Monday, February 28, 2011

Hugo y Matt, otros dos hermosos vencidos...

Paco a lo Matt, con disculpas a los dos, Paco y Matt.


Sin demasiado que hacer durante todo el día, pillé el prototipo de “Gominolas para los patos” en castellano, que me he hecho uno para degustarlo mejor [explicar que este título es el que abrirá la colección “El brut de los corazones solidarios” con la que SBQ intentará asistir causas concretas –con esta primera edición intentaremos operar a la peruanita Summy Ross de su cadera– y que el tinglado se basa en conseguir que escritores y artistas cedan su obra para causas como la descrita–. “Gominolas para los patos” es un delicioso trabajo del poeta Hugo Izarra que va acompañado por la obra brutal del pintor norteamericano Matt Sesow –ambos muy de mi gusto.
Y leí los versos de Hugo por enésima vez, pero ahora en formato libro –que nos está quedando un objeto muy apetecible– para volver a quedarme encantado con la frescura del material [‘Ya lo sé, sí, / pero, entonces, / había tanta niebla...’] y la sencilla intensidad de sus versos, que me recuerdan tanto a las mejores lecturas de Kerouac o al Buck más amable. Y miraba las ilustraciones de Matt, rotundas, inmensas de color y resultado... creo que el trabajo va a ser muy brillante en conjunto y parte por parte, como creo que la ilusión que ahora tengo va a convertirse en algo tangible y hermoso en el cuerpo de la niña Summy.
En una tarde anodina, como la de hoy, solo puedo agradecer a tipos como Hugo y Matt su generosidad y su arte ‘verdadero’, tan enfrentando a casi todo lo que se hace hoy y tan lleno de sinceridad y calidad humana.
Tener la suerte de encontrarse en la vida a tipos tan singularmente humanos es una suerte que me ha tocado, una suerte mayor que cien mil jodidos euromillones... y me puse a pintar imitando a Matt para gastar el tiempo... y también lo disfruté.
Gracias, hermanos.

Kit Cat

Sunday, February 27, 2011

Al Canfrán a varear fideos...



Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi todas por pura visceralidad... y el tiempo es tan simple como pasar del maladrín y el rufián al natural hijoputa... ¡brup!... perdón de nuevo... que la vida es esto y esto y esto, como antes fue aquello, aquello y aquello, pero siempre con el mismo final... así, sí, así sí que puede uno resumirse como un pimpollo y quedarse tan pancho... ¡y me doy cuenta ahora!... ya me vale.
Un minuto, que subo a comprar tabaco...
Ya.
Arriba estaba un camarero de descanso conectado a internet con su portátil y la camarera que me cambió el billete de cinco me dio los buenos días [es por la tarde]... dos parejas entradas en años con unos cafés y una madre joven con una niña de meses con la nariz llena de moquitos catarreros... esto, esto y esto, que ya lo he dicho más veces, sin tener que entrar en más detalles ni en disputas absurdas... y si he molestado, pues pedir disculpas, pero con naturalidad, que vamos a morirnos igual... ahora me duele el cuello por la parte de la nuca, y el dolorcillo se extiende un poco espalda abajo... y eso también sirve, coño que sirve, claro... es estar vivo. ¡Ay!, ¿qué será el miedo? Fui a ver al viejo y se le ve el miedo en los ojos y en los gestos... ¡qué putada!, pobre... yo pensé alguna vez que creer evitaría esa impresión a fuego en las pupilas, pero debe ser que no... y es que no nos enseñaron a separar el miedo de la sensación de final, nunca nos lo enseñaron... más al contrario, nos hicieron parear ambos conceptos y amalgamarlos en uno... pero si morir es lo exacto, ¿por qué no quitarnos por lo menos el miedo pavoroso?, lo haría todo mucho más fácil, como ya se quita el dolor... en fin, un naufragio por donde se mire.
Y ahora recuerdo que ayer vino a verme Cipri para que le hiciera unas fotos. Charlamos un rato y entendí perfectamente todo lo que me dijo... es un tipo que sabe utilizar perfectamente las normas de la lógica y tiene, además, un magnífico don de la palabra. Mientras me hablaba, como yo ya sabía exactamente hacia dónde caminaban sus entrelazados silogismos, me dediqué a escrutar en sus ojos... son unos ojos tristes, quizás de no entender, pero en ellos no encontré miedo, no, más bien era decepción lo que había en ellos, y eso es lo que hace que el tipo me caiga bien, no sé por qué, pero ese contenido en los ojos lo consigue. Le hice las fotos de rigor y nos despedimos con una sonrisa –yo pensaba entonces en otras cosas, pero ahora vuelvo a esa sonrisa en mi memoria y sale nítida–... ‘sabe lo que es el dolor, pero no el dolor rabioso de un instante, sino ése que es hondo y perdura...’ me digo mientras veo la sonrisa en el exacto recuerdo de ayer... eso le debiera dar la autoridad de decir como le salga del alma, pero no lo hace, de hacer lo que le venga en gana... y aguanta, cede, intenta estar e intenta estar e intenta estar... quizás esté empezando a entenderlo todo gracias a esa sonrisa de Cipri, y juro que no era una sonrisa ideológica... era de verdad.
Ahora mismito tengo sed... me voy a pillar una Coke.

Un recuerdo sentido.


El viernes pasado, antesdeayer, falleció Talón, un muchacho con el que pasé algunos días magníficos en mis tiempos de joven con barbita escasa. Él pertenecía al grupo de amigos de Pepe Rico, el hermano pequeño de Gerardo –mi amigo del alma– y todos [el grupo de Pepe y el de Gerardo], a pesar de la diferencia de edad, nos reuníamos durante tardes enteras de juegos y risas en ‘The Boris’, nuestra casa club compartida [el mejor sustituto de la cochera de siempre]. Talón era vivo, inteligente, avispado y absolutamente ocurrente... y todo lo llevaba con una elegancia muy particular que siempre consiguió hacer que pareciera mucho más mayor de la edad que llevaba.
El tiempo, como hace siempre, se encargó de poner una distancia extraña que acabó en el simple saludo educado y en el cruce de alguna sonrisa... y también algún malentendido traído por el trasunto político [no con él, sino con su esposa, que hace unos años pasó a tener representación pública].
Hace como tres meses, mientras estaba esperando en la cola de Caja Duero, la persona que estaba delante de mí me saludó con una sonrisa amplia y me dijo... “Felipe, ¿qué tal te va todo?”... yo le contesté amablemente sin saber quién era, e incluso creo que hice algún pequeño chiste sobre la situación de crisis que le hizo sonreír. Hizo su operación de caja y se despidió de mí dándome una palmada en la espalda y ofreciéndome una sonrisa franca. Cuando salió, me acerqué a José Manuel –el director de la sucursal– para preguntarle quién era la persona con la que había estado hablando [la verdad es que soy un despistado compulsivo]... me dijo que era Talón y me quedé perplejo... no le había reconocido por el efecto que la enfermedad había hecho en él... entonces me angustió no haberle dado un abrazo fuerte e incluso no haberme tomado un café con él... y ya no volví a verle.
El sábado, durante el acto de presentación del libro de Marino, Antonio Gutiérrez Turrión tuvo unas palabras de recuerdo para él... y se me saltaron las lágrimas.
Hoy quiero dejar ese abrazo pendiente en la memoria como una de mis faltas graves, a la vez que ofrecer desde estas palabras mi sentimiento más profundo a su esposa Puri y a toda su familia [no soy de pasamanos, porque prefiero el sentimiento a solas], así como ofrecerles mi mano en lo que precisen, lo que sea.
A veces las verdades inexorables hacen que las tontas cosas de los hombres nos hagan sentirnos ridículos... yo hoy me siento mal por no haber dado aquel abrazo y por no saber encajar algunas niñerías que en su tiempo pusieron distancia con Puri y, por ende, imagino que con Talón.
Hoy me quedo con el chavalillo que sonreía al otro lado de la mesa camilla de “The Boris” mientras jugábamos a las cartas para pasar la tarde y con aquel “Felipe, ¿qué tal te va todo?”.
Queda el recuerdo vivo y fuerte... y también una complicada sensación de falta que ahora mismo es como un pozo hondo y oscuro.

Saturday, February 26, 2011

"Diarios miedos"



Las historias cienmiles que tengo entre manos no me permiten disfrutar de la escritura en los últimos días, y eso hace que no me sienta demasiado bien... compromisos ineludibles, líos empresariales, encargos en los que media el afecto [eso los hace obligatorios] y otras cosas menores y mayores que me quitan tiempo de mí, pero que también me acercan a la gente que quiero.
Ayer recibí a Marino González y a su actor [le voy a llamar así porque mi memoria falla hasta no recordar un nombre que ayer pronuncié cien veces... que me perdone el coleguilla] para presentar “Diarios miedos”, una hermosa colección de cuentos cortos alrededor del miedo que Marino publicó hace ya más de un año. Fuimos poquitos, pero todos bueno, y la cosa salió estupendamente, hasta el punto de que en un momento de la presentación se interrumpió al autor para iniciar un animado debate entre los asistentes que me vi obligado a cortar porque la cosa tenía pinta de írsenos de las manos. El acto terminó con un monólogo dramático muy brillante, que estuvo a cargo del “actor” y con un montón de cañitas nocturnas [yo iba a Coke, que todo hay que decirlo], un par de situaciones de guardar [estupefactos quedamos al ver cómo se reponía una tapa a medias en la bandeja general de barra... fue una sensación parecida a la cercana visión de una nutria en uno de mis paseos] y un final de traca en ‘La Alquitara’ con copita de Havana 7 con cola y con zumo de limón... y concierto en vivo...
Cansadote acabé y cansadote sigo.
Destacar que me tocó presentar el libro y que ya no me acordaba de él [mirando hoy mis notas, sí que tengo apunte de lectura de hace poco menos de un año], por lo que fui sincero y dije directamente que no lo había leído... lo mío es de punto y aparte, y le tengo que pedir disculpas por ello a Marino... soy así, coño.
La visita fue en verdad muy entrañable y de ella quedaron medio cerrados algunos proyectos nuevos y comunes, muy interesante, que verán la luz en unos meses [mi especialidad es meterme en líos].
Un abrazote a Marino y a su “actor”, un tipo que me dejó una magnífica impresión y con el que espero compartir más de un asunto con el tiempo.



Marino en un momento de su presentación.

Monday, February 21, 2011

Salida fotera con mis hijos.


Felipe apostado esperando a que apareciese nuestra familia de nutrias... no hubo suerte.

No fue nuestro mejor días, pues las aves alzaban el vuelo antes de pillarnos preparados para las tomas fotográficas.

Guille sentado junto a la charca que habíamos escogido para tomar imágenes.

Empezó a llover y tuvimos que salir corriendo a refugiarnos... mientras corríamos encontramos este par de cigüeñas paradas.


Una garza en vuelo tomada por Felipe... no eran las mejores condiciones para hacer fotografia, pero ahí queda.
A falta de otra fauna, Felipe tomo esta imagen de retirada... enseguida nos pilló un chaparrón.
Lo pasamos estupendamente a pesar de no lograr buenas imágenes,


Sunday, February 20, 2011

Paquito y Jesús.

Me he encontrado de pronto este vídeo con mis amigos Paquito Ortega y Jesús Márquez dándole caña. ¡Qué nostalgia, coño!

Entre Gilgamesh y Casariego...



Vinieron a visitarme Jesús Urceloy y Marisol con las nuevas noticias del pantano y un par de libros chulos [“Historia y Poesía” –el discurso de entrada de L. A. de Cuenca en la Real Academia de la Historia– y “Antilogía Contrapoesía de poetas reversados”, con poemas de Casariego, Escarpa, A. Martínez y Scala], de los que uno, la antología, era un regalo del colega Gonzalo Escarpa y traído por mis amigos con una dedicatoria no sé si entrañable o profundamente cabrona. Dice: “Para Pipe, ese ejemplo a seguir que, por suerte, nadie sigue. Un abrazo, Pipón. G.”.
Dejé mis nuevos libros sobre la mesa, aguardando un ratillo libre para su lectura, y me fui con mis amigos a degustar unas cañitas por los bares de Béjar y a charlar sobre asuntos banales y profundos [estos últimos tratados desde la pura banalidad]... salieron David Torres y su nueva novela, de la que había recibido ayer mismo notificación del autor por fbk [“Querido Komen, quería invitarte a la presentación de mi nuevo libro, PUNTO DE FISIÓN, que tendrá lugar el 2 de marzo miércoles en el Círculo de Bellas Artes, a las 20.00 horas. Ya le he mandado un abrazo al Urce. Vente, que hace mucho que no te veo el pelo y a mí ya me va faltando. Un abrazo. David.”], con esos detalles pequeños que luego terminan siendo historia de la historia y que lo hacen todo mucho más entrañable y más cercano que los juegos económicos editoriales [es en estas cosas en las que me siento especial, en el poder conocer de primera mano los juegos creativos, los hallazgos casuales, las fuentes precisas, las referencias nada concisas, las obligaciones debidas y los resultados de todo ese batiburrillo de vida alrededor de una obra y un autor]... Luis García Montero, que entró en nuestra conversación mientras le echábamos un vistazo al suplemento cultural de ABC, en el que salía a doble página, con foto grande y dos poemas de baja cota. Discutimos un ratito sobre el valor de la poesía de Luis, dándose la premisa de que a mí me gusta, enfrentada al uso que el poeta ejerce de su statu y a lo impudoroso del enfrentamiento de su ‘ideología’ predicada con el uso de los medios y sus guiños constantes al poder... de Ana Belén y Víctor Manuel, y por las mismas causas, pues me contó Urce que han realizado una campaña publicitaria carísima para Esperanza Aguirre y se han quedado tan panchos en su casilla de izquierdas... de la ministra Sinde y de su lucha mal trazada contra ‘series yonkis’ o ‘elrestoesruido’... del genial Woody Allen, del que Urce recordó enseguida un fragmento de los diálogos de ‘Annie Hall’: “¿Conocen este chiste? Dos señoras de edad están en un hotel de alta montaña y dice una: Vaya, aquí la comida es realmente terrible. Y contesta la otra: Sí, y además las raciones son tan pequeñas... Pues, básicamente, así es como me parece la vida. Llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza... Y sin embargo se acaba demasiado deprisa.”... y de muchos otros tipos, que conversar con JU y MS es siempre como asistir a un bazar hermoso... luego mis amigos decidieron ir al cine y me dejaron un tiempo estupendo para echar un vistazo a mis nuevos libros.
El discurso de entrada de LA en la Real Academia de la Historia me pareció un texto elegante y hasta arriesgado para el contexto de la institución... degusté la prosapia y los ingentes conocimientos de LA y disfruté especialmente de los tramos dedicados a la mesopotámica ‘Epopeya de Gilgamesh’ y a Constantino Pedro Cavafis...
Luego le tocó el turno a la “Antilogía Contrapoesía”... toda una belleza editorial y de diseño esta pieza de la editorial ‘Ya lo dijo Casimiro Parker” [recomiendo el libro a curiosos de la buena edición, a amantes del diseño gráfico y a bibliófilos nuevos y viejos]... y allí me encontré con hermosas sorpresas de Pedro Casriego Córdoba, como el ‘Te quiero porque tu corazón es barato’, que conservo en una edición antigua a la que vuelvo de vez en cuando... con un Arturo Martínez absolutamente desconocido para mí hasta la fecha y que me dejó frío con su propuesta [no me parece un acierto por parte del antólogo embocar esta obra en el tejado de la de Casariego]... Eduardo Scala en su tono capitular de bordado y crucigrama [es bueno en lo suyo]... y Gonzalo Escarpa en esa peligrosa modernidad que a veces luce radiante y otras veces se acerca al juego trilero de los vasos en una mesa plegable. Un libro de verdadero riesgo en todos los sentidos que nace medio salvado por la hermosa huella Casariego y el sobresaliente diseño de ‘HARPO Comunicación’.
El resultado general es el de haber pasado un buen día de amigos y lectura, cosa que agradezco [aunque solo de vez en cuando].


Friday, February 18, 2011

Fumando un cigarrito, me encontré con una nutria.


Harto de que no me dejen fumar con el café de la tarde, y con ganitas de despejarme un poquitillo de estos días cabrones e inevitables, dejé a Guille en el cole a las tres y me fui con mi cámara a intentar fotografiar a alguna cigüeña o a alguna rapaz cerca del basurero de Béjar. Cuando llegué al depósito de basuras no había ni un ser viviente visible en todo el perímetro que abarcaban mis ojos, así que decidí darme una vueltecilla caminando por la carretera de Fuentebuena para respirar aire puro y olvidarme de los malos rollos. No había aves... pues a fotografiar líquenes, que ahora presentan unos tonos y unas estructuras chulísimas.
Cuando me cansé de caminar y de liquenear, me senté en el murete que cerca un prado extenso con una pequeña charca y, mirando a la charca, me encendí un pitillo. Se estaba de puta madre... solo, en silencio... y de pronto vi tres estelas grandes en el agua de la charca... flipaba y no podía creerlo... ¡tres nutrias en el agua! y yo sin la cámara preparada... me azoré y rápidamente puse la Nikon en uso, pero ya no había nada, ni una señal de los animales... me sentí mal por no haber estado alerta y decidí aguantar allí sentado hasta que dieran las cuatro menos diez, justo la hora de llegar a tiempo al trabajo... volví a mi pitillo ya sin esperanza, pero con la cámara en la mano... y de pronto, como a unos 15 metros de mí, bajo una piedra trabajada a modo de viga, una de las nutrias me miraba fijamente... y disparé como un poseso hasta que decidió ocultarse... y me sentí profundamente feliz, muy emocionado y lleno de esperanza.
Jamás hubiese imaginado ese encuentro al lado de una carretera, muy cerca de mi ciudad, a las tres y media de la tarde.
Me encanta.








Tuesday, February 15, 2011

Sobre la confusión y otros azares hospitalarios.


Cuando no vas de urgencias, el hospital es mucho más relajado, aunque no pierde su calidad de jodido taller de reparaciones. De día bulle y parece que los males particulares se diluyen entre los males de todos, entre el trasiego de enfermeras y galenos, de visitantes y de cuidadores estacionarios. La noche es otra, pues la ausencia de luz y el falso silencio consiguen que el dolor se focalice, haciendo que el tiempo parezca eterno para quien padece y para quien cuida... prefiero, entre lo malo, un hospital de día, coño.
Hoy vi cómo un enfermo se escapaba con el pijama puesto debajo de su americana [imagino que iba a fumarse un cigarrito a la calle] y me sentí bien porque se me quitó esa sensación de cárcel en la que quedas atrapado por el solo hecho de tener que seguir un tratamiento hasta el final... me gustó ver esa chispa de libertad en un tipo que quizás estaba haciendo la hazaña de su vida... la verdad es que se le veía nervioso y no tenía muy buena cara [me refiero a que no parecía nada saludable], pero seguro que su acción le estaba arreglando el ánimo a base de adrenalina y autosatisfacción. Llovía bastante, pero el tipo no se detuvo ante la lluvia... caminó seguro y le vi detenerse en uno de los pasadizos que pasan bajo la carretera... me pareció que sonreía.
Luego fui testigo quietecito de los estragos que hace el desubicar a un anciano... la confusión terrible, que debe ser una de las peores cosas que puedan sucederle a un hombre... no saber dónde estás, no conocer a quienes te rodean, no tener tu ropa de todos los días sobre la piel, no encontrar el baño... debe ser terrible y debiera ser una de las consideraciones prioritarias a tener en cuenta dentro del mundo de la medicina cuando se acerca a los ancianos... intentar atenderlos en su ámbito aunque cueste un mayor trabajo, no sacarlos de su mundo de golpe y ofrecerles cuidados a la medida de su dignidad, que muchas veces no consiste más que en permitirles tener su pijama de siempre o dejarles ponerse sus pantalones y sus zapatos de todos los días... algún signo de normalidad que no los asuste y los deje desvariando.
Imaginad a una persona entrada en años que siempre ha tenido un pudor extremo en todas su acciones, siempre bien peinada, siempre guardando unas formas venidas de una educación antigua, siempre practicando unas normas de roce con los demás... y que de pronto se encuentre despeinado, con un camisón abierto y casi desnudo, con personas a las que jamás había visto y compartiendo habitación y vómitos... y todas esas cosas privadas que jamás había compartido con casi nadie... imaginad que de la noche a la mañana se encuentra en esas circunstancias... debe ser tremendo, hasta el punto de llegar a perder la razón... y si a eso le sumamos el miedo cerval al final de todos los finales, pues ya está conseguido el desastre total.
En fin, que queda mucho por hacer en la necesaria mezcla de la ciencia con el humanismo... mucho.

Comida con cigüeña...


Por esos jodidos azares hospitalarios, hoy me tocó comer en casa de mis padres, y me tocó hacerlo justo mirando al paisaje que veis arriba... la Peña de la Cruz, el monte de invierno sin un solo toque de verde y una cigüeña en su nido aguantando un viento riguroso y una temperatura fría de cojones.
Por suerte tenía mi cámara... y comí disfrutando de esta cigüeña hermosa que os dejo.




















Sunday, February 13, 2011

Descansar con W.



He oído que has dejado tu empleo... sí, ha sido un impulso autodestructivo... perdona, pero estábamos hablando de orgasmos...” y “DONT WALK” contrastando en la noche de Manhattan o “no tomo alucinógenos porque hace unos cinco años los probé una fiesta y... ¿y qué?... intenté quitarme los pantalones por la cabeza...” y Annie reía.
El “tequiero” resulta una expresión insuficiente porque el “teadoro” es un término más redondo, dijo mientras la besaba... y a mí se me venía un sabor acre a la boca, un sabor de estos días cansados llenos de pensamientos extraños. Cuando me llegan experiencias que me llevan a pensar sobre el sufrimiento, tiendo a refugiarme en Woody Allen, fundamentalmente en ‘Manhattan’ y en ‘Annie Hall’... y pongo las pelis una y otra vez, y vuelvo atrás en las escenas para saborear los geniales diálogos, las caras de los personajes, la ropa que llevan puesta, los fondos de cada plano, los muebles, los escaparates de las calles... hasta que me calmo y vuelvo a ese tono magnífico en el que la vida es estar con cuatro o cinco ideas bailando en la cabeza...
Tengo un punto de vista realmente pesimista sobre la vida... creo que la vida se divide entre lo horrible y lo miserable. Ésas son las categorías principales... lo horrible sería... no sé, los enfermos incurables... Me refiero a los ciegos, los inválidos... Y, después, lo miserable, que incluye a cada uno de nosotros. Lo engloba todo. Así que tenemos que dar gracias por sentirnos miserables, pues la otra alternativa es aún peor...”.

Como en un 'singanas'.


Ayer.

Vuelvo a afirmar que la vejez es fea, no me gusta y me da miedo por su incapacidad y por la dependencia que produce. Creo que el decurso del Hombre ha conseguido este estado absurdo de los hombres. Anoche, en la sala polivalente del Hospital Clínico de Salamanca, había varias camas con ancianos [algunos claramente terminales] sufriendo, agotados, un final que ya debiera haber llegado hace tiempo... pero la medicina los mantiene atados a una vida que no es más que un acabarse lento y doloroso, un proceso que a mí me parece inútil si no hay capacidad de ofrecer, junto a la extensión del tiempo vital, ciertas circunstancias de bienestar asociadas a algunas capacidades. Yo no quiero eso para mí de ninguna de las maneras... y hasta me parece una crueldad mantener unas constantes biológicas con la certeza del daño que eso supone... pero están la jodida moral imperante y el concepto religioso sobre la vida para enfangarlo todo y crear un sufrimiento incontable y tremendamente injusto [me encantaría que esto les pasase factura algún día a quienes lo propician].
Y esa visión indigna de unos hombres y mujeres tirados en camastros y hacinados en un cuartito de olor nauseabundo, exentos de cualquier dignidad, expuestos a los ojos de todos los que por allí pasábamos, que éramos muchos, sufriendo en silencio sus últimas vejaciones [porque esa situación es tremendamente vejatoria por impersonal y por insensible] gracias a los avances de la medicina del hombre [una ciencia que no ha aprendido aún a dar pasos ‘completos’ en los que cualquier arreglo físico vaya indefectiblemente unido a un arreglo de valor en lo que se refiere al uso de la vida]... decía que esa visión me dejó deshecho, como en un ‘singanas’... y con un jodido dolor de riñones que va como a más.

Saturday, February 12, 2011

Noche de urgencias.


Una complicada neumonía de Ángel me llevó anoche a la sala de espera de urgencias del Hospital Clínico helmántico para pasar un tiempo intenso y agobiado entre un montón de gente con cara de preocupación y agotamiento. El olor era nauseabundo [baste decir que hay dos baños individuales en la misma sala de espera en la que se acumumalaban como mejor podían entre cincuenta y setenta personas, que las conté, que utilizaban esos baños con frecuencia]. El trámite lento de las pruebas y el continuo llegar de ambulancias con nuevos pacientes hacía que la previsión de la noche fuera larga, así que me lo tomé con calma, ya que no me dejaban estar al lado de Ángel y solo tenía que esperar a que avisasen por megafonía gritando: “¡Familiares de Ángel García, sala polivalente!”. Así que me dediqué al delicioso trabajo de observación y a salir de vez en cuando a fumarme un cigarrito al raso salmantino [hacía un frío importante].
El colectivo ‘urgente’ era realmente misceláneo... una recua de gitanos de todas las edades [y todos parecían de la misma familia], que había desde niños de cuatro o cinco años hasta un par de ancianitos chuletas, pasando por unos diez o doce jóvenes con absoluta seguridad en sus pasos y en sus gestos; un matrimonio joven rumano y como acomplejadito, acodado en una esquina mientras ella tosía como un cosaco en el Gulag; dos jovencitas hermosas que de vez en cuando hablaban en un idioma del Este de Europa que no supe enfocar, y que pasaban de dar cabezadas en sus sillas a hablar animadamente; una japonesa delagadita y toda vestida de negro [excepto unos calcetines azulones con un dibujito de Hello Kitty] que no hacía más que tocarse la cabeza de forma compulsiva y que de vez en cuando me miraba fijamente a los ojos; un tipo bien vestido con cara de preocupación que me recordó mucho en sus gestos y en sus formas a mi amigo Alberto [le notaba algo raro en su pose, hasta que me percaté de que tenía un brazo articulado y la mano que asomaba era de goma y muy bien acabada... llevaba siempre ese brazo recogido contra el vientre y en él apoyaba el otro, acercando constantemente la mano buena a la cara con movimientos de verdadera preocupación; una chica jovencita muy bien preparada que tenía los ojos hinchados y enrojecidos de llorar, una mujer que de vez en cuando se levantaba para imprecar a los celadores de forma bastante desagradable... “llevo aquí con mi madre desde las tres de la tarde y aún no nos han atendido... y los médicos están ahí sin hacer nada... y las enfermeras pasan y no nos hacen caso... estoy hasta los cojones de esta sanidad de mierda...”... mientras todos callábamos y mirábamos para otro lado; un chico joven con barba tirado en el suelo con ostensibles gestos de dolor [pasó más de una hora hasta que una enfermera le sacó una silla de ruedas para que esperase sentado a que le atendiesen], una familia completa discutiendo vivamente sobre las medicinas que había tomado su familiar enfermo, una señora de Vitigudino que se sentó a mi lado en la calle mientras fumabamos un cigarrito y me contó, sin más y sin que yo le diera pie a ello, toda la historia clínica de su madre y que tenía dos hijos a los que había dejado solos en su casa de Vitigudino y que no había cenado... "porque no se saben hacer ni un huevo frito y se les rompe la yema al echarlos en la sartén"... y que seguro se iban a pasar su ausencia a base de leche y bollería... “pero les he dejado algo de dinero... con eso se arreglarán”... y un matrimonio con muy buena pinta acompañando a su hija jovencita, a la que se le notaba un malestar importante... y dos chicos jóvenes caminando muy nerviosos por toda la sala que conseguían sacarme con su paso agitado de mi concentración... y otro montón de gente a la que observé menos, porque parecían de paso comparados con el grupo más estable de la sala.
Soy fumador compulsivo y tuve que hacer varias salidas a la calle para fumar. Los dos primeros cigarrillos me los fumé a unos diez metros de la puerta de urgencias, acompañado siempre de diez o doce personas que estaban en la misma situación y con el mismo vicio que yo... pero al tercer cigarrito se me acercó una pareja de seguridad y me indicó que allí no podía fumar [también lo hicieron igual con mis azarosos compañeros de fumeque], que debía irme a cien metros de la puerta... así que conté cien pasos largos desde la puerta y busqué un escalón en el que sentarme a quemar mis cilindrines y a pillar un buen frío en los riñones... y allí establecí mi base de operaciones para los siguientes cigarritos. Pasadas dos o tres salidas fumequeras desde el aviso de la autoridad, vi que frente a mí, y detrás de un kiosko de prensa que hay a la entrada del hospital, uno de los seguratas que me llamó la atención se estaba fumando un cigarro a escondidas... le chisteé desde mi escalón, me miró y le dije: “ahí debe estar usted a unos setenta metros de la puerta, que he medido la distancia con pasos y el límite está justo donde yo estoy”... el tipo me lanzó una sonrisa que sonó en el silencio de la noche como un graznido, tiró su cigarro, que estaba a medias, y tomo camino hacia la puerta de urgencias sin decir nada. La señora desagradable que se quejaba en voz alta de la sanidad pública, que en ese momento estaba fumando también cerca de mí, dijo en alto: “son unos hijos de puta... ha hecho usted muy bien en decírselo”... y lanzó un escupitajo que quedó como un chicle como a tres metros de donde yo estaba.
Y por fin ingresaron a Ángel en planta y pude salir de aquel ambiente enrarecido.
No me gustan nada los hospitales.