Monday, June 30, 2008

Que ya se me pasó la morrionera.


Bah, que ya se me pasó la morrionera y vuelvo a querer a Bob Dylan como siempre, que a un padre espiritual hay que perdonarle los días delgadinos y cacagüeses, porque si no uno no sería ni un buen hijo espiritual ni una buena persona. Na, que me escuché de un tirón el “No Direection Home””, de 2005”; el “Love and Theft”, de 2001; el “Desire”, de 1976 y el “Patt Garrett & Billy the Kid”, de 1973, y que me puse morrionete y me deshice en ese ‘Tú sí que eres grande, Bob’ que se me viene a la boca con cada una de las audiciones tranquilitas que hago de su música [que es mi música].
Bob me trae siempre los días rebeldes [aquellos días perdidos y maravillosos] en la aldeína de Llueves durmiendo bajo una manta con tres colegas, las jornadas de protesta en el faro de Ribadesella o en las amarillas calles helmánticas, el no querer pensar como mis padres y quererlos a muerte, el rular del porrete de medianoche con sus risas cosidas, el hambre de mujer con amor libre a cuestas y las noches de tienda de campaña en Picos de Europa con su cosa edelweis y sus calcetines rojos gordos, las tardes de Latina con un mundo enterito que arreglar y unas birras después para olvidarlo todo, las manchadas de El Judío arrimado a los últimos borrachines de la noche, los ratos con Adares y las risas sin mácula junto a mi buen Riobó, la rabia por lo del abuelo y los días de muerte cercana…
Bob siempre estuvo ahí, a mi ladito, en cassette o en vinilo, para darme la pauta del pensamiento nuevo, para indicarme que nada es lo que parece, porque es peor, pero que hay soluciones a medio y largo plazo [soluciones de ser y no de estar].
Así que te perdono lo del otro día, carapito, y me quedo con tu música hermosa y con esa poesía que también detonó algo aquí adentro una noche de hace ya demasiados años. Tú no me debes nada, colega; soy yo quien te debe una estética y una profundidad que son camino hoy y lo fueron ayer también.
Gracias por todo, amigo… y hasta creo que te comprendo.
Bye.

Sunday, June 29, 2008

Yo creo que Bob no estuvo en Hoyos.

Anduvo Bobi Dy entre delgadino y cacagüé en el paraje incomparable de Hoyos del Espino. Me dio que no se acordaba el tipo de sus canciones [apenas se reconocían algunos de sus temas míticos en una frase musical o en una caída de voz] y, para colmo, se puso al fondo del escenario y casi de espaldas al público… ¿y su banda?… más parecía una banda de ladrones que un grupo curtido en el rock/country norteamericano [lo habrían hecho mejor cuatro pateranos de Trinidad-Tobago]. En fin, una mierda pinchá en un palo que no le quita ni un puntito de valor a toda la discografía del perico, pero que le deja en bragorrias ante los que, como yo, crecimos y nos desarrollamos en ese sonido y en esa estética.
¡Que le den bien por el culo a Bobi Dy… y que viva Bob Dylan, coño!
Por decir algo bueno del zorolo cantor, pues que le queda aún esa voz ronca con caída final que siempre me pareció una delicia para mis oídos.
Y si a todo esto le añadimos que el cacagüé venía rodeado de matones que perseguían con auténtica mala folla a los que osábamos hacer alguna foto de lejos con nuestro telefonillo, pues no te quiero contar.
Y después del ‘perrea’ Dy, llegó Amaral a salvar la noche, pues no se puede negar que son auténticos profesionales y se toman el rollito en serio [por comparación, Dylan pareció el telonero de Amaral]. La verdad es que yo no soy muy amaralo, aunque me gusta la voz madura de la moza y un par de canciones me hacen ‘rintintín’ [creo que no hay mucho más que rascar, aunque reconozco que tienen una magnífica puesta en escena y suenan bien]. Me reí un montón cuando Adrián soltó aquello de ‘tío, la perica parece una manga pastelera’… o aquello otro de ‘¡joder, qué rollo, si todas las canciones son bonitas!’ [un punto interesante el Adri cuando le llega la acidez a las palabras, define con potencia y se queda tan pancho].
En fin, que me quedé con ganitas de haberme llevado la Nikon con el tele grandote [si me la hubieran pillado los seguratas, me la meten por el culo] y de haber sentido el mito cabalgado las venas de la frente… pero no pudo ser y llegué hecho un perrete a eso de las cuatro de la madrugada para dejarme caer en mi cama como una loncha de queso.
Punto y coma [del coma saldré un día de estos, digo yo].






























Friday, June 27, 2008

Descenso hasta el mar de mis sandalias.

Los cernícalos vecinos tienen este año tres polluelos frente a mi ventana, así que debe ser un buen año para ellos, pues en los tres últimos solo pudieron sacar una cría adelante…
Mientras, yo desciendo hasta mis sandalias y descubro la herida de mis pies, y allí estáis vosotros, todos, como un formación de grullas o un falso paraíso, llenos de escrúpulos y sin saber gritar. Allí vuelvo al día en el que descubrí mi sexo, en el que supe que acabaría devorándome o haciéndome alga.
Tiempo propicio para los cernícalos, éste en el que las madres ya no saben reconocer a sus hijos porque el olvido las tomó por sorpresa y los padres se han hecho viejos y no saben decir ‘que le den por el culo’ a voz en grito porque están acobardados.
Ya solo me queda el espacio abierto y no tengo a qué sujetarme, ni una sombra bajo la que esconderme; ya voy solo con mis hijos a mi espalda, a tumba abierta, hacia lo que pase. Yo decido y me gusta.

Presiento la serpiente y el pie pisa el helecho.
Vivir es un gesto, un gasto… y la muerte es una estética si no la piensas tigre o precipicio. Lumbre y anillos, ratas, sonrisas familiares de algunos rostros muertos. La luz como un tambor en las amanecidas. El mapa de tu cuerpo oxidándose y los huesos quebrados en un éxtasis. Balcones, obsidiana, membrillos verdes y calientes… La muchacha de Eaton toma el jabón desnuda y lo lleva a su cuerpo con esa ceremonia ancestral de las doncellas; deja caer el agua y siente frío.
Al norte de Edén crecen la prímulas bajo un mar de palmeras.

40º Celsius tienen la culpa de este caos. Lo siento.

Wednesday, June 25, 2008

Está el día de iguanas...


Está el día de iguanas y de gatas sobre tejados de zinc calientes [los tejados y las gatas], y todas las especies se esmeran en dejar cubiertas a sus hembras para asegurar los genotipos y jugar al azar de los fenotipos… pero yo solo sudo y me lamento del exceso de grados Celsius que me agota sin más.
Debo atacar el día con longitud y convencerme cada minuto de que el paisaje puesto en mis ojos no será repetido, de que el gesto y la voz siempre serán otros porque no hay tregua posible y lo pasado jamás ha de volver. Presentir para poder sentir con razón y uso lo que haya de venir, para ser perceptivo en el instante preciso y no perderme nada que no deba perderme. Así considero que debe ser vida [de la de otros no sé ya hablar] y así la intento cada mañana y cada noche.
Ayer, en la media noche, cuando salía de mi estudió para buscar el descanso de mis sábanas, la vecina insoportable insultaba a voces a su marido y los gritos daban sombra al silencio de la noche: “¡… … si no sabes ser un hombre, muérete ya, pelele… y quita esa cara estúpida de mi vista… muérete de una vez…!”. Esta mañana, cuando llegaba de mi casa al trabajo, le vi salir de su casa con los hombros caídos y la mirada perdida, como agotado de todo. Le saludé y me contestó con un leve gesto de su cabeza, y me dieron ganas de insuflarle ánimo para hacer salir toda su rabia contenida y desterrar al miedo atroz que se percibe en sus ojos y en su caminar.
Está el día de iguanas y la gata muestra su sexo entre mohines con el rabo levantado, mientras sus ojos verdes maúllan con electricidad. Y no hay rumor de árboles, porque el viento se fue ya hace un ratito a vivir en las horas inalcanzables y hacer, así, algo más nítido el sonido caliente de la gente que pasa.
Conocer el final aclara casi todo; saberlo te hace lúcido y te vuelve capaz si consigues no abandonarte.

Un día, sin más, escribiré con caricias,
porque no habrá palabras
o estaré harto de ellas…

[escribir con puñales no me apetece tanto,
pues de las armas blancas
crecen los versos muertos]

Escribiré con cáscaras de nuez
o con élitros de coleópteros,
y lo haré como volviendo a lo doméstico,
sin ser irracional, pero ardiendo lascivo.

Un día, pronto, escribiré con manzanas reinetas
sobre el peso de las piedras
y la hermosa textura de tus muslos
apretando los míos…

y no habrá ya rabia,
solo estremecimiento y temblor.

Todo será porque sabré mis límites
y estarán bien marcados en un mapa
con la sangre de ayer y el aire necesario de mañana.

Un día, sin siquiera pensarlo,
empezaré a escribir con saliva batida
en una lengua ajena,
y mis versos ya no serán las sístoles
de un corazón mecánico…
serán aliento, alquimia, bocanadas.

Tuesday, June 24, 2008

Noche adentro.


La noche es salamandra, y más la de ayer, con su falta de luz y esa magia que se hace en los ojos no acostumbrados a las sombras de la sombra. Una magnífica tormenta nos dejó el barrio apagado por unas horas y me fui a disfrutarlo.
Los oscuro es perfecto para leer al tacto las rayas de una mano o para que se inflamen los saltos de las aceras o los mínimos escalones de la calle. Lo oscuro es como el cráneo debajo de la piel, como un sol de cacao o aquel carbón en el cubo de zinc que le trasegaba a mi abuela en el 66. Lo oscuro contiene la humedad del muro cuando llueve, el humo de la pira funeraria, la sombra de una larga melena de mujer, el luto, la estatura del pozo y los días sepultados, la delgadez de una nube de agosto y todos los colores reinventados.
La noche es salamandra y en ella se buscan los amantes con nostalgia de tactos, y en ella está lo hermético latiendo, y en ella el avispero y los claveles de los seres sin luz… la sombra de los muslos en los muslos.
Salí a mirar ventanas y a imaginarme la vida que hay tras ellas, su trasiego de sombras y el eclipse parcial de las cortinas. Salí a tender mis redes en la caverna abierta como un lienzo absoluto y me sentí tan frágil que un temblor devoraba mis talones y un algo clandestino latía como un mirlo en mi pecho blanquísimo.
Seguí todas mis huellas para encontrar la casa y encerrarme en la luz.
Hasta mañana.










Monday, June 23, 2008

Un golpe de calor.

Acabé el día raro de ayer con un golpe de calor de mi Guille, que le puso la temperatura corporal en 38,5º y le tuvo toda la noche vomitando bilis y sudando como un cosaco en Gobi… y escuchando a la turba nacional celebrar el pasó de ‘La Roja’ a las semifinales del Campeonato de Europa de Fútbol [estuvieron hasta bien entrada la noche haciendo sonar los claxons de sus autos, e incluso fueron a celebrarlo a su Cibeles particular en la subida del monte de El Castañar].
Y hoy me levanté resacoso de la mala dormida, aunque feliz de ver a mi Guille recuperado como un campeón y pidiéndome con insistencia que le hiciera un cartelón para el arco de san Juanito que está haciendo junto a sus coleguillas del cole. Lo prometí y cumplí mi promesa con diligencia.
Y el resto del día se me anda pasando en mirar la luz difusa de Premysa, en intentar adivinar en qué quedará la historia de La Covatilla, en maquetar la revista de fiestas de Ledrada con sus infinitos anuncios, en macerar mis deudas en el oloroso alcohol de la tranquilidad, en pensar en que el fin de semana próximo cumpliré mi sueño de asistir a un concierto de Bob Dylan, en perderme en tierras que no conozco y quiero conocer, en aguantar el tirón de todo lo que me arrastra con su fuerza prosaica y peleona… en fin, que nado en mis sandalias nuevas como el enésimo argonauta de la vida pimpona y que me voy a liar la manta a la cabeza junto a mi Juanito en tres proyectos solidarios que me apetecen un montón [en Gambia, Senegal y Perú] y que ya os iré contando poco a poco, a la vez que os pediré colaboración y empujoncitos.
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Cuando el cigoñino de la torre de El Salvador presagiaba su primera tormenta seria y estaba solo, sin sus padres [que andaría a la caza de algún batracio o de alguna culebrilla con los que alimentarle], si saber aún volar y sintiendo la exacta soledad desde su atalaya, fue justo cuando caí en la cuenta de que los hombres amasamos demasiado a nuestras crías, las sobreprotejemos y vamos con ello macerando su mala evolución.
Iba hacia mi trabajo y solo pensé eso.
Para cuando salí, ya pasadas las ocho de la tarde, la tormenta se había desatado en rayos y centellas, en aguacero y una hermosa bajada de la temperatura [que hasta esa hora se había hecho insoportable para mí]. Allí seguía el cigoñino, parado en su nido y aún solo, esperando a que del horizonte saliera su sombra protectora… entonces fue cuando la Lolita que reía a carcajadas entre los gitanillos me pidió un cigarro: “señor, ¿me daría un cigarro?”. La miré absorto, pensando aún en mi ave ‘depresa’, y vi que no alcanzaba los quince años ni haciendo un esfuerzo de imaginación. Le negué el pitillo y toda la gitanada comenzó a reírse de ella entre aspavientos… “bebé, que eres un bebé payo, que no te han salido ni las tetas y ya quieres fumar… ese hombre sí que sabe… ¡Pero ya folla, señor!, que se lo diga éste…!”.
El cigoñino pasó a segundo plano y la cría quedó comiendo pipas e intentado pasar el mal trago uniéndose a las risas de los demás. Ella tampoco ha aprendido a volar aún, y ya ha pasado bastante más tormentas que el pobre cigoñino, tormetonas de alcohol propio y ajeno, huracanes de sexo que sin suerte le pondrán una tripa prominente en un destiempo, ciclones de esa tonta incoherencia formativa que alimenta un sistema que no piensa en el hombre y sí en los resultados del arqueo… Es una perdedora más que será la justa desgracia en pocos años, flor de paro a lo poco, y a lo mucho una yonqui sin nada que pensar que no sea el pico.
¿Quién merece la culpa de esa cría, quién la tiene, quién la gasta y la alimenta?, ¿quién?
Como uno más de todos, sin hacer nada práctico, con un silencio estúpido, caminé hasta mi casa y cené medio destruido.
El mundo del hombre es una mierda, como el de las cigüeñas, o peor.

Sunday, June 22, 2008

Tarde de flores, bichos y cerezas... y ronca mañanita de hospital.
























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Viaje prototipo a Salamanca con Ángel [los bejaranos siempre hacemos viajes de hospital a nuestra capital rijosa] para someterlo a un T.A.C. [Tomografía Axial Computerizada] que sea indicador del estado de su cabeza después de pasadas varias semanas de su caída por las escaleras de Santa Ana. La verdad es que hay veces que estas tecnologías sirven exactamente para afirmar lo que perciben los sentidos de las personas comunes. Ángel está confuso, tardo, desmemoriado, con cierta falta de equilibrio y bastante acojonaíllo por la debilidad que le ha traído el golpe, por el zurriagazo moral que le ha dado la vida y por ese no querer fajarse ya demasiado con el tiempo… que será lo que venga a afirmar el informe del T.A.C. en unos días, aunque con palabras técnicas y rimbombantes.
El hombre solo hace que repetir que no tiene ganas de nada… que no tiene ganas de comer, pero come; que no tiene ganas de levantarse, pero se levanta; que no tiene ganas de ver la tele, pero la mira… Yo creo que su palo mayor [Dios] le está fallando ahora, justo cuando se apatece más necesario; y procesar tal circunstancia precisa tiempo y un uso de razón más o menos estructurado.
Es jodido ponerlo todo en manos de Dios durante una vida entera y larga, para caer en la cuenta de que algo falla cuando apenas queda resuello para tomar otra postura mental [y hasta física].
Empecinarse en una creencia cuando se tiene fuerza y mucha vida por delante, tiene el peligro de llevarte a caer e una cuenta peligrosísima cuando ya apenas hay un solucionario mental para sostener los cuatro palos del sombrajo.
Y a mí me da mucha lástima asistir a este proceso de auténtica confusión, y me dan ganas de conversar con él sin medias tintas, de preguntarle por el estado de su idea de Dios y de indagar en las posibles dudas que le hayan surgido en los últimos meses.
Ahora estoy realmente convencido de que mi camino de pensamiento, en lo que se refiere a la espiritualidad y a la muerte, es más incómodo en el antes, pero mucho más fácil de llevar en el después, pues no me espera el desencanto, ya que sé hacia dónde voy [una nada eterna de huesos pulidos] y estoy aprendiendo con mucho tiempo [lo hago cada día] a procesarlo y a aceptarlo con tranquilidad y con la consecuencia feliz de ese simple e inexorable “no pasa nada… y si pasa… pues tampoco pasa nada”.
En fin, que estoy tristorro de ver al suegro hecho un guiñapito que no sabe sobreponerse de su tremenda ceremonia de la confusión, de saber a ciencia cierta que puede salir de ella si pone ganas de su parte y de averiguar en sus ojos que no va a poner esas ganas que le son ahora tan necesarias. El problema secundario es que en su empecinamiento nos arrastra a todos los que le rodeamos hasta lograr hacernos la vida mucho más complicada de lo que podría ser, aunque ya se sabe, que yo lo he escrito en el párrafo anterior: “no pasa nada… y si pasa… pues tampoco pasa nada”.