Tuesday, July 25, 2006

Shen Congwen


Jesusito Urceloy siempre llega rodeado de gente maja, y esta vez ha vuelto a hacerlo. Ayer me salvaron del rollo currero de los libros de fiestas y ferias para sacarme a tomar unas copas y me divertí hasta que el colega cayó fulminado por el atrevido Morfeo –tiene cojones ponerse a lanzar flechas hacia el cuerpo de Urceloy a eso de las dos de la madrugada. Una faena–. Y mi floja memoria –otra faena– no me permite esta mañana recordar los nombres de sus acompañantes, un joven con vocación de hombre tranquilo y con un prometedor futuro literario y un soltero estupendo con cara de póker y sonrisa blanca en los ojos, una sonrisa llena de buenos augurios que espero se hagan realidad muy pronto.
Gracias, colegas, por arreglarme el día... y disculpas por esta memoria que recuerda las mil nemotecnias bachilleras y es incapaz de recordar vuestros nombres, coño.
(12:48 horas) Ya dejé escrito hace unas semanas que había encontrado el diario manuscrito de mi viaje africano con Juanito durante el mes de noviembre de 1999. Hoy me pongo como ejercicio obligatorio el pasar los textos a este diario de la manera literal más «sic». Comienzo con la consideración repetida de la literalidad en transcripción y comentando que el diario se escribió fundamentalmente durante el viaje en un todoterreno por caminos difíciles:

«DÍAS AFRICANOS*
•1999•
Cuaderno de Tanzania
Luis Felipe Comendador
*[título que figura en cubierta de un cuaderno rústico marca «Miquelrius»]

Día 2 de noviembre

El viaje ha sido tedioso, pesadísimo. Sólo ha merecido la pena poder ver la inmensidad del Sahara y el magnífico macizo de Los Alpes. Fue una pena no ver el Nilo, pues lo tapaban las nubes.
El trayecto en la KLM se hizo muy incómodo, pues las aproximadamente 8 horas de viaje estuvieron marcadas por la estrechez de los asientos y por una moza –que iba delante de mí– que se puso cómoda y me hundió ne la miseria.
La llegada a Arusha fue espectacular, de noche. Bajamos Juan y yo los primeros de avión. En la entrada internacional había unos funcionarios con pocas ganas de hacer nada. Nos hicieron el visado en un papel viejo y nos cobraron 25 dólares por cabeza.
A la salida de este recinto nos estaba esperando José Luis Peña, un vasco del MPDL que lleva expatriado un año y medio y que está haciendo una labor realmente magnífica en Tanzania. Con él venían una chica de Ávila, ingeniero agrónomo, y un chico de Segovia que llevaba sólo 4 días en Arusha.
Nos tomamos unas coca-colas –que aquí son enormes– y salimos hacia Arusha (desde el aeropuerto hasta la ciudad hay una media hora de camino) encontrándonos con diversos controles de policía –con el fin de conseguir dinero.
Ya en Arusha (...) a la que llegamos conducidos por Yuma, un nativo que conduce siempre con la luz larga y que adelanta donde haga falta, que tiene más peligro que Alejo en la Real Academia.


Día 3 de noviembre

Arusha: He dormido bien, aunque poco; pero lo mejor es que se me ha pasado bastante la diarrea con la que llegué a Tanzania. Amanecimos a las 6,30 h.; una ducha, las abluciones de rigor y un desayuno fuerte (huevos, mango, plátanos) y nos vamos a conocer el proyecto de Longuido. Nuestro conductor, Yuma, sortea los infinitos obstáculos de la carretera. Dejamos atrás el monte Meru, que pone marco a Arusha, y nos diri(j)imos hasta el monte Longuido por 80 Km. de carretera asfaltada en los años 60 –sin reparaciones desde esa fecha– y por 30 Km. de una pista de sabana llena de dificultades orográficas.
Esta primera salida nos pone de pronto en África. La salida [Mairowa] de Arusha es magnífica, rodeada, como está, la carretera en sus dos flancos por los pequeños puestos de los nativos –todo color y bullicio–. A medida que nos acercamos al monte Longuido, se va poblando la sabana de pu[n]tos de colores vivos cuidando grandes rebaños de cabras y vacas. En el desvío de la carretera hacia el enclave del proyecto MPDL visitamos el pueblo de Longuido, donde pudimos conocer un proyecto de teléfono rural que va tomando cuerpo poco a poco para comunicar a toda la zona. Después tomamos la pista hacia el sitio de Marinowa –lugar en el que el MPDL ha rematado un hermoso proyecto que ha llevado viviendas, sanidad y agua a una concentración importante de Masaai’s. En el camino pudimos ver algunas jirafas, varias gacelas de Grant, varias avestruces y simpáticas ardillas de tierra (hicimos diversas fotografías). Ya en Mairowa, hablamos con el alcalde y en su compañía visitamos las obras acabadas, que constan de una edificación para hospital (ya en uso), dos edificios de 4 viviendas, diez letrinas, diez baños y 4 cocinas a lo que se suman dos poz[os] (uno por edificación). El tiempo discurre ante la mirada absorta (por ambas partes) de varios masaai’s y con la compañía del médico de ete enclave –CLAVERY KIMWERI MUUNTA–, que nos cuenta con detalle los problemas sanitarios de la población y, en su amabilidad, nos muestra su casa actual –que no tiene nada que ver con la vivienda que le ha construido el MPDL–. También visitamos una escuela de cinco aulas y disfrutamos fotografiando a los niños, que se vuelven locos por posar para nuestras cámaras. Para terminar, José Luis Peña hace las últimas labores de recogida de datos y regresamos a Arusha. Comemos unas latas en la pista entre ganado masaai, acompañados de Yuma, nuestro conductor, John Fabino –capataz de las obras del MPDL– y un tipo que trasladamos hasta Arusha.
Hay un encuentro curioso entre Juanito y dos masaai’s (un niño y un joven) –recordar historia del regalo del mechero y el bolígrafo que les regaló)–. [Esta historia está contada con detalle, al igual que se hizo con el resto del diario, corrigiendo, pormenorizando y aumentando datos, en un trabajo de 150 páginas que al día de hoy tengo perdido].
Ya en Arusha, Cocacola –describir las bebidas–, cigarro –describir los cigarros–, ducha –describir cuarto de baño–, cena en un chino magnífico –describir la comida y el lugar– y copa en un pub para ingleses, Discobery Pub –describir–. Al llegar a nuestro hotel, intentamos llamar a España. Es imposible. No hay línea en toda la noche.

Día 4 de noviembre

Durante la noche ha llovido bastante.
Me he despertado a las 6 de la mañana y he encontrado Arusha con el cielo cerrado, paradójicamente sólo se veía con nitidez el volcán Meru, al que iluminaba un sol que era incapaz de iluminar a la ciudad.
Después de una ducha caliente, me fumo un cigarro en el balcón de mi habitación y disfruto del colorido paso de los críos que se apresuran para ir al colegio. África es bella desde toda su miseris. Los africanos son felices entre toda su miseria. Los niños visten uniformes sorprendentes: (...) jerseys en color azulón –un índigo casi insultante… y faldas o pantalones grises. Es totalmente plástico verlos recorrer las calles con toda la prisa del mundo para dirigirse a sus centros escolares. Me ha emocionado particularmente una imagen bellísima. Una de las niñas que corría apresurada al colegio –podría tener unos 8 años– pisó uno de los charcos que había dejado la lluvia de la noche y se manchó los zapatos –que iban brillantísimos–, se paró en seco, cogió un papel de la calle y se limpió los zapatos con gran empeño.
Arusha es jacarandás y caos, color y miseria. En un descampado –un solar con señales de antiguas construcciones– que se encuentra frente al balcón de mi habitación, se reunen varios mendigos a primera hora de la mañana, se lavan con agua de los charcos, se secan con trapos sucísimos, se cambian de harapos y hacen fuego. Luego comparten la comida y ríen con estridencia. A un par de ellos se los ve realmente enfermos. [mancha roja] Es sangre. Tengo hemorragias frecuentes.

DESCRIPCIÓN 1
LA CASA DE C. K. MVUNTA
–Médico de Mairowa–

Dentro del enclave de Mairowa, uno de los mayores status es el de médico o el de maestro. En el caso de C. K. M. concurren las dos situaciones, pues él es el médico de ese asentamiento masaai y su esposa es la maestra. Tienen dos hijos y hasta que estén entregadas las viviendas MPDL habitan los cuatro de familia en una choza de madera de aproximadamente 4x2 mt. que tienen dividida por una cortina; en una de las «habitaciones» está la cama del matrimonio y en la otra hay una pequeña mesa llena de material desordenado, un anaquel con diversos libros y una cama menor donde duermen los dos niños. Su status se ve en el patio, que cuenta con una brillante bicicleta y un par de gallinas –y un gato blanco–. En una zona del pequeño patio está la cocina, realizada con palos y adobe. Se hace la lumbre sobre el suelo de arena. Otra de las ventajas de la casa a [de] C. K. es que está elevada del suelo por una plataforma de piedras y cemento, lo que la protege de inundaciones en época de lluvias.
C. K. está totalmente feliz de poder trasladarse pronto a una casa (MPDL) bien ventilada, con ducha y letrina, con varias ventanas –su casa actual no tiene– y al lado del hospital.
–––––––––––
Esta mañana, mientras José Luis ha ido a hacer unos pagos de material, Juan y yo nos hemos dedicado a pasear por la zona turística de Arusha. El monte Meru se muestra impresionante esta mañana, decorado con unas leves nubes algodonosas que lo acarician. El paseo no es fácil, asolados por los chavalillos que quieren vendernos de todo –nosotros decimos que no, porque vamos a dejar las compras par el último día–; hay multitud de puestos de golosinas tradicionales, otros de golosinas occidentales y tabaco, y las mejores tiendas de souvenirs están regentadas por indios y judíos. Una curiosidad es que existen muchos puestos para la limpieza de zapatos –el polvo tanzano es ocre y muy fino, y se mete por todos lados…; el personal se descalza y le dejan unas chanclas mientras les limpian los zapatos con betún por fuera y con un producto que no he podido reconocer por dentro; no son limpiabotas al uso y hay muchos puestos de este tipo. También hay pequeños puestos en los que arreglan relojes y paisanos sentados junto a una máquina de coser «Singer» antigua. Quedamos con José Luis en un café muy europeo del centro, el Café BAMBOO, donde degustamos un excelente café mientras Juan lee la historia de Tanzania y yo tomo estas notas.
• Contar la diferencia de ritmo de trabajo de la ONG americana (?) y MPDL –ellos llevan más de un año con la construcción de una edificación y MPDL ha resuelto en 2 meses.
• Contar lo de la niña que tiró la leña en el camino y salió huyendo despavorida ante nuestra presencia.
• Se tiran en cualquier sitio que haya sombra (contar la estructura familiar masaai).
• Contar lo de los controles policiales de carretera.
• Contar lo del negocio del agua.
• Contar lo de las risas con la punda y describir al animal y la caída de Juanito y la curación de C. K.
• Contar la relación de los blancos con los nativos –historia de Yuma.
• Contar la entrada en aduanas.
• Contar la comida de Yuma –un musulmán que comió cerdo.
• Contar lo de las zapatillas de los masaai’s
• Contar tema orejas masaai’s.
• Contar lo de los nidos en las acacias de pinchos, lo de las termitas y lo de las hormigas en simbiosis con los arbustos.
• Taxis: Daladalas
• Empanadas: Sambusa (carne y vegetales).
[flecha y letra de difícil legibilidad]
Antes de salir para Mangola Chini pasamos un par de horas esperando a José Luis, que fue a buscar su billete para España; durante la espera, Yuma nos enseña un poco de SWAHILI con su media lengua de inglés y un montón de señas. Juan se divierte con el aprendizaje, y como la espera se hace larga, le cantamos algunas canciones a yuma.
[asterisco y aparte en otro color de tinta]
* Imposible escribir en el coche.

• MTO WA MBU - El Río de los Mosquitos
• WALI ROSTI - plato que comimos (habas + arroz + carne + salsa)
• Karatu: porterías [texto recuadrado] vemos niños masaai en ritual de circuncisión.

El viaje hasta Mangola Chini (Mangola de Abajo) consta de tres tramos muy diferenciados, primero se recorren 80 Km. de una carretera bastante bien conservada [nota al margen y encuadrada] –2 masaai nos vende un huevo de avestruz– (es una de las mejores carreteras de Tanzania y equivale a una comarcal mala española); el segundo tramo, de una tierra roja casi impertinente, nos lleva hasta una joya de la naturaleza, MTO WA MBU (El Río de los Mosquitos), con gran movimiento de personas, mucho colorido, mercados vistosísimos. MTO WA MBU es puerta al parque natural de Manyara, por lo que concita bastante turismo extranjero por la riqueza de fauna y flora que rodean al lago salado Manyara. En «El Río de los Mosquitos» comemos a la africana NEW WANCHI (nuevo paisano), Wali Rosti (arroz con asado), que es un arroz blanco con carne asada, unas habas y una salsa roja. Acompañamos la comida con una botella de jenjibre y con un calor abrasador –el ambiente de MTO WA MBU es ciertamente insano y asfixiante (los africanos nunca se quedan a dormir allí).
José Luis ordena a Yuma que vigile bien el coche durante la comida, pues en MTO se producen bastantes robos.
Una vez comidos, salimos inmediatamente de camino. Paramos en un puesto para comprar unos deliciosos plátanos rojos y unas papayas, y tomamos la salida de MTO por una cuesta de pura selva llena de babuinos (los intentamos fotografiar). Iniciamos una subida dura y pedregosa alrededor del Manyara. Durante la subida llegamos a ver elefantes en el valle –unos 12.

• FOTO CARTEL BAR: «YO TE PUEDO SERVIR, PERO ME DA MIEDO PRESTARTE».

Y fotografiamos desde altura (...) los cortes del terreno del Parque Nal. Manyara. Seguimos camino hasta Karatu, donde José Luis hace una parada de trabajo para contratar la elaboración de material deportivo con un herrero. Hasta Karatu todo era tierra roja y finísima, a partir de Karatu, la arenilla se vuelve ocre y gris ceniciento, y se pega a los árboles, a las piedras, a los hombres, a los animales, mostrándonos un espectáculo bello y desolador, casi fantasmal.
Llegamos al cruce de Mangola y dejamos a la derecha la carretera del Ngoro–Ngoro. Entonces el camino se llena de dificultad y tardamos tres horas en transitarlo (45 Km.), unas veces por el camino marcado –un auténtico pedregal–, y otras veces campo a través. Por el camino vemos un grupo de cinco jirafas a lo lejos y se nos cruzan varios diki-diki’s, que son gacelas enanas del tamaño de un perrillo. Como huyen deprisa, se nos hace imposible hacerles fotos. También nos encontramos con unos críos de unos 5–6 años que cuidan rebaños de cabras y que al ver nuestros coches huyen despavoridos con sus enormes machetes en la mano. Al acercarnos al entorno de Mangola nos topamos de frente con la Montaña del Leopardo y empiezan a puntear los baobás (encontramos uno florecido), los árboles salchicha, los árboles candelabro, los árboles botella –un auténtico espectáculo.
Llegamos a Mangola con la noche puesta y cenamos queso y chorizo que hemos traído de España.
Por la noche nos sentamos a la fresca con unas sodas y la botella de ron que nos regaló Miguel [Alquitara] y charlamos hasta las 2,30 de la madrugada de todo lo divino y lo humano –también llamamos por teléfono a casa– [gracias al teléfono por satélite del MPDL].
De la noche queda el recuerdo de las cucarachas más grandes que he visto en mi vida –viven de lujo en la letrina, hacen su trabajo de zapa y no molestan.
La dormida es terrible debido al monzón seco que sopla toda la noche y te hace sudar mucho más de lo imaginable. Nos dimos repelente de insectos, pues la luz de la casa los convocaba.
Despertamos a eso de las seis treinta de la mañana, un lavado de cara y de cabeza con el agua escasa de una palangana para tres y desayunamos plátanos rojos y un café con leche. Seguidamente visitamos las obras del MPDL (escuela, casa, letrinas, pozos, duchas), luego buscamos altura para poder divisar el valle en toda su magnitud (hacemos muchas fotos de ese valle fértil). Después viajamos a GORFAN, donde nos reunimos con el presidente de la Tarafa (provincia) ABDUL BARIE, que me parece inteligente, con instinto político y con capacidad de gestión –quedo sorprendido por la impresión que me deja este individuo. Mantenemos una larga conversación muy beneficiosa para las dos partes.
Antes habíamos tomado un café en un bar regido por una «mama» de bellos rasgos somalíes y con una sonrisa indescriptible –le hice un par de fotos que le agradaron.
Vuelta a Mangola Chini y comida en un hoteli: arroz, verduras, patatas con carne –muy parecidas al calderillo– y soda –tres comidas… 500 pesetas.
• En Mangola Chini habita la tribu de los iraqw (agricultores), tatooga (ganaderos nómadas), HADZABE (cazadores recolectores bosquimanos) y varios emigrantes de origen bantú.
Descansamos después de comer, nos hace Juanito un café y cargamos en el camión un montón de material para entregar a los participantes en un seminario sobre deporte. Con todo el material vamos al colegio A de Barasani, donde se encuentra el grupo participante en dicho seminario.
Asistimos al discurso de los distintos profesores y Juan termina repartiendo los obsequios a los distintos participantes, que constan de camisetas, balones, redes y todo tipo de equipamiento. Al terminar, descubro que dos de los profesores hablan castellano: Vicente y Charles. Vicente me explica que estudió educación física y deporte en Cuba en el año 81 y pasamos un rato magnífico. Mientras habla Vicente, se acerca Charles y entra en conversación, y descubro que es un auténtico cachondo; me dice que le llame Carlitos y me cuenta que estuvo un mes en Madrid intentando ligar, pero que no le salió corte. Se vienen estos dos profesores con nosotros hasta la casa MPDL (les acompañan otros dos que sólo hablan swahili).
Les invitamos a sodas y queso –teníamos las sodas justas– y después de una agradable conversación, quedamos para charlar en un hoteli de Mangola al atardecer.

UNA COSTUMBRE AFRICANA
En África se suele hacer sólo una comida fuerte a eso de las doce del mediodía, y hasta esa hora se aguanta con un té negro. La comida es a base de arroz, carne, alguna verdura y una salsa. Nunca se bebe durante las comidas y los platos son tan abundantes que yo no logro comerme mucho más de la mitad de su contenido.

EL AGUA
No hay agua corriente, y hay que desplazarse unos kilómetros para llenar bidones en un manantial. De esos bidones sale el agua para el consumo humano, que ha de filtrarse con un filtro de piedra caliza, pues está llena de bacterias, y con el resto del agua –siempre muy poca– hay que hacer el aseo personal y lavar la ropa.
• Tratar el tema de agarrarse de la mano para negociar.

–––––

A eso de las 8 de la tarde, ya bien anochecido, Juan y yo –pues José Luis tiene trabajo– nos acercamos a tomar unas cervezas con Vicente y Carlitos, atendiendo a su invitación de la tarde. El hoteli donde hemos quedado resulta ser un puticlub y cuando llegamos, notamos cierta tensión. Primero por parte de nuestros anfitriones –que eran doce–, que estaban probándonos; y segundo por parte de la clientela del garito, para los que resultábamos un componente altamente extraño en su territorio.
Nos sentamos en una terraza al aire libre, y aguantamos la tensión unos 20 minutos. Juan se había sentado al lado de Carlitos y yo lo hice al lado de Vicente. Nos pidieron unas cervezas (que estaban calientes como caldo) y hablaban animadamente entre ellos en swahili (sólo respondían en castellano Carlitos y Vicente a nuestras preguntas). Durante todo este tiempo, y con una rapidez pasmosa, no hacían más que entrar y salir hombres de un cuartucho sin luz. Entraban en silencio y salían a los 2 ó 3 minutos seguidos de una chica muy joven que siempre llevaba en sus manos una palangana. Frente a mí, en una especie de escalón que rodeaba a la terraza, se sentaba el chulo, un negro muy bien formado y vestido como el mejor rapero americano: gafas de sol doradas, gorra de lujo, cazadora tejana... Se apoyaba contra la pared del garito, bajo una ventana. Cada cliente que salía, pagaba a la chica de la barra, y ésta le entregaba el dinero al chulo por la ventana, que lo contaba a la vista de todos y se lo guardaba en un bolsillo de su cazadora.
La conversación seguía su curso tenso y baladí hasta que se me ocurrió contarle a Vicente algunos sistemas de organización educativa que podrían ser aplicados en Tanzania. Vicente se animó bastante con este tema de conversación y de vez en cuando me cortaba para traducir mis palabras a sus compañeros, que se iban mostrando cada vez más interesados. Juan, por su parte, también había abierto un frente importante con Carlitos, que comentaba entusiasmado y en voz alta las palabras de Juan. De estos temas específicos de la educación fuimos pasando a otros temas de más interés para nosotros, y dimos el meeting con tanto entusiasmo que llegó un momento en que los clientes que venía(n) a echar su polvo se quedaban alrededor de nuestra mesa (sumando cada vez más gente a la tertulia) y hasta el chulo, desde su posición más alta y dominante, empezó a asentir con las manos y la cabeza, apoyando entusiasmado nuestras palabras. Fue una noche realmente mágica en la que todos salimos con ganas de hacer la revolución necesaria –hasta el chulo del hoteli de putas–. La noche era cerrada y no se veía nada –no había luna–. Carlitos se levantó y dijo en alto: «Vamos a acompañal a los helmanos españoles hasta su casa», y todos se vinieron hasta la casa MPDL hablando a viva voz de todo lo que falta por hacer en el mundo. Vicente reía a carcajadas mientras me decía: «Dios os bendiga, helmanos, que nos habéis hecho vel la lus». Cuando ya llevábamos un cuarto de hora en casa, se oía el bullicio del grupo a lo lejos dando voces. Creo que todos fuimos muy felices, y por ello brindamos con ron esa noche, antes de acostarnos y después de ver todas las constelaciones con la claridad más inimaginable. El temor se había convertido en júbilo. Juanito y yo le habíamos echado dos cojones al asunto y la habíamos montado –otra vez– en un puticlub del culo del mundo.
Todavía hay esperanza.

[Nota autógrafa del Gobernador de Karatu]
John S.M. Lussingu
District Administrative
Secretary Karatu
District
U wish you all the beste and good journey home
6/11/99 [firmado]

6 DE NOVIEMBRE

Esta noche he dormido desnudo del calor que hacía. Ya no tengo ese temor a los mosquitos con el que llegué. He dormido realmente bien, me he despertado a eso de las 6,30 con el canto de los gallos –que son muchos– y he tenido dos apretones tremendos –no he podido anegar la letrina–. El desayuno ha sido frugal: un plátano rojo y una taza de café con leche condensada. Luego he salido a hacer mis abluciones con una pequeña palangana: Me lavo la cara, la boca y la cabeza y hacemos unos minutos de charla relajada en el salón de la casa –me siguen dando muchos retortijones–. Después colocamos un poco el almacén y hacemos tiempo para ir a inaugurar la escuela MPDL. Llegan todas las autoridades de la zona y salimos con los coches a tope hacia el lugar donde está situada la escuela. Revisamos la zona acompañados de todas las autoridades y comienza un acto extensísimo en el que hablan todos los representantes de las diversas tribus y venga a echarnos flores (aunque yo no entendí nada de nada) -aquí tendrá que hacer un resumen José Luis, al que aquí los nativos llaman «Peña».
Cuando termina el acto, el jefe de los ancianos nos nombra a Juanito y a mí ancianos de la tribu IRAQW, y a José Luis le nombran guerrero. Nos reímos un montón vestidos con la tela de cuadros y con el bastón. Al terminar nos reunimos con las autoridades más importantes en la casa MPDL. También nos nombran «Hombres Honorables».

Ya en la casa, reunidos alrededor de unas sodas, cambiamos impresiones con el gobernador, con el jefe de la Tarafa y con el pastor luterano. Ellos nos reiteran su agradecimiento y su admiración y nosotros les damos nuestra impresión general sobre Tanzania, les decimos que apenas hay guías sobre este país y les recomendamos que hagan una un esfuerzo desde el gobierno para hacer una guía seria del país con rutas y multitud de detalles.
Después de una larga conversación hacemos una despedida formal. Ellos se van –o dicen que se van, porque cuando vamos a comprar sodas José Luis y yo, están todos en el hoteli de putas.

• INCISO PARA UN RECUERDO: en «El Río de los Mosquitos» vimos a un negro albino impresionante, iba en bicicleta con todo el cuerpo tapado y con un sombrero de ala muy ancha. Los dientes eran enormes y le daban mucho dramatismo a su cara color canela. Los ojos eran como irreales.

Peña y yo nos tomamos un par de sodas en el hoteli mientras nos llenan la bolsa nevera con bebidas y charlamos sobre un proyecto fallido de ISF, sobre los misioneros –auténticos caciques del valle– y sobre los proyectos en Mangola de Médicos del Mundo.
En la mesa de al lado un hombre deforme se toma dos vasos de leche agria apenas sin respirar. El dueño del hoteli conserva la leche en una nevera de queroseno.
Volvemos a la casa y Juan, que se había echado un ratito, acaba de levantarse.

• INCISO POR UN OLVIDO: Cuando se marcharon de casa las autoridades nos preparamos una buena fabada acompañada de lomo, chorizo y paleta de cerdo.

El día es especialmente caluroso y nos quedamos en casa hasta el atardecer bebiendo continuamente con la intención de estar bien hidratados.
Cuando el sol empieza a caer, damos un paseo hasta el lago Eyasi, que en este tiempo está muy reducido por la sequía. El espectáculo es magnífico: un palmeral en un llano de costra de sal, ibis que pasan volando con sus sonidos bulliciosos, monos de cola larga huyendo a nuestro paso, varios chacales, conejos... El espectáculo de la puesta de sol es increíble y el paisaje es de auténtico lujo.
Pasamos por una zona volcánica y recogemos diversas rocas, unas parecidas a la piedra pómez, muy porosas y poco pesadas, otras de un color negro intenso y de apariencia metálica, otras de un color verde oscuro en las que supongo azufre. Volvemos a casa con la anochecida y nos pasa a toda velocidad el camión de las sodas cargado de gente. Llegamos a casa, nos ponemos cómodos y notamos que el aire huele mucho a humedad. Debe estar lloviendo en las tierras altas del Goron-goro. La humedad que empieza a tomar el ambiente se confirma con la llegada de muchos insectos. Por primera vez oímos el zumbido de los mosquitos, que es igual que el llanto de un bebé.
Ya bien entrada la noche nos sentamos a la fresca y José Luis nos cuenta historias de Tanzania. La historia de los Mangati (enemigo feroz), la de los Masaai, la de los Iraqw y la de los desaparecidos Zimba, que eran caníbales que se comían a las demás tribus, llevando a sus presos como ganado (y) sacrificándolos poco a poco.
Por la noche nos dormimos entre risas porque desde ahora somos «Yayo Juan» y «Yayo Felipe». Tiene cojones que uno tenga que irse de su tierra para que lo llamen «yayo».

[Matamos un alacrán dentro de la casa]

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