Thursday, November 30, 2006

Allen Ginsberg


Día de absurdas marcas superadas: entre Ríchar y yo nos hemos cepillado el mateado de doce enormes lunas de templado cristal con un vinilo de puta madre. El saldo, un dolor de riñones espectacular y una sensación hermosísima de obrero radical y pirindolo.
(22:28 horas) «He visto a los mejores cerebros de mi generación...»... caer como aves con las alas rotas entre los juncos, ébrios por el dinero y locos por un ascenso en su miserable trabajo o destruidos por una mujer o por un hombre... Ah!, Ginsberg, las nuevas jodidas drogas los hacen aparecer humillados, vencidos hasta en su máscara, líquidos por dentro... y no los he visto aún morir y ya están muertos... Sería mejor verlos destruirse en alcohol y anfetaminas que encontrarlos así, esclavos de una producción que no pertenece a su mundo. Ellos también «atravesaron las universidades con radiantes ojos tranquilos», «se acurrucaban en ropa interior en habitaciones sin afeitar» o «hablaban sin interrupción durante setenta horas»... pero se dieron al infierno de sobrevivir sin acertar a convocar un final digno, se vistieron al modo de la época y encontraron todos los justos gestos de lo falso.
Los veo a diario, Ginsberg, y recuerdo que eran los mejores cerebros de mi generación.
Y yo intentando atender a mi musa.
¡¡¡Mierda de aullido!!!

Wednesday, November 29, 2006

Marco Terencio Varrón


Es la hostia. Durante la cena, con referencia a un colegio en el que han decidido no hacer el festival de Navidad con los críos, he escuchado decir al portavoz de la Conferencia Episcopal –poniendo una carita de imbécil que no sé describir bien– la frase: «¿Negar la Navidad...? [sonrisa estúpida]».
¿Qué pasa, que no se puede negar la Navidad?... Desde luego que no en el sentido más comercial y capitalista del asunto... quizás tampoco desde el absurdo de la jodida tradición... y aún tampoco en lo referente al marqueting del cristianismo milongo... pero sí que se puede negar desde la óptica profesional de unos profes que cobran por enseñar materias y conductas sociales y no por hacerle el caldo gordo a la más retrógrada y sangrante de las sectas conocidas... se puede negar por convicción agnóstica, por asco, por tristeza, por las jodidas diferencias que fomenta y produce, por la mierda que la sostiene y por la auténtica falsedad de su base –habrá que leerse las covenciones de los diversos concilios de Constatinopla y el de Trento para empezar a entender algo de esta matemática tan exotérica y faltona... promulgación de fechas claves en la supuesta vida de Jesús buscando unirlas con provecho a las fiestas y tradiciones paganas con el fin de ir ganando el acercamiento de los fieles...
Y ya puestos, además de negar la jodida Navidad en voz alta, baja y sin ella, también voy a negar a Dios –si es que puede negarse lo que no existe– y a todo lo que huela a él –claro, que no puedo negar a los que sibilinamente lo inventaron, a los que mansamente creen en él -Él– a pies juntillas ni a los que con vista de lince lo reinventan cada día.
Ojo, que respeto al hombre creyente, pero nunca a la masa creyente –me importa un pito el tipo de dios con el que se decida trabajar esta ecuación–, y por ese respeto a su afirmación de Dios, pido igual respeto a mi negación del mismo.
En todo caso, sí, rechoncho y blanquito amigo «portavoz», se puede negar la Navidad con la misma tranquilidad que se niega al unicornio, a la vida en Raticulín o a la suerte de una moneda que cae en la Fontana de Trevi.
Feliz diciembre, ínclito padre Martínez Camino.

Tuesday, November 28, 2006

Monique Ilboudo


Me gusta que las musas sean dispersas y tengan vida propia, que sufran y que gocen, que adopten sin quererlo una pose entre humana y vegetal –pues disfruto al regarlas con frecuencia o sacarlas al oreo de la madrugada–. No han de haber hecho nada especial para ser musas, pero deben sentirse como tales cuando lanzo mis dardos, es decir, conocer su hermosa calidad de musas y saber con certeza que son objeto poetizable y creativo.
Para ellas guardo mis mejores metáforas, los arrebatos líricos, los deseos más últimos y un claro sentimiento de que sean felices. Si en mi mano hay materia con la que construirles una casa en la playa o un castillo de arena, pueden estar seguras de parcela y entorno... sus problemas son míos, su tristeza me amarga, su dolor causa heridas profundas en mi cuerpo y su risa contagia una risa extranjera en mi boca de plástico.
Las quiero como son, nunca como quisieran ser, y voy creando un mundo donde vivir con ellas.
Aunque soy polígamo de soledad, en mi serrallo paralelo canta la favorita cada día un canto de sirena que me atrae como a un náufrago.
Sin mis musas soy nada... con ellas soy la nada... y hurgo en la diferencia.

Monday, November 27, 2006

Tariq Ali


Hay un rastro de cosas por hacer que me perturba: Lo hijos, un espacio donde arder y dispararse a la sien sin saber acertar un solo tiro. El trabajo, endiablada virtud de hombres que odio a rabiar y fuente absurda de desesperación y tiempo perdido. La poesía, ese cuchillo tan mellado últimamente. El amor, con sus breves traiciones y sus tontos regresos...
Ayer asistí como sin querer a la inauguración de un local en el que pululaba el «gran Béjar» con sonrisa de plástico... arquitectos, contables, secretarias, bancarios, ingenieros, políticos, vendedores de vinos... Un mosaico perfecto para un pequeño film del mejor Jacques Tati: los personajes justos para ser decorado, el decorado exacto para ser personaje, la luz de lunch, el azar rebuscado de miradas jugando a no encontrarse.
Saludé con mi mano derecha al alcalde en su visita al excusado, jugué a no dejar paso a una chica de moda, bebí como los ricos en orinal de vidrio un vino de ancha añada, probé delicias breves poniendo caras raras, abracé a un par de amigos, rogué postproducción en mi intento Premysa, regalé risas netas y complices miradas, hice algún chascarrillo con fondo de consorte, fumé de gorra y todo...
Hay un rastro de cosas ya hechas que me perturba, y no atino a acotarlo en palabras o en números... no sé si este mes será el último que cobre, el último que viva, el último que ame, el último que fume con justa elevación un Chester sin boquilla... no me importa.
El caso es que he aseado mi rostro, lo he pulido con la rapizadora de barbas endiabladas y se me ha quedado cierta cara de niño cabreado por la falta de un montón de caprichos.
Soy mayor y me siento en esta circunstancia algo más solitario.
La gente me da risa.
Me muero por no verlos.

Sunday, November 26, 2006

Nasir al-Din Nasir Hunzai


Ya va siendo necesaria una revolución en condiciones, una de aquellas con Bastilla o con Potemkin, una revolución de carritos de bebé rodando por escaleras, de sangre encharcándose y mezclando la miseria de los nuevos ricos con el triunfo de los viejos pobres –los ricos de siempre ya se ocuparán de irse a sus castillos de invierno a verlas pasar–. ¡¡¡Una revolución, coño!!!, sí, una que se cepille de un plumazo a los especuladores, una que no permita la presunción si hay pelas y la condena si no las hay, una que deje en camiseta de tirantes al gilipollas de corbata y traje de fina alpaca, en camiseta de tirantes y en calzoncillos blancos, una que se carge de un plumazo la cocina de diseño y las mingadas currucucú de todos los minimalistas mundiales... una jodida revolución con su estética de aquí se acabron los coches distintos y los ojos pagados para mirar y los oídos tapados para todo... una revolución sin colonia y sin jabón, sin cremas y sin aloe vera... una de agua clara y fría, un agua que despierte y despeje, que encienda motores sin más. ¡Ay!... aquella «Canción ritual que habla de España» del Pablo Guerrero que llenó mis días encendidos e incendiarios... «Tu cabeza está llena de bicicletas blancas, tu corazón un tren desbocado y oscuro. Por tus venas galopan caballos alarmados. Amas el sol y el riesgo, el fuego y el futuro. Islas hay en el tiempo donde vivir querrías y pueblos donde son las tareas comunes: En la escuela se aprende a manejar cometas y a vivir, que es lo mismo lo mío que lo tuyo. Y sales a la calle y la ciudad te niega, y dos y dos son cuatro y mañana hace frío y hay una chimenea debajo de tu cama y alguien dictando normas dentro de tu bolsillo. Y en la pared escribes tu granada de sueños, tu estallido de nuevos horizontes auroras. Y tu imaginación contra la gris costumbre pide: ¡la vida es nuestra!, ¡¡¡paraíso ahora!!!». Sí, coño, ¡¡¡PARAÍSO AHORAAAAAA!!!

(17:58 horas) Después del pasote currero del fin de semana –currando para «que me lo agradezcan»–, cabreado como un cura salesiano y sintiendo con rabia varios intentos de humillación profesional y personal de un par de pericos... cerré el garito a cal y canto y me leí a Raúl Vacas: «Al fondo a la derecha», una colección de sus artículos en «Tribuna Universitaria» que no me han llegado en el mejor momento –lo siento, colega– y su «Consumir preferentemente», con chulas ilustraciones de Pep Monserrat y una poesía ocurrente que me ha hecho sonreír y hasta pensar un ratito. Gracias al colega por aguantar mi cabreo con sus prosa, su versos y su tranquilo paso. Prometo un mejor día de relectura, que lo merece.

Sharat Chandra Chattopadhyay

¡¡¡Joder!!!... Trasegar con este minidiluvio y esta puñetera ventolera cien paquetes, como un repartidor o un digno butanero de los de «no hay polvo»... y luego aguantar la mediocridad iridiscente de los ampulosos nuevos ricos con sus violaciones pueblerinas a mis diseños gráficos... y luego mudar la color con el recadito plus encima del teclado... y después sentirme individuo... individuo de mierda.

Thursday, November 23, 2006

Jaime Gil de Biedma


(imagen del colega Victorino G.... gracias, hermano).
Calidez y buen rollito es lo que he encontrado en mis dos actividades salmantinas, la presentación del libro de Mamen Somar y la conferencia entre comillas para el equipo de investigación de la Universidad de Salamanca que coordinan Germán Labrador y Fabio R. de la Flor... Buen rollo de verdad y un ratito delicioso con Abraham Gragera –mi niño maestro–, con el impecable Raúl Vacas, con el espíritu más perdulario y hermoso de Fernando R. de la Flor, con Victorino –la imagen viva del entusiasmo y la rabia–, con Jesús Portal y sus gloriosos espacios vacíos, con Amelia Gamoneda y consorte –unos cielos–, con Germán y Fabio –potentes siempre en la expersión y delicadísimos en las formas–... y tantos otros colegas que me hacen importante por su mirada y su afecto... Os quiero a todos, coño... os quiero.

Monday, November 20, 2006

Ángel Crespo


Hoy hace la hostia de años que la vida le dio finiquito al General, y, por fin, me olvidé de salir de casa con mi pajarita roja en el cuello –como he venido haciendo cada año desde que finó el asesino–. Sí que he tenido un recuerdo para mi abuelo Felipe, para sus tres rosas de sangre en el pecho, para la terrible soledad que dejó en casa, para mi abuela Antonia y para mi madre.
Todo pasa, hasta las pajaritas de alegre luto. Y me da la sensación de que me voy reconciliando un poquito con el pasado en la medida en que entro en conflicto con el presente. Olvidé mi pajarita, abuelo, pero nunca se irá de mi cabeza tu recuerdo inventado hecho de un par de antiguas fotografías, tu chaleco de asesinado –que guarda mi madre como un tesoro en su armario– y todas las historias sobre ti que me contaron abuela y mamá.
Soy para intentar serte, abuelo.

Sunday, November 19, 2006

Javier Lostalé

Todo el día encerrado con la escritura, con la tinta china, con los pinceles y con la música... ¡Hay esperanza! Empecé a escribir a primera hora de la mañana y el chorro duró justo hasta la hora de comer... y era tan fácil... que he rematado cuatro poemas que andaban en el dique seco pidiendo árnica.

Por la tarde, después de un cafetín con charleta, me agarré a la tinta china y he andado engolfado en un dibujo unas cuantas horas, ilusionado como hacía meses con una imagen deliciosa, hasta que llegó Richar de Zamora con mi nueva guitarra y, hala, a darle a las cuerdas y a buscar los sonidos que ya tenía medio olvidados... hasta me marqué un «Fuego en el agua» molón y castizo, eso después de recuperar el ritmo de «Sublime ilusión» y de apuntar un poquito las canciones que andaba currándome en el verano de un par de poemas que escribí para ser cantados. El aparato es extraordinario, ayuda y tapa defectos. Acabo de dejarla hace unos minutos apoyada en la pared después de intentar –gozando y haciendo gallitos– el «Just like a woman» de Boby D.
Qué buen rollito.

Saturday, November 18, 2006

Raúl Vacas


El otoño está siendo insultantemente bello este año en Béjar. Los tonos de la xantófila se mezclan con el verde oscuro y con los ocres de los árboles sin hojas y el conjunto me produce sensaciones que sólo sé sentir en este tiempo y bajo esta gama cromática... y si le sumamos la humedad, ya es todo pura lujuria.
Tal circunstancia me pide escritura, pero soy una mierda y no me llega ni una palabra. Sólo sobrevivo en mis ejercicios de mantenimiento: sonetos malos para entrenar el ritmo, este diario que ya se ha hecho necesidad y algunos aforismos que llegan más del apretones al ingenio que de vómito creativo.
La verdad es que ya me anda preocupando este silencio largo, este enorme paréntesis sin poder explicarme en pura incontinencia. Otras veces he sufrido este mal, pero con tanta extensión ni con tanta ansiedad.

(17:15 horas) Comida familiar hecha de risas para celebrar el cumpleaños de mi padre, con los niños radiantes como nunca, con mi hermana feliz en escapadita urgente desde Sevilla, con mi madre pletórica y risueña y con mi padre hermosamente abuelo... pero jovencito de atar. He disfrutado mucho y he realizado un porrón de fotos para mi cuadernito de recuerdos impropios. Me encanta ver a mi gente nítida y feliz. Es un buen presagio.
(18:34 horas) Alguien que seguro que me aprecia y conoce mis debilidades me ha enviado el «Tangolibre» de Yo-Yo Ma a mi correo electrónico en un enlace a You Tube –«http://www.youtube.com/watch?v=uJC2bOmAEn8&mode=related&search=»–... y ya voy por la sexta audición embelesada. Erizado, siento la derrota del verdadero placer en el estómago, se me doblan las rodillas y me concilio por un ratito con mi mejor forma de estar.

Es la hostia este tango, con su cosa decadente, con su tristeza tibia, con su lánguida desgana, con su hermosa sensación de encuentro/desencuentro // espera/desesperación. Es como un continuo encabalgamiento de melancólico placer, un tango para tipos como yo, que estoy empezando a terminarlo todo con cada lumbre del día y ya no siento más esperanza que la que me traiga un recuerdo hermoso... ¡Ah!, la memoria y sus usos... soy hedonista hasta para lo triste.
Gracias, «Alguien», muchas, muchas gracias.

(22:23 horas) El mejor legado que me han dejado mis padres es la palabra, y es por encima de todo el legado que yo quisiera dejar a mis hijos: Palabras para hacerse comprender, para explicarse, para buscar respuestas, para defenderse y atacar, para dar rienda suelta a su poso imaginativo, para exhibirse con ellas y para callarlas. Palabras que contengan el método de hacerles vivir por encima de todo y de todos.
Esta noche, cuando salía de mi casa para venir hasta el estudio, vi a una pareja de jóvenes besándose bajo la lluvia. Pasé junto a ellos con cierta envidia por ser capaces de convocar al amor en la lluvia, y recordé de pronto la primera escena cinematográfica de amor que me impacto vivamente: fue en Salamanca, en mis primeros días de estudiante, justo en el cine Taramona. Ponían «Delicias turcas»: Olga y Eric haciendo el amor tirados sobre la calle y bajo la lluvia... fue una visión intensísima que aún me llega nítida a los ojos. Y todo ello con una magnífica sensación/intención de acabamiento. Tengo que buscar esa película para volverla a ver... o no, que quizás se pierda la magia de mi recuerdo inventado.

Friday, November 17, 2006

David González

A veces tengo suerte. Hace la friolera de un par de años que no pillaba un periódico de Salamanca con ganas de leerlo y hoy lo he hecho. Era «El Adelanto» de hace un par de días, y me he encontrado en él un magnífico artículo de Antonio Gutiérrez Turrión hablando de Ángel Calvo Meirama. Clavado y lúcido, perfecto, Antonio. Mi más cordial enhorabuena por ello y unas gracias personales y grandotas por recuperar a Ángel, quizás el mejor alcalde y el más formado que nunca ha tenido la ciudad de Béjar. Entre mis títulos mejores guardo con especial cariño el haber trabajado junto a él en una legislatura en la que ocupé las concejalías de Deportes y de Urbanismo y Obras. Aprendí mucho de Ángel, de sus hermosas luces y de sus pequeñas y nítidas sombras. Pocos han sabido medir al día de hoy los grandes proyectos que aquel equipo que él dirigía sacó adelante y lo que suponen y supondrán para el futuro de nuestra hermosa ciudad. Pocos, también, pueden comprender el alto valor de un tipo importante para la comunidad y la injusticia que hasta hoy se ha venido perpetrando con su figura... Pero el tiempo pone y quita razones.
––––––
Vuelvo a sentir el latido acelerado del corazón, y es como una enfermedad. Cuando esto me sucede no encuentro sosiego, no sé detenerme ni seguir, me agoto y comienzo cuadros, me agoto y hago asomar poemas, me agoto y escribo en mi diario y hago collages rápidos y recorto imágenes de revistas viejas y remiro mis antiguas postales... y siento miedo, un terrible miedo a no saber salir de este estado. Luego todo pasa, que tengo la experiencia de otras ocasiones, y todo se templa y vuelvo a poder tomar distancia.
Entre el trote he retomado el «Ulises» de Joyce, y me sucede lo de siempre, comienzo por el último corte de lectura y a las dos páginas leídas me dan ganas de escribir mi «Ulises» personal. Recuerdo que lo empecé en una vieja edición de bolsillo y ahora lo continúo en una deliciosa edición ilustrada por Eduardo Arroyo que me despista constantemente de la lectura. Y me dan ganas de contar las miserias particulares de mi pueblo, esas miserias que todos conocemos y callamos.
(22:25 horas) Mañana es el cumpleaños de mi padre y no sé a cuántos años asciende su existencia, sólo sé que está lúcido y en forma, que tenemos mucho en común y que le quiero.... y que le sigo viendo como mi mejor protector... y que estoy orgulloso de él más que de lo pueda estar él de mí... y que no necesito demostrarle nada porque es mi padre y caminamos juntos hasta donde nos lleve la vida.
¡¡¡Felicidades, colega!!!

(23:11 horas) Los viernes son de Magdalena, pues siempre la visito con la tranquilidad del trabajo acabado y con un relax especial que me hace verla de otra forma. Hoy estaba sin su dentadura postiza y atendía con sonrisas a todas mis canciones y mis bailes –suelo cantarle bien fuerte y bailar delante de sus ojos, porque me mira fijamente y empieza a seguir el ritmo que le marco–. Estaba dulcísima y daba la sensación de que sus ojos estaban algo más vivos, como si hoy habitara su cabeza un hálito de vida interior. De pronto, sin saber por qué, me entristecí al verla reír sin pudor y sin sus dientes –nunca hubiera permitido que la mirase en esas circunstancias cuando la razón estaba en su cabeza–. Vuelvo a decir que la vejez es humillación, humillación para quien la lleva y tristeza para quien la recibe. Adoro a Magdalena y me siento muy mal de encontrarla en ese estado angélico y semivegetal. ¿Hacia dónde va? ¿Qué razón tiene su estancia? ¿Por qué le suceden estas cosas a las dulces almas primarias que sacrificaron su tiempo al completo por nada de nada?

Thursday, November 16, 2006

Enrique Baltanás

Quizás el toque de la vida esté en la búsqueda de la dificultad por la dificultad. Así somos y así actuamos. Pasamos de largo de los caminos rectos y nos enredamos en trochas que nos hacen caminar en círculos. Sí, nos empeñamos en la dificultad. Cuando algo se acaba y somos consciente de ello, no nos damos por vencidos, no comenzamos a sembrar otras huellas en terrenos vírgenes, no; rememoramos, buscamos la solución del bucle y revolvemos en un pasado que sólo tendrá la capacidad de hacernos daño.
Si todo es muy simple: algo termina y se acabó... y a continuar muriendo hacia adelante.
¿Por qué sucede esto?, ¿qué mecanismo nos lleva a ser tan redundantes?... La búsqueda absurda de la dificultad y el empecinamiento moral son los dos casos humanos que más me disgustan y por los que me pregunto con más frecuencia.
Y en el fondo, lo más desquiciante en el itinerario vital es conseguir con éxito todas las metas marcadas, ya que quien lo consigue siente el fracaso desde el componente positivo, sin encontrar razones que lo apoyen, siendo tal fracaso neto y de golpe seco, un fracaso sin posibles culpables en los que apoyarse para salir. Morir de éxito, creo que así lo llaman esos tipos de letras y números... Lo mejor es tener una vida promediada y trabajar en ella con soluciones simples en las que el porcentaje de errores sea adecuado y nunca nulo.

(22:33 horas) He recibido un libro delicioso desde el Ateneo de Sevilla con tarjeta cordial de su presidente, Enrique Barrero González. El volumen lleva por título «Homenaje a la Fiesta del Soneto celebrada en el Ateneo de Sevilla en 1912», una recopilación de éxitos de colegas tan queridos como Luis Alberto de Cuenca, Enrique Baltanás, Antoñito Carvajal –al que ya voy echando de menos–, Gamoneda, Pura López Cortés, María Rosal Nadales, José Antonio Sáez... Un divertimento extraordinario para un tiempo sin rima y sin ritmo... que se agradece.
Y a pesar de que el día ha sido de calendarios –son los peores días de un impresor–, he recordado a mis coleguitas de siempre y de nunca mientras pegaba faldillas y he pensado vivamente en los que acumulan problema sobre problema... lo he hecho con fuerza, como creyendo que en mi pensamiento anidase alguna solución entre tonta y exotérica.
Va por ellos este día, con fervor.

Wednesday, November 15, 2006

Josep María Rodríguez


Es tan fácil conformarse... y resulta tan difícil querer crecer... ¿Qué nos conviene?
La soledad de la ciudad es dramática... Reniega y vente al mundo, busca piel si la precisas, caricias si no las presientes, besos si tu boca se ha vaciado, amor si entrenas odio, gozo si hay humedad buscando los muslos, lágrimas si tus pañuelos permanecen bien planchados en los cajones... Busca en tu soledad el camino de perfección que son las manos... y mírate en los espejos el desnudo que has hecho de tu vida –míratelo con detalle, tocándote con curiosidad, como un descubrimiento–... Lee a Gogol, a Gorski, a Valéry, a Samain, a Turguenev, a Th Gauthier... busca en librerías de viejo antiguos textos de Kawaji, Gyofu Soma o Rofuu Miki... escóndete en un cine de barrio a ver reposiciones de Maciste o de aquellos ojos Loren mirados por un Fabrizio en camiseta de tirantes... píllate en dvd «2046» de Wong Kar-Wai y encuéntrate en los ojos de Maggie Cheung o en el ardor de Tony Leung... escucha como si fueras yo el «Living in road» de Lhasa de Sela y siente cómo la seda te rodea para hacerte dormir en su tensión...

La soledad de la ciudad es bellamente dramática, y en ella son los muertos los que caminan y rezan, los que alzán las calles antes del mediodía, los que cierran las puertas si atardece... La sombra es de los hermosos vencidos... de nosotros... la sombra siempre será nuestra, y por eso la sembramos cada tarde mirando con nuestros ojos a la tierra.

Monday, November 13, 2006

Emilio Carrere

Es curioso cómo los estados de ánimo van marcando el camino de la posibilidad, de tal forma que todo el mundo tenga en cualquier momento un motivo para matarse y otro para no hacerlo en ninguna circunstancia. Y son los estados de ánimo los que vencen las dificultades o las hacen insalvables, los que propician el éxito o los que lo niegan de forma neta.
Todo es posible partiendo del cero... y también todo puede resultar imposible... de ahí que tenga una gran importancia la actitud que tomemos ante cualquier circunstancia de la vida... y que conste que no hablo de estados de optimismo o pesimismo, sino de disposición individual hacia consecuciones de índole positiva o negativa, porque también lo negativo hay que trabajárselo, y a veces duramente.
En todo caso, sí que es importante que a los estados de ánimo se sume la razón para moderar la carga intuitiva con la que generalmete determinamos nuestros movimientos, y eso siempre entraña dificultad y, sobre todo, aprendizaje.
En una persona fundamentalmente intuitiva es necesario que concurra la razón para que no sea la arbitrariedad la que domine en sus actos.
No sé.

Sunday, November 12, 2006

Ángel García López

Sentir piedad es la forma más hermosa de venganza que conozco, pues colma a quien la «asesta» y salva a quien la recibe.
Que no sirve la tierra quemada para conquistar si se compara con una sonrisa piadosa que contenga la sabiduría de la derrota que le otorgas al vencido.

(13:24 horas) Sigue mi Felipe cerril y preadolescente, jodiéndome cada día los minutos de sonrisas que reservé hace tiempo. Está convirtiendo esos minutos de recuperación diaria en los minutos basura que marcan la inflexión entre mi felicidad y mi desastre. Ya no le sirvo como modelo, está claro, ya no me quiere como modelo de nada y todo su afán es chocar conmigo, contra mí. Y yo no sé encotrarle modelos en los que crecer; a su edad los modelos se buscan por uno mismo y se gestionan en clave de gozo y comodidad, no de esfuerzo. Sí, sé que me he equivocado en su educación, pero también sé que me hubiera equivocado con cualquier otro proyecto educativo distinto.
Ahora tengo claro que él marcará su camino y yo sólo podré hacer funciones de refugio y de intendencia, y que con esas razones tendré que saber negociar bien para que no me devore.
Cuando llego a casa por la noche, entro a su habitación y le beso en la mejilla mientras duerme, y le digo despacito todo lo que le quiero –algo que no podría entender si estuviera despierto–. Le tapo con el edredón y percibo que un hijo preadolescente dormido es un gozo del que hay que abusar para no caer derrotado.
Con el tiempo será un buen tipo –ya lo es– y quizás vuelva a mí como antes, pero hecho a sí mismo –mal o bien, que no lo sé ni lo puedo controlar– y volveremos a hacer cosas juntos porque él así lo decidirá.

(17:16 horas) Dos mujeres merendando juntas como en el relato «Arcilla» de «Dubliness», dos mujeres comprando pastelillos, dos mujeres hablando en un café, dos mujeres anarquistas paseando por la Rambla en el 36, dos mujeres odiándose... siempre dan buenos resultados literarios dos mujeres... o no.
Balthus, el hijo de Rilke, pintó a Thérèse con las piernas desnudas y cruzadas, mirando justo detrás de mí, relajada, impúdicamente sentada para la soledad, con sus manos posadas de forma magistral... Y en «Los días dorados», otra Thérèse mirándose al espejo, dejada a su alegre suerte, tendida, desarreglada y bellísima... La genética almacena y desenvuelve, regala y castiga... Y no es azar; es una vieja maleta que se lleva sin saber su calidad de tesoro o de infierno, y se abre un día, y uno se viste con la ropa que contiene, y crea o destruye... o simplemente se ve tan mediocre como sus antepasados y se queda igual, justo donde estaba cuando abrió el bulto genético.
Balthus, Rilke, Joyce... con su cosita Ulyses de imaginarse el padre párroco que en su púlpito acumula el poder... Pavese, Celan, Pizarnik, Zenobia... con sus misterios únicos y eternos... Yo, solitario y tendido como las calles que se estrenan cada mañana, pisadas tantas veces, sinuosas, sin conocer la misión de las sombras que las transitan.
Dos mujeres merendando juntas... Un hombre solo que espera... Las calles preparadas para el desfile de sombras, acumulando pasos perdidos... La genética eclipsándose en unos y amaneciendo en otros... El Norte indefinido que se hace Sur justo a la vuelta... Dios no existe... Dios no puede existir... Dios no debe existir.
(18:44 horas) Debería reírme de cualquier cosa que me afecte y que no dependa exclusivamente de mí; así caminaré más tranquilo, sin intentar ser parte del solucionario hasta que mi única postura sea la de la decisión. Me ahorraré pérdidas enormes de tiempo en pensamientos absurdos y en planteamientos indecidibles, y así podré decdicar más tiempo a mi podre particularidad, a mi fugaz individualidad y a mi pereza creativa.
Somos demasiado de los demás, y todo por voluntad propia, por exacto metichismo, por ese jodido pensamiento que se sustenta en que unidos somos más fuertes –claro, siempre que compartamos sólo los beneficios, no te jode–. Las cadenas de soledad ya son suficientes... como para meterse en los millares de cadenas de cada uno de nuestros conocidos.

Saturday, November 11, 2006

Manuel Lara Cantizani

A primera hora llamo al colega Manuel Lara Cantizani para felicitarle por el galardón que ha recibido con su poemario «Piel del invernadero de nieve» en el XXXIII Concurso de Poesía Ciudad de Burgos. El tipo estaba absolutamente feliz y nos reímos los dos de encontrarnos por fin en la misma colección editorial (DVD ediciones).
Espero que lo disfrute.
Curiosamente, me llama Morante –siempre atento– para darme noticia del premio de Lara, y al rato lo hace vía Internet Josep María Rodríguez, con el que hacía mucho tiempo que no cruzaba palabras. Ambos llenos de cariño, lo que me da energía para un ratito.

(12:25 horas) Leo bastante últimamente –eso es síntoma de que no me llega la escritura–, y no sé si lo hago para buscar, para aprender o para ayudar a pasar el tiempo. Lo que sí sé es que no disfruto con mis lecturas, que las fuerzo en exceso y no sé dejarme llevar por ellas.
A veces me creo en estados de ánimos que no corresponden a mi realidad, pero por creerme en ellos se hacen reales. Ahí es donde influyen mis lecturas... leo a Gamoneda y me quedo hundido, leo a García Montero y no pasa nada, leo a Laforgue y me entusiasmo, leo a Nicanor Parra y sonrío...
(22:15 horas) Yo creo que la literatura ya no me interesa, porque ya no accedo a ella con el entusiasmo con el que solía hacerlo en 1998, por ejemplo. Quizás este asunto me esté avisando de que algo anda acabándose por dentro, y lo mismo me pasa con ciertos aspectos de la vida que antes consideraba de vital importancia... el cultivo de la amistad, la valoración del paisaje de mi tierra, el disfrutar de la calle y del bar... Algo se está agotando y presiento que me irá dejando desolado esa jodida falta de ilusión por las cosas que antes significaban pura pasión.
Hace un rato, mientras Magdalena cenaba, le di dos golpecitos en la frente y pregunté: «¿Quién anda ahí?». Ella me miró fíjamente con los ojos vacíos que ya son costumbre para todos los que la queremos, se detuvo un momento y me espetó: «Pantalones, pantalones».
Todo un poema que podría haber abierto la temporada del realismo sucio español con éxito.
¡Puta mierda!
(22:56 horas) ¿Cuál es el interés de este diario? ¿Para qué llevo escribiéndolo desde el 96? ¿Qué he logrado de tantas horas anotadas?
No lo sé.
Empecé con la intención de dejar palabras en las que irme reencontrando, en las que reconocerme... y ahora no sé hacia dónde camino ni por qué tengo estas enormes ganas de acabar. No quería anotar el suceso que ahora contaré, pero, después de pensarlo mucho, creo que debo hacerlo para poder verme en él con distancia: Hace unos días destruí toda mi colección de mujeres leyendo y finiquité el blog que tantas horas de búsqueda me había supuesto (tan sólo dejé vivas un par de postales que me regaló Marisol Huerta, a las que he cogido un cariño especial). Después de la destrucción me sentí muy mal, con unas enormes ganas de llorar, pero necesitaba romper algo muy querido para intentar alumbrar una salida nueva. Se me caía el alma de ver cómo desaparecían ante mis ojos postales antiguas, láminas de arte, affiches de cine, viejos programitas de mano, cartones publicitarios y otros objetos que mostraban hermosísimas mujeres en pose de lectura... pensaba en el tiempo dedicado a su búsqueda por librerías de viejo de Madrid, Sevilla, Valencia, Segovia, Salamanca... con la ilusión puesta en lograr algo que emanara belleza.
Y no ha cambiado nada desde entonces... bueno, sí, que estoy mucho más triste, pero nada se ha activado adentro que me encienda para volver a pillar ilusión loca.
¡¡¡Mierda!!!

Friday, November 10, 2006

Antonio Gamoneda


Recibo hoy un bonito regalo de noviembre, pues Antonio Gamoneda me envía su nuevo libro, «Sílabas negras», editado por la Universidad de Salamanca como saldo en letras del XV Premio Reina Sofía que le fue otorgado al poeta y amigo; y me agrada más porque la edición está a cargo de su hija Amelia y de Fernando R. de la Flor.
Recuerdo ahora al poeta en Cambrils, achacoso y locuaz, intentando un cigarrillo a escondidas... o en la Sierra de los Pedroches cordobesa, ambos sentados en el recibidor de un hotel mediocre... o en Béjar, conociendo de primera voz una salsa para carne que hace mi madre a la que en casa llamamos «hijoputa» –no sé si Antonio llegó alguna vez a probar la receta–. En fin, que leeré sus negras lágrimas con lentitud arcana, en silencio –sin música– y buscando concentración... porque yo aún tampoco sé que soy unas manos.
Gracias, Antonio.

(22:24 horas) Los días de otoño que sienten nostalgia del verano me deprimen profundamente. Suelo despertar con la idea clavada en la frente de un paisaje xantofílico con media niebla jugando al escondite de los castaños, los robles y los álamos... incluso en el entresueño huelo la humedad de una noche eterna de lluvia.
Cuando abro la ventana de mi habitación y me doy de narices con un sol hiriente, casi insultante, se me cae el mundo...
Despierto a Guillermo –ya estamos él y yo solos en casa a las ocho y media– y lo llevo a mi cama para que vea diez minutos la tele mientras me ducho y me aderezo –eso le sirve para conectarse poco a poco con el mundo–... me visto y luego procedo a vestirle a él entre cosquillitas y risotadas –más dosis de conexión positiva con el mundo–... Desayunamos nuestro tazoncito de leche con Nestquick, arropado por unas galletinas o unas magdalenas, y de ahí al rito de los pises, la lavada de dientes a la par y el peinado repeinado con agua corriente y colonia –mi niño se ducha siempre antes de acostarse, porque si no la prisa de la amanecida nos sacaría los nervios a los dos–. Luego, el rito de las gafas, ponerse los zapatos, revisar la mochila para el cole, embuzarnos en abrigos, cazadoras o trenkas... y armar un zipizape de carreras para ver quién llega primero al ascensor, quién abre la puerta del portal o quién toca vencedor el capó del coche.
Y de esas carreras breves pasamos a la más importante del día: llegar a la puerta del cole antes que Daniel y su madre o que Juan y su padre, adelantar al furgón de reparto de pan o poder detenernos justo en nuestro lugar de parada favorito –al lado de la barandilla que protege la puerta del cole–. Y dejo allí a mi compañerito diciendo adiós con la mano y tirándole besos mientras le veo enredarse en conversación con algún coleguilla que espera en la puerta...
Y de allí a la tristeza del día de otoño soleado, con la chaqueta y el alma sobrándome, camino al curro –más tedioso y desolador que el puñetero día de sol– para ser un cero a la izquierda de la nada.
Mi hijo me salva, por lo menos.
¡Gracias, chaval!

Tuesday, November 7, 2006

Amalia Bautista

Acceder al trompeteo de la poesía sin medir la lógica de las proposiciones realizadas con palabras, sin conocer la urdimbre del metro y sin haber catado la geometría del ritmo es tan absurdo como hacer tortilla sin huevo, sin aceite y sin sal. Quien no es capaz de pararse a hacer un análisis detenido de la matemática que arde en un poema antes, durante y después de perpetrarlo, es que no necesita el poema ni merece, incluso, que la poesía se asome a su boca como simple vocablo.
Conocer la naturaleza del poema, entender el concepto de poesía y redefinirlo también es indispensable.

Quizás el mejor poema sea una ecuación matemática que resuma, dé luz y aporte indicio para una ecuación posterior, pues «lo mejor de la matemática es que permite definir términos que no son conceptos, mientras que en filosofía sólo se alcanza hasta la definición de los conceptos...» [esta aserción fantástica procede de Giuseppe Peano, según nota de Bertrand Russell –capítulo II. La lógica simbólica. Apartado d. Lógica simbólica de Peano, de su «Principios de la Matemática–].
De ahí que cada día huya más del poema, que lo tema, que lo respete y que lo visite a hurtadillas.

Monday, November 6, 2006

Claudio Rodríguez


Cuando Ludwig Boltzmann criticaba el machismo como concepto contrapuesto al equilibrio, aún no sabía el error que supone extraer el pensamiento matemático de su estado de convención entre tipos que marcan constantes y variables con la precisión que pueden soportar unos pies de barro; no podía ponderar el valor desequilibrante de, por ejemplo, el impacto del sonido de un «Azzurro» interpretado por Paolo Conte, el poema «Muerte en fuga» de Paul Celan –«Leche negra de la madrugada, la bebemos de tarde, / la bebemos al mediodía, de mañana la bebemos, / de noche la bebemos y bebemos; / abrimos una tumba en el aire –ahí no se yace / incómodo. // Un hombre habita la casa, juega con las serpientes, / escribe, escribe, mientras oscurece Alemania, / tu pelo dorado, Margarita, / lo escribe y sale de casa y fulguran las estrellas, silba / a sus judíos, hace abrir una tumba en la tierra, / nos manda: "tocad ya para el baile". // Leche negra de la madrugada, te bebemos de noche, / te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos, / de tarde bebemos y bebemos. // Un hombre habita la casa y juega con las serpientes; escribe, / escribe, mientras oscurece Alemania, / tu pelo dorado, Margarita, / tu pelo ceniciento, Sulamita... abrimos una tumba en el aire / –ahí no se yace incómodo–. Grita: / cavad más hondo en la tierra los unos y los otros, cantad y tocad; / empuña el arma en la cintura, la blande, tiene ojos / azules... cavad más hondo con palas y seguid / tocando para el baile. / Leche negra de la madrugada, te bebemos de noche, / te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos, / de tarde bebemos y bebemos. // Un hombre habita la casa... tu pelo dorado, Margarita, / tu pelo ceniciento, Sulamita, juega con las serpientes. Grita: / tocad mejor la muerte, la muerte es un maestro de Alemania. Grita: / tocad más sombríos los violines y subiréis al aire en humo, / tendréis una tumba en las nubes / –ahí no se yace incómodo–. // Leche negra de la madrugada, te bebemos de noche, / te bebemos al mediodía... la muerte es un maestro de Alemania... / te bebemos de tarde y de mañana te bebemos, / y bebemos la muerte, que es un maestro de Alemania... / tiene un ojo azul, te acierta con bala de plomo, / te acierta justo... / un hombre habita la casa... tu pelo dorado, Margarita... / azuza a sus perros contra nosotros, nos da / una tumba en el aire, / juega con las serpientes y sueña con la muerte, / es un maestro de Alemania... / tu pelo dorado, Margarita, / tu pelo ceniciento, Sulamita.»– o el indicio de un cuadro blanco de Alberto Hernández... Y aún así desarrolló la magnífica idea de que el equilibrio del mundo es una constante en su totalidad... ¿Valoraba Boltzmann el peso creativo, la emoción o el indicio?, ¿los incluía como factores de equilibrio o de desequilibrio?... Una jodida constante para un equilibrio de locos de atar.

Sunday, November 5, 2006

Roger Wolfe

Una constante del hombre es trabajar para aminorar sus incertidumbres –quizás sería mejor decir «su incertidumbre»–; no quedarse perplejo y no tener dudas parece el no va más de la seguridad y, por tanto, es muy sugerente pensar que cuando se aminora la incertidumbre se alcanza felicidad... pero la falta de incertidumbre lleva a la quietud, y de la quietud llegan los males propios y ajenos al intentar mantenerla y protegerla.
Prefiero buscar la felicidad en la incertidumbre y en la inquietud, en las preguntas y en los temores, aunque sé que nunca llegaré a ella, pero percibo que ése es el camino más atinado.

LISTA DE LA COMPRA PARA INTENTAR SER INQUIETO

• No me haré viejo.
• Desharé siempre cualquier estado que me lleve a la armonía.
• Practicaré la desobediencia civil, la religiosa y la militar.
• Viajaré todo lo necesario.
• Buscaré constantemente cambios en mi vida.
• Intentaré comprender todo lo simple.
• Alimentaré mi curiosidad a diario.
• No me enamoraré de personas.
• Aprenderé cualquier ritmo para saber romperlo mejor.
• Intentaré que nada me sea necesario ni suficiente.
• Buscaré la belleza en el desorden.
• No faltaré a las leyes de la naturaleza [es absurdo].
• Sólo me sentiré obligado con mis hijos.
• Propiciaré la confusión entre quienes me rodean [es un magnífico principio de soledad].
• Tan sólo reconoceré mi mediocridad ante quien me merezca respeto.
• Crearé y destruiré mi tiempo como me venga en gana.
• Seré el dios de mí mismo.
• Tendré siempre en cuenta que es mejor intuir que comprender [la intuición abre puertas y la comprensión las cierra].
• Daré la calidad de real a todo lo que me permita salir de mi agujero.
• Crearé para conocerme y reconocerme.
• Buscaré lo improbable para crecer o ser eliminado.
• Moriré solo.
• Intentaré morir por sorpresa.

(14:06 horas) Recibo jugosa llamada de José Luis Morante y percibo que andamos en el mismo tono de siempre y que caminamos a la par, tanto en los momentos de vacío creativo como en la mirada hacia el mundo. Tengo muchas ganas de verle para charlar largo y tendido del mundillo mierdoso de la literatura y, cómo no, de levantar nuevos proyectos en común que me pongan ganas y algo de esperanza.
(16:30 horas) Ya estoy dándole final a la antología de Luis García Montero y debo apuntar dos cosas: que su primera época me gusta mucho más que la de los últimos tres o cuatro años y que le noto imbuido de un aura que no le pertenece, vamos que se ha hecho un poeta del dinero que no ha sabido marcar diferencias entre su poesía y sus ahorros... y eso se nota siempre para mal.
Mala suerte la del poeta con suerte... mala muerte la del poeta con suerte.
Después de leer el libro sólo se me ocurre preguntar: ¿De qué vas, Luis? Eras bueno y ahora eres rico. ¿Por qué lo has jodido todo? Es una falta de inteligencia no saber llevar estos dos aspectos –el creativo y el económico– por caminos paralelos.
(16:48 horas)

Te preguntarán
verdades tautológicas,
subíndices de anhídridos,
el valor de una curva a partir de dos datos,
la historia de Plutarco,
el arte en Capadocia...

Te preguntarán
los flujos migratorios desde el sur a tu tierra,
la estética de Tápies,
el sintagma verbal
y la función sináptica del sistema nervioso...

Querrán que tengas base
de moral y de historia,
que entiendas cómo crecen
las plantas en los campos,
que sepas operar
con una o dos incógnitas
o que sientas el mundo
tal como lo hacen ellos.

No tendrás más opciones
que rendirte a sus normas
o ser un desclasado
feliz –entre otras cosas–,
pero ten muy presente
que si no te doblegas
debes ser fuerte y uno,
sensible y destructivo.

Ellos querrán que sepas
lo que les hace fuertes.

Yo estaré satisfecho
con un «insuficiente».

[dando esperanza a un hijo fuera de los percentiles educativos actuales]

(22:14 horas) Noche para ofrecerme a la loca pensando en su somier, en su despertador antiguo, en las sábanas de su cama estirada. Noche para ser el amor en soledad, la risa cáustica y sardónica de Welles. Noche para cruzar mis piernas frente a la computadora en blanco y negro, y escribir como un insecto con los ojos compuestos y las alas quemadas. Noche para el teléfono portátil –para apagarlo, claro–, para el verso antipoético de Nicanor Parra –«estos hijos de puta no me dieron tiempo ni para ponerme el abrigo sin decir agua va me sacaron a empellones uno me dio un culatazo en el tórax otro degenerado me escupió pero yo no perdí la paciencia... me llevaron a una calle desmantelada cerca de la estación de ferrocarril en un furgón de los radiopatrullas y me dijeron ahora puedes largarte... yo sabía perfectamente lo que eso quería decir... ¡asesino! ...debiera haberles gritado pero morí grtando Viva Stalin»–. Noche para el vicio que no se perdona, para perpetrar un poema, para saber a ciencia cierta quién es el sicario, quién el humillado, quién el adúltero, quién el pobre, quién el corrupto... La corrupción... el peor de los estados del hombre... el corrupto es peor que el asesino, que el violador, que el vulgar ladrón... y en esta noche andan los corruptos salpicando su baba por las calles de camino a sus casas, con los bolsillos llenos de un dinero miserable y hacia la peor soledad, la soledad sin escrúpulos. Noche para la ebriedad que haga olvidar tanto asco.
Soy blanco y negro para no ser gris, blanco de las miradas más hostiles y negro de los que toman mis versos como suyos. Estoy vacío como una botella que embriagó y no queda ni una gota de palabras en las vísceras. Blanco y negro y vacío. Bonita noche con niebla al fondo para confundir a las alimañas y a las víctimas. Noche de otoño.
Fúmame (jajajajaja).

Saturday, November 4, 2006

Luis Alberto de Cuenca

Mis pensamientos, mis actos y mis sentimientos crean el tiempo en el que suceden, y jamás al contrario. Está claro, por tanto, que el tiempo –mi tiempo– lo creo y lo destruyo continuamente, constantemente... y no es él quien me marca su paso, sino que soy yo quien lo va anotando y tachando. Por tanto, el tiempo ni se gasta ni se usa... sólo se crea.
Esta nueva percepción de potencialidad me hace más fuerte, me empeña más en hacer, en crear, en pensar, en sentir. Si vives intensamente, está claro que vives más tiempo, porque el volumen de tiempo creado es mayor que el que emana del hombre anodino, y por tanto el tiempo vivido es también mayor. No es cuestión de años, meses o días... es cuestión de tensión e intensidad, de tal forma que alguien con treinta años cumplidos puede haber vivido mucho más tiempo que otro ser con cien años contados.
[Trabajar más en esta idea].

(12:55 horas) Entre la bella aforística de Jonathan Swift, hay un apartado dedicado a la religión que no tiene desperdicio alguno. Dice el colega en su aforismo número 67 que «Somos lo bastante religiosos para odiar, pero no lo suficiente para amarnos los unos a los otros.»... Y vuelvo a mi convencimiento de que en la idea breve y bien trabada está la mejor filosofía, la mejor creación y el mejor arte... Y comienzo la lectura de «Poesía (1980-2005)» de Luis García Montero para intentar reconciliarme con esa palabra que un día fue luz para mí y que con el tiempo recaló en palabrería. Me apetece salvar al García Montero que me tocó con sus «Flores del Frío», con los «Poemas para Tristia» o con «Diario cómplice», sólo eso... que a lo mejor es demasiado.
(19:54 horas) La conducta de las personas que dirigen el mundo globalizado es infame, pues juegan a excluir y a incluir a su antojo en ese paraíso del conocimiento que han creado. Ahora el pobre es más pobre, el rico es más rico y el olvidado mucho más olvidado... pobreza global y olvido global... nunca riqueza global. Claro, que estoy hablando de conceptos virtuales, y me afirmo: ¡¡¡Pobreza global!!!

(22:51 horas) «Es horrible morir así de fea...» escribió Raymond Chandler y me gusta la porposición como título, como principio y como fin de un libro... Llegar bella a la muerte es un asunto interesante sobre el que dar vueltas y vueltas... Es horrible morir así de fea... es horrible morir... así de fea... es horrible... morir... así... es horrible... morir.
Y es que la muerte no quiere presas agotadas, quiere muñecas rotas, bocas húmedas y calientes, ojos grandes, cabellos bien peinados, cuerpos para celebrar con ellos el rito más necrófilo, ardor, guiños, tersura... la muerte quiere ángeles caídos, rosas frescas cortadas de su tallo... para darles el beso último y dejarles el gesto más sereno que nadie ha imaginado... Puede ser delicioso prepararse mil días para una muerte bella y para ser bellos en la muerte... un fin en sí mismo de la estética... un hedonismo militante hasta el final... un arte tan concreto como una naturaleza muerta o un cuadro tediosísimo de Antonio López.

Friday, November 3, 2006

Máximo Hernández Fernández


Envejecer es un proceso inexorable de humillación: humillación de lo potencial, humillación del pensamiento, humillación de la idea de libertad, humillación del cuerpo, humillación de la especie... La naturaleza también nos humilla cuando nos oxida, y lo hace, rebajando la atención y la tensión de cada uno de nuestros órganos, tanto de los receptores como de los fenectores.
Un anciano, por tanto, es un tipo que ha sobrepasado los percentiles de vida, por lo que se ve castigado en un humillante y lento proceso de apagamiento que agota e invalida.
El hombre, con sus afanes científicos, no es capaz de arbitrar medidas asociadas contra el envejecimiento que lo dignifiquen, de tal forma que mientras se avanza en el retraso de la muerte, no se producen apenas avances en el humillante proceso de degradación, lo que conforma sociedades con un índice cada vez mayor de personas no válidas para el disfrute de la vida ni para el progreso en un espacio natural. El fracaso se patentiza en la gran legión de enfermos de tiempo y desgaste, personas que no son capaces de mantenerse si no es con la ayuda social o familiar, personas que ya no habitan su cuerpo –puros vegetales– o cuerpos que no son capaces de mantener la lucidez de sus mentes.
Alguien está cometiendo un grave error no dejando que la naturaleza actúe con sus leyes, un error que se ha de pagar cuando alguien decida acercar la ley natural a la norma moral... Y, mientras, continúa la humillación desolando a millones de individuos y sojuzgando a millones de familias en la obligación de cuidar a sus ancianos a cambio de vida.
Yo no quiero llegar a esos extremos jamás. Prefiero morir de lo que venga o de lo que yo decida, no quiero sentir la humillación de que mis hijos me limpien las heces, de sentirlos hundidos y fracasados por mi culpa... No quiero vivir si no puedo hacerlo por mi cuenta, no quiero.

(22:06 horas) Caigo de pronto en la cuenta de que el icono más repetido en la obra de Alberto Hernández son las cruces –ni las espirales, que son muchas, ni los peces, ni los últimos árboles secos (¿viñedos... plátanos podados... acacias torturadas?) aparecen en sus cuadros tantas veces como las cruces–. Cruces como sombras, cruces como grafías, cruces conformándose en sus eternas presentaciones adameradas, cruces clavadas en la sombra, echando raíces, cruces de luz, cruces de humo, cruces en aspa, cruces invertidas... ¿Por qué estas cruces?... ¿Por qué no había yo dado con este icono en las constantes visitas que hago a la obra del amigo? Por curiosidad he pillado algunos de los catálogos de Alberto que tengo a mano y me encuentro en el titulado «Secando la luz», editado por la Diputación de Lugo, una obra de 2002 de 85x80 cm. –que también aparece en «Pintando con fuego»– realizada sobre el atercipelado tono naranja clásico de Alberto y conteniendo una cruz amarilla en la parte superior izquierda y una suma de tres cruuces blancas horizontales jugando a deshacerse. En el mismo catálogo aparecen otras 5 cruces adameradas de gran formato. En el catálogo «Polípticos» aparecen tres grandes cruces adameradas y en el catálogo «Cercos 05» aparecen también las presentaciones adameradas con cruces, en siete obras exactamente.
En el caso de los cuadros adamerados podría entenderse que las cruces vienen marcadas por la simetrías de las teselas... pero en los dípticos o en los cuadros de una sola pieza, ¿por qué aparecen con tanta frecuencia?. Y lo mejor, ¿por qué me hago yo estas preguntas?... Más cuando sé que Alberto es un heterodoxo y que su juego plástico bulle en terrenos que están más cercanos a lo instintivo que a lo racional. ¿Por qué tengo la necesidad de interpretación de una obra que ya acepto como monumental y, cómo no, indescriptible?

Lo cierto es que me he empeñado en ir dejando la huella del artista Alberto Hernández porque siento como una suerte única poder compartir con frecuencia su mundo sensible, poder disfrutar de su obra en mi trabajo y en mi casa, poder horadar en alguno de los resquicios de su mundo cuando tomamos café. Sí, yo sé que es grande porque trabaja para esa nada que es la eternidad, porque lucha en una vibración del arte que tiene mucho nuevo que decir y muchas bases que sentar y asentar, porque es un autentico pionero y sabe arriesgar en la realidad experimental dando pasos de gigante en cada una de sus nuevas propuestas. Sé que Alberto será hito, referencia y referente –ya lo es–, y sé también que el tiempo habrá de escogerle entre los hombres buenos y valiosos.
Yo sigo mirando su obra cada día con estupor y verdadera admiración, sin poder creerme que voy siendo un pequeño testigo de su suceso vital y artístico, y ello me hace feliz y me llena de orgullo.

Thursday, November 2, 2006

Karmelo Iribarren


La magnitud de la improbablilidad es la que me arroja siempre cierto grado de esperanza, porque lo improbable acaba sucediendo con asombrosa frecuencia: Improbable era la evolución desde lo unicelular hasta lo humano, y sucedió, como improbables son cada uno de los sucesos diarios que afectan a animales, plantas y cosas. No se espera el suceso –pues hay mil posibilidades de mucha mayor probabilidad–, pero lo improbable llega y produce sus giros, cambia destinos, enturbia futuros o los despeja... y en eso fío, porque la vida ya me ha demostrado varias veces que el control no sirve, como no sirve el camino perfectamente trazado. Damos bandazos en unos parámetros que nos resultan inexorables y el cedazo de la fortuna hace su juego, unos pasan a ser la justa mena social y el resto sobrevive en la escoria y la alimenta. El hombre es una anécdota que ríe o llora sin poder dominar el gesto de su boca.
Un buen remedio para ir pasando el trago hasta que llegue el día en que lo improbable suceda, es reírte a mandíbula batiente de los demás justo cuando despiertas con el día y partirte el culo de ti mismo en el exacto instante en que el cansancio te vence por la noche. Otra solución implica siempre más sufrimiento del necesario, y no estamos como para ir derrochando esa clase de energía.
(21:04 horas) Hay ciertas personas con las que hay que utilizar siempre el tono categórico –que es el de los predicadores– para que caigan sin problemas en tus redes. Normalmente son los tipos más mediocres, los que cuando te ven lleno de dudas venidas de la razón se elevan sobre ti para machacarte. Yo confieso que cada día utilizo más este tono impostado en mi voz, pero suelo mezclarlo con ironía y acidez.
(22:13 horas) Asentarse en una idea y dormir... eso es lo que más me molesta del hombre, ojo, pero de cualquier hombre... Mis amigos de izquierda adaptados a su idea de la izquierda como mojados conservadores, mis amigos poetas chorreando en su rol de palabreros egregios de la nada, mis amigos profesores imbuidos del «no» que es tener la vida arreglada en un margen de nómina cercano a los dosmil o tresmil euros, mis amigas templando su halitosis feminista y disfrutando en problemas de nada como musas, mis musas con su insana costumbre de olvidarme por otros hombres... Todos/as muertos de complacencia, todos ataditos a sus convenciones –las convicciones son otra cosa–. Ser distinto también resulta convencional cuando te empeñas en ello sobre todas las cosas.
Quisiera despertar mañana y hablarle a cada uno de ellos a la cara y con franqueza: decirle al amigo de izquierda que hay una estética de la resistencia que le es opaca, decirle al amigo poeta que sus versos son mucho menos que una gota sumada al mar, decirle al amigo profesor que hay una ética que está por encima de las palabras y habita por debajo de la piel, decirle a cada una de mis amigas que en su sexo aún hay jugos que no han sido libados, decirle a mis musas que hago el amor de tarde en tarde y ya no pienso en ellas... y decirme a mí mismo que también soy convencional en mi cobardía, que soy un cero a la izquierda de todo lo que me rodea, que no doy ni un uno por ciento de lo que podría dar, que no sé ni ser fugitivo, que estoy adormecido, blando, muerto, completamente imbécil.

Wednesday, November 1, 2006

Antonio Gómez


Día festivo sin salsa, soso de atar, aunque bonito como descanso para el curro calendariero. Lo salvó un poco una actividad de la Fundación Premysa a la que asistí con mis dos chavalotes, un partido de basket sobre ruedas protagonizado por el equipo Fundosa, de la Fundación ONCE, que tiene en su palmarés gran cantidad de éxitos nacionales e internacionales. Me llamó mucho la atención uno de sus bases, Jorge Iglesias, un tipo vivo, nervioso y muy mediático que me pareció el alma del equipo –le hice una foto junto a mi hijo Felipe–. Es impresionante ver cómo dominan la silla y la bola al mismo tiempo, sus estrategias de defensa –son duras– y sus armadas jugadas de ataque... y sobre todo la alegría, el buen rollo y las ganas de todos los integrantes del grupo, gente amable y dura a la vez, con la sonrisa siempre en la boca y con un afán de superación que para mí lo quisiera yo.

Muy bien por Premysa en esta actividad, que va un poco por el camino que ya anoté en una densa reflexión de hace un montón de meses, hay que tener presencia social en el ámbito de actuación con propuestas tan lúdicas y apasionantes como la de hoy, que la gente empiece a hacer suyo el nombre de la fundación y a masticarlo con la amabilidad que le suman este tipo de actos –sólo falta que esto sea más y más frecuente–. Y una pequeña pega –que para quienes empiezan en estas cosas no es nada–, y es el protocolo que ha de cumplirse en estos actos para vender mejor la imagen del proyecto.

Desde mi punto de vista, no debe ser el gerente el que actúe de presentador, que la gerencia siempre es para estar en tribuna atendiendo a invitados y sirviendo imagen junto al presidente y las distintas autoridades. Y otro detalle: creo que ya es fundamental que Premysa tenga su imagen en distintos soportes dignos y unitarios (placas, figuras en peana, insignias y todo tipo de «vending») para ofrecerla a sus invitados y a sus visitantes en vez de un extraño Quijote metálico metido en cestita de castaño... Y es que vender imagen es tan importante como llevar a cabo buenos proyectos. Por si me leen los colegas premysos, a los que aprecio de verdad, creo que ya es tiempo de pensar en darle un buen formato a su protocolo y ponerlo en práctica cada vez que se presente la ocasión. También faltaron unas breves palabras del presidente centrando la actividad de la fundación para que alguno se enterase de lo que va... Se notará en el resultado, lo juro.

Y me repito porque me apetece, y lo escribo con mayúsculas porque la actividad se lo merece de verdad: ¡¡¡OLÉ LOS COJONES DE LA FUNDACIÓN PREMYSA!!!
Mis hijos llegaron a casa entusiasmados y con la admiración hacia los jugadores grabada en sus frentes.

Felipe, que se atrevió a participar en el concurso de tiros desde una silla de ruedas (quedó segundo... y por poco se lleva el balón firmado por todos los jugadores del Fundosa) no hacía más que comentarnos durante la comida que era muy difícil manejar el balón sin ayudarse del cuerpo... «y luego mover la silla de ruedas y el balón a la vez, papá, eso si que debe de ser chungo...».
Lo dicho, enhorabuena.

(17:21 horas) tomé café con Alberto Hernández y el colega mostró curiosidad por los títulos que hace unos días le puse a las obras de su catálogo «Malen im feuer / Pintando con fuego». Como sé que lee estas páginas con frecuencia, paso a enumerar el rol de fracasos que se me ocurrió (por lo menos me sirvió para pasar la tarde y acabar mi poema de castigo):
Pág. 11: Las banderas son el metal de sus mástiles.
Pág. 13: Arquitextura orgánica para un vino joven.
Pág. 14: No es remanso la paz de los nublados.
Pág. 21: El rey ha muerto y Arlequín viste de luto.
Pág. 25: No hay bosque inquieto cuando las ramas son ceniza.
Pág. 27: La herida geométrica también sabe a dolor.
Pág. 29: Tratado de mineralogía orgánica (salazón en pareja).
Pág. 31: No basta una espiral si buscas cruces.
Pág. 32: El vacío se llena con vacíos menores.
Pág. 35: El Grito [Homenaje a Munch]
Pág. 37: El humus fertiliza los colores... los contiene.
Pág. 38: Bon apetit [madrigal marino]
Pág. 40/1: Tratado de urbanismo
Pág. 40/2: Tánatos no duerme nunca.
Pág. 40/3: Dios mira raro.
Pág. 40/4: Paralelo contrastado imposible.
Pág. 41/1: Runas abisales presagian la muerte.
Pág. 41/2: Las hijas blancas miran con estupor su mundo.
Pág. 41/3: Los clavos de Cristo se oxidan sin remedio.
Pág. 41/4: Las hijas blancas en el mar de noche.
Pág. 43/1: Busca su vertical el muerto.
Pág. 43/2: La memoria es sólo la sombra de los túmulos.
Pág. 44: Odio el Quijote.
Pág. 45: Desnudo de Melibea.
Pág. 47: Noche que encierras cada amanecida [resurrección y muerte]
Pág. 49: Paspartout para un haiku.
Pág. 53: Busca el muerto su vertical y encuentra sombra.
Pág. 54: Libro abierto.
Pág. 56: La magnitud cromática del humus.
Pág. 59: Paspartout de invierno.
Pág. 60: Caleidoscopio adamerado de una esfera.
Pág. 61: Las huellas dactilares del dedo que fue dedo.
Pág. 62/1: La corbata de Caín.
Pág. 62/2: La corbata de Abel.
Pág. 63: La tragedia y sus ángulos más críticos.
Pág. 64: Un clamor de metales se hace sombra en las manos.
Pág. 67: Al escribir se tacha la vida.
Pág. 68: Noche en el centro del día.
Pág. 69: Cuatro relojes sin horas posibles.
Pág. 73: Sábana Santa.
Pág. 75: Paspartout para nada.
Pág. 77: Minarete a la izquierda [Guerra santa]
Pág. 82: Aurora se peina tras los visillos a las tres de la tarde.
Pág. 85: Hija blanca leyendo sentada.
Pág. 86: A mis hijos les crecen espinas [pubertad]
Pág. 89: Placa Petri con cultivo de una idea abstracta.
Pág. 90/1: Escena de caza.
Pág. 90/2: Cosecha de 2006 [buena en cenizas]
Pág. 90/3: Paisaje textil [naturaleza muerta]
Pág. 90/4: El horizonte es rojo y hace señales líricas.
Pág. 93: Comida de familia con la muerte mirando.
Pág. 94: El peine planetario de Aurora mira la noche tras un árbol.
Pág. 95: Cuarto de baño con pendientes, pasadores y el peine de Aurora.

El juego puede ser chulo si lo descontextualizas todo, si juegas a imaginarte cómo serán las obras a partir de los títulos mediocres con los que las he nombrado. En todo caso, el mejor hallazgo para mi gusto es el de las hijas blancas y el del peine de Aurora.
Cuando el Diablo no tiene nada que hacer...
(21:20 horas) ¿Por qué razón hay palabras oficiales en los idiomas y otras que no lo son?... si todas se pronuncián, se mastican, definen sentimientos, situaciones, animales o cosas; si todas encierran un concepto que sirve para la comunicación... No entiendo en qué se basan para que un término de argot no entre en los reales diccionarios académicos –sí entiendo, por supuesto, que hay norma establecida, coño, pero no entiendo esa norma–, y cómo se adjudican valores contrarios y contradictorios a términos preclaros y se permite que los comunicadores de masas los usen a diario de forma equivocada sin que les multen gravemente o los suspendan de empleo y sueldo.
La educación lleva mal paso por dentro y por fuera... hasta la Lengua –como asignatura– renombra cada año sus conceptos y confunde a las mentes necesarias para extenderla... lo que antes eran adjetivos, pasaron a llamarse algo así como determinantes... y veo en el libro de Lengua de mi hijo que vuelven a ser adjetivos este año... no podrían sancionar también gravemente a esa jodida caterva de filólogos que asesinan a nuestros muchachos desde los libros de texto –con los que hacen negocios magros–. ¿Dónde quedaron los clásicos conceptos de «nombre», «adjetivo», «verbo», «preposición» o «artículo»? ¿Por qué los «sintagmas», los «complementos» y tanta pollología vinagrera? Limpien, fijen y den esplendor, camuñas de culos planos, y dejen de confundir tanto, que nuestros chavales ya tienen bastante con tener que chapar Educación Física (antes Gimnasia) –el trigémino y sus adláteres–, Música (antes no había) –los instrumentos africanos, la zarzuela y su puta madre–, Tecnología (antes Trabajos Manuales) –los altos hornos, la escofina y la sierra de inglete–, Sociales (antes Geografía e Historia) –los movimientos demográficos, la morbilidad y el IVA–, Plástica (antes Dibujo) –la estética de Munch, la evolución de Miró y sus iconos o dibujar la apotegma en una circunferencia previo estudio matemático–, Francés, Inglés, Religión –que ahora ya se imparte en las horas de mejor rendimiento–... No nos compliquen la vida ni el futuro, coño, que antes teníamos dos asignaturas troncales con muchas horas –Lengua y Matemáticas–, tres materias medias –Física y Química, Latín y Geografía e Historia– y unas cuantas marías a las que sólo había que asistir a clase para salir con el cinco fijo. No nos jodan, coño, de verdad, hombre... que de los de antaño salieron abogados, químicos, matemáticos, directores de banca, profesores eméritos, ingenieros... y también pasteleros, carpinteros, churreros... de todo, coño, de todo... y aquí estamos, habitando el mundo –que él ya se encarga de moverse solo–... Como mínimo sería bueno que argumentaran un sistema educativo que aportase a nuestros hijos confianza y no tanto jodido fracaso.