Monday, January 31, 2011

"Chispilla, la vida para ti va a ser fácil..."

Imagen tomada ayer en la Sierra de Béjar.

Hay un no sé qué de palomas al Este del Noroeste de este frío, un gorjeo que brinda por un nido recién hecho, algún sudor pendiente y unas uvas verdes y frescas... pero los tendones amanecen desacostumbrados, entumidos, y con ellos todas las sinapsis precisas para armar un nuevo continente de preguntas.
‘Me duele el tres’, me dije como quien dice ‘noria’ o ‘abrelatas’, y espabilé el espanto de andar sin ropa hasta el baño.
Antes me fascinaba el frío, era en él un mordiente seductor de las horas, deseaba la lluvia y la ventisca, el rayo y el granizo... y en mí se despertaban unas hermosas ganas por hacer. Ahora no, que ahora lo espero con ganas, pero me rinde al poco y me deja la cabeza de corcho, como el cuerpo.
La mejor época del año para mí llega siempre con las primeras lluvias de septiembre, y antes duraba meses. Ahora son dos días de encendida expresión y luego esas tiritonas de vejete aterido que no encuentra lugar donde hacer arder sus palabras.
Hay algo que ha cambiado en esta pila de años, un algo termométrico que me destarambana y me deja como desobligado, y no sé qué hacer ni cómo encontrar una brasa que avivar.
De todas formas, ¿qué me queda por decir?...
Ya me he puesto en mi justo lugar –lo sé yo solo– y tengo a cada uno de los demás medio ubicados, que es mucho para una vida. También tengo consciencia de lo que me gusta y de lo que me disgusta, de lo que me apetece y me desapetece. Solo me queda una pequeña pena que tiene relación con el comportamiento humano... ¿por qué somos a veces tan miserables como para no darnos a quien lo necesita?, ¿por qué esta pasión por machacarse unos a otros por una nada absurda?... si el hombre nace y muere, y poco más; si somos solo especie –ahora dominante, con escasos cuatro días de dominación si leemos nuestro mundo en sus estratos–. ¿A qué tanta fiereza mezclada con la chispa del acto inteligente?, ¿a qué tanta mordaza y tanta crítica baldía que hace pequeños daños insuperables?
Debe ser un troll genético hecho de mala sangre.
Y me miro en el cristal de hielo del río [lo visito con frecuencia en estos días bajoceros] y veo a un tipo deformado por los caprichos propios [y también por los del agua sólida], a un elefante que no entiende más allá de su probóscide, a un capitán hermoso que ha perdido su nave y aún espera... y me duelen los dedos de las manos por este empecinamiento que no quiere unos guantes, y el aire me entra limpio en los pulmones llenos de Chester [y me duelen], y las rosas del frío se me muestran abiertas como sexos abiertos.
¿Cuánto duraremos aquí?, ¿qué será de los genes repetidos hasta la saciedad y hasta el hastío?, ¿qué de las miradas cómplices?... ¿un maremoto, un meteorito, una puñalada certera en una esquina, una cama caliente...?... no somos nada, pero seguimos esperando entre lunas y soles, entre lunes y sábados, a que algo suceda y nos cambie el semblante por otro más incierto, ¿quién sabe?
Suena el viento con su ritmo de espera infinita, se me hielan las manos y de la boca sale ese vapor de adentro con sus raras señales de humo imposibles de descifrar. Todo se vuelve críptico.
Y recuerdo a mi abuela preparando el brasero y diciéndome... “Chispilla, la vida para ti va a ser fácil... ya lo verás, solete”.

Homenaje a Luis Alberto de Cuenca


El próximo viernes, día 4 de febrero, se presenta en el Círculo de Bellas Artes madrileño un libro homenaje a Luis Alberto de Cuenca. Si no se tuercen las cosas, estaré allí participando activamente en este homenaje, pues he colaborado con un texto... me apetece un montón.

Sunday, January 30, 2011

Roer las horas...



Roer las horas, pero sin la mirada trágica, y saber que alguien no te aprecia porque la vida es así, porque quizás es así la bioquímica del olor y hay que ser lo malo para algunos y lo normal para los demás... pero lo que realmente importa es roer las horas, todas las que puedas, y contabilizarlas en el libro de horas roídas a pesar de que el sabor no fuera el esperado.
La verdad es que no puedo quejarme de nada [hoy tengo un día paréntesis y me da por estos rollos en los días paréntesis], hago lo que me apetece y vivo con cierta pasión por lo que me rodea, y eso es un verdadero lujo por comparación con demasiada gente, que ya es mucho.
Y siento cierta sensación de pérdida por muchas cosas de mi niñez y de mi juventud, pero así debe ser si se está vivo... el teleclub, las bogas en los días de trepa, las tardes de domingo lloviendo y sin paraguas, la música en el comediscos, las meriendas con pan y chorizo, las botas TAO de basket, el imán de herradura, el regaliz de palo y los helados calientes de merengue, levantar papelitos con el Bic naranja [lo frotabas en el jersey y la electricidad estática hacía el resto], las manzanas reinetas recién arrancadas del árbol, las pelis Fumachú, los chicles de Bazooka, el patín de madera con cuatro cojinetes, la taba y las canicas [porleras, cristaleras, yerreras, caucheras...], los libros de Bruguera con ‘santos’ a derecha, las pilas de petaca, el lechero en la puerta, los ficus del pasillo, los bañadores Meyba, las falditas plisadas de cuadros escoceses, la Citrania, el seiscientos, los calcetines de rombos hasta las rodillas, el futbolín y mi madre quitándole las carreras a sus medias...
Roer las horas y quedarse con ellas, con su sabor de ahora y con su antes de cezado.
Hace un frío tremendo y me escondo para pensar... y no hay ganas de nada esta tarde.
Qué pena.

Llamada urgente de SBQ Perú



Summy Ross Rebaza Cárdenas tiene una malformación congénita de cadera que le impide caminar con normalidad, lo que la hace una niña introvertida y con graves problemas de futuro.
SBQ Perú ha propiciado un reconocimiento médico de la niña y el resultado indica que con una operación en un hospital especializado de Lima la niña podría recuperar la normalidad en su cadera en un alto porcentaje, pero es imprescindible hacer pronto esa operación por el estado de la cadera y su constante deterioro, y también porque en la edad que la niña tiene ahora resultaría óptima la intervención.
El coste de la operación con estancia en el hospital y los viajes consecuentes de Trujillo a Lima de Summy y su madre ascenderían a unos 1.200 €, cantidad que nos proponemos obtener con distintas actividades que os iremos anunciando y con vuestra voluntad de ayuda.
Si queréis hacer un donativo para esta causa, solo tenéis que hacer un ingreso de la cantidad que os parezca [todo suma] a nuestra cuenta en La Caixa






CC: 2100 4146 39 2100025558

Indicando "Ayuda a Summy Ross"

AGRADECEMOS DE ANTEMANO VUESTRA INESTIMABLE COLABORACIÓN E IREMOS PONIENDO EN ESTE BLOG LOS DATOS DE INGRESOS


Saturday, January 29, 2011

Presentación de "Que yo soy normal"... un texto de Antonio Gutiérrez Turrión.

Fotografía de Santiago Nieto.

Ayer presentamos en "NOTESALVES Contenedor de Arte" mi novelucha [si es que se le puede llamar así] y creo que todo salió estupendamente... un público magnífico entre el que se encontraban amigos entrañables, la acogida hermosísima de la gente NOTESALVES [os quiero, campeones], la presencia de mi editor loco, Marino González Montero [gracias por creer siempre en mí, Marino], y el trabajo sesudo y muy profesional de Antonio Gutiérrez Turrión, que diseccionó con verdadera generosidad y con mirada certera la obra [te quiero, Antonio, y mucho].
Os dejo el texto escrito que resume la intervención de Antonio en el acto de presentación:

QUE YO SOY NORMAL
Béjar, 2011/01/28
Espacio cultural No Te Salves

Se supone que yo debería explicar, brevemente y con suficiente claridad, qué es lo que encierra este libro que hoy se presenta, tanto en la forma como en el contenido, con el fin de animaros a todos a su lectura y degustación. Cada vez me resulta más difícil entrar al comentario de cualquier texto, pues reviso mi capacidad y no encuentro apoyos suficientes como para sentar en público demasiadas ideas y, además, intentar que estas tengan urdimbre, no disparaten mucho y reflejen una estampa no muy equivocada de lo que se pregona. Al fin y al cabo, aún sigue vigente aquello del color con el que se mira y mi vocación no es precisamente la de juez, si no es conmigo mismo, que ese es otro cantar muy peliagudo. Pero vamos a ello.
Me permitiré de entrada una muy breve reflexión filológica que me sugiere el título de la novela. Piénsese en esa palabra que lo encabeza, “Que”, y obsérvese que nos obliga sintácticamente a hacer derivar la oración de otra anterior, principal y supuesta, y que eleva el tono fónico y emocional de su significado: algo así como “Oiga, que yo soy normal”, o acaso algo así como un grito desesperado: “Pero que yo no soy un bicho raro, que yo soy normal”. Véase, además la necesidad que se ha tenido de resaltar la presencia de la primera persona, (“yo”), como reafirmación de la oposición entre esa primera persona y las otras personas; algo así como si se quisiera determinar que el único realmente normal es el que protagoniza esta historia. Y, por último, el doble valor que en castellano comporta la palabra “normal”. Su primera acepción hace referencia a aquello que se ajusta a la norma legal. Pero existe una más, acaso más utilizada en la lengua oral, que se refiere a lo más común, a lo que hace más gente, a lo más usual, tenga esto que ver o no con la norma. ¿A cuál se está refiriendo el autor, a que el protagonista se sujeta a las leyes y no las conculca, o a que él actúa como lo hace casi todo el mundo? El autor tendrá su respuesta y cada lector la suya, pero la perspectiva en la lectura cambia según se le aplique una u otra.
Esto como para abrir boca y para dar sentido o confusión al título de la novela.
En la contracubierta del libro rezan unas palabras de presentación que pueden servir tanto como las que yo aporte como aproximación certera al contenido de las casi trescientas páginas que forman el volumen. Yo me acojo a ellas y, si acaso, las gloso un poco y las interpreto según mi saber y entender. Bien veréis, por tanto, que no haréis otra cosa que perder unos minutos escuchándome, siendo así que en media página podíais haber despachado el asunto.
Leeré esas palabras: “Que soy normal puede ser perfectamente un tratado completo de filosofía intranscendente, una clase caótica de estilo literario, un ensayo mellado sobre una vida hecha, un juego entre la memoria real y la memoria inventada, un diario constrictor (como la boa aquella), un ejercicio precreativo, un drama jocoso o dos novelas cortas y un diario mal mezclado en la Turmix de casa… también puede ser nada, que ya es algo.”
Hala, como soltando bendiciones y arreglando el mundo por todas partes. Y, sin embargo, estas palabras abarcan mucho de lo que esta novela aporta y resumen muy bien los caminos por los que se debe transitar en su lectura.
La apoyatura externa desconcierta al lector menos avezado pues no hay aparente historia lineal que llevarse a los ojos ni hay héroes que venzan al destino, ni enseñanza moral clara que avive los sabores o los sepulte en agrios o amargos.
Hay un joven que recuerda sus días en Salamanca y en alguna otra ciudad estrecha y apartada, en el más simple camino biográfico; hay un enfermo que desgrana sus horas en un psiquiátrico y va dejando poso y pensamiento en un diario; y hay un claro aprendiz de novelista, El hombre Burberry´s, que ensaya un ejercicio metaliterario que viene a quedarse en solo ensayo y en fracaso.
No es difícil pensar que es el mismo personaje el que sustenta a los tres sujetos de las narraciones, y el impulso siguiente es suponer al propio autor detrás de cada uno de estos personajes. No sería lo más importante pero cada cual puede hacer el ejercicio de aproximación que quiera: no le resultará ni difícil ni equivocado seguramente.
Las tres facetas le permiten al autor formular estéticas distintas en la misma novela y, sobre todo, le facilitan la incorporación de casi cualquier material. De hecho, una buena parte de ese material ya había visto la luz en una novela inaugural de hace unos años (“El tipo de las cuatro”), y algunos de los textos de corte diarístico los conocíamos los que seguimos su blog en internet. Hay que estar preparados, por tanto, para el cambio de estilo, para el cambio de ritmo, para el cambio de propuesta formal y conceptual. No es frecuente un atrevimiento tal, pero la sorpresa se somete a reacciones diferentes según el receptor que a ella se enfrente. Es este para mí el fundamento formal más importante y novedoso de esta novela. De hecho, podemos pasar de una expresión formal y bien pautada -aunque siempre en un tono conversacional- a una expresión concisa, conceptual y reflexiva (la propia del diario), pasando por la expresión chorro y repetitiva del intento fallido de novela, muy próximo al monólogo interior. Ahí hay materia prima para saborear.
Leeré una pequeña muestra de cada uno: Estilo conversacional: Pg. 14. Estilo reflexivo, ajustado al diario: Pg. 34, 11 enero. Estilo chorro: Pg. 128-9. El comentario más detallado lo dejo para la perspicacia de cada uno de los lectores.

Pero debería dejar alguna reflexión acerca del contenido. ¿”Que yo soy normal” puede ser un tratado de filosofía intranscendente? No me importa aceptar el envite y firmar a pie de página. El personaje que moldea los tres aspectos viene a intentar demostrarnos que, a pesar de todas sus excentricidades y de toda la división y partición de su personalidad (ya se ha señalado la existencia de al menos tres caras del personaje) los hechos de su vida obedecen a unas premisas comunes para casi todos los mortales y que él lo único que ha hecho ha sido realizarlas en otros parámetros. En su niñez y juventud, se dedicó a soñar y a dejarse llevar por los impulsos: ¿qué niño o joven no lo hace en mayor o menor medida? En otro momento de su vida intentó la creación y hasta se la planteó como método: ¿qué persona que se precie de tal no acomete en alguna medida la aventura?; en este caso, como metáfora, es el de la creación literaria y en otros muchos la del cambio de realidad personal; y en este caso resulta fallida como fallidos resultan tantos intentos en la vida. Por fin, desde un estado de fracaso físico y mental (el manicomio), aparece la reflexión más honda, esa que aparece cuando los parámetros del tráfago de la vida han fracasado y el ser humano sensible se cuestiona los principios más generales y universales; es entonces cuando aparece formalmente el estilo epigramático del diario.
De modo que aquello que parecería un conjunto de elementos intranscendentes termina dando cobijo a un proceso vital de ecos negativos y de principios que terminan con la queja del título; algo así como el quejío del que protesta: ¡Que yo soy normal! y estos hechos que presento no son más que recuelos y posos de lo que la realidad vital me ha ido deparando.
“¿Es una clase teórica de estilo literario?” Ya se ha dejado constancia de la variedad de estilos y de las razones a las que obedece esa variedad. También se ha afirmado que esa variedad me parece uno de los principales valores de la novela. No insistiré más en ello.
“¿Y un ensayo mellado sobre una vida hecha?” Pregúntenle al autor por su edad y por el grado de autobiografismo. Y déjense llevar por la transformación de la persona en personaje, con todas las libertades literarias que conlleva tal fingimiento. Seguramente la vida no sea más que una suma de ensayos, de intentos, casi todos fallidos. Pero, por si sirve de algo, afirmo que el mayor fracaso es precisamente no intentarlo, y que la certeza o falsedad del éxito o del fracaso dependerá siempre de los parámetros con los que sean medidos. Y a buen entendedor, pocas palabras.
“¿Y un juego entre la memoria real y la memoria inventada?” Juzguen lo que se ha dicho y no hay más que sumar.
“¿Y un diario constrictor?” Un diario, seguro. Y constrictor también pues que la vida es ancha y no cabe encerrarla en el papel. Ni falta que le hace. Menuda cárcel estrecha y encogida. Pero sirva esta obra, y tantas otras, de contraste entre la realidad multiplicada y la pobreza de la palabra que intenta aprehender la realidad.
“¿Y un ejercicio precreativo?” Claro.
“¿Y un drama jocoso con dos novelas cortas y un diario?” Solo admito lo del diario, mucho menos lo de dos novelas y de ninguna manera lo de un drama jocoso. Hay mucho en el fondo de triste y de desencanto. Qué le vamos a hacer, así es la vida, aunque intentemos que la ironía nos salve.
“¿Y también puede ser nada, que ya es algo?” No, seguro que es mucho más que nada. Es la confirmación de que todo tiene unos límites mucho más modestos de lo que pensamos cuando iniciamos la vida; es la certeza de que las fuerzas y los principios nos van abandonando cuando la reflexión nos coge en ejercicio; es la evidencia de que muchas veces nos vemos avocados a expresiones vitales que nos convierten en la oveja negra del rebaño, cuando no en seres raros que nos miramos sorprendidos a la cara gritándonos sin pausa: Que yo soy normal, que yo soy normal, que yo soy normal.
Pero sabéis lo que os digo, sabes lo que te digo: que no hay nada normal, que todo es raro y único, que vivir es lo único que importa, si se vive con fuerza y con empeño. Pues llegará el fracaso, y en algún caso el éxito -que eso nunca se puede controlar y no es lo que más importa ni dura-, pero tendrá otros ojos más cercanos y podremos mirarlo sin complejos, cara a cara, como quien va a la lucha con la vida, como quien va al fracaso con la muerte.

Antonio Gutiérrez Turrión

Wednesday, January 26, 2011

Incendio en la Sierra de Béjar

Guille y yo tomamos estás imágenes del incendio anoche alrededor de las 12:00 p.m., desde Llano Alto.

Llegué a casa tarde y me esperaba una de esas pequeñas noticias locales... “que se ha incendiado la sierra, ¿no lo has visto al venir en el coche?”. Y líe a mi Guille para irnos de caza fotera... eran las once y media. Nos abrigamos bien, que el termómetro marcaba tres grados bajo cero a esa hora, y subimos con el coche hasta Llano Alto... la llegada fue magnífica, pues ante las luces de cruce saltó un conejillo, se puso nervioso y no atinaba a encontrar un escondite en el camino, lo que nos deparó un momentillo chulo de esos que solo pasan entre hijos y padres... Guille estaba emocionado con el incendio, con la noche estrellada y con el conejín. Salimos del coche y apagamos las luces para tener mejores condiciones de toma... sonaban algunos ladridos cerquita y Gui encendió la linternita mechero que yo le había dejado y se quedó pegadito a mí como una lapa mientras hacíamos las fotos. Cuando acabamos y volvimos al coche, Gui me dijo: “`papá, a veces la imaginación me juega malas pasadas”... yo me reí y le dije “¿es que tienes miedo?”... y asintió con la cabeza...
Le agarré por el hombro y le achuché un poquinín mientras le explicaba que el miedo es un buen mecanismo de defensa en cualquier circunstancia, pero que hay que saber dominarlo... también le expliqué que ese miedo suyo del momentito no era nada comparado con otros miedos que vendrán... y arrancamos riendo por los saltos que el coche nos hacía dar según pasaba por los baches del camino de tierra...
Al llegar a casa y ver las fotos en la pantallita de su cámara, Guille me dijo : “estás fotos habrá que enseñárselas a sor Julia, que me ha dicho que quiere que le enseñe todas mis fotos, las de hielo y eso”. Le besé fuerte y le mandé a la cama, que ya era bien tarde.


Imágenes tomadas esta mañana, sobre las 11 h. desde la primera plataforma de Candelario.
















Sunday, January 23, 2011

Vuelta al hielo con Guillermo.



Guille y yo salimos tempranito de casa, bien abrigadotes y cargados con nuestras cámaras y los objetivos largos. El coche marcaba en el momento de la salida cuatro grados bajo cero, pero no hacía el viento de ayer, con lo que todo era resultaba más llevadero. Nuestro itinerario pasó por la pesquera negra [desde la que ascendimos por el río de roca en roca, con alguna dificultad, hasta las cascadas... las imágenes de hielo eran hermosísimas, sobre todo en las paredes de roca, de las que caían unos chuzos largos e impresionantes], la Dehesa de Candelario, que por altura convocaba más hielo, y el Pantano de Béjar. Acabamos agotados de pisar maleza y de hacer equilibrio en los enormes cantos rodados del Cuerpo de Hombre, así que volvimos a Candelario con las orejas frías y rojas como pimientos morrones, y nos tomamos un Cola-Cao caliente con bollo en “El Ruedo”, y nos supo a gloria.
De camino a casa, Guille iba revisando en la pantalla de su cámara las imágenes que había tomado y me decía entusiasmado: “Paporro, como haya este año otra vez concurso de fotos sobre el río, creo que me lo llevo de calle... qué fotos chulas he hecho”.
Y volvimos al calor de la casa para descansar y comer como dos glotones.

Guille con su Nikon haciendo equilibrios por el río.





































Guillermo rompiendo una placa de hielo al borde de la carretera.

Acabamos la excursión fotográfica en el pantano de Béjar y pillé a Guillermo tomando una foto al pico del Peladillo.