan a llegarme palabras de verano, esas palabras que no son domésticas, las blandas y redondas, las mojadas... y me llegan como coágulos, sin armadura, como un lujo de rico o una alcoba fresquita... musgo, playeras, alba, malla, llanura, lluvia, polea, vulva, vientre, gladiolo, nuca, llaga, rayita, blando, caucho, axila, pecho, calma, cuello, melena, tiembla, pupila, almena, cala... ya digo, es como un ir desnudo este andar con las chanclas flamantes de verano...
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Vinieron Urce y Marisol, que habían tenido lectura helmántica en un jardín de la ciudad biliosa y me trajeron güisquito de 12 años y unos chocolatones con almendras y piñones [siempre vienen cargaditos los colegas y me da cosina]. El día, con su parte de noche, dio para unas charletas distendidas sobre el mundo poético en general, sobre la asunción cirílica de Benedetti y sus clientes creados y mantenidos, sobre la poesía social y sus despojos –este ‘después’ de postpoetas perdidos en el no saber nada–, sobre un tal nosequién que está intentando subir en el escalafón parapoético a base de sobar un lomillo majete, sobre el buen hacer de Ben Clark –Urce comparte conmigo lo bueno de su poética– y la alegre e inteligente pujanza de Fabiete... un buen día, en fin, con mis amigos chulis.
Marcharon a media mañana del domingo, no si dejarme antes sobre la mesa un cabecero de lomo –no paran estos chicos–. Mil gracias a los dos por tan guapa visita y tan entonado afecto.
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Poseo mi idea de las mujeres que miro como poseo mis muebles y los uso... abro un cajón, y allí aparecen manos que buscaban cobijarme, piernas que nunca se me ofrecieron abiertas [pero las imaginé], ruiditos hechos con la boca al masticar pistachos, tres caderas con algo de verdín, algunos ojos de invierno y tres miradas intensas de verano, unos culitos tersos a los que ahora no sé ponerles cara... todo mi cajón lleno de mujeres diluidas... sin ninguna certeza... pero sí con absoluta posesión.
Cuando las inespero, me pongo como flaco, estiradito durante horas por la casa [pero con los tendones blandos]... y las presiento como una manta de carne bajo la que meterme cuando el frío... también siento desazón y algún latido extraño que no procede del corazón.

Saturday, May 30, 2009

Ser el último pasajero del día en un autobús hacia ninguna parte [homenaje a Leonard].



Ser el último pasajero de un autobús vacío, como el hombre de Leonard intentado una huida a una villa pesquera americana en la Florida... y aparcar, como él, al borde de la arena, y tumbarme, porque de nada sirve predicar cada día, y fumarme un Lucky Strike esperando a las luces diminutas de los barcos o a que salgan las flores de sal para llevarle a Hitler.
La mujer que ya no usa su sexo se imagina cosas, se imagina árboles penetrándola, se imagina un ardor extranjero que ya no existirá jamás, y lo sabe... pero se imagina árboles penetrándola...
Blasfemé sonriendo, mientras recordaba que en mi pueblito hay una iglesia católica junto a la que los perros se emparejan y se quedan trabados mientras los chiquillos los persiguen riendo a carcajadas...
La mujer que ya no usa su sexo no ha adivinado aún que de una vulva seca nacen malos pensamientos y que todo parece torcido en los estanques de la vida... se hace tierra baldía que ya no ofrece nada más que palabras vulgares cargadas con todo su resentimiento. No estaba allí, en la arena, conmigo... pero le dije en alto que se ofreciera abierta, que mostrase su sexo sin delirio y pusiera sus manos sobre él para estrujarlo hasta encontrarle el zumo.
Monté de nuevo en el autobús y tomé un sendero pedregoso que se enroscaba sobre mis piernas... y volví a hablarle a la mujer que ya no usa su sexo, porque la presentía al lado...
“No esperes... da los pasos precisos, porque el tiempo se acaba”.
Estar solo es ser libre... y esa sensación de no sentirse anillado, como las aves que migran o los contados linces... y saber que nada es pecado, porque siempre se peca hacia la moral de otros y solo quienes la practican faltan a ella [el infierno es patrimonio único de quienes lo legislan y de quienes lo creen]... estar solo es ser libre... y que la luz pise una melena recién lavada y que tome el color del papiro o la pólvora encendida... o que unas medias se deslicen abajo... es la teoría de la soledad... ese plano teórico de besar un pecho y que un pezón amanezca entre mis muslos como un sol que no quiere dormir... y buscar en el humo las mil persecuciones junto a un perro que nunca tuve... y mirar por las noches el titilar de las luciérnagas mientras gimes... o un cuarto de pensión vieja donde ponerte los grilletes brillantes con codicia y decidir que estás atado porque te apetece... o hacer la perfección en los espejos metiendo tripa y ver tus ojos muertos porque en la soledad no hay quien te ame... pero... ser libre...
El autobús trepaba por las crestas del acantilado y pensé en los hombres desnudos, avergonzados de su desnudez, avergonzados de su sexo... qué mal gobierno el de los audaces, qué hartura de moral, que empalago de ser la sombra y no querer ser los cuerpos...
Comenzó a caer una lluvia finita de color almendra y me detuve en el borde para mojarme en ella, pero la lluvia no ayuda, solo moja.
Recordé entonces el poema 111 de Leonard... “Cada hombre / tiene una manera de traicionar / a la revolución. / Ésta es la mía.”... y me apeteció morir como burlándome... pero recordé a la mujer que ya no usa su sexo y sentí que debía hacerle comprender que desde aquí arriba hay una vista magnífica al valle y a sus chimeneas, que quienes lo habitan hacen el amor a escondidas... pero desde aquí se ve la luz de su deseo.
No se repetirá esta oportunidad, estoy seguro... ven a este alto y quizás el agua solo termine lamiendo tus tobillos antes de que la vejez termine de aplastarte... ven a echar maldiciones, porque el pasado fue y el presente aún te permitirá desvanecerte con los dientes gastados y el vientre lleno de todo lo que en verdad deseas.
Aquí tienes dispuesta una mirada panorámica a lo que eres y a lo que puedes ser... monta en este autobús cuando yo me baje de él y pregúntate cuántas veces has mirado fingiendo no ver nada... luego, arranca... acelera... ve a tumba abierta hasta que las respuestas lleguen y entiendas que ya ha habido demasiados muertos.
Y vuela hacia ninguna parte.
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Y recibí del bueno de José Antonio Sáinz dos ejemplares de su nuevo libro, "En tránsito" ["... Y el papel prueba que nada nos redime / de la sustancia volátil del tiempo / ni de las coordenadas precisas de un abandono."] y uno de "Hacia donde no soy", de Santos Jiménez... también un retrato de mí hecho con palabras [demasiado generoso, amigo... gracias].

Por el lado más bestia de la vida... jajajajajajaj.

Faltaba esta versión Albert Plá... y la trajo Urah.

Friday, May 29, 2009

Abrasamientos

• ABRASAMIENTO I

A veces tengo jodidos síntomas de abrasamiento [Marina Tsvietáieva llamaba así a lo que sentía cuando le explicaba algo a alguien y le quedaba la jodida sensación de que no la había entendido]... explico una voluntad de hacer y un proceso, y la mente que se expone frente a mí ve otra voluntad de hacer y otro proceso diametralmente distintos... respondo a un asunto de orden general, y quien me inquirió resuelve que mi respuesta parte y llega de/a lo individual... digo “voy”, y se entiende “me voy”...
¿Es que al personal no le han enseñado a escuchar, a procesar lo escuchado, racionalizándolo, y a sacar consecuencias lógicas sobre las que elaborar respuestas? Creo que por ahí debiera gestarse el camino de la formación de nuestros chicos en los centros escolares, y no en tanta estúpida acumulación de contenidos... enseñarles a prestar atención, mostrarles el gozo que supone esa atención y cómo puede procesarse el conocimiento autónomo a partir de ella.
Por lo menos se conseguiría que a mí me bajase el porcentaje de abrasamientos y, así, mi vida fuese un poquito más reposada –ya puestos en lo individual... pues eso. 
Viene todo esto a que llevo una puñetera semana de mierda en la que cada una de mis palabras, pronunciadas en ámbitos diversos, se entienden como si fueran otras, se sacan de contexto, se entienden al revés y hasta se cambian de su sentido inicial hasta el sentido contrario.... y en la mayoría de los casos me da absolutamente igual, pero en algunos concretos me jode hasta el puto tener que repetir un trabajo que ya había hecho y que me costó mi tiempo preciosísimo.
Sinceramente, estoy de abrasamientos hasta la punta del capullo, pues de ellos nace esa otra historia que tampoco me gusta, que no es otra que el abrir puñeteros turnos de explicaciones propias y ajenas.
En fin, como contra el abrasamiento lo mejor es la definición, pues me definiré: soy un chavalín con cuerpo de ancianito que tiene un pensamiento de izquierdas que es mezcla de ideologías diversas, escribo porque me lo piden la cabeza y el estómago, busco una teoría válida que justifique un individualismo humanista que me sirva para vivir más tranquilo conmigo mismo, no me apetece nada relacionarme con el otro cara a cara [tengo el defecto de no manejar bien el bote pronto y no me gusta perder las batallas dialécticas], necesito hacer algo por los demás y lo intento [pero no me gustan nada las intromisiones que hagan girar algún grado en la ruta que me he marcado], soy empresario pequeño y me mata esa idea mía de defender los derechos de los trabajadores por encima de todas las cosas, me encantaría ser el eterno enamorado [pero siempre con distancia física... un enamorado virtual, vamos], busco la belleza constantemente y me gusta dejar rastro de ella en la escritura, sé quién no me cae bien desde el mismo instante en que le echo una mirada encima, me encanta dibujar [pero no sé hacerlo como me gustaría], me gusta empezar asuntos y que no tengan final jamás. Soy un tonto del culo que aún no aprendió a decir “no”... y me abraso.

SIEMPRE EN EL LADO SALVAJE DE LA VIDA... jajajajajajaja....


ABRASAMIENTO II

La tarde entró en erección y yo me quedé inmóvil como cuando se quiere cazar una mosca o se busca atrapar por las alas a una mariposa. Era una tarde para hacerse un etcétera tranquilo y dejarse como caído en el camastro de casa... también una tarde para merendar algo o esperar a los pulpos de alguna mujer con la lección sabida.
No era una tarde de perros, aunque alguno habría por ahí buscando entre la basura con esa usura inexistente de los que viven al día.
Recuerdo que en el fondo de mí, justo donde me nace siempre esa mugre de sátiro, tenía ganas de pechos y de muslos [siempre tengo, las cosas como son] y me puse como paquidermo a ratos, mientras pensaba en el caviar de un pubis neto. Me lavé la cabeza con agua fría y exceso de champú y, en aquel constreñirse por el frío de las arterias capitales, sentí cómo unas manos posaban su adulterio por detrás hasta llegarme al vientre –siempre me lavo la cabeza desnudo–. Me dejé con cierta esperanza de diamante, como con ebriedad... y las manos hacían sobre mí piel una nueva alameda por la que paseaban calma, avidez, desazón, siesta, sangre... permanecí en mi pose de hombre doblado, con la cabeza totalmente mojada y el champú arañándome los ojos... y entonces esas manos comenzaron a ser mar, o mejor, marea [que el mar era mi cuerpo] y sentí todos los rudimentos de un Eolo inventado... y me ahogaba de gusto.
Cuando ya no sentí aquel tacto lúbrico, busqué a tientas la toalla... la encontré y me sequé con energía. Los ojos también. Miré detrás de mí y no había nadie, incluso la puertita del baño permanecía con el cierre íntimo trabado. Me miré al espejo. Mis ojos estaban enrojecidos como amapolas nuevas. 
¿Lo habría imaginado?

MMMM... SIEMPRE EN EL LADO SALVAJE DE LA VIDA... jajajajajajaja....




SIEMPRE EN EL JODIDO LADO SALVAJE DE LA VIDA... jajajajajajaja....


Thursday, May 28, 2009

Puaj.



Recibí unas fotos que me hizo Carlos Martínez Aguirre y que me hicieron ilusión, sobre todo la que está hecha en mi semiabandonado estudio de Colón, que salgo con la banderita republicana de perfecto decorado. Luego me bajé a la Plaza Mayor a tomar café y allí estaba el lumpen intentado castrar las risas de la gente normal. Cuando acababa mi consumición, llegó un coche a toda pastilla que casi aparca dentro del local... lo conducía el desinhibido y le acompañaba el gitanete pasadito de todo. Entraron en el bar y la liaron en un momentín. Yo me salí de allí y el gita me siguió soltando una perorata ininteligible.
Del ayuntamiento salió mi amiga Blanquita y la saludé... y el gita se puso como loco... escupía en el suelo unos lapos rugosos y gritaba que él también era un bejarano... “el más disno... cabrones... el más disno... y no me dais trabajo... ni a ningún gitano... cabrones... el más disno yo... sí, sí...”. Acompañé a mi amiga hasta pasar el trago [vinieron a recogerla enseguida con un coche]. Cuando se fue, el gita seguía con su melopea, pero subiendo más aún la voz... el quedarse solo le envalentonaba.
El bar había quedado vacío otra vez, que estos tipos barren a la gente de su lado... y nadie hace nada para sujetarlos.
La Plaza Mayor a veces resulta hermosamente divertida, pero otras veces, como hoy, se hace hosca y parece inhabitable.
Que dos pasaos puedan con todos es como para ponerse a pensar un poquitillo.
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Dijo nosequé del orto y se fue airada... y se me quedó en la memoria como un azucarillo de pantómetros puesto sobre papel carbón y presionado.
Hoy tan solo me queda aquella impresión tosca sobre el blanco como un tatuaje de viejo marinero... también una suerte de sombra pintoresca que me la recuerda como el plagio de otra mujer o una rima demasiado repetida.
Sí, las mujeres que pasaron por tu vida alguna vez van descapacitándote, te dejan como propuesto para algo intangible, desnudito como una embajadora consorte celebrando alguna huida a su país de origen.
Yo me inclino ante todas, ya que el hecho de haberme soportado, aunque fuera unos minutos, me resulta encomiable.
Dijo nosequé del orto, oye, y se fue, y me dejó mirando la colección de cromos antiguos de animales mientras pensaba en la enorme cantidad de cosas que me hubiera gustado decirle... pero no le dije nada, que yo soy así de primeras... luego me arrepiento.
La verdad es que, pensándolo bien, yo no tenía un torso obrero... ni siquiera los abdominales como un rallador de queso o los muslos peludos hasta los mismo huevos... y eso era lo que decía que le gustaba... ni olía a sudor a media tarde, ni había follado una sola vez... y eso, en el fondo, aunque dijera que no le gustaba, le producía cierto ardor... pero me dijo nosequé del orto y se marchó.
Recuerdo que llevaba un vestido suelto y estampado con florecitas minúsculas... y en el pecho unas orzas que le daban volumen... a mí me dejaba KO mirarle el pecho [bueno, imaginarlo, que, verlo, no lo vi] y sentir esa epilepsia bum-bum, arriba-abajo... siempre llevaba zapatos bajos y me dijo aquello del orto... y no le iba a su boca aquella palabra tan quebrada... ni a los ojos la mirada que me dejó por última.
Y no la odié, nunca la he odiado... es más, la recuerdo como una puerta abierta a lo que habría de venir luego, la puerta abierta, la única puerta que quedó abierta... por la que salí al mundo.
Y es que yo no llevaba pantalones campana ni esclava en la muñeca, no marcaba paquete [no tenía], no fumaba [tosía], no sabía poner la mano en el rincón ni mover los dedos hasta que se le fueran los ojos... un desastre, a lo que cuento, ¿eh?... pero todos fuimos así una vez, descartables, no aptos, sosos sin más...
Y no quiso enseñarme... solo dijo lo del orto con ese acento suyo [tan bonito] que me hacía mojarme por las noches sin controlar mi cuerpo.
Ahora la recuerdo junto a las calcomanías y al pegamento Imedio, junto a las vacas plantadas en los prados como totems extraños, junto a la banda sonora del No-Do o aquellos catálogos de ropa íntima femenina que vendía mi padre... todo con cruces trazadas mil veces... esto sí, esto también, esto sí... y me busco raptándola de las manos que luego la tocaron y le hicieron de seguro todo aquello que yo no sabía hacerle...
En fin... no sé si lo singular fue ella o lo es mi recuerdo de ella... si fue el momento en el que me dejó con la puerta abierta y aquel orto que me sonó a hasta luego, pero que fue un hasta nunca que llega hasta hoy.
¿Si la viera, si me la encontrase ahora, al salir de mi estudio... qué haría?... quizás verla demasiado mayor para mí... y mira que estoy viejo.

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Soy culé...



Los poquitos culés bejaranos fuimos ayer felices. Nuestro equipo ganó la Copa de Europa y somos la primera afición española tripletera.
La  noche culé bejarana culminó en la fuente de la bañista de la Plaza de España con gritos de alegría y algún que otro bañito nocturno.
Mi hijo Felipe y yo estuvimos allí con la sonrisa de oreja a oreja.
Soy culé de toda la vida y hoy he disfrutado un montón.

¡¡¡VISCA EL BARÇA!!!


DIOS NO EXISTE, LO SÉ...

Qué sensación, entrar en la cocina
después del gol de Messi. La cecina
dispuesta junto al cava me ilumina
y como hasta saciarme. Me fascina

haber cambiado el cava por la tila
y el negro merenguear de la sibila
dándonos por perdidos. Ya tranquila,
marco este día divino en mi pupila.

Dios no existe, lo sé, pero este día
me hace creer en lo que no creía:
Etoo marcando un tanto en Italía,

Xavi de number one y la orejona
en manos de Puyol quedó molona.
Si volviera a nacer... del Barcelona.









Wednesday, May 27, 2009

¿Qué poesía es ahora la necesaria?


Dándole vueltas a la idea de cuál debiera ser la nueva posición de los poetas ante los tiempos que corren, se me ocurre que lo primero –siempre contando antes con una seria toma del pulso del tiempo en que se vive– debe consistir en lograr la habilidad necesaria para captar eficientemente un estado de conciencia que sea capaz de procurar reacción.
Junto al mentado punto, que considero fundamental, debería buscarse un nuevo hábitat en el que no existan ni los múltiples reconocimientos concursales, ni esa rígida metodología generacional que es manejada por grupos de poder venidos más de la cosa mediática que de la pura y asesada indagación literaria [eliminar la “poesía para estar” y rolar hacia el “ser de la poesía”].
Es mi planteamiento a todas luces rupturista, tanto en el ámbito creativo [en el que me gustaría asistir a un cambio formal radical y a una criba de nombres con dura voluntad estalinista] como en el etológico/poético [desistematizar todas las estructuras externas al poeta y ofrecerle otro medio en el que abrir trochas, sin facilidad, que le requiera un trabajo capaz de poner en valor verdadero al poema].
Creo que hemos pisado, todos, con cierto abuso, la mena del yo confesional, pasando de lo que fueron en su día mensajes éticos necesarios a una ética ramplona que raya más el narcisismo individual que la necesaria profundización en una ética social... el poeta que antes transmitía un “nosotros debemos ser”, ahora transmite un “yo soy... yo hago... yo... yo... yo...”.
Sería preciso, por tanto, volver a recuperar la conciencia de transmitir mensajes críticos hacia todo lo social y lo político, pero con una visión nueva y objetiva de todo lo contemporáneo... y hacerlo sin pensar en los diez mil concursos convocados por hora, en las mil posibilidades de editar, en las quinientas invitaciones a leer o debatir con cheque al fondo [conseguir que todo ese artefacto se deshaga sería un magnífico punto de partida]. Y centrarse en decir con ‘contenido’, decirle otra vez directamente al hombre –sin intermediarios– que nuestra experiencia cultural es capaz de llegar a su experiencia cotidiana.
Y hacer algo con ello.

Monday, May 25, 2009

Hacer poesía como si hubiera muerto un niño.


Me encanta la forma que tiene Carlos Sahagún de definir la poesía comprometida: “Como si hubiera muerto un niño”.
Hace años andaba yo en rebelión constate [ya no] contra esa poesía poco vitaminada de contenido que tan solo hacía despliegue de expresiones verbales de uso raro y más de una cabriola culturalista con datos jodidos de encontrar hasta en los libros... lo veía todo extremadamente literario y asquerosamente decadente.
Esa búsqueda atontadita de lo bello, y solo de lo bello, me ponía canalla y cabroncito... oye, que veía yo más a esos tipos que se autodenominaban poetas con más ganas de entrar en la historia del Arte que en la historia de la Literatura. Me jodía que no hubiera compromiso en aquella poesía, que no se jugase a decir las verdades del barquero, tan necesarias después de que el postfranquismo empezase a dejarnos abrir un poco la boca. Yo, tontito y jovencín, abogaba en cualquier foro por una decidida apuesta social en la poesía, hasta llegar a escribir un manifiesto saladísimo al que titulé “Poesía inútil” [editado en 1996 por ‘Diarios de Helena’ en Elche, y también por alguna revista literaria de la época... eran años de manifiestos, ya se sabe]. Proponía yo entonces que antes del poema está la vida, que un polvo, antes de escribirlo, hay que echarlo; que había que escribir en el tono del tiempo en que vivíamos, es decir, mal... y me quedé tan pancho.
El tiempo, que a la vista está, por lo menos pone canas, me enseñó que a veces las deserciones son también una gran valentía, que uno debe cambiar y reconocerse en el cambio, que hay diversas poéticas posibles en un mismo poeta y no pasa nada... y me llegó el ardor de la dimensión estética del poema, se me encendió la luz [o la brasa, que quizás sea una mejor definición] de esa línea que tanto denosté durante muchos años, y la vi filón, y la practiqué [la practico] hasta acercarme a veces a posturas minimalistas e incluso hasta la poesía visual.
Con todo, y después de haber indagado durante muchos años en variados caminos [lo que ha dejado en mi producción un cierto tiquitiqui de pastiche... lo mismo por ello no he conseguido las mieles que algunos cercanos saborearon ya], sigo en el convencimiento de que la mejor poesía es la del compromiso, porque es la necesaria, la que se hace como si hubiera muerto un niño.
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Siempre me encantó, por encima de otras muchas historias, el carácter combativo de los poetas que escribieron a partir del decenio del cincuenta del pasado siglo y hasta los años setenta... 
Dan cuenta los estudiosos, siempre llamados a los roles y a las clasificaciones [de eso viven y cobran], de una poesía del desarraigo, de una poesía existencial, de una poesía civil, de una poesía crítica, de una poesía comprometida, de una poesía del realismo crítico, de una poesía práctica... poetas de ese hacer fueron Gabriel Celaya, Gloria Fuertes, Ángel Crespo, Caballero Bonald, Ángel González, Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Valente, Carlos Barral, Gil de Biedma [que se encargaría de romper el ritmo de combate con su libro “En favor de Venus”].
Sabiendo, con el paso del tiempo, que muchas de aquellas poéticas combativas llegaban como mucho desde un compromiso de salón [no es el caso de Blas de Otero ni de Gabriel Celaya... ni quizás tampoco el de Ángel González], no dejan de impresionarme desde la óptica de la desvinculación de sus autores con las obras que crearon.
Aquí debo decir que uno de los factores que más me ha interesado de la poesía de combate española ha sido la vinculación ideológica que inexcusablemente contienen esos textos poéticos, pues siempre pensé que un hombre de categoría intelectual tiene que apostar indefectiblemente por una postura ideológica y defenderla.
Muy acertados fueron los objetivos marcados por Leopoldo de Luis en el prólogo de su “Antología de poesía social”:

• Hacer sentir la injusticia de unos hechos a través de los poemas.
• Acompañar al pueblo en la ascensión a nuevas formas de vida.
• Dejar constancia de que la sensibilidad humana del poeta queda más impresionada por el dolor de sus semejantes que por cualquier otro tema.

Así, este grupo de poetas impresionantes indaga en su pasado reciente [un pasado trágico], reflexiona sobre el presente [siempre vinculado con el ideario marxista y haciendo exaltación de la clase obrera] e intenta alumbrar una salida asegurando que la misión del poeta es contribuir a la transformación social.
Encomiable su actitud por donde se mire... el creador comprometido con el hombre.
Pero si su actitud me fascina, y muchos de sus poemas me encienden y me llegan con verdadera fuerza, sí que puedo decir que existe en ellos un abuso enconado de ciertas formas de hacer que, por otra parte, fueron características formales que determinaron nuevas maneras de presentación poética: el renunciar a la rima con auténtico rechazo, el abuso de la reiteración [se entiende su afán por intentar asegurar que el pueblo memorizase sus poemas, que era una forma magnífica de conseguir sus fines]... un auténtico peligro que a veces les hizo rozar el prosaísmo y, otras veces, el fracaso poético fruto de dejarse llevar por los tópicos que reclamaba el lenguaje y el entendimiento del pueblo llano.
Su ventaja mayor, para nuestro beneficio, fue el aportar algunos cambios de mucho interés en el tratamiento del lenguaje poético... lo conversacional, el carácter narrativo, la coloquialidad del vocabulario de la calle, con sus tacos y muletillas... y una consideración urbana de lo poético que ya se había practicado antes en la mejor poesía fuera de nuestras fronteras.
De ellos ha llegado hasta nuestros días un planteamiento poético que ofrece muchas posibilidades, también muchas oportunidades de fracaso [muchísmas] y desde ellos, desde sus poéticas, nos hemos hecho mejor.
Personalmente, me considero deudor de toda aquella poesía de combate, pues crecí con ella, me formé con ella y fui capaz de entender los planteamientos más importantes del humanismo necesario.
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Sunday, May 24, 2009

Poesía y Filosofía: construir lugares.


Nombro mis pies y nombro mis zapatos... enuncio, por tanto, su realidad... entonces los relaciono entre sí y les encuentro ese aquél lógico que me tranquiliza porque me otorga la estúpida razón de estar en el mundo como hombre. Entonces, intento subir en la categoría representativa y deshago el contexto de cada una de las cosas nombradas, buscándoles inutilidad física, pero indagando en cierta utilidad significativa que solo me sirva en el plano de lo irreal –si al pensamiento imaginativo se le puede calificar de tal forma–... de ese proceso que obliga a un trabajo de comprensión por encima de lo tangible se llega a la idea filosófica y al planteamiento poético.
El pie que ya es “no pie” y el zapato que ya es “no zapato” pueden converger filosófica o poéticamente en conceptos nuevos con los que interpretar el mundo, sirviendo como artilugios explicativos de realidades no percibidas en un proceso más simple. Es como si de los objetos físicos “pie” y “zapato” nos quedáramos tan solo con la sombra que proyectan, con la luz que reciben y reflejan, con el vacío de aire que producen al ocupar su espacio... y retirásemos su dimensión real, dejando solo la sombra, el reflejo o el vacío... perdiendo, por tanto, la utilidad real y dejando la sombra proyectada, la luz reflejada o el vacío producido como elementos sobre los que transitar intelectualmente.
¿Acaso no existe la falta de lo que fue y, por tanto, la próxima falta de lo que es, y la falta de lo que va a ser...?
Aquí me detengo y le voy a dar protagonismo al lenguaje, cuya función más superior consiste en crear mundos y nombrarlos... una herramienta de ‘posibilidad’ con el valor poliédrico que supone la hermosa dama llamada ‘polisemia’.
Aquí es donde empiezan a tomar caminos distintos la Filosofía y la Poesía.
Mientras que la filosofía busca interpretación por el lenguaje intentando exactitud [difícil lo tiene, coño, pues si algo tiene el lenguaje es que es profundamente imperfecto y antes de dar nitidez, desenfoca], la Poesía se deja llevar por lo difuminado de la palabra para dejar alumbradas nuevas dimensiones, nuevos conceptos que tomen forma en una experiencia estética que no tendría posibilidad tangible en la medida lógica de lo real... la Poesía sugiere sin pararse a definir, mientras que la Filosofía intenta definir y teme profundamente a la simple sugerencia, buscando siempre lo ‘acabado’ e intentando darle finitud [definición] a lo que jamás podrá tenerla.
Ambas materias buscan mena en las enormes minas de lo real, ambas comienzan trabajando con los mismos cedazos... la Filosofía busca certezas como diamantes y quiere calibrarlos, medirlos, dejarlos perfectamente pulidos... la Poesía recoge montoncitos de material y supone que en cada uno de ellos hay un tesoro, y juega con esa posibilidad sin intentar desnudarla.

Todo lo que yo miro queda gastado... me lo dijo el viejo F.


Hay días en los que apenas puedo con las cargas autoimpuestas y viene el viejo F a verme bracear mientras sonríe... “todo lo que yo miro queda gastado”, me dijo hoy mientras yo notaba que me miraba con fijeza.
Organizar el mercadillo solidario del día cinco me está dejando aturdido... darle el cierre a la organización de “Voces del Extremo” me deja flojino... tener que explicarle al personal cuál es el proceso de un proyecto de cooperación, y hacerlo como justificándome, me elimina del todo [a ver, y lo escribo por última vez para que quede claro. Decidí montar los proyectos de SBQ solidario para no trabajar como lo hacen las ONG’s conocidas –por lo menos las que conozco yo por experiencia participativa–, y la forma de hacer que me planteé se basa en unos principios irrenunciables, que pueden parecer raros, sí, peor son mis principios y están traídos desde muchas malas experiencias: 1º. Yo decido y hago... y, como mucho, abro consultas cuando me parezca y con quien me parezca, pero solo consultas. 2º. Minimizo los gastos administrativos hasta el nivel de llevar directamente todos los asuntos de esa índole –aquí no es posible imaginar lo que se ahorra, pero tampoco pido esfuerzos de imaginación– 3º. Todos los recursos van dirigidos en su totalidad a los proyectos, entendiéndose por proyecto todo lo inherente a localización del proyecto, localización, fijación y apoyo a las contrapartes; creación de las propias contrapartes –este aspecto es novedoso y funciona mejor que el ya utilizado de buscar contrapartes ya conformadas con otros fines–, elaboración de convenios, ejecución física del proyecto, dotación y entrega del mismo. Ojo, hay más gastos que atender que los de la pura construcción, muchos más. 4. La voluntad de entregar siempre algo a cambio a quien decide aportar ayudas a los proyectos SBQ para que no haya esa jodida sensación de caridad y, consecuentemente, esa mirada de ‘me debes’ –aquí no se debe nada a nadie, y el que haga algo con esa tonta ‘utilidad’ de que se le agradezca de por vida o se le den explicaciones personalizadas de cada paso dado, acompañadas de los manidos ‘gracias, gracias’, es mejor que no haga nada–... ejemplo: tú me diste un euro para SBQ y yo te di a cambio un libro... no me pidas más, porfa, que me hundes. 5. No quiero que los proyectos se me vayan de las manos, y es por eso que no entraré jamás en debates sobre mi forma de hacer las cosas... o se aceptan sin más o no hay problemas y todos de colegas para siempre... pues yo no obligo a nada ni a nadie... solo abro un camino y dejo que me siga el que quiera hollarlo conmigo.
En definitiva, si soy capaz de llevar a cabo todo lo que me he propuesto, estad seguros de que será un triunfo de todos... pero si me equivoco, quiero que sea solo mi fracaso, para el que ya estoy preparado y no es algo que me preocupe en exceso. Hace años que aprendí, por experiencias múltiples, que trabajar en grupo lo hace todo más tedioso, como poco, y lo llena todo de dobleces extrañas que a veces terminan truncando cualquier proyecto ilusionante. Así pues, en este asunto, quede claro para siempre, yo soy el que enciende y apaga la luz, el que toma las decisiones y el que se equivoca o acierta... y también el que marca los tiempos. No quiero compromisos más que conmigo mismo... huelgan comentarios].
Llevar mi empresa al trantrán, escribir lo que necesito, mantener mi familia... todo me puede a veces y me deja blandino, y todo se entrelaza y mete sus raíces en este agotarse que se me viene a días como arcadas...
Pero yo puedo, viejo, que ya te lo he demostrado muchas veces, pues nací empecinado y he de seguir así hasta el último suspiro... y, además, cada día entiendo mejor al hombre y he ido aprendiendo cómo tramitar sus rifas y sus sesgos.
Un mal día lo tiene cualquiera y, aunque me has dejado gastado con esa mirada tuya, aún guardo piezas nuevas en esa caja de herramientas que tú no conoces... y pienso utilizarlas cuando estés despistado.
A un mal día le aguarda siempre el mejor día de tu vida.
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Creo que veo el mundo de una forma muy distinta a cómo lo ven casi todas las personas que me rodean. De mi mirada sale siempre una suerte de convencimiento que me anima a acometer historias que, per sé, están llenas de simplicidad en su resolución, pero que desde las miradas de quienes ven el mundo de otra manera, todo se torna complejo hasta la calidad de irrealizable.
En este punto hay que saber diferenciar entre la ambición y las simples ganas de hacer, entre las propuestas ‘hago para conseguir’ y ‘hago porque me apetece hacer’.
En cualquier caso, desde mi forma de ver el mundo, lo que menos me apetece es acercarme a la domesticidad pública.
Si hay algo que he llegado a aprender en todos estos años que llevo pisando tierra firme, es que solo debo fiarme de mí, de mi instinto, de mi corta o larga inteligencia, de lo que me marquen las vísceras en cada instante. Sí, no necesito al otro para ser como me apetece ser, y menos para que no me deje ser como quiero ser.
Está el jodido mundo lleno de plétoras, de góngoras menores que escriben con descaro tonterías mientras se inflan y de salvadores del mundo que no hacen otra cosa que buscar adulación.
Me toca los cojones tanto paso perdido en la vaciedad, pero también me molesta cuando intenta afectarme el asunto hasta el punto de torcerme en pensamientos negativos.
Al carajo, coño, que ya no tengo tiempo para perderlo.
No sé por qué me da en la nariz que vuelvo a precisar días a solas, aislarme de la gente, encerrarme y disfrutar desde mía hasta mí en toda su extensión... y voy a hacerlo... y que no le parezca mal a nadie, porque me dará lo mismo.
al fondo suenan los himnos viejos y un par de comensales se hacen cruces mientras degluten manjares andaluces... oigo que uno le dice al otro que con Franco no hubiera pasado esto... y el otro asiente con la cabeza y el buche lleno... le dice que Franco sí que hacía política social... y no estos socialista ladrones y embusteros... y el otro asiente con la cabeza otra vez, pero ahora bebiendo un buen trago de vino de marca.

Saturday, May 23, 2009

La liberación irracional del bufón Yo.



23 de mayo de 2009
A veces me busco en la longitud de un texto... otras veces en el caos distraído de compilar frases sueltas que no tendrían aquél si yo no se lo pongo... todo liberación irracional del personaje Yo, efectos artificiales de un deslector al que le da lo mismo el resultado, siempre que sea resultado.
Abro un volumen, cualquiera, y tomo las riendas irracionales de un juego al que he jugado siempre...
Vigila las bolas negras que contienen los párpados y sé intransigente en la herida, odia sin silencio y mira al muerto lógico que eres... estás ahí, pero no eres ya ni el dilema de ser... bosteza para mi calma, pues el bostezo traduce tranquilidad y huele a presa propicia.
Cuando era niño me metía debajo de las camas o me escondía entre los cortinones de las alcobas... desde allí vigilaba el cristal de lo que no era, lo espiaba todo como quien mira abrir el vientre de la ballena entre los barcos.
Aún sigo siendo el hombre niño con el corazón grande, el que siente la música en la sangre como un grifo, el de los ojos abiertos para buscar sirenas o tardes delicadas y lentísimas... aún el crío aquél que se ponía el dedal de plata en el dedo corazón en las tardes recalentadas de verano, el de los carruseles en septiembre y el de las cerillitas de cabeza blanca.
El verano entero es como una tarde de calor, solo una tarde para la boca seca y luego una merienda con Citrania en la sillita de la cocina, una tarde para enamorarse deprisa de todo... o de aquella chica... también una tarde interminable de lujuria y de siesta... ¡el verano!...
Hay que enamorarse urgentemente y dejar bajo los dedos la sensación de piel tocada y el perfume a chocolate en la boca y cierto ardid de pecado en el arco de las ingles... hay que enamorarse ya mismo, ahora, porque al planeta le da lo mismo, y a todo el sistema solar, y a la galaxia... hay que enamorarse, porque da igual y es mejor deshacerse en el azote de la carne...
Al fin, la vida podría resumirse en tres maletas cerradas con algunas camisas y unas mudas, tres maletas en las que aún queda espacio para los jugos calientes y la saliva, para el rozarse y temblar...
Soy el bufón y digo las verdades netas robadas de los textos de otros cambiando su contexto y su sentido, trocando irracional lo que era un edificio bien pensado y buscando en mi norte un equilibro propio que me incendie. Soy el bufón y me llamo Yo, que es un nombre perfecto para el que solo dice, y todo es mío porque lo tomo sin más y lo desequilibro y lo someto y lo escupo después a cada rostro que se atreva a mirarme.
Cuando estallo, se ensancha el laberinto y voy como desnudo por las calles, que se hacen caracolas imposibles en las que ser y hacerse... el mundo se aparece mutilado a mi alrededor... el mundo y los hombres... todo mutilado como en un hermoso holocausto de seres inservibles.
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UNA SODA EN EL HOTELI DEL CHAGGA [recuerdos de África]

Aquella mañana amanecí con una fuerte hemorragia nasal y dejé mi diario lleno de goterones de sangre que hoy le dan una pátina especial y dejan firma.
Salimos temprano hacia Ngoro-ngoro con la idea de entrar en la zona no permitida a los blancos, no en vano Yuma, nuestro guía, era amigo de los guardas del parque nacional y nos dejaron franca la entrada. El camino fue realmente azaroso, pues trazábamos la sabana con el coche sin camino alguno y sin dirección determinada. Llegó un momento en el que avanzar con el coche resultaba imposible, por lo que decidimos seguir nuestro camino a pie hasta un río pequeñito [nuestro primer río de África] y siempre observados entre los matorrales por una nube de masaai que no se dejaron ver en ningún momento, aunque los presentíamos con cierto temor.
Hicimos parada en el río para comer viandas españolas [jamón ibérico y queso manchego curado] y durante el descanso escribí un pequeño poema:

El mar de un día puede
llegar mañana mismo
para alumbrar los campos
del verde necesario.
Una “Mama” descansa
con una choza al fondo.
Su espera es como un sueño
de precipitaciones.
Eyasi no es un mito...
quizás la lluvia a veces.

Después de andar perdido un par de horas –no puedo explicar la angustia que habitaba en mi pecho por sentirme perdido–, encontramos el coche y volvimos a Mangola con la atardecida.
Nos detuvimos en un hoteli regentado por un chagga [es una tribu de comerciantes] y tomamos unas sodas mientras pudimos asistir al espectáculo más curioso que recuerdo de todo mi viaje. El chagga nos quiso cobrar 3.000 chelines por las sodas y discutimos fuertemente con él al sentirnos engañados. El tipo, de pronto, atipló su voz hasta un punto que resultaba absolutamente ridículo, haciéndola parecer la de una mujer o un niño. Aquello significaba que le habíamos amedrentado y que mostraba sumisión. Durante el resto de la estancia en su hoteli, el chagga nos hablaba a nosotros con la voz atiplada y a sus empleados los machacaba con un vozarrón imperativo extraordinario.
Terminamos pagando exactamente lo justo mientras el chagga se deshacía en genuflexiones y sonrisas forzadas.

Friday, May 22, 2009

La camarera de Gorfan [recuerdos de África].


22 de mayo de 2009
Era etíope y se notaba el orgullo que emanaba de aquella circunstancia. Yo le pedí una cerveza “Yambo” y un par de sambusas... me sonrió y noté que despertaba en ella cierta curiosidad por mi porte de extranjero blanco, así que me sirvió el pedido y se sentó en la mesa junto a mí para hacerme preguntas.
Yo quedé inmediatamente atrapado por su sonrisa y apenas era capaz de contestar a las preguntas que hacía en swahili y que mi intérprete me traducía... solo recuerdo nítidamente de aquel cuestionario cuando me inquirió que cómo era la felicidad de un blanco, de qué color. Yo, muy gallego, le respondí preguntándole que de qué color era su felicidad, y me explicó que en época de lluvias largas era roja, como la tierra de Karatu, y que en las temporadas de sequía era del color de las flores del baobab.
Bebimos juntos durante más de media hora mientras yo comentaba con Juanito que jamás había visto en mi vida una belleza tan salvaje.
Cuando salimos de allí ya atardecía y los Dk-Dk saltaban siguiendo la estela de nuestro auto o atravesando el camino justo delante del parachoques, jugando a un juego que tenía demasiado de muerte. Entonces recordé el mordido carácter de los gatos españoles cuando se quedan parados ante los faros encendidos de un coche y sentí a aquellas gacelas enanas como los felinos callejeros de mi tierra.
Durante muchos meses recordé el rostro y la sonrisa de aquella etíope que, perfectamente, y sin esfuerzo alguno, habría hecho sombra a Naomi. Era la dueña del hoteli de Gorfan y reinaba como una diosa sobre todos los hombres que allí paraban a calmar su hambre o a saciar su sed y sus miradas.
Por el camino a Mangola, las mismas nubes que aquí, el mismo cielo, la misma sensación en las manos y en las piernas. Solo sentía como algo diferente el que no presentía certeza alguna de la meta del día ni del posible hogar que me cobijase en la noche.
Al llegar a los campos de cebollas que rodean Mangola Chini, algunos negritos nos seguían gritando detrás del auto y un coyote solitario nos miraba atónito desde los bordes salados del Eyasi... al fondo, la falla del Riff se hacía rojiza y yo me imaginaba el despertar a la noche de toda la fauna del Ngoro-Ngoro.
Ya en la aldea, cenamos varias tortillas de huevo de avestruz que nos había hecho Casiana, la negrita que se ocupaba de la casacueva, y un vaso grandote de leche condensada diluida en agua que compartimos con ella y con Salim. Mientras cenábamos, noté que Salim no quitaba su mirada de mis botas y decidí regalárselas a pesar de que él calzaba como cuatro números menos que yo. Noté cómo se le alegraban los ojos y me sentí muy bien [al día siguiente apareció con las botas puestas y con una nube de chiquillos rodeándole y gritando algo parecido a “¡Salim tiene botas, Salim tiene botas!”]. Resultó que un Mangolés con botas subía de categoría social dentro del poblado y eso era muy celebrado por todos.
Fumé un par de cigarros tanzanos [francamente buenos] mientras caía la noche y me tumbé en lo alto de la pared de la casacueva a ver las estrellas como si estuviera desnudo ante la magnitud del espectáculo de lucecitas contrastándose en la sombra de la noche. Se oían los tambores marcando el silencio y algún que otro sonido gutural que venía del lago.
Fue entonces cuando me envidié como ser humano, pues estaba descansando en medio de mis palabras, que nadaban en un lugar en el que no tenían significado alguno. Estaba aprendiendo que la realidad es más nítida si se hace de signos y sonrisas, de gestos y miradas.
La muchacha de Gorfan no se me quitaba de la mente, hasta el punto de pensarla como una fortuna de mi mirada poética. Supe entonces que debería empezar a escribir con ansia de conocimiento, pero también con esperanza de revelación.
Tomé mi diario y escribí hasta que me pudo el sueño.
Esa noche, gracias al rumbo que tomó el viento, no hubo mosquitos.

Thursday, May 21, 2009

The letters paintings, descifra el volumen de sus dulces anotaciones

Dan Earle

  • Todo lo que de vos quisiera
  • es tan poco en el fondo
  • porque en el fondo es todo
  • como un perro que pasa, una colina,
  • esas cosas de nada, cotidianas,
  • espiga y cabellera y dos terrones
  • el olor de tu cuerpo,
  • lo que decís de cualquier cosa,
  • conmigo o contra mía,
  • todo eso es tan poco
  • yo lo quiero de vos porque te quiero.
  • Que mires más allá de mí,
  • que me ames con violenta prescindencia
  • del mañana, que el grito
  • de tu entrega se estrelle
  • en la cara de un jefe de oficina,
  • y que el placer que juntos inventamos
  • sea otro signo de la libertad.


Julio Cortázar, Salvo el crepúsculo, Buenos Aires, Ed. Alfaguara, 1996



Marcus Stone



Haynes King



Henry J Hudson



William Hemsley



William Oliver



Jack Vettriano


  • La carta que te escribo merece la palidez de tu rubor.
  • Entre líneas


Robert Aaron Frame

  • hallarás la piel de mi voz.
  • Al borde de tus párpados encendidos


Jean-Baptiste-Camille Corot



James Taylor

  • residirán por un momento
  • mis proposiciones.


Dimitri Sinodi-Popov



Delphin Enjorlas

  • Tus ojos,
  • gratos gatos roedores de mi mensaje,


Mary Cassatt



George Bernard O'Neill



Bryce Brown



  • fallas geológicas amatorias
  • por donde se puedan filtrar
  • terrenales congojas,


Connie Chadwell



Roz McQuillan



Michael Parkes



  • a las que no deberás temer.
  • Pero lee esta carta
  • antes que amanezca,
  • no sea que el sol
  • borre los destellos de la tinta,


Federigo Andreotti



Auguste Toulmouche

  • el flujo de mis sueños
  • absorbidos
  • en la celulosa fibra del papel.


James Beckwith Carroll



Carl Schweninger, Jr



Edward Hughes



Gabriel Metsu



Gerard Terborch

  • No sea que sus amorosas frases
  • se desangren en la página.


Karl Gussow



Hermann Kern



Hermann Lang



Heywood Hardy

  • Léela ahora,
  • viaja desde tu cama
  • o desde el sitio donde estés


Domenico Induno



Jean-Honore Fragonard



Johannes Christiaan Karel Klinkenberg



Johannes Vermeer



John William Godward

  • a través de su literatura
  • pues en ella encontrarás
  • alfombras mágicas,
  • encantadores de serpientes,


Julian Alden Weir



Julius LeBlanc Stewart

  • pájaros
  • picoteando peras
  • y peces voladores
  • trasegando sirenas.


Karl Schweninger



Kate Gray

  • Léela.
  • Escudríñala.
  • Descifra el volumen
  • de sus dulces anotaciones.


Ladislas Wladislaw von Czachorski



judy Crowe



Albert Lynch

  • Léela al revés y al derecho,
  • y cuando la termines
  • cierra los ojos


Madrazo y Garreta



Emile Munier



Petrus Van Schendel



Raphael De Ochoa y Madrazo



Pio Ricci



Pieter-Willem Sebes



James Jacques Joseph Tissot



Alfred Stevens



William Harris Weatherhead



Thomas Benjamin Kennington

  • para que mis palpitaciones
  • descansen
  • en
  • paz.

  • La Carta , Ariel Montoya


Auguste Toulmouche



Francisco de Goya

  • "Vivo en un barrio de la ciudad tan apartado
  • que el cartero me manda las cartas dirigidas a mí."
Henry Youngman





Eugene de Blaas



Henry Lejeune


Pedro Lira