Wednesday, April 30, 2008

Tomaba mi desayuno...


Tomaba mi desayuno junto a Ricardo y Josema cuando apareció Braulio G. Noriega [T. S. Norio], como si nada, con un sobre blanco en la mano y su sonrisa eterna, con su paz de ángel como salido de las minas de carbón y dispuesto a echarse a volar sin más. Nos abrazamos fuerte y continuamos el rito del café con conversación de puesta al día. En el sobre traía el número 504 de “La última canana de Pancho Villa”, que bajo el título hermoso de “La compañía de Mimo Rodin vuelve a Salamanca” recoge un gozoso poema de Norio [que me dedica… mil gracias, amigo] y unas hermosas fotos realizadas por Belén Artuñedo sobre estatuas de Rodin. También me dejó la décima edición del diccionario cananero, realizado para entregar a la gente del Encuentro de Editores Independientes que se celebra este puente en Punta Umbría.
Cambiamos cromos y bajamos a mi estudio para ordenar los días de ausencia con una mirada rápida a las cosas pendientes.
Luego se fue. Le quiero yo a este tipo.


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Hay un claroscuro en el que logro verme de otra forma, en otro tiempo, en otro espacio.
Hoy me gustaría estar viajando hacia Punta Umbría para gozar entre mis amigos editores, pero no pudo ser y me tengo que quedar con el almíbar de la memoria y la bilis jodida del monedero.
En ese claroscuro me veo libre y sin sentido práctico, sin orden ni misterio, a mi puta bola.
Y luego vendrá a visitarme mi amigo Emilio con su familia, y cenaremos juntos y charlaremos hasta que el cuerpo diga basta… árnica al fin y al cabo para lo que me pierdo.
En ese claroscuro me veo un tipo de ayer, el que no pudo ser, pero también el que no piensa claudicar, y ése si existe.
Y a las 12:09 llegó el cartero con una hermosa edición Amargor llena aforismos rechulos –lo afirmo porque ya los conocía– de José Luis Morante [“Sueltos”] al que acompaña una carta cosiendo amistad en el mismo tono entrañable que siempre guarda para mí José Luis [le escribiré de largo en cuanto pille media horita libre].
En ese claroscuro soy feliz y extrañado, redondo y contumaz, fiera y víctima, cárcel y vuelo.
El tipo de las cuatro –soy yo, M. M.– violó a una flor temprano, una que había crecido entre el cemento de la calle como una supervivencia, y se sintió poderoso y lascivo por esa destrucción; luego pisó los charcos que jugaban a morder como océanos pequeños en su camino, y sus botas quedaron mojadas como un vientre recién cabalgado. Miró al cielo y escupió hacia arriba mientras hurgaba en su bolsillo derecho buscando los boliches plateados que le proporcinaban tranquilidad. Vio a una mujer caminando apresurada y la desnudó entera, pero no le gustó y volvió a vestirla.
El tipo de las cuatro tenía sensación de minotauro, pero todo era espacio abierto y sintió una derrota de esquinas, pues nunca fue capaz de armar laberintos sin muros. Se sentó en un portal, prendió un cigarro y miró a las cigüeñas dejarse caer desde la torre de la iglesia como suicidas blancos.
La vida es maravillosa –pensó–, pero también depravada.
El cielo, entonces, se hizo de esperma… pero no llovió.



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El obelisco de Hatshepsut indica un punto en el firmamento, un punto que se refleja por las noches en el lago sagrado del templo de Amón… y la lanza que Atenea sostenía en su mano izquierda también señalaba el mismo punto, pero nadie mira allí jamás, porque el olvido protege siempre al misterio. Guido di Pietro pintó el dedo índice del ángel de ‘La Anunciación’ señalando a ese enigmático punto y la calavera que representaba la muerte de los críticos en la obra ‘El Estudio’, de Courbet, dirigía la mirada de sus cuencas vacías de ojos hacia el mismo punto…
Yo lo busco cada noche en el cielo despejado de nubes, cuando salgo de mi estudio a la calle, mientras me dirijo a casa, porque sé que en ese punto está la respiración acelerada, el placer del arte, la emoción… pero no logro encontrarlo [quizás es que los parámetros han cambiado con el tiempo y debo calcular nuevas coordenadas], pero mientras tanto voy tirando con el gesto de las imágenes y los objetos creados por quienes consiguieron verlo con nitidez. Por ello, me deleito hoy con la obra de George Grosz, con su “Friedrichstrasse” de anuncio ‘Manol’, con su “Marseille” de luminoso ‘Dufaye’, con su “Rapture” de sexo al aire y mirada al cielo [obra absolutamente divina], con su “Ecce homo” de mujer tumbada y fumando, con la delicia que se llama “Annie” [me excita profundamente ese dibujo], con las hermosas nalgas de “Alone” o con el “Athlete” y su gramófono y su copa de vino y su mujer tumbada… Grosz sabía del punto y hasta creo que llegó a vivir en él durante un tiempo.









Tuesday, April 29, 2008

Bebe hasta saciarte.


El destino como infección o como escarcha, como discurso o cauce, como lumbre, como una calle estrecha que acaba vomitando en una plaza abierta que no entra en los ojos. El destino como tabaco rubio y charcos, como fascinación o isla, como norte o desnorte inestable, como barca. Solo un puñado de suicidas podrán sobrevivir a sus cláusulas.
Y en los “Tristes” de Ovidio la musa licenciosa ya no sabe turbar porque se vuelve hostil, y hay una perplejidad que zarandea mientras se cierran las puertas de la muerte y no quedan poemas en un metro patrio, pues el talento se agota. ¿Qué puede ser lo fallido?… La imprenta abre su boca y la penetro con los hombros caídos. Las máquinas del fondo me saludan y gestionan la tinta en su herrería. Me detengo en el entreluz y miro sobre el ruido [tipiclac, tipiclac, tipiclac, tipiclac] como buscando un resquicio de luz. Se está bruzando y huele a gasolina reciente. No tengo demasiado que hacer y me dedico a tocar toda la cacharrería: los tipos grandes de madera en el quinto cajón del chivalete, el componedor de hierro fundido y resorte de cierre de metal dorado, las galeras tranquilas sobre el mostrador, los rodillos goteando en el lavadero, las cuchillas de repuesto de la guillotina pendientes de afilar y apoyadas sobre la pared, las resmas de papel esperando a mancharse, la plegadora quieta. Tipiclac, tipiclac, tipiclac, tipiclac… sigue el bruzado rápido y hay restos de cola sobre el suelo… me entristezco y huyo hasta la maquinaria de última generación, toda detenida [aunque manteniendo su temperatura por encima de los 17 grados], el CTP en stand bye, las Xerox esperando a que alguien les envíe trabajo vía Rip, los plotter’s en suspenso y sin corriente, las CPU’s en descanso y las cuatro pantallas de las computadoras encendidas con su serie de imágenes de protección proyectando un submundo de paisajes virtuales made in Mac. Solo Youssouph trajina en la red buscando imágenes y datos de Ibel para el proyecto de su escuela senegala, sonriendo y hablando del Barça como con miedo a no poder celebrar nada este año que no sea el final de sus papeles.
Trajino entre mis libros y enredo un rato entre las páginas de “El ser y la nada” de Sartre, pero me aburro enseguida y vuelvo a tararear: tipiclac, tipiclac, tipiclac, tipiclac, y me levanto y miro y me vuelvo a sentar y me fumo un cigarro e intento concentrarme en ese pensamiento abstracto que tanto me ayuda en estos días.
Fracasa conmigo y pon tu mano en el mentón, mastica y resiste y fracasa conmigo, pero no te me quedes adentro ni me niegues. Hagamos un disparate y apuremos la sonrisa que nos queda, hartémonos de olvido y resolvamos una mirada pícara y un desmayo. Es cansado, sí, pero no importa ahora que duela el músculo, que debemos quedarnos con cada una de las sensaciones de ahora, y hacerlas latir como una eternidad.
Me baño… báñate conmigo. Me miro… mírame. Me quedo quieto… ponme la ropa. Salgo al mundo… sígueme con los ojos. Me detengo… pósate sobre mí. Sonrío… abre la boca. Lloro… bebe hasta saciarte.

Monday, April 28, 2008

Vaya día.


La vida es lo que está pasando, y el resto es muerte o inexistencia. Sí, justo lo que está pasando, porque las palabras de ayer ya tienen su túmulo y sus flores secas, y la idea que las trajo está trágicamente tendida, sin aire que respirar. Y también los textos de los muertos son también muerte, una muerte que solo es capaz de hacerse vida si nos propicia un hoy, y ese hoy es distinto a lo muerto.
El día no me ha salido demasiado bien trazado, pues el curro está cabrón como nunca y cuando la cosa está así, afloran los verdaderos rostros de la gente, las caras feas y agresivas, la falta de comprensión y la exigencia, la traición y las dudas hechas bajeza. Y yo ya voy mayor como para que esto me afecte demasiado, y más cuando no tengo soluciones posibles, entre otras cosas porque el problema no lo he generado yo, y tampoco mi entorno cercano, sino que llega por un añadido económico/social en el que tienen mucho que ver los políticos, los banqueros, los grandes de la pela y esa moda fru-frú del urbanismo salvaje. Así que tranqui, Felipe. ¿Que te dan por el culo?, pues peor están en Burundi o en Guatemala. No pasa nada. ¿Por qué este mundo edificado en el aire va a afectarte?, ¿por qué vas a temer al ídolo de barro que no sabe aguantar las primeras lluvias? Es mucho peor un dolor de muelas.
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Un pedazo de pan tirado en el centro de la calle llama a los gorriones y el perro se expresa con aullidos porque no puede salir de la cochera, en la que está encerrado, para cubrir a las hembras en celo. El humo dice que hay un guiso en la olla y que apetece. Los hombres caminan recien domados a golpe de móvil y euríbor. Hay un regusto de fruta podrida y beatas al lado de la iglesia, y los gatos se estiran porque van a morir y aún no lo saben. Un tipo me tutea entre sonrisas y sé que no le conozco de nada, pero me cae bien. Me acuerdo de Mesanza y pienso en Rusia. Un llanto llama al miedo indefinible y acaba de subir el precio de las manzanas golden. Aquí no hay pantanos, pero se cierne una gula de algo como una fiebre. Un tipo suda transportando unos fardos de papel…
¿Imaginas salir temprano a orinarlo todo? Orinar en la fuente, en la estatua del centro de la plaza, en el bar de la esquina, en el ayuntamiento, en la oficina del INEM, en la pescadería, en la lujosa tienda de regalos, en cada uno de los cajeros automáticos de las oficinas bancarias, en la agencia de seguros, en la sala de urgencias del hospital… salir como un perro a marcar el territorio desde primera hora… por aquí pasé y que se sepa, que lo sepan las hembras y los machos acojonados, que por aquí pasé yo a primera hora de la mañana… salir como un perro a olisquearlo todo, a saber si hay hembras en celo o si en la basura queda algo comestible… salir como un perro a ladrarle al de al lado y a enseñarle los dientes babeando de ira… “Todos, todos me miran mal… menos los ciegos, es natural”.
La tarde va tranquila y últimamente solo soy capaz de la mancha en mi prosa, manchas para una escritura impresionista o salvajemente abstracta. Y no está mal dejar que la mano corra cuando no se tienen las ideas demasiado claras, dejar que suelte pinceladas y conforme un conjunto extraño. Me gusta, coño, me gusta. Lo malo es que con esta forma dejo turulato al amigo Jesús Majada [lo siento, colega, pero es que ahora estoy así, torcido y picaflor, mandil y frenopático].
Saco una Coke del frigo y me la bebo de un trago largo. Pica la cabrona, pero me encanta, y pienso en José Manuel completando un par cinco en tres golpes o haciendo un albatros de veintitrés metros largos [es un tipo especial mi Josema campeón]. Y la tarde se hace verdugo y me obliga por un ratito a agachar la cabeza mientras andan embargándole la casa a algún colega. Europa es un misterio que no entiendo, un misterio que no necesito, como el embarazo de la virgen María o la mismísima trinidad.
Me gustan las mujeres con falda y caminando un par de metros delante de mí. No sé por qué. Me gustan los días de lluvia intensa y racheados de viento. Me gustan los pezones erizados bajo una blusa blanca. Me gusta leer a oscuras con un punto de luz. Me gusta que me guste mirar y no ser visto.
Vaya día. Ya vale.

Sunday, April 27, 2008

Miradas*


Mírame andar, que ayer me falló la rodilla y me fui al suelo. Estoy empezando a pagar mis 29 años de basket y todas las tensiones estúpidas a las que sometí a mi cuerpo, pero me lo pasé de puta madre.
Mírame andar sin que te vea, y notarás cómo me he puesto viejo, cómo mis hombros caen y mis pies arrastran, pero me lo pasé de puta madre.
Mírame andar sin que te vea y sin que te sienta, y verás como migran los pájaros, cómo la luna busca un desfase entre nubes, cómo la orilla del otro lado se acerca poco a poco, cómo la carne crepita y huele, cómo no importa lo que fue y sí lo que haya de venir… Mírame y piensa en una noche de alimañas y espíritus, en una controversia y en un absurdo, en el rastro del animal herido, en la feria incendiada de luces y un hombre solo, en la costra que protege la herida, en el pañuelo blanco… o, si quieres, mejor mírame con deseo, aunque me quede poco que ofrecer, o con ganas de morderme el muslo, o con incontinencia por hacerme la boca nueva… me da lo mismo siempre que no me mires con conmiseración. Mírame, en todo caso, para que pueda quedarme a vivir en tus ojos un ratito, para quemarme con tus rayos de láser, para dejar caer tus bombas atómicas sobre mi espalda sin que yo sienta nada… pero que presienta.
Mírame andar y verás el pasado completo del hombre, el medioevo de un gesto común, el justo instante de la ira antes del combate, el pretacto de amar, la sensación de vértigo de quien penetra y sale, el agosto del cuerpo, la líquida lujuria de un hagámoslo ahora, el antiguo régimen, el nuevo, el renacimiento entero y las postmoderna cojera patizamba de mi pierna izquierda.
Mírame andar sin que te vea y sabré que me miras, porque hay un hombre igual que yo que pervive en tu sombra y la alimenta.
La soledad es un arte mayor que me fascina.

*[Debo dejar de leer a Oliverio Girondo... o debiera pohibírmelo mi médico de cabecera]


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Las mandarinas se pelaban con la mano y quedaba el perfume durante horas mientras en la tahona del tío Jerónimo se hacían hornazos fuera de temporada. Todo era blanco en aquel subsótano, que daba al río, en el que el calor del horno y el penetrante olor a cualquier cosa recién hecha lo configuraba en paraíso menor y subterráneo. Las bandejas, renegridas de los miles de horneadas que habían sufrido, se apilaban como pizarras viejas sobre unas enormes estanterías de madera burda. Allí se hacía todo lo que pueda imaginarse que necesitase un horno de leña: tostones asados, mazapanes, polvorones, bollos de infinitas formas, pan de pueblo, magdalenas con azucarón, bollas, mojicones, colines, chiquitillos, milhojas, empanadas… y el tío Jerónimo lucía una boina blanca, un mandilón, una camisona regazada y su eterna colilla de tabaco de liar colgada entre los labios. Era brusco, pero tierno; callado, casi hermético… y de vez en cuando me decía: ‘pilla una pasta, Felipón, que están calientes’. Yo le sonreía y pillaba un puñao de aquellas pastas de nata con formas de corazón, estrella, luna, conejito… y me las comía sentado en el escalerón de piedra. A veces, sin venir a cuento, le gritaba: ‘¡Tío Jerónimo, ¿iremos a pescar?!’… ‘Claro, Felipón, el domingo a las siete te quiero ver en la gasolinera de Bernal con la pesquera al hombro, que esta semana hay trepa de bogas y vamos a ir a las chorreras con cinco anzuelos… van a engancharse hasta por la cola, ya verás… pero esta vez no te pongo yo el cebo, eh, que tienes que aprender… y lo mismo hasta pillamos algún barbo grande o una buena trucha, que el tío Jerónimo es un campeón.’… y seguía amasando rebozado en harina, y a mí me parecía que Dios tenía que ser igual que el tío Jerónimo… Y se murió un día, no sé de qué, y se me borró de la memoria como por arte de magia, y hoy ha vuelto a visitarme, sin más, con la tía Eugenia y su moño trenzado.


Sobre la piratería y las descargas ilegales.


Quiero recoger aquí un texto que ha dejado mi hermanito Paco Ortega en su Myspace, y lo dejo para que corra y se lea, para que quede patente, para que duela y para que, si es posible, se haga algo por descubrir a esos émulos de la cultura del ladrillo en la música.

"En mi opinión, la situación de crisis que vive la industria de la música no solo es consecuencia de la piratería y de las descargas ilegales. Es más bien el resultado del saqueo al que, desde hace muchos años, nos vienen sometiendo otros "piratas" de los que nadie habla. El coste desmesurado e injusto de la promoción, los altísimos márgenes de algunos intermediarios, el poder de las radiofórmulas y el secuestro al que someten a artistas y obras... y unas compañías multinacionales serviles y sin imaginación. Yo estoy en contra de la piratería, pero no quiero que los verdaderos culpables de la situación se escondan detrás de las descargas ilegales. Creo que si a la gente, que sabe bien lo que quiere, se le da calidad y precio, y a los artistas se les ofrece respeto y pactos honrados y sinceros, cada vez serían más los que se sumasen a una tarifa plana que les permitiese tener acceso a la música que les gusta de una forma legal. "

PACO ORTEGA *

* Paco Ortega es músico, productor discográfico, compositor, intérprete y editor discográfico. Dirige sellos como "Musigrama" o "El Pescador de Estrellas" y es el detonante del bellísimo proyecto "Libertad 8", que promociona, publica y lanza a nuevos y valiosísimos cantautores.

Saturday, April 26, 2008

Los membrillos robados.


Recuerdo los membrillos robados en una huerta alta que había junto a las escuelas de Filiberto Villalobos, eran enormes y amarillos, y dejaban la boca rabiosa y la lengua gorda. Yo me sentaba a mirar cómo se oxidaba la mordida en aquella carne entre blanca y crema, justo hasta que tomaba un color marrón oscuro. Eran días chiquillos de baterías a pedradas y luchas intestinas que no llevaban más que a la gravedad de una pitera o a las rodillas magulladas. De aquellos días me quedan recuerdos como tesoros que suelo abrir en las tardes de calor y soledad para enredarme en ellos… los días don Sabino de capón y reglazos, las interminables tardes de taba y escondite, las mañanas de fútbol con pelota de goma en El Solano, las horas minicares y las de indios de plástico, los fines de semana en El Regajo con medio colón de pan y una libra de chocolate Suchard, las primeras novietas subiendo a El Castañar cargando el comediscos y el álbum de los singles con temas de los HH, de Nino Bravo, de los Sirex, de Aznavour…, las sandías en verano, los helados al corte y los polos de hielo, las tardes Murallón, el cine del domingo, los castigos, la caja de compases, la canadiense nueva, el cisco, el almidón, el caño de la plaza, los túneles secretos, el tren… Vivíamos con descaro y el tiempo era perfecto.
También llegan ahora las blancas saponarias [tenían un toque malva] con las que nos lavábamos las manos después de los partidos de fútbol en El Castañar, la lujuria en los ojos del rosa digitalis orlando los caminos, la achicoria silvestre, los plántagos [siempre me hicieron gracia esas flores sin pétalos a las que imaginaba seres de otro planeta], los geranios de campo con sus verdes pináculos apuntando hacia el cielo, los dientes de león [nunca se me olvidó que su nombre científico es ‘Taraxacum dens leonis’], las ortigas, los tréboles, las malvas, la morera del parquecito de La Cruz de los Caídos con la que alimentaba a mis gusanos de seda, la menta, el tomillo, el serpol, los juegos de umbelíferas, las euforbias lechosas, el musgo, los castaños rendidos de candelas blanquísimas, los plátanos enormes del parque, la hierbabuena, las espigas que fueron flechas de mil batallas, los gallarutos gordos, las bellotas, la mimosa de arriba, el ficus del balcón, las castañas asadas, las amapolas rojas, la cymbalaria, el thymus, el cantueso, la salvia, el romero… de aquel lujo botánico me vino la impaciencia de querer ser biólogo y la dura Botánica de mosén Casaseca me dejó en el camino con su Bonnier, un herbario de 2.123 especies y un edelweis robado de Los Picos de Europa en el 76… y no habría sido un mal biólogo, que lo sé a ciencia cierta, porque yo era curioso y quería saber, y hacía disecciones en casa de mis padres, y trabajaba mucho preparando esqueletos con perborato sódico, y guardaba animales metidos en botes de Nestcafé con alcohol, y me hice un terrario e intenté un hormiguero, y me leí a Oparín y su origen de la vida, a Karl Von Fritch y el comportamiento de las abejas, a Timbergen y su postulado sobre la etología, a Konrad Lorenz y sus estudios sobre el comportamiento animal… pero Casaseca y su discípulo Javier [que creo que era de Valero] me jodieron un futuro de ciencia cuando casi ya lo tenía en la mano, pero no importa, pues reconozco que solo me entregaba en las materias que realmente me resultaban apasionantes [me jodían la Física y la Química Orgánica, la Citología e Histología me dejaba disperso, la Bioestadística me mataba de risa y la Microbiología me enseñó que la gente medraba de lo lindo en la universidad].
Y lo mismo le tengo que dar las gracias al señor Casaseca por traerme hasta aquí, aunque lo hice, por lo menos, con cierto vocabulario científico y una extraordinaria confianza en la observación y en la lógica. De los que allí triunfaron [se pueden contar con los dedos de una mano los que pasaron aquel filtro botánico], hoy solo conozco a grises profesores de instituto y a uno que se quedó de rata de departamento, y sigue en ello como un cabo furriel o un bedel triste… y yo no habría resistido en ninguno de esos casos.
Joder.

Friday, April 25, 2008

El diapasón del día me pone espantapájaros.


Para esta luz de hoy [el día está explosivo] quisiera algunos árboles azules que filtraran la sombra hasta mis ojos, un pedestal de musgo fresco y mullido, un pulmón sin tabaco mientras el otro fuma, alguna falda corta –alguna falta–, la comida untuoso de un restaurante al aire y un olor a fritangas, la ictericia en ojeras de mis gafas de sol, el umbral de una piel con calor y humedades, unas medias de nylon reptando unas rodillas, un peine de carey, los labios de anticuario de una mujer de entonces, alguien que venda flores, un plumier, un haber fornicado que se arpegia en sonrisas de alguna cara virgen, un naipe de Fournier, un tocarse temblando, un gesto vigilante mientras la mano ocupa su táctil atención en un mar de satén, una brújula loca, una esquina, un traspiés, unos pezones vivos trazando en una blusa su sísmico vaivén, los bajos de una mesa, el vientre del Edén, el asfalto meloso y el grillo de los pies, el ópalo, el jengibre, dos nalgas de mujer moviendo el mundo entero, el siniestro apostarse de un celo en la pared, doncellas que se bañan, un desmayo, un ciprés como El Greco, abanicos, café, guijarros, aquelarre, laxitud, leña, senos, cotangente con uñas, abstinencias, Chartreux… y también malabares con cuatro certidumbres, y asesinatos simples, y una promiscuidad, y cometer la tarde en un conmigo largo, y averiguar tu impulso, y apagar el charol.
El diapasón del día me pone espantapájaros, me humilla entre los mirlos, me olfatea y, después, me muestra como un filme la caricia y el beso, el arco y el tanteo, el enervarse, el frío-escalofrío y el calor de después.
Va llegando ya el tiempo en el que son los cuerpos el idioma mejor, y yo escucho silente su blup-blup, su chuparse, su palparse, su olerse, su respirarse, su acoplarse, su estirarse, su inflamarse…
Pero es todo una isla, un sueño, un tobogán, un algo inexistente para esta mansedumbre de dormir empapado… ¡Qué le vamos a hacer!



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Como en un voy a misa, devienen muertes trágicas que a uno le hacen pensar o le previenen, y el pitín se te arruga hasta esconderse en un ‘palporsi’… y es que la jodida muerte acojona y pone de rodillas y mirando al cielo al más coquino de los mortales; pero no hay que dejarse, ni hay que aflojar, ni mucho menos hay que ponerse místico y echarse en las sudadas manos pimpollas de los pastores de Cristo. La muerte es una putada segura, y por ello hay que llevarla a la espalda más como unas alas que como un fardo. Digo esto porque acabo de ver a Ángel salir de la iglesia de El Salvador como arrugadino, como con esa cosa de andarse gritando por dentro “¿Era esto, Dios?”. Claro que era, colega, y tanto que era y seguirá siendo, solo que a unos les cunde el tiempo y no lo aprovechan, y a otros les cunde la vitalidad y se la comen en un respirar torcido.
Morir es natural y necesario, uno de los actos más sensatos de la naturaleza y, quizás, una de las mejores oportunidades que nos ofrece la vida para gozarla… pero no hay que preocuparse, coño, que ya está demostrado que la materia no se destruye, que solo se transforma, y qué bonito es eso de ser la ‘pupa’ que aparece de pronto convertida en delicada mariposa, que hay que verlo así, que hay que verse bioquímica y proceso, que hay que saberse muriendo cada día en la uña que crece o en el cabello que vuela al viento ya sin raíz. Somos un constante proceso de muerte porque somos una hermosa explosión de vida, y no hay que acojonarse, coño, no hay que acojonarse.
Bueno, por el dolor quizás sí.

Wednesday, April 23, 2008

La Dríade.


Hoy recibí un montón de insultos serios y algunas amenazas [anónimos todos, claro] por llevarme bien con Francisco Montero. Por esta razón, y para evitar la exposición al público de los ataques anónimos hacia Francisco en esta bitácora [que a mí me llamen ‘puto gilipollas’ y otras lindezas similares, fíjate tú, me toca los cojones a estas alturas], he decidido volver a habilitar el filtro en los comentarios. No creo que esta plataforma sea la adecuada para dar salida a la ira anónima contra Francisco, especialmente porque a mí no me da la gana, ¿vale?
Corto y cierro.
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Me encanta la figura de la Dríade de Andersen [un hamadríade que moraba en un castaño y decidió sacrificar su vida para conocer París y luego morir], su decisión de cambiar el tiempo por la pasión del conocimiento, su desprecio a la estancia y su huida. De chiquillo tenía un cuentín troquelado que narraba la historia de la Dríade y yo lo guardaba como oro en paño tras la puertecita de madera de la mesilla de mi alcoba, escondido entre los zapatos y las cajas medio vacías de betún… era la posibilidad de huida… pero se perdió un día, no sé cuándo, y fue sustituido por las aventuras de Pumby, y luego por los clásicos de aventuras de Bruguera, y luego por las historias de Allan Quatermain, y luego por la serie “Fundación” y el “Yo, Robot” de Isaac Asimov, y luego por las desquiciadas huidas de Lobsang Rampa y su “El tercer ojo” de la mano terrible de China, y luego por el joven Werther, y luego por “El lobo estepario”, y luego por “El shock del futuro” de Alvin Toffler, y luego por la “Eva al desnudo” de Mary Orr, y después de todo y tanto, por las cosas de Gabo o de Elías Canetti, por las de Terenci Moix o las de Juan Madrid, por las de V. Montalbán o las de Borges… y el círculo de fuego terminó llevándome a Ovidio, Horacio, Propercio, Catulo, Marcial… y entre medias a la poesía, que fue como una herida y hoy es exactamente como la Dríade de Andersen [un hermoso y jodido intento cambiar tiempo por pasión de conocimiento].
Así, puedo concretar que estoy hecho de los libros que me han edificado y me han hecho soñar, que me han alimentado y me han dejado absolutamente vacío [y también lleno], que me hecho enfermar de casi muerte y que me han sanado con una sola palabra suya.
El universo de cada uno de nosotros se hace posible en la lectura acumulada, y no solo el universo real, sino esos otros universos en los que vibramos como lo hace la luz.
Leer es delicioso. Leed y lo sabréis.


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Volviendo un ratito a mi entrada de ayer…
Hay un párrafo del primer manifiesto socialista que me encanta: “Queremos la organización de la propiedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras y la enseñanza integral, porque es la organización que corresponde a una sociedad de hombres libres e iguales. El Estado obrero no puede ser otra cosa que una delegación para la administración de los intereses sociales, sin facultades arbitrarias, responsables y revocable en todo tiempo y lugar. El trabajo debe organizarse de modo que, siendo los instrumentos propiedad común de la sociedad entera, sean usufructados por las colectividades obreras que los hagan directamente producir; y esto, mediante un triple contrato que garantice a la sociedad el uso científico de dichos instrumentos y su renovación, impida el monopolio y garantice a cada trabajador el producto íntegro de su trabajo. La enseñanza debe ser integral para los individuos de uno y otro sexo en todos los grados de la ciencia, de la industria y de las artes, a fin de que desaparezcan las desigualdades intelectuales en su casi totalidad ficticia, y que los efectos destructores que la división del trabajo produce en la inteligencia de los obreros no vuelvan a reproducirse.”. Me encanta porque contiene la idea primigenia que debe dar lugar a una sociedad nueva y no vencida por la diferencia.
Toda idea nacida para el progreso del hombre debe ser disfrutada por todos los hombres en un beneficio común y sin aranceles de corte liberal. Un medicamento que sane o que quite el dolor no debe ser objeto de beneficio económico y tráfico jamás; un instrumento que sea capaz de aportarnos nuevas capacidades en cualquier campo nunca debe estar bajo las manos de los mercaderes, es por ello que me parece tan importante la intervención del Estado, primero en tomar las decisiones precisas de lo que debe ser de uso universal y luego en tomar con energía las riendas de todo lo que no debe ser susceptible de mercadeo porque pertenece a la herencia de la humanidad, y asumir el control y asegurarse en la gestión que toda esa valiosa herencia del hombre llegue con garantía a todos los hombres.
El primer control, el fundamental, es el de la economía, quitando el poder del dinero de las manos privadas y anulando su ‘subvalor’ de mercadería [el dinero debe servir para ajustar y facilitar el intercambio de bienes, objetos y servicios; pero nunca para ser por sí mismo objeto de mercado y, por tanto, mecanismo fundamental para manejar –mal o bien– el poder, que solo debe depositarse en manos del Estado].
El capitalismo salvaje nos ha dejado en una situación poco menos que curiosa –por no llamarla tremendamente alarmante–, ya que el control de los grandes movimientos en el mundo ha quedado en manos de los grandes poseedores del dinero, que se sienten en situación de ventaja sobre los gobiernos y son capaces de forzar situaciones y de propiciar tomas de decisiones que no se ajustan a una lógica humanista, siendo el estado de las cosas el de que lo tangible, lo que realmente contiene el ‘valor’, ha perdido toda su potencialidad frente al tráfico y al mercadeo del dinero/papel [que nació con la sola misión de ser puente de intercambio]. Las grandes empresas cambian de manos por un movimiento en Bolsa sin precisar más que su estado al alza o a la baja, y el dinero pasa siempre de unas manos que no producen a otras que tampoco lo hacen, lo que trae como consecuencia ese poder virtual en el que el ciudadano normal no tiene nada que hacer ni que decir por mucho que se acerque a las urnas un par de veces al año a depositar sus votos.
Es obligación de quienes representan a los ciudadanos volver a tomar el poder en sus manos [que son las de todos] y gestionarlo desde los ‘valores’ tangibles, marcando los niveles máximos de ganancias de las diferentes sociedades mercantiles y apoyando a las que por razones de beneficio social tiendan a acumular pérdidas. Y junto a ello, se debe hacer un profundo análisis de la peligrosidad que contiene la propaganda que los dueños del dinero filtran sibilinamente en las redes mediáticas para tener adormecidos a los ciudadanos y agarrados por los huevos a los gobiernos, y con ello controlar el consumo y su fiebre destructora, y desde ello estudiar el mejor reparto de los bienes en base a un bienestar común en el que nadie pueda bajar de unos mínimos muy bien determinados.
Ése es el mundo que quiero, por más que haya que pulir la idea y por más que haya que filtrar el currículum necesario para poder ser líderes políticos. Y que el ciudadano tenga la capacidad de crítica y la posibilidad de propiciar cambios según mecanismos bien engranados que no afecten al decurso ideológico ni al estado real del avance político y social.


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Y que va acabándoseme el día superhits Maldonado, mientras el personal se ha ido en masa a comprar al Carrefour de Plasencia [los extremeños no celebran comuneros] para que las cosas les valgan igual que aquí, o más, porque hay que sumarle gasofa, comida de menú del día, cañas con tapita y alguna chuchería para los críos. ¿Hay crisis? No, para muchos no la hay… en fin. Y movida de golf arriba, en la cafetería del hotel, con entrega de premios del campeonato “El rincón de la condesa” y merendola a lo hoyo 20. Imagino que entre los del golf no estarán los que han insultado al amigo Montero y a mí mismo por coment anónimo en mi bitácora esta mañana, ni quizás en el hotel, ni seguro que entre sus trabajadores, ni entre la gente de La Covatilla, ni entre los que le sirven material a sus empresas, ni entre los que llenan sus bares y restaurantes los fines de semana de nieve, ni entre los de Premysa [aunque se haya ido de allí por razones que alguien debería explicar un día]… ni los que viajaron temprano hasta Plasencia esta mañana [en eso iban a pensar ellos]. Hay demasiada gente por aquí que no debería quejarse de la presencia del colega, y también demasiada que debiera tener el detalle de preguntarle cómo van las cosas y si hay que echar una mano [aunque mejor no, que lo mismo se la echaban al cuello, que aquí somos así]… otro en fin… y hay una nube negra estampada en el cielo como una cucaracha, y el campo ya está verde, como mis ojos verdes y mi mirada verde; y vuelan los milanos al final de la tarde, y luego juega el Barça…
Es la hostia.

Tuesday, April 22, 2008

Sobre el socialismo democrático.


El socialismo democrático al que pertenezco por ideología [que por principio no es revolucionario, pero tampoco es esa socialdemocracia de libre empresa] se basa en la intervención pública en la economía y en el control del sector privado, lo que exige un presupuesto muy medido de ideas claras sobre las que hacer política. Y es en esto en lo que parece que Jesús Caldera tiene que abrir trochas nuevas.
Mi percepción del asunto, mi percepción de tipo escondido en el culo del mundo al que solo le arañan un poquito las circunstancias políticas reales, es que se debe trabajar fundamentalmente en política social sin poner excesivos acentos en las falsas igualdades [esas que no existen por fisiología], esos acentos que hacen que las balanzas cambien de sentido de forma artificial [me refiero a la cuota femenina, por ejemplo, o a la igualdad de oportunidades en los casos de minusvalía…], y que nadie me mire mal y lea bien, que me estoy refiriendo a las ‘situaciones forzadas de forma artificial’, ésas que pueden traer en sí mismas opciones de injusticia a la contra.
Creo que el futuro del socialismo debe caminar, a grandes rasgos, por los caminos de la protección de las personas en todos sus ámbitos [salud, educación, trabajo, vivienda, igualdad tomada como no discriminación –ni negativa, ni positiva–], control de la economía con intervenciones en la banca [creando bancos sectoriales participados por el Estado y armando una estructura crediticia que se ajuste con razón y justicia a los diversos grupos sociales y a sus economías]; controlar el sector privado, especialmente el que contiene potencia de variar sensiblemente el decurso económico y/o el social [vivienda, transporte, nuevas tecnologías, combustibles orgánicos e inorgánicos, materias primas de uso básico en alimentación o similares…], marcando precios máximos y mínimos, así como escandallos de beneficios permitidos, producción con relación a un consumo natural y no forzado, gestión de reservas y fomento de la investigación participada por lo público siempre; trabajar en una ley de enseñanza nueva y moderna basada en procesos intuitivos y que propicie individuos capaces de gestionar información [no de acumularla] con criterio propio, de tal forma que nuestros muchachos y muchachas cumplan unos mínimos de actitud y aptitud crítica que les propicie salir al mundo del trabajo con ideas propias y no con prediseños materiales vacíos; propiciar el manido ‘mundo sin fronteras’ en el que cualquier hombre pueda acceder por sus valores y capacidades a participar en nuestra sociedad sin barreras de sexo, raza, religión, procedencia o ideología; conseguir que el hecho religioso se encierre en lo individual como opción libre y que ninguna sensibilidad espiritual sea patente social o política ni, por supuesto, suponga discriminación o patente de corso; trabajar por el pleno empleo y trabarlo en pautas de idoneidad por formación y por pericias, propiciando la igualdad de sueldos y evitando que la ventaja genética suponga un beneficio de quien la posee [pagar por responsabilidad y por resultados está bien, pero también hay que igualar el pago de las horas de trabajo común en todos los sectores, estableciendo máximos en términos de vida desahogada –sin llegar a la inmoralidad– y mínimos en términos de vida digna; proteger la cultura y la ciencia como un valor de Estado, procurando que llegue a todos por igual y protegiendo a las grandes mentes para fomentar su creación con medios y tiempo [trabajar para eliminar las mafias culturales y científicas, que fundamentalmente llegan del medio universitario, y propiciar que sea el Estado quien gestione íntegramente los medios y los mimbres de la cultura y la ciencia]; proteger con decisión a las minorías débiles, fomentando su participación y su bienestar sin que ello suponga discriminación al resto de la sociedad hábil; potenciar las nuevas tecnologías y las energías limpias, apoyándolas con firmeza y castigando con dureza el mal uso de los recursos energéticos y sus efectos sobre el medio.
Para todo ello sería preciso que el socialismo democrático formase a sus cuadros con severidad y con empeño, y siempre en base a una ideología muy elaborada, con fines concretos y perfectamente medidos y también con disposición a dar participación en la gestión, el diseño y la toma de decisiones a personas con capacidad demostrada e ideologías distintas; que se trabajase en la concordia y en una política de brazos abiertos que hiciera de las legislaturas comunidad unida y no guerra abierta.
Ayuda mucho a comprender la posibilidad de futuro el excelente trabajo “De la esencia y valor de la democracia”, del admirable Hans Kelsen [publicado en castellano por ‘KRK pensamiento’], en el que se averigua que puede existir una buena democracia [a pesar de que Kelsen expresa con claridad que “solo desde la ingenuidad o desde la hipocresía puede pretenderse que la democracia sea posible”, lo que nos da una idea del extremo utópico que conlleva tal sistema] si se trabaja en parámetros de realidad y se da la condición de imprescindibles a los partidos políticos, si se cuenta con la figura del Parlamento como clave irrenunciable de gestión y legislación, si se eliminan totalmente los privilegios y la impunidad, si se fortalece el concepto y la práctica del referéndum y si se respeta la iniciativa popular [¿demasiadas cosas que deben concurrir, no?]. Propugna también H. K. que para llegar a un entendimiento positivo debe contarse con “una sociedad relativamente homogénea desde el punto de vista cultural y, en particular, una misma lengua” [es curioso, como poco]. También insiste con cierta vehemencia en que la ley debe ser administrada excluyendo la influencia de los partidos políticos [piénsese en la situación actual] y en que ha de diferenciarse netamente entre la igualdad impuesta [que lleva a la dictadura] y la libertad [entendida desde su punto de vista liberal, que no comparto, pues creo firmemente en que se puede usar el control político para llegar a una alta cota de igualdad sin la necesidad de llegar a lo totalitario y a la falta de libertad]… me gusta, sobre todo, cuando dice que hay que hacer caso a las minorías porque no están absolutamente equivocadas.
Visto el asunto desde la sobresaliente mirada de Kelsen, queda claro que los partidos deben batirse en el terreno político aceptando las condiciones del sistema y mejorándolo, siendo exquisitos en el cumplimiento de esas condiciones y aceptando, en su caso, el que otras ideas sean las imperantes, lo que no quita para estar bien armado ideológicamente y poder así tomar el poder de la mano del pueblo [cuando éste así lo decida] y poner en marcha de inmediato todo el mecanismo ideológico amparándose siempre en una voluntad de consenso, diálogo positivo y colaboración leal.
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Lo que no sé aún es cómo de pronto me ha salido una suerte de ponencia política, yo, que hoy me he cruzado con un perico que me ha dicho “Adiós, Antonio”, con otro que me ha enseñado una tarjeta de boda mientras me explicaba como con dolor que se tendría que hacer un traje, otro que me ha saludado a voces desde su partida de cartas y con un copazo en la mano, otro que me ha rogado que no fume por el bien de mi salud, otro que me ha ofrecido su inestimable apoyo en el proyecto de escuelas africanas, otro que me ha recomendado no pagar los recibos de una máquina que me está dando mil dolores de cabeza en el taller, otro que me ha llamado para decirme que nos han vuelto a entrar en el local de MPDL de la calle Colón [fui a verlo y nos habían roto la cerradura y el tirador de madera, además de mearnos la puerta de lado a lado, nada más; otro que quiere que le publique un libro con sus cosas [y que lo pague yo, jajajajajajaja], otro quejándose de lo mal que van las cosas… ¿Cómo cojones me ha salido la perorata política?
No sé.


Monday, April 21, 2008

Un chien andalou.


‘Un chien andalou’ se cierne sobre mi cabeza [se están realizando unas jornadas andaluzas en el restaurante que hay encima de mi imprenta, unas jornadas de acedías, chocos, soldaditos de pavía, rabo de toro, pescaíto frito y gambas de Huelva, vinito fino y catavinos], y llueve de mareo, como un mar cantábrico, y en el nublado no hay posibilidad de que un cirro afilado corte el ojo derecho de la luna. ‘Le chien’ hace gárgaras con el agua de lluvia mientras espera a que despeje para aullar una soleá o para ladrar una canción de espejos y navajas.
No sangre, nunca sangre, ni sangre Buñuel… pero sí saliva, una saliva densa y blanca para dejar el vínculo de lo desoxirribonucleico más Watson&Crick… saliva que contenga todo el pasado del hombre en un giro helicoidal, saliva para compartir y mezclar, para estar como prestada en otra boca o en otro sexo; saliva para dejar el rastro y hacernos tan eternos que jamás pueda morir nuestra impronta…
No sangre, nunca sangre, o solo sangre del suicida ordenando sus cosas en los cajones, cerrando carpetas y escribiendo la nota final: “No fui yo, que fuisteis todos vosotros…” o “No quiero despedidas, ni lágrimas, ni gestos. Solo olvido”. Y luego el rito, la cuchilla en el brazo bajo el agua templada o el sedante fortísimo en su dosis letal o la soga o el mar llamándote en el acantilado o el vacío del puente o un remix barbitúrico o el metal en la sien… da igual… pues quedó la saliva, densa y blanca, en otra boca o en otro sexo, archivando el pasado imperfecto del hombre universal.
Arriba se pide a gritos una ración de gambas, se ríe a borbotones, se bebe a tragos largos… y aquí la soledad perpetra un verso de rima faralaes, un recuerdo limoso de otros versos de guitarra rasgada que ya escribí una vez:

Mi silla es el ataúd,
mi cuerpo el muerto…
tus ojos son el sueño
cuando despierto.

Cuánta tristeza…
saber que en otros brazos
te desperezas.

Y hay un naufragio de esqueletos con dos cuerpos al pairo, un crisantemo estallando sobre un túmulo, una luz natural que fosforece en farolas San Telmo, una cruz hecha trizas por los chapines rojos del Papa Benedicto haciendo su ballet, un crémor tamarindo para calmar las dudas, un índigo alarmante en las sacerdotisas, un rubor premortal… y los pies encogiéndose buscando el frío último [dicen que en la premuerte hay siempre un notorio encogimiento de pies].
Me desperezo y un bostezo me trae los ojos Metrópolis, esos ojos Fritz Lang del 27, ojos Thea von Harbou, ojos Marx, ojos Babel, ojos Rottwang… ojos para cortar con la navaja de cachas nacaradas, ojos de Ana bostezando por un sueño de antesdeayer.
Y volver a pensar en que habrá de escampar para rehacer los versos aquellos que escribí en un septiembre:

Mujer, hoy, decaída,
me lloras en el hombro
y son tus ojos achinados
bellas postales
después de la tormenta.

Me fascina todo lo decadente, la sorpresa del lujo que derrocha finales, el acabarse estético de un mundo que se glosa y expira, la explosión que es asombro para hacerse destrucción al instante, la escena que celebra que ya no habrá despensa, ni habitación, ni casa, ni siquiera estaciones con sus contrastes… lo decadente y su indecencia feliz.

La memoria es un vasto reflejo,
unas gafas
y un resto de ese olor a calamina quemada
que sirvió en otro tiempo
para armar el futuro.

Entonces
cada virtud alimentaba un defecto
y cada herida
una daga con la que sanar.

La libertad de todos
se supo concretar
en la dura prisión de cada uno.

Y saltar sobre los charcos para decirle al mundo que estás donde la lluvia no es capaz de filtrarse, donde sobra lo que haya de venir, donde maduran los hombres al mismo ritmo que las bayas amarillas, donde se puede hacer crecer un arco iris, donde se completa el círculo y comienza la esfera, donde lo cóncavo es igual que lo convexo, donde no hay paralelos porque todos los puntos se comparten, donde el brillo en los ojos y el carmín en la boca, donde la asimetría esconde el par, donde salpicar y salpicarte hasta la humedad total… y compartirte, y darte, y tenerte, y reír como la vieja sin dientes que se sienta en los escalones de la iglesia.

Sunday, April 20, 2008

Nautilus belauensis.



El viejito, que tiene el cuerpo enroscado como un nautilus belauensis, como traído hacia sí mismo, ya perdió la cabeza hace unos años, pero no era notorio, pues caminaba tranquilo con su bastón tres o cuatro metros detrás de su esposa y no le dirigía a nadie la palabra. Fue hace unas semanas cuando empezó el escándalo de su siroco senil y hasta hoy no ha parado.
Yo lo supe porque hace unos días que me paró en la calle, justo al lado de la puerta de mi imprenta, y me exigió a voces que le entregara una bolsa de cemento blanco. Le expliqué con paciencia que podría darle papel o cualquier otro material de imprenta, pero que cemento no tenía. Él insistió muy airado, blandiendo su bastón amenazante y gritándome que no tenía caridad, que yo era millonario y tenía mi almacén lleno de cemento blanco, que le diera una bolsa llena o que se liaba a garrotazos conmigo. Intenté calmarle, pero cada una de mis palabras multiplicaba su ira y hacía que sus movimientos tomaran velocidad y fuerza. Me deshice de él como pude, entré en la imprenta y cerré la puerta. El viejito estuvo como un cuarto de hora dando golpes hasta que tomó el relevo con un tipo que iba a guardar el coche en la cochera de enfrente.
Hace dos días, bajo un auténtico diluvio, apareció por el centro de la calle cargado con un hatillo de tablas, unas barras viejas de hierro y un carrito de la compra oxidado. Venía absolutamente calado y le dije que se metiera en un portal a esperar que parase el aguacero. Me miró fijamente y me urgió a que le diera una bolsa de cemento blanco, y yo volví a explicarle con mucha paciencia que no tenía cemento. Me amenazó soltando todos los materiales que llevaba en la mano justo al lado de la puerta de la cochera que hay enfrente de mi taller, con tan mala suerte que, mientras discutía conmigo, apareció un tipo que quería sacar su coche de aquella cochera y, sin preguntar, lanzó de una patada las tablas y los hierros al centro de la calle. El viejito me dejó inmediatamente y corrió hacia la cochera diciendo: “ahora verás, ahora verás…”. Se desabrochó la bragueta, sacó su miembro y se dispuso a orinar sobre la puerta, pero de pronto comenzó a granizar con mucha fuerza… y el viejito dijo: “te vas a enterar, coño, y encima esto…”. Cruzó la calle con su miembro en la mano y se guareció en la cochera de enfrente, que tiene su puerta de madera bajo un quicio de piedra, y allí depositó una meada larga y casi artística mientras gritaba: “¿No me dais cemento blanco?, pues yo os doy meada…”. Me asomé para intentar calmarle y me miró girando su cabeza y diciendo: “Perdone, señor, es que no me dan cemento blanco”.
Ayer volvió mientras estaba con mi amigo José María en el interior de la imprenta y se pasó un ratito golpeando en la puerta y diciendo “¡señor, señor, señor!”. Luego lo vi en el hotel que hay encima de mi empresa exigiendo a los empleados con su bastón en alto que le dieran cemento.
Ahora mismo está llamando a mi puerta de nuevo… lleva ya como veinticinco minutos haciéndolo mientras grita: “¡Señor, señor, señor!, ¿me da cemento blanco?”.
Es fea la vejez y es humillante, y es cabrona porque vacía al hombre y lo hace ruina. Y yo no quiero estar así nunca, jamás.
No quiero, no me gusta la brasa sin la llama.
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Siempre me siento mal después del no reaccionar ante la voz de un hombre, aun a pesar de que sé que mi reacción solo complicaría las cosas [no hacerle caso a viejito termina dejándole calmado, y hacérselo le irrita y le pone frenético], pero yo me siento mal, hasta inhumano.
Cuando el hombre dejó de dar porrazos en mi puerta, pillé con hambre el ejemplar de “Entre una sombra y otra”, de Basilio Sánchez, que ayer me regaló José María, y me lo devoré con entusiasmo mientras descubría a un poeta magnífico y atinado, serio y capaz. Magnífico me pareció ‘Hay un hombre en l [[a orilla’ [“… Hay un hombre en la orilla / susurrando palabras / que no alcanzan apenas el borde de sus labios…”] o ‘Las horas sencillas’ [“… Es un hombre sencillo, me confiesa, / jamás sintió la necesidad de escribir nada.”] o ‘Sin memoria’ [“… Una a una, / parece que las sombras las ponemos nosotros.”]. Mil gracias, José María, por el estupendo descubrimiento y por la buena mañana que me has regalado. A veces pienso que vivir en esta oscura esquinita del mundo hace que me pierda demasiadas cosas buenas, pero siempre hay colegas como J. M. que me procuran espacios deliciosos don arder y en los que contenerme para seguir aquí, sin apenas buscar más que en mi cabeza y en mis impulsos.
Recomiendo encarecidamente la lectura de Basilio Sánchez.

MIRA CÓMO TE MIRO III*
[serie dedicada a Alberto Hernández]

*TRABAJO REALIZADO CON AGUADAS DE TINTA CHINA SOBRE PAPEL, PAPEL PRENSA, IMPRESIONES DIGITALES, DIBUJOS A TINTA CHINA Y CARBONCILLO, MI MANO Y LA CÁMARA DE MI IMAC.