Friday, July 31, 2009

Bob Stroger.


Llegó Bob Stroger vestidito con traje entre verde doncella y golden, bien anilladito, como un ave del paraíso; con zapatos de trucada plataforma [parecían de serpiente, aunque lo mismo eran de ornitorrinco], con sombrero de ala corta y una plumita mínima trabada en la cintita… era la imagen de bluesero mítico que puede decir, como dijo, ‘i am blues’, viejito a lo JLH, con las rodillas semiflexionadas y sin saber llevar el delicioso ritmo de su música con el cuerpo [lo años traen estas cosas], que disonaba hasta la diversión verle moverse. En la oreja izquierda llevaba un brillantito y me imaginé a mi suegro de tal guisa, con un bajo eléctrico en las manos y moviéndose al son del blues [deben andar por una edad similar, pues creo que Bob tiene 83 años]. El tipo lo bordó, con un timbre de voz imponente y un feeling magnífico con los European Band, la banda que le acompaña en esta gira por Europa y que tiene un sonido limpio y nítido. Me gustaron especialmente Quique Gómez [que venía entre el Pau Gasol del oro europeo y el Bob Dylan del 68], con el sonido imponente de su armónica, y Luca Giordano, con unos solos de guitarra absolutamente elegantes.
La penita de siempre es que el Teatro Cervantes no llegaba ni a la media entrada [y eso que había bastantes foráneos entre el público, lo que me lleva al pensamiento de siempre: ¿nos merecemos los bejaranos actuaciones de esta categoría musical y cultural?... yo creo que no, que lo que habría que hacer es darle a este pueblo ganso lo que pide: prosaísmo y mediocridad, cantantes penúltimas de Eurovisión y sangría gratis en la Plaza Mayor… que no llegamos a mucho más.
Lo siento de verdad por Miguelito, que se parte los cuernos para ofrecernos calidad máxima cada año y le respondemos con estos vacíos jodidísimos de tragar.

Thursday, July 30, 2009

Aquella obsesión.


Durante un tiempo tuve gran obsesión por un rifle de juguete con las cachas rojas y una bolita de cargador manual que se exponía en el escaparate de la ferretería de Fraile, y mis padres me lo compararon cuando fui operado de anginas y vegetaciones, todo a pesar de que mis padres nunca quisieron comprarme juguetes violentos, pero me puse pesadito con el jodido rifle, y como me habían hecho mucho daño en la operación, pues accedieron. El rifle lanzaba tapones por un rudimentario sistema de muelles, y lo hacía con fuerza. Mi problema llegó cuando me di cuenta de que sentía un miedo brutal a utilizar aquel arma de juguete, así que nunca lo saqué de casa y solo lo disparé tres o cuatro veces en el cuarto de estar de nuestra antigua casa de La Puerta de Ávila. Creo que estuve una semana con el rifle en mis manos, sin apenas usarlo, y luego lo escondí en el desván para no volver a saber jamás de él.
Desde entonces me han dado mucho miedo las armas, las blancas como las de otros colores… tanto, que llegado al servicio militar, en el campamento de Obejo, en Córdoba, me sometieron a una sesión de tiro con Cetme y cerré los ojos mientras disparaba, pero con la picardía de que al ir a comprobar a la diana, clavé mi bolígrafo en ella apresuradamente antes de que el Teniente de turno pasase a revisar los aciertos. Cuando llegó a mi diana, me preguntó el nombre y le dijo a su ayudante de campo: “apunta a este recluta para el curso de tiradores de élite, que tiene un ‘agrupamiento’ perfecto” [yo había clavado mi boli en la misma zona de la diana, hacia abajo del 10, pero todos los agujeritos juntos]. Así me libré de las horas de ensayo del “Ardor guerrero vibra en nuestras voces” durante unos días. Me enseñaron a montar y desmontar una pistola que se llamaba “Star” y a hacer lo mismo con un subfusil al que todos llamaban “Z”. Cuando aprendí a armar y desarmar casi con los ojos cerrados los dos aparatos bélicos, llegó la hora de ir al campo de tiro para probar… mi primera puesta en escena fue realmente tragicómica, pues me ordenaron disparar con el subfusil colgado en bandolera sobre el hombro, y hacerlo en ráfagas de cinco tiros cada una sobre una diana con forma de cuerpo humano que estaba debajo de un enorme barranco que hacía de paredón. Yo, como era de rigor, me colgué el arma sobre el hombro, como me habían enseñado, cerré los ojos y apreté el disparador con el resultado de que disparé el cargador entero de la primera ráfaga, y el arma fue haciendo un arco hacia arriba, de tal forma que las últimas balas las disparé al cielo… me mandaron repetir la operación e hice lo mismo, pero con la incosciente peculiaridad de que me giré para hablar con mi Teniente mientras le apuntaba con el arma, así que me dieron una hostia bien dada en la cabeza, me arrestaron y me prohibieron llevar armas hasta el justo día de la jura de bandera.
Bien, pues algo sucedió, porque en mi historial no quedó escrito que yo tuviera aquella extraña y peligrosa pericia con el armamento, pero sí que estaba propuesto para el curso de tiradores de élite, y me destinaron al Gobierno Militar de Badajoz como Policía Militar [debió pesar mi estatura para ponerme en esa sección de tropa, y también aquella anotación de buen tirador]. Ya en Badajoz, revisaron mi cartilla militar y me destinaron a hacer de escolta con altos mandos militares. Mi primer destino fue acompañar en un Jeep a un General que iba a visitar todas las instalaciones militares de Badajoz. Éramos el conductor, el General [que iban en los asientos delanteros] y dos escoltas, entre los que me encontraba yo, que íbamos en los asientos traseros con un subfusil cargado en nuestras manos. La norma decía que las armas debían llevar puesto el seguro y que debía apuntarse hacia el techo del auto mientras se mantenían bien sujetas con las dos manos. Arrancó el coche, salimos del Gobierno Militar de Badajoz y, en el primer cruce, el General se giró, me miró y pidió a voces al conductor que se detuviera… mi arma cargada iba apuntándole justo a la nuca y no llevaba puesto el seguro. Me quitó el arma, me hizo bajar del Jeep y me ordenó que volviese caminando a mi cuartel y le dijese a mi jefe directo de su parte que me arrestase un mes y que escribiera en mi historial que no podría volver a tener un arma en mis manos.
Aquello fue estupendo, porque me mandaron a oficinas y me habilitaron como Cabo Primero para que pudiera hacer operaciones bancarias [se necesitaba ser clase de tropa para ir a ingresar o sacar dinero de las cuentas del Gobierno Militar] o para ir a hacer compras de material de oficina y a efectuar los pagos de esas compras, así que me encontré sin armas, con un puesto privilegiado, sin hacer guardias, siendo Cabo Primero a los pocos días y sin pasar por el necesario escalafón con sus cursos y sus exámenes [que era a lo máximo que podía llegar un soldado de remplazo] y, para más regodeo, mi jefe directo, un Teniente, me dejaba firmados los permisos de fin de semana en blanco para que yo pusiera los nombres que me apetecieran en ellos [era un tipo con el que me llevaba de maravilla, pues se escaqueaba para ir a ver a su novia embarazada a Cáceres y yo le cubría sus faltas ante quien preguntase por él cuando no estaba].
Historias bélicas...

Wednesday, July 29, 2009

Sobre los periodistas 'intrépidos'.


Andaba cenando en PdT Bob Stroger justo cuando he subido a comprar un paquete de Chester. Le acompañaban tres tipos de la banda que actúa con él en su gira europea... comienza el blues y no hay quien lo pare... ¡chuli!... pero venía yo de casa, de ver el telediario cabrón, con la noticia del atentado terrorista en Burgos [donde tengo grandes amigos residiendo]... venía cabreado como una mona por los comentarios gilipollas de los periodistas que están cubriendo la noticia... solo contar que le he escuchado a uno explicar por qué no se ha hecho más daño, dando datos con pelos y señales de cómo el atentado podría haber sido mucho más efectivo y haber producido un alto número de víctimas... ¿pero con quién van estos caraculillos juntapalabras?... no entiendo nada de nada, de verdad.
La prensa siempre se defiende con frases grandilocuentes, dicen todos y cada uno de los periodistas que son los portadores de la ‘verdad’ y que ofrecen ‘objetividad’ al ciudadano, pero yo solo veo tintas cargadas, apoyos decididos a líneas económicas o ideológicas, mentiras maquilladas de verdades a medias, insultos insufribles, vulgaridad a raudales y explicaciones tan absurdas y desatinadas como la que he escuchado hace un ratito, durante la cena.
Mejor no leer prensa, no escuchar la radio y no mirar la tele... vaya panda de necios.

Tuesday, July 28, 2009

El fuego...




El incendio en la zona de Las Hurdes me dejó ayer gatinino y mondonguete, además de enormemente preocupado por esos deliciosos parajes que tanto transité de mocito [iba mucho a acampar a Riomalo de Arriba con mis amigachos de juventud –aldeíta deshabitada que suponía un placer para los sentidos y una hermosa entrada por la puerta de atrás en el mundo de la aventura pequeñita–].
El día nos salió en Béjar entre ambarino y rojizo por el difumino que el humo realizaba con los rayos solares, y salir a la calle era enfrentarse a ese olor peculiar [que no malo] de los días de incendio grandote. Desde la calle solo se veía el cielo, y las premoniciones que traían las miradas no eran nada buenas.
Por la noche miré el fuego de otra forma, con ese mágico sopor de enfocar los ojos en lo oscuro y sentirlo potencia, hogar, fuente de pensamientos nuevos... y medio bizqueaba imaginando su valor purificador y su consecuente en toda la mítica humana... se estaba deshaciendo una parte del tesoro natural de nuestra tierra y yo andaba pensando en el valor simbólico del fuego vivo, en la poética de la llama, en el negro carbón que es promesa si consigue hacerse suelo, en las cenizas con su tez literaria y esa calma triste de paisaje quemado.
El hombre y el fuego han crecido juntos y se han hecho el uno al otro desde el principio de la chispa inteligente, pero el fuego siempre ha sabido cobrarse todas las deudas pendientes... y el incendio de hoy es una dura deuda cobrada al hombre.
Dormí mal, como sintiendo el lamido de las llamas en mis pies y en mis muslos... incluso me desperté un par de veces envuelto en sudor y como mareado.... después, nada.
Ahora no sé si me gusta el fuego... pero me atrae, seguro que me atrae.

* Imágenes de prensa del fuego en Las Hurdes:






Monday, July 27, 2009

Estoy simétrico.




En este triquitraca de cabeza que me traigo [no es moco de pavo el asunto], ayer me dio por volver a experimentar con mi cámara web como hacía en diciembre del año pasado. Volví a pillar papeles al azar y quité el espejo del baño para buscarle las vueltas a la idea que me rondaba, y emergió un mundo nuevo lleno de simetrías ante mis ojos [os dejo algunos ejemplos de mi trabajo para que os hagáis una idea]... luego me fui a dormir como un campeón, emocionado con las imágenes captadas... no sé con qué soñé, pero soñé con algo... y me levanté con un dolor de cabeza bastante pesadito... me duché, me ablucioné entero y me miré la barba con intención aviesa... “hay que recortarla un poquito, me dije”, y que pillé la nueva afeitadora que me regalaron el mes pasado [asesina, la hija de la gran puta] y de la primera pasada se me quedó el mentón como la cabecita del último mohicano... ¡me cago en rus!... intenté ponerle solución al desaguisado, pero la puñetera maquinita es una segadora en toda regla y casi me deja como un hooligan del Betis... así que tiré por la calle del medio y me rasuré como solución final... mis dos hijos varones se descojonaron de risa al verme salir del cuarto de baño y me hicieron mofa hasta que pude huir por la puerta de la calle con el desayuno metidito como con calzador [no estaba yo para aguantar su guasa a esas horas]... así que acometí el día con cara de gaznápiro... y, oye, que todo me salió medio bien... mientras, el cielo se sahumaba con las tristes señales de humo del incendio brutal de Las Hurdes cercanas, el sol se puso rojo y olía a quemadito allá por donde fuera... me pusé un puntito triste e hice una suerte de danza de la lluvia en la escalera de casa, sin que me viera nadie [a veces hago gansadas de ese tipo, aunque no te lo creas].
Comí y me volví al curro –antes, en el café, tuve que detener algunas sonrisitas por mi mentón lampiño... suelo poner cara de cabrón y todo el mudo me retira la mirada y da un paso atrás, pero eran de broma y se supo entender, así que el personal siguió riéndose–, trabajé poco, porque la Xerox dijo basta y me mostró ese mensaje suyo en inglés que viene a decir que ya no puede más, así que me tomé media tarde libre y leí a Hank [Buk] hasta la risa.
Y no mucho más, que ya es bastante.



Fotos tomadas a las 5:25 de la tarde en Béjar. El humo del incendio de Las Hurdes nos dejaba esta luz ámbar y mortecina.





Sunday, July 26, 2009

Dimanche...


Dimanche... Guillermito tirado en el suelo como una madonna renacentista, jugando a construir naves espaciales con su juego de piecitas encajables... Felipe tirado en una esquina del sofá escaneando sus primeras salidas nocturnas y poniéndole valor a esa cosa que llamamos descanso... Mª Ángeles en la otra esquina del sofá, durmiendo todo lo que no durmió durante el marchoso fin de semana coritofestero... y yo mirando cómo pierde una rueda Fernando Alonso con cara de tonto del haba.
Me tiré la mañana haciendo experimentos con mi cámara web y un espejito, y notaba ya un leve dolorcillo de riñones [ayer no pude soportar el calor y me metí en la piscina de Julia para refrescarme, pero el agua estaba tan fría, que salí sin completar mi primer largo... de ahí vienen estas puñeteras molestias de hoy]... luego escribí un capítulo de mi narración ‘on line’, al que le sumé un par de cositas que me contó Albertito durante el café de ayer... y rematé leyendo un buen rato la poesía del nicaragüense Pablo Antonio Cuadra...
Los domingos son siempre así, con los hijos medio tirados por ahí, la lengua pastosa por haber dormido un poquito más de la cuenta y esta jodida sensación de prelunes que me entra justo después de comer.
Y a todo hay que sumarle que este año no tengo para vacaciones y hasta lo mismo tengo que quitarme un día de blues porque la cartera solo tiene telarañas [me jode, porque es una de las pocas actividades públicas que me suben la moral durante el año].
La sensación de fracaso se acentúa poquito a poco, y en ella abundan también los hijos con su falta de voluntad para casi todo y su desgana natural... no ayudan los puñeteros... pero los quiero tanto que me da un poquito igual que pasen su tiempo como ellos desean, sin cumplir con sus deberes diarios... o a lo mejor eso es no quererlos... yo qué sé. El caso es que la sensación de fracaso está ahí, latiendo como nunca en este proyecto de vida plana que me puede. Quizás haya asumido demasiadas responsabilidades y su peso me esté dejando seco... pero había que asumirlas por obligación de vida, que el padre es el padre para todo... así que seguiré con la sonrisa cuando llegué algo torcidito, empujando con calma y sin descanso a quienes me rodean, ocultando los verdaderos problemas –que a veces son grandes y graves– mientras intento ponerles solución.
Ya me convencí hace tiempo de que la mejor postura consiste en decorarlo todo de normalidad para que no se tense el ambiente y comerme los marrones a solas hasta que, por tiempo o por escala, le toque a otros apechugar y tomar decisiones.
Lo peor de todo es que en vez de completarme, me destruyo poco a poco mientras veo cómo van cerrándose puertas que me costó un montón abrir hace tiempo... en fin, que la razón me dicta, en mi descargo, que somos una flecha lanzada hacia la nada, que somos un puntito diminuto y despreciable en la amplitud del cosmos, que nada variará aunque lo intentemos, que hay algo inexorable que nos hace ser vida y también muerte, que no hay nada importante en lo diario y que hemos de acabar todos iguales, con el rasero puesto sobre nuestras cenizas o sobre nuestros huesos blanqueados al sol.
Dimanche... un día de desperdicio en la semana, un día que borrar y en el que borrarse, un día anodino que soporta sin más la previsión del lunes [le lundi] y que deja vencida la semana anterior ante el miedo cerval a la que llega. Domingos para borrar del calendario y de la vida como días escritos a lápiz blando... y Guillermo en el suelo, contruyendo naves espaciales, y Felipe con los ojos entornados en una esquina del sofá, y Mª Ángeles plácidamente dormida en el otro lado del mismo sofá negro, de piel gastada por tantos domingos tumbados en él como haraganes menores o como verdaderos sabios.
Dimanche de mierda...

Saturday, July 25, 2009

Quiero a Céline...


Terminé con “Rayuela” [aunque no la he dejado aparcada, pues creo que consultaré sus páginas con frecuencia diaria] y con “Cien años de soledad” [creo que no volveré a abrirlo en mucho tiempo], y pillé mi ejemplar de “Pulp”, editado por Anagrama en 1996, cuando solo cinco vehementes sabían en España quién era Buk y lo que traía debajo del brazo [de su poesía no se conocía nada de nada por entonces]. Yo recordaba el libro como una novela dinámica que me despertó en su día simple curiosidad por el autor, una novela que recomendé con profusión durante unos meses a amigos y conocidos.

Yo estaba sentado en mi oficina, mi contrato de alquiler había vencido y McKelvey estaba empezando los trámites para desahuciarme. Aquel día hacía un calor del demonio y el aire acondicionado se había roto. Una mosca se paseaba lentamente por encima de mi escritorio. Extendí el brazo con la palma de la mano abierta y la puse fuera de juego. Me estaba frotando la mano con la pernera derecha del pantalón cuando sonó el teléfono. Lo cogí.
–¿Sí? –dije.
–¿Ha leído usted a Céline? –preguntó una voz femenina. La voz era bastante sexy y yo llevaba mucho tiempo solo. Décadas.
–¿Céline? –dije–. Ummm...
–Quiero a Céline –dijo ella–. Tengo que conseguirlo.
Aquella voz tan sexy me estaba poniendo realmente cachondo.
–¿Céline? –dije–. Déme alguna información. Hábleme, señora, siga hablando...
–Súbase la cremallera –me contestó.
Miré hacia abajo.
–¿Cómo lo sabe? –le pregunté.
–Da igual. Lo que quiero es a Céline.
–Céline está muerto.
–No lo está. Quiero que le encuentre. Quiero tenerlo.
–Puedo encontrar sus huesos.
–No, estúpido, –¡está vivo!
–¿Dónde?
–En Hollywood. He oído que se ha pasado varias veces por la librería de Red Koldowsky.
–Entonces, ¿por qué no va a buscarle usted?
–Porque antes quiero saber si es el auténtico Céline. Tengo que estar segura, absolutamente segura.
–Pero ¿por qué ha recurrido a mí? Hay cientos de detectives en esta ciudad.
–John Barton le ha recomendado a usted.
–Ah, Barton, sí. Bueno, escuche, tendrá que darme algún adelanto y tendré que verla a usted en persona.
–Estaré ahí dentro de unos minutos –dijo.
Ella colgó, yo me subí la cremallera. Y esperé.
”.

No es un mal comienzo y, además, deja entrever el tono de ese Buk desatado que tantas horas buenas me ha dejado durante muchos años.
Yo llegué a Buk después de haber pasado por todos los Beat con auténtica fiebre... Kerouac, Ginsberg, Burroughs, Corso, Lamantia, Orlovsky, Ferlinghetti y Carl Salomon... y me perdí a Clellon Holmes y a Huncke por no encontrar en España obra suya, a pesar de que la busqué con ambición –entonces no había internet–... y llegué a los Beat por Bob Dylan y Jim Morrison [la música siempre detrás de la poesía]. Comfieso que mis primeras lecturas de Buk fueron un mero entretenimiento de verano, un entretenimiento que a veces me dejaba pensando unos minutitos, pero que no iba más allá... pero un entretenimiento que me llevó a buscar todos sus poemas en cuanto supe que Buk no era un novelista –que nunca lo fue–, sino que era un poeta potentísimo con una voz rasgada e inigualable [aquel descubrimiento vino de la mano del inefable -y a veces intratable- Roger Wolf]...

hay cosas peores que
estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde
”.

En fin...

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"Il conformista"



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"Novecento"



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"La dolce vita"

Friday, July 24, 2009

Aquella periquita.

*[Esta entrada tenía una imagen, pero he decidido quitarla...]

Sé que es una maldad, pero no me resisto a contarla porque me arrepentiría de no hacerlo.
Hace unos meses, cuando montaba obra propia como decoración de un hotel en un pueblito de la Sierra de Francia, durante uno de los descansos de aquel ajetreo decorativo, me acerqué a la plaza del pueblito para tomarme una Coke fría, pues hacía un calor del carajo. Para mi sorpresa, allí estaba uno de mis más admirados amigos sentado junto a una lindísima chica argentina a la que me presentó como su pareja. Yo, alegre de encontrarme a mi amigo, acepté la invitación de sentarme con ellos a tomar mi refresco y charlamos animadamente de cosas banales.
Debo contar, antes de continuar con el relato, que tengo muy mala memoria cercana [y también lejana] en lo que se refiere a nombres, calles y números de teléfono, por lo que uso nombres icono que me sirven siempre para salir del paso. Si el objeto del olvido es un varón, lo llamo siempre ‘chiquitín’; y si el objeto del olvido es una dama, inmediatamente se gana el apelativo de ‘periquita’.
Bien, pues que se me olvidó el nombre de la linda pareja argentina de mi amigo y la llamé periquita un par de veces durante la conversación. En un momento dado, la chica sacó de su bolso un pequeño Mac Book y se puso a trabajar con él en la mesita de la terraza mientras mi amigo y yo continuábamos la charla.
Se acabó mi descanso, me despedí de mi amigo y de su hermosa chica y volví a mi tarea decoradora.
Pasó el tiempo y coincidió que mi amigo grande y yo hicimos un viaje juntos hacia el Sur, uno de esos viajes largos en los que da tiempo a charlar de todo y hasta a hacerse confesiones de cualquier carácter, que en otras circunstancias no se harían. Pues a mí se me ocurrió preguntarle al colega por su pareja, a lo que me contestó que ya no estaban juntos desde hacía un tiempo... yo le dije que me había parecido en una primera impresión una chica maja, que era muy guapa y parecía inteligente... y él me dijo como un corte de navaja: ‘pues tú a ella no le caíste nada bien... me dijo que eras un machista y que a ella no le llama nadie ‘periquita’... hasta el punto de que ese día discutimos a causa de tu epíteto’.
Me sorprendió aquello y lo dejamos aparcado... aunque durante los días de viaje lo saqué alguna vez con cierto afán de defenderme medio en broma, medio en serio.
El caso es que hoy he asistido a una representación teatral sobre la obra de Benedetti y, de pronto, me quedé absorto... la periquita argentina actuaba en dicha obra con el papel de “La Secretaria Ideal”, una mujer acosada por su jefe que pertenece a uno de los poemas más celebrados del colega Bene... la periquita, amigos, estaba haciendo de ‘periquita’ para mí –entre otros asistentes–. No lo hizo mal, pero a mí, a pesar de la leve dureza de las escenas, se me abría una sonrisa de oreja a oreja cada vez que la chica interpretaba... y me acordaba de mi amigo, mientras pensaba si ya habrían hecho las paces o la cosa se habría quedado en la distancia.
No estaba mal la moza, lo confieso... pero me daba risa.
Lo mejor de todo es que si hay algo que sé que no soy, es machista, eso a pesar de mi pose misógina –según vengan los tiros dados– y, sobre todo, de mi expresión literaria misógina –que es amplia.
El problema siempre ha venido de que el lector confunde al autor con su obra –ya lo he dicho aquí hasta la extenuación–, y poniéndome misógino, fundamentalmente son mujeres quienes caen siempre en ese error... su tendencia a fabular y a hacerse mundos inventados a partir de cualquier señal les lleva a eso, al fracaso interpretativo y a la confusión.
Yo puedo lanzar feromonas que no gusten, puedo ser desagradable a la vista o al olfato, puedo caer mal porque sí y basta, puedo comportarme como un auténtico gilipollas... pero no, periquitas, no soy nada machista en mi realidad... y nada misógino.
Feministas... qué fracaso.

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Las escenas que me apasionan...

"El tercer Hombre"



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"Con la muerte en los talones"



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"Amarcord"



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"Amelie"



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"El graduado"



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"Casablanca"



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"Desayuno con diamantes"



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y esta escena de Antoine Doinel

Summertime paintings, tiempo de verano

Eric Fischl



Quién sabe si después de un año
no comience todo de nuevo,
el triste espectáculo que hemos dado
interrumpido apenas por una breve calma
como la de esta tarde azul
la última, tal vez, de un antiguo verano.
El detalle está en las lamparitas de colores
en la luz que, a pesar de todo,
sobrevuela débilmente nuestros años.
Vivir no es tan difícil si lo piensas,
lo único difícil es pensarlo.

Fragmento de "Verano"

Bruno Cuneo
Ediciones Altazor
Año 2004



Oscar Domínguez



Raoul Dufy



Theo Van Rysselberghe



Peder Severin Kroyer



Konstantin Korovin



James Tissot



Edward Hopper



Pablo Picasso



Andrew Wyeth



ERIC FISCHL



Albert Marquet



Sergei Menyayev



Jack Vettriano



Jaime Morera y Galicia



Fernando Botero




Todavía puedo quedarme aquí
y no volver a otro sitio donde
una vez arriba, otra abajo,
intente derrumbarte contra la hierba
húmeda y reseca del verano.

Reina María Rodriguez




Alexandra Nedzvetckaya



Juan Flores Bello, ver más





Pulsas, palpas el cuerpo de la noche,
verano que te bañas en los ríos,
soplo en el que se ahogan las estrellas,
aliento de una boca,
de unos labios de tierra.

Tierra de labios, boca
donde un infierno agónico jadea,
labios en donde el cielo llueve
y el agua canta y nacen paraísos.

Se incendia el árbol de la noche
y sus astillas son estrellas,
son pupilas, son pájaros.
Fluyen ríos sonámbulos.
Lenguas de sal incandescente
contra una playa oscura.

Todo respira, vive, fluye:
la luz en su temblor,
el ojo en el espacio,
el corazón en su latido,
la noche en su infinito.

Un nacimiento oscuro, sin orillas,
nace en la noche de verano,
en tu pupila nace todo el cielo.


Octavio Paz




Anders Zorn


Edward Henry Potthast



Edward Hopper



Frédéric Bazille



Joseph Rodefer de Camp




Frutales
cargados.
Dorados
trigales…

Cristales
ahumados.
Quemados
jarales…

Umbría
sequía,
solano…

Paleta
completa:
verano.


Manuel Machado



BERTHE MORISOT



Jules Breton



Joseph Farquharson



Childe Hassam



John William Godward



Giuseppe Arcimboldo



Javier Clavo



Julien Dupre



Carl Larsson






Hubo un verano con muchas despedidas
fue el verano más largo en años
los días se enroscaban sobre sí mismos y volvían a empezar
las flores caían sobre el pavimento y se ahogaban en su propio jugo
fue un verano triste a pesar de tanto sol
la humedad hacía más profundo el silencio de las siestas
y cuando por fin llegaba la noche
el hondo canto de los búhos duraba hasta morir.


Carlos Ardohain


Norman Rockwell



Mary Cassatt



Pierre Bonnard



Antonio Ruiz




Kasimir Malevich



Emil Nolde



Oskar Kokoschka



John Ottis Adams



Pasaba arrolladora en su hermosura
y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: ?Esa es.

¿Quién reunió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos, y... fue.

Gustavo Adolfo Bécquer





John Hayter



Jean-Léon Gérôme



Henri-Edmond Cross



Hans Dahl



Boldini



Frank Weston Benson





En el jardín, leyendo,
la sombra de la casa me oscurece las páginas
y el frío repentino de final de agosto
hace que piense en ti.


Jaime Gil de Biedma



Frédéric Bazille



Emilio Sala y Frances



Edward Henry Potthast



Paul Cézanne



Edward Henry Potthast



Gustave Caillebotte



Alexandre de Riquer



Georges Seurat



Mariano José María Bernardo Fortuny y Carbó



Seymour Joseph Guy



Eduardo León Garrido


Y en verano me abraso de tal modo
que ni siquiera los gorriones vienen
a posarse en mis manos porque queman.

Amalia Bautista




Lawton Silas Parker



Thomas Wilmer Dewing



Antoine Caron



Andrew Wyeth



Thomas Pollock Anschutz



Alma Tadema



William Merritt Chase



Winslow Homer



Alfred Thompson Bricher



Alexi Zaitsev



CHARLES CONDER



CLAUDE MONET



JOAQUÍN SOROLLA



Pierre Auguste Renoir




Ya no habrá más verano sino ese sol que devora a la memoria y viene la gran noche de la arena que cubre los ojos y sólo podemos leer lo que no estaba escrito.

Guillermo Sucre




Van Gogh



Manuel Moral


Childe Hassam



Giovanni Segantini





Ahora es mi turno, cuando cierro los ojos
y me olvido de ti, de tu salvaje higuera y tus higos salvajes,
cuando tu carne, como un libro de cuentos, resplandece en la noche
a la luz de un hogar mediterráneo;
y me dejo cegar por el brillo solar de la memoria
mientras mi cuerpo entero se quema en un chispazo.


Félix de Azúa




Edward Henry Potthast



Gerhard Rose










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