Monday, July 30, 2007

Sobre esa muerte.

Es curioso cómo cada día soy más consciente de la insignificancia de mi muerte si la comparo con lo que compendia en mí la muerte de los que quiero y no considero aún en tal proceso [¿en tal abismo?]. Y es que la muerte empieza a ser insignificante cuando toma el camino natural de lo ya vivido [precisamente porque se ha vivido].
En otro plano superior, también resulta mi muerte insignificante, pues en ningún caso supondrá la desaparición del ser lanzado en las generaciones.
Desde ese punto tengo claro [y ya demostrado] que no soy importante ni en el estar.
También es cierto que no hay experiencia de la muerte, es imposible, sino de la vida con su roce de muerte y su cúmulo de consecuencias traídas con o sin sorpresa… El sentimiento de falta es vida, la tristeza es vida, la añoranza y el recuerdo son vida… y hasta el hecho de morir es vida hasta el justo último instante.
Y, sin embargo, la muerte nos conforma como seres en camino [es absolutamente vivaz], pues nos lleva hacia sí inexorablemente, lo que la convierte en una plataforma envidiable desde la que buscar expresión, desde la que preguntar y preguntarse, desde la que tomar valoras o desdeñarlos.
Tomando a la muerte como punto de partida [y no de final] todo se configura posible, hasta cambiar los parámetros del mundo humano dándolos un giro [que se figura imposible] de 180 o de 360 grados. ¿Qué importa el uno o la nada si partes de la muerte? ¿Qué dificultad podemos poner a cualquier pretensión de ser o hacer si partimos de la muerte? ¿Importa el dinero, el poder, la posesión de objetos y campos infinitos si partimos de la muerte? ¿Qué libertad no es susceptible de existir si partimos de la muerte?
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Sunday, July 29, 2007

Nos vemos en el Cielo...


Dormir más de lo acostumbrado me fatiga y me deja el cuerpo como un saco de huesos sensibles a cualquier roce e incómodos en cualquier postura. Hoy me he pasado dos horas y media de mi norma y ya lo estoy pagando: astenia, sensación de edad tardía, dolor de riñones, vejiga a punto de estallar, cabeza embotada, mirada gruesa… todo un compendio de ‘juventud’, vamos. Hasta me han dolido los besos vespertinos de mis hijos, y mira que me gustan, porque son poderosos, vitales, espabiladores y riquísimos… pero hoy han sido como espinitas puñeteras.
Este modelo de día que empieza con alguna hora más de sueño es para tirarlo a la basurita.
Pero sigo en mis trece, persevero en gozar a tope el tiempo de regalo [que es justo el que me queda]. Ayer lo hablaba con mis cuñados Antonio y Francisco y yo creo que me tomaban a chanza cuando yo estaba hablando totalmente en serio, cuando yo les planteaba en tres trazos mi entera filosofía de vida… y casi les decía que sus vidas son de vejez absoluta, con ese componente anciano de ‘guardar’ y no gozar, de quejarse y ‘no hacer’.

Mi teoría es simple y, en lo que a mí me toca, no admite enredos dialécticos ni esas vueltas de filósofo a la contra que tanto frencuenta Antonio: La esperanza natural de vida del animal humano alcanza como mucho hasta los cuarenta años con esas garantías físicas y mentales que te hacen sentirte vivo de verdad. Si no mueres a esa edad, comienza el descenso, un tiempo en el que muchos hombres sufren y se amarran al recuerdo de lo que fue esplendor mal aprovechado.
Yo, sin embargo, consciente de mis faltas [alguien lo llamó ‘manque’ una vez] y de mis pérdidas, he comprendido que lo que me resta es tiempo regalado… y, por tanto, tiempo para el riesgo, para el gasto voraz de lo que te viene quedando, para la experimentación, para el peligro y, por qué no, Antonio, para hacer el amor con esa serenidad tranquila del deseo bien gestionado. Y es que en este tiempo ‘cadeaux’ es el deseo lo que se mantiene con la intensidad impoluta y, para mi suerte, la pareja funciona en clave de madurez y ya sin miedo ni esas cuitas postadolescentes del hermoso pudor [que tiene su tiempo medido… y ya pasado].

Hacer el amor cuando te apetece con la mujer que te conoce de verdad es arruinarle los planes a ese destino impreso que bien podría definirse como lento y triste acabamiento.
En la edad regalada hay que lograr que cada instante sea intenso, extremando el deleite de lo que más te guste: fumar, leer, viajar, charlar, follar, comer, beber… sin hacer esa lista de extraños conservantes que te hacen infeliz y miedoso: que si el colesterol, que si las pastillitas para tus mil dolores pequeños, que si andar veinte minutos diarios para tomar el tono cardiaco y muscular, que si el sol, que si el frío, que si… Eso no es vida, y menos cuando la que vives es regalada.
Sé también que mi discurso tiene mil respuestas de carácter conservador [es curioso cómo la edad nos hace conservadores por miedosos], pero esas respuestas no me sirven, ya que he decidido hace tiempo no tenerlas en cuenta por enredadas y retóricas… y también por falsas: Morir es la verdad y hasta su toma de valor cualquier decisión es puro decorado… y yo, como decorado, prefiero el del hedonista… gozar en la medida de mis posibilidades hasta el final y reírme de la miseria de los ‘conservadores’ que hacen de su resta un universo triste.
Yo me vengo quedando últimamente con el ‘hecho’ y regalo el ‘valor’ a quien lo quiera. ‘Carpe diem’, sin más… y un sonriente ‘nos vemos en el Cielo’.
(22:41 horas) Celebramos por segunda vez [en Palomares] en dos semanas el cumpleaños de Magdalena [sería para ver si se acababa de enterar la mujercita]. Calor hasta el aplanamiento total con paella incluida, tintito de verano by Casera [malo de morirse y con más espuma que espantao], tuneo Gironella [no lo acabo ni a empujones] y conversación cipotona al modo ‘cuñados’ [metido en materia dije varias burradas y me quedé tan fresco]. Fue el recurrente tema de la enseñanza que tanto les preocupa [es su negocio] y a mí tanto me molesta… con los lugares comunes de siempre sobre la responsabilidad, la profesionalidad y el tira y afloja de sobre qué hombros debe de caer esa carga jodida y bien seria.
No tengo ganas de meterme en retorcidas explicaciones esta noche, aunque en una entrada pasada ya me expresé con claridad y contundencia. Sólo decir que el personal trabaja más por dinero que por vocación, que los planes de estudios son una puta mierda y que si al día de hoy se exigiera una prueba seria y fundada al personal de tropa enseñante, creo que no la pasaría con éxito ni un diez por ciento de los zorolos con mando en plaza.
Yo sólo sé que si hago un trabajo mal en mi imprenta, mi cliente no me paga, tengo que tirar el curro a la basura y repetirlo… Pues eso, coño.
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Saturday, July 28, 2007

El jodido rol de padre blanco.


Me gustaría vivir en un mundo de estética ‘Cinzano’ medioparado en un tiempo Lempicka, con mujeres de mirada decadente y con ese artilugio ornamental desinhibido que tan bien nos viene a los diletantes… Colores puros, contraste crítico, perfección en las líneas y claridad geométrica en las facetas de luces y sombras… una vida así, sin zonas difusas ni mezclas suaves… o por lo menos tener un universo estético en esa delgada línea que procura felicidad por destello.
Por eso quiero ser un hombre Cinzano que sustituya al hombre Burberry’s que he sido siempre, de tonos arena, de ocres, de un siena que juega más a confundirse que a ser.
(12:30 horas) Estoy preocupado por Malick, pues ya ha sufrido su primera escena racista y agresiva… y me jode decir que se lo ha buscado él, porque es como explicar que la culpa de la violación la tiene la persona violada.
Se le ocurrió salir de noche y a la primera le tocó al lado del gilipollas de turno, un imbécil con navaja y esa cosa Le Pen tan en boga en nuestra sociedad blanquísima…

Hemos tenido hace un ratito una conversación larga y muy seria en la que le he puesto todos los papeles sobre la mesa, todas las posibilidades [otra vez… y van mil] y todos los riesgos [otra vez… y van cien mil]. Y es que Malick es distinto a Youssouph, con más ganas de independencia y con un carácter algo más agrio y encendido. También con más prisa, una prisa que le impide valorar lo ya conseguido, una prisa que le impide mirar con objetividad su situación y las de otros inmigrantes como él, pero en muy malas circunstancias de vida; una prisa que le impide comparar su estado actual con el de sus colegas pateranos.

He creído que era conveniente hacerle sentirse culpable de la situación creada para obligarle a procesar de otra forma su estado… incluso se me arrugó el estómago cuando le dije enfadado que si él busca problemas me crea a mí problemas y eso no lo voy a consentir [es realmente difícil gestionar situaciones de personas adultas como Malick y hacerlo en clave del padre que no eres, y tomando un discurso que no contiene la lógica moral ni responde al sentido común].
Es jodido que para ser bueno haya que jugar antes a ser malvado, que para ser justo haya que trabajar desde lo injusto y que para procurar felicidad haya que crear situaciones de auténtica infelicidad.
Me cuesta mucho ser ese padre blanco y postizo de Malick.
(22:56 horas) La tarde fue de tuneo Gironella y de forzada visita franciscana [mi cuñao no saca el coche nuevo ni pa mear… y eso que le he explicado que ya está para disfrutar, pues la esperanza de vida ha pasado por nosotros sin darse cuenta]… Me trajo un interesante regalo de Javier, mi sobrino, que aunque apenas nos vemos, sigue el buen rollito… el número 77 de ‘El Capitán Trueno’, que bajo el título de ‘La lucha en el puente’ se publicó el 20 de octubre de 1958, casí un año después de la fecha de mi nacimiento [La curiosidad de este ejemplar es que anuncia en su cubierta la entrega gratis del número uno de las super aventuras de ‘El Jabato’]. Lo degusto al lado de la foto de JGRiobó como para intentar convocar a aquellos espíritus que reposan cansandos los días salesianos.
Mil gracias, sobrinillo.

(23: 16 horas) Me encanta la idea del filósofo alemán Peter Sloterdijk que habla de “el sueño de fatal solidaridad de aquellos que han sido elegidos para poder leer”, tratando tal circunstancia como la mística de una élite. Leer es un don fantástico para el que lo posee y una desconocida y enorme cuita para el que adolece de él. De la lectura, según Sloterdijk, se viene alimentando el Humanismo desde hace siglos, y con ella se juega a abandonar al ‘salvaje’ que llevamos… y no por domesticación, sino por conocimiento y reflexión.
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Friday, July 27, 2007

Javier García Riobó.


Llegó de pronto, como la lluvia aquella de los septiembres juveniles, con esa cosa extraña de recuperar algo que nunca se perdió, lleno de años y de calma, con la mirada triste de siempre, silencioso, casi como el hombre tranquilo de Graham Green… y llegó justo cuando la crisis estaba a punto de torcerme el día, una crisis estúpida y mediocre, ridícula en su causa y vacía en su contenido.
Javier entró en la imprenta como si lo hubiera hecho cada día de los diecisiete años de falta que nos debíamos, con esa naturalidad suya que ya no tiene adornos, pues no los necesita.
Si he de ser sincero, debo confesar que me sentí mayor mirándole, pues le vi en una edad que no formaba parte de mi imaginario, sin esa fuerza suya de base correoso ni aquel gesto vivaz de atleta escurridizo… pero era igual que siempre… los mismos ojos tristes, la misma voz pausada, la misma risa a saltos que causaba sorpresa, el mismo autocontrol y la misma sonrisa familiar y perfecta.
Me regaló tres cuadros que colgaré sin prisa en un lugar idóneo donde poder mirarlos. Yo le llevé a ‘su’ casa, en la que tanto tiempo echamos al socaire de ser adolescentes… y le noté encantado vistiendo una emoción que se notaba adentro por la labor que ha hecho José Luis R. Antúnez con ese espacio mágico… Le regalé unos libros y comimos tranquilos en la cremosa Venta del Bufón castañara después de saludar al Gerardo de banca vestido de romano.
Tomamos un café que resumió los miles que teníamos pendientes y sin más, como siempre, nos deseamos suerte con esos hastaluegos de amigos de diario.
Fui feliz contemplando su calma sincopada en la voz y en los ojos.
Gracias por tu visita, por tus cuadros, por todo…
Volveremos a vernos quizás un día de estos.
Un abrazo, colega.
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Wednesday, July 25, 2007

Sobre la resaca de lúbricos solomillos.


Con la resaca bailando aún por los lúbricos solomillos asomando por las cinturas bajas Levi’s Straus de las norteamericanas de bequita helmanticense, por los lisitos cabellos de las japonesas de porcelana click-click y tipillo anoréxico, por las nalgatorias ganaderas de las hijas de los tratantes [y de sus generosos escotes Amarcord], por las carnecillas adolescentes y pizpiretas… vuelvo a la soledad de mi cuarto como con angustia y como sin oxígeno. Un viaje familiar a Salamanca es para reposarlo de largo y buscar aire. Buscar aire y borrar con mi goma ‘Milán’ a la repintada jaquetona de los probadores Berska con su morcilleta al aire, a la negrita de caja y rastas con su hierático ‘¿me muestra su carnet?’, a la chachiflou ‘Benetton’ doblando camisetas y mostrando su apretada entretetera con conocimiento de causa, a la corza de ‘Blanco’ con tacones de aguja y lunares, a la periquita delgadísima y más larga que un real de hilo que nos atendió en ‘Stradivarius’ o a la siesa de turno de la tienda Levi’s… Todas borradas de un gomazo magistral para volver a mis camareras PdT como si tal cosa: Ana con un rojo cangrejo lusitano rompesisas y Estíbaliz con su moreno eterno de dientes blanquísimos… Me encanta el mundo pequeño y fronterizo de la Sierra de Béjar.
Y de la resaca al curro… hoy landrú y para la ironía, con reunión pollarda en institución de mandatario a la generalísima… empingorotado en su sillón, con la americana abotonada hasta el ahogo de su crasa persona, orinando las esquinas del despacho para marcar territorio y haciéndome ver que lo que en mí produce sonrisa y lástima, en él es puro orgullo, raza, gallardía… Me reí de lo lindo [para adentro] y dije alguna que otra frase improcedente que hizo que sus cejas mínimas se arqueasen tras las gafas al aire de generalóptica que no iban acordes con su talla de cara.
Y comimos perdices, porque lo de ser felices es una canción que tipos de tal estatura no podrán aprender nunca [y no por falta de retentiva, coño].

(18:32 horas) Mi última lectura ha sido estupenda, un librito de segunda mano que pillé hace unos meses en Madrid por 1 euro [‘Pensamientos desordenados’ , de Simone Weil, publicado por editorial Trotta en 1995] que me ha llevado a investigar sobre su autora y a empaparme de todo lo que he encontrado sobre ella en la red… Con su cosita `cándida’ de que hay que tener alguna doctrina para no ser engañado por las falsas doctrinas, con su aquél de que el lenguaje aprisiona a las mentes, con su verdad de que lo alegre solo está en el plano de lo imaginario, con su impresionante teoría de que el arte consiste en construir y abstenerse de destruir, con ese aforismo magnífico que dice: ‘El fuego destruye lo que le alimenta’… He dejado el libro lleno de comentarios anotados con prisa, de admiraciones y de interrogaciones… y he llevado a mi cuaderno un montón de frases suyas con el fin de trabajar con tranquilidad sobre ellas… Pero lo que más me ha alegrado ha sido descubrir gracias a Simone que si indago en mi interior voy a encontrar que ya poseo todo lo que deseo, que lo deseado está en mí porque, igual que decía Kierkegaard que cualquier artefacto que lanzas al mundo vuelve a ti [idea que anoté hace unos días en estas mismas páginas]… Mi deseo parte de mí y vuelve a mí porque está en mí. Es complicado, pero analizándolo despacio llegas a bellas conclusiones que te animan [de ánima] e incluso llegan a convencerte de algo tan útópico, bello e irreal como que no necesitas a los demás para colmar tus deseos.
La realidad es que este tipo de textos hacen que mi cabeza se mueva, son como esos ejercicios matinales que oxigenan y te ayudan a comenzar cada día con sensación de energía renovada [ejercicios que, entre nosotros, yo nunca he practicado por pura pereza]. Acceder a este tipo de textos me despierta la curiosidad y me lleva a buscar explicaciones [casi siempre peregrinas] que van llenándome el tiempo aparcado y le van dotando de cierto sentido.
Sé que no llegaré jamás a conclusiones impresionantes, que no seré capaz de armar ni una sola idea nueva… pero me hago ilusiones pequeñas que son como esas galletitas saladas que te hacen pasar la mañana tranquilo hasta la hora justa de la comida.
(19:16 horas) Me llama Alberto Segade padre para pedirme que le encuaderne con gusanillo un ejemplar de ‘Charlas con Troilo’, del zorolo Gala, y yo le digo que sí a pesar de que al tipo [el ‘poeta’ más vendido junto a Sabina] no lo trago ni con gaseosa Molina [y mira que soy adicto a esa deliciosa bebida carbónica hecha con agua de Béjar]. Le digo a don Alberto que todo está escrito… y mejor, hasta las cosas galas… pero él abunda en su gusto mientras se cisca en san Cela con sabiduría y gracia.
¿Lo quieres, Alberto?… pues lo tendrás.
Je, je…
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Tuesday, July 24, 2007

Helmanticalia.



Viaje familiar a Helmántica con asuntos de inmigración por medio…
La ida de morirse. Felipe con los pies sobre el respaldo del asiento de su madre mientras mosqueaba a Mª Ángeles con sus comentarios cabrones [tiene futuro el chaval… y genes], Mª Ángeles chillando como una descosida para ganar a su hermano por volumen, Guillermo cabreadito porque no le dejaban escuchar la peli de ‘Shrek II’ que había traído entre pañales para verla en el DVD del coche, Ángeles desesperada de oírlos y jodida por la impotencia… y yo cagándome en todo lo que se mueve, en Dios bendito, en el hostio [muy del abuelo Bruno] y en la mar salada.
Un puto infierno de mierda al que se sumó un carapito que nos llevó medio itinerario a sesenta por hora.
El plan consistía en que, al llegar a Salamanca, Mª Ángeles se iba con su madre de tiendas [no hay humano masculino que aguante tal plan torquemado] y los críos se irían conmigo a hacer las gestiones de inmigración a la Subdelegación de Gobierno y, después, a por heladitos y juegos para esa nueva minusvalía que se llama PS2… Para empezar, no encontramos aparcamiento hasta después de una hora larga de dar vueltas al caos helmántico, y fue a la fuerza, obligados por una manifestación de agricultores que le daban voces a la cosa del topillo hecho plaga. Bien. Nos bajamos del coche, la madre y la hija se fueron a lo suyo con cita previa en el Café Novelty a las 13:30 y los críos y yo marchamos a la Subdelegación de Gobierno entre manifestantes cabreados de lo lindo.
Ya en la puerta institucional, tres filas de policías entre mosqueados y acojonados nos impedían la entrada [mis niños no decían ni pío ni mu… más acojonaditos que los polis… me apretaban la mano con un amor que hacía unos meses que no sentía]. Me expliqué ante un guripa y, en el interín, los manifestantes nos echaron encima una montonera de topillos muertos [iban para los polis, pero nos tocaron a nosotros]… el caso es que entre el alboroto acabamos llegando a la oficina que buscábamos y una funcionaria encantadora nos arregló todo a las mil maravillas [un día lo contaré con más detalles, porque el arreglo tiene miga]… Nos fuimos con viento fresco y respirando [mis hijos más que yo] y cayeron helados, cervecita, juegos PS2… hasta que nos reencontramos con las mujeres de la casa [venían de morros porque habían sido incapaces de tomar sus decisiones de compra mientras que nosotros llevábamos todo nuestro ‘trabajo´ al minuto].
La decisión la tomé yo y rápida: “Nos encerramos en el Centro Comercial Tormes, comemos a lo americano –que es lo que le va a los críos– y no salimos de allí hasta que hayáis encontrado todas esas prendas que os van a suponer monísimas mujeres estivales”. Caló la idea.

Y en el Centro Comercial Tormes cayeron big-mac’s, nugets, cocacolas gigantes, menús infantiles y helados yankees… luego, de compras hasta que los niños y yo nos agotamos y decidimos esperar a nuestras mujeronas en una suerte de taberna, agarrados a tres cocacolonas y jugando a ver quién echaba el eructo más grande [Felipe filmó uno magnífico de Guille con mi móvil] y a degustar los culos impresionantes de las extranjeras [alguno de auténtico lujo que mis niños descubrieron a la par… ya van aprendiendo algo de padre].

Las mujeres llegaron sonrientes a eso de las 17:45 y nos dieron carta blanca para la vuelta a casa, que fue de otra manera, pues cantamos en quinteto la canción del ‘flecha que era un meón’ y la de ‘en un monasterio había…’ [Guillermo siempre dice ‘forasterio’ y los demás nos descojonamos de risa].
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Monday, July 23, 2007

La decadente belleza preserrana.


Dio el día para una excursión de trabajo a Ledrada y un paso fugaz por el Guijuelo rasgado y mojado por la sorprendente lluvia juliana que nos visitó hoy… Todo un retrato de la decadencia unida a las mejores opciones de negocio de la zona, contrastes por doquier y un no sé qué de no haber sabido crecer a la par del dinero: casas divinamente abandonadas junto a instalaciones de nuevo corte medieval, bello paisaje preserrano junto al exabrupto de las cárnicas… y la deliciosa ruina del ‘Cinema’ ledradense con su letrero orlado por una hermosa hilera de nidos de golondrina [les hirondels] contrastando con la Plaza Mayor de estética Diputación granítica postgirón. Un pueblo rico con unas pobres ruinas de corte histérico decadente [si tuviera dinero compraría ese edificio sólo para mirarlo]. Mi sensación fue de absoluto deseo por poseer ese silencio y esa estética, de quererme quedar a pesar del jamón y sus hedores, de ser en ese espacio hasta lograr abandonarme.
Comenzó el cielo a soltar su cortinita de agua justo cuando anotaba en mi cabeza el decorado e intentaba plasmar aquella imagen con mi Nikon… corrí a refugiarme junto a una de las oficinas bancarias [hay tres en la placita] y descubrí, mirando una tras otra, que todas estaban cerradas con un aviso en sus cristales: “Vuelvo enseguida”… Un pueblo rico de España que mantiene la sana costumbre de cerrar sus oficinas bancarias a la hora del bocata… Pensé: ‘quiero vivir aquí’.
Al asombro siguieron las gestiones de negocios… gente amable, sesión fotográfica con las damas de las próximas fiestas [empingorotadas como ninfas, pintaditas, con la permanente aún caliente a pesar del fresquillo del día y del viento airado, monísimas por juventud y sugerentes por el tiempo que corre], reunión con el alcalde [amable en grado sumo] y sesión fotográfica incluida con toma tras despacho ceminonónico y recién barnizado, algún que otro cigarrito a hurtadillas y viaje hasta Guijuelo por el asfalto gris salpicado de cárnicas semimonumentales.

En Guijuelo lo mismo, aunque algo más cosmopolita… parecidos contrastes, parecido dinero y exacta decadencia como una nueva estética paralela al exótico mundo ibérico de la pata negra.
Detuvimos el coche y Ricardo se acercó a visitar a un cliente mientras yo deshacía ese vicio de mirar preguntando. Sin más, entre la lluvia, me impactó un edificio de piedra y galerías con la misma ruina que el ‘Cinema’ de Ledrada. Lo miré mansamente [tal como caía la lluvia] y sentí una especie de “…hay esperanza” que me trajo la labrada herrería.
De vuelta a Béjar escampó, como en la vida… y una llamada envuelta en risas de mi Paquito Ortega me puso en el camino de la realidad de mentira, ésa edificada de amigos que esconden el paisaje.
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Sunday, July 22, 2007

Sören Kierkegaard


Otro cumpleaños de Magdalena y no sé qué decir de tanto tiempo prestado y del jodido sentimiento contradictorio. Es duro tener a un anciano constantemente en boxes sin posibilidad de colocarle piezas nuevas. A ello se suman dificultades “a propósito” y sin enmienda, así como actitudes infantiles que disponen dolor y distancia.
No sé cómo decir lo que debo decir en este duro asunto, aunque quizás me quede en el resumen de un “lo estamos haciendo todo mal”.

En fin… miel sobre hojuelas.
Sí me sale lo que no quiero para mí, me sale claramente, y me gustaría que mis hijos tomaran nota de lo aquí escrito hasta llevarlo, si se tercia, a sus últimas consecuencias:
1. Quiero morir directo y por derecho, con la mente preclara y al dictado natural, sin apoyo médico [sólo admito específicos contra el dolor] y sin hospital por medio.

2. Si perdiera la razón, pido eutanasia al día siguiente librando de cualquier responsabilidad a quien me apoye.
3. Si resultase una pequeña carga, ruego que se me indique en el momento de forma sincera y clara para que pueda tomar mis propias decisiones. No me parecerá mal, es más, será perfecto.
4. Me niego a que mis hijos me mantengan, pues no lancé sus vidas a mi antojo ni para que soporten mis miasmas y mis cuitas. Les libro ahora y aquí de esa jodida y falsa culpa que remuerde y destruye. Quiero jugar mi vida solo hasta el final.
5. Me apasiona el mundo del suicida y es posible que un día pierda el miedo. Nadie busque razones que no sean las mías si se diera el caso.

6. No quiero curas antes ni después de mi muerte, pues son el vivo ejemplo de la destrucción del hombre por el hombre.
7. Sobre mi tumba [si es que da para ello] quede escrita la frase: “Dios no existe”.
•••

Decía Sören Kierkegaard que “Los hombres son absurdos. Jamás emplean las libertades que tienen, sino que exigen las que no tienen. Tienen libertad de pensamiento, pero exigen libertad de expresión.”. Es para analizar, ¿eh? Como esa postura sobre el tiempo parado y el hombre quieto postulada sobre sí mismo, que plantea que cualquier artefacto mental o físico que lanzas al mundo vuelve directamente a ti.

Kierkegaard es, desde mi punto de vista, uno de los filósofos más interesantes y creativos a los que he accedido… El placer que muere justo en el momento de nacer, la imperfección de alcanzar metas por ‘lo contrario’, el valor de la melancolía, el hombre como resuelta equivocación natural, la pena como comodidad de la vida, la alegría de la quietud [quien está quieto no corre riesgos], la felicidad como puerta de la nada, la verdadera lucha de dar vida a tus espectros, la ridiculez de la prisa, la inocencia como absurdo, la esperanza de no dejar de ser niño, la intensidad en todo y sin medias tintas, la imperfección como prueba de perfección, la miseria de la existencia que contempla su gloria, el absurdo de correr tras los placeres y no gozarlos, el fraude de la verdad, esa cosita de que la muerte no promete nada pero lo cumple todo, la desaparición del mundo por un ‘júbilo general’, el recuerdo como proposición de vida completa y completada, el deseo de la pasión por la posibilidad, la religión como placebo en el que Dios sufre y los discípulos dormitan, su exhortación a la desesperación para entender el sentido de la vida, el valor de movimiento que contiene el detenerse, el otorgarle valor de categoría esencial a lo individual, la esencial necesidad de eternidad en lo temporal, la individualidad como salvación, el silencio como arte de eternidad…

Un tipo interesante con mil propuestas en las que arder sin prisa, con una impronta que seguir y con mil contradicciones que intentar resolver en un punto crítico. A mí me da mucha vidilla leerlo, tanta como leer a Pavese, a Pizarnik o a Angelito González.
Y el trabajo mental que me proporcionan sus lecturas me va centrando como hombre y me apoya en mi casi clara idea de individuo lanzado como una flecha hacia la nada.
* Y me pasé el día tuneando mi libro.
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Saturday, July 21, 2007

Apropiación de la impropiedad

Leo en un estudio de Mauricio González sobre ‘Ser y Tiempo’, de Heidegger, unos párrafos muy interesantes sobre la “apropiación de la impropiedad”, trabajado en el aspecto de controlarlo y disponerlo todo como tendencia predominante en nuestro tiempo, una suerte de globalización individual que viene propiciando cambios importantes sin que aún se pueda definir si para bien o para mal, aunque me da en la nariz que ese afán [casi lujurioso] de control y disposición no va a traernos consecuencias maravillosas.
Confieso, antes de seguir, que el universo conceptual de Heidegger está lleno de interés para mí, pero también está preñadito de dificultad, circunstancia por la que suelo acudir con frecuencia a artículos y estudios sobre el autor que, por otra parte, suelen complicarme más las cosas. El caso es que en la creación de mi pequeño y errado universo filosófico voy sumando conceptos poco a poco que sirven para armar mis interpretaciones y argumentar de alguna forma [delgada o gruesa] el decurso social, moral y afectivo de mis vivencias personales.
Sigamos…
Mientras que la ‘propiedad’ implica al ser [a mí o a ti] como artilugio concreto moviéndose en un campo de posibilidades reales, la ‘impropiedad’ acudiría a todo lo imposible desde mi estado actual, lo que no es susceptible de ser alcanzado bajo las bases y el estado real en el que estoy… Entendiendo esto, que no me parece demasiado complicado, entenderemos perfectamente lo que supone esa ‘apropiación de la impropiedad’ a la que me refiero [que ya no es la definida por Heidegger, ojo, ni la explicada por Mauricio G.; sino la trabajada a partir de sus estupendas improntas].
Así, el hombre tiende en este tiempo a minusvalorar lo que le es propio para extenderse en una loca aventura por lo que le es impropio, cambiando los referentes reales por peligrosos referentes virtuales que distorsionan sus funciones sociales, morales y éticas [gran culpa de tal desaguisado la tienen los medios de masas y, cómo no, la cibernética y la informática con sus constantes avances no medidos en pautas de evolución lógica y mayoritaria de la mente humana].
El resultado es exactamente sensación constante de fracaso y, cómo no, ‘fracaso’ con todas sus letras.
En internet, por ejemplo, accedemos con sólo conectarnos a un infinito mundo de información que ya consideramos como propia, aún sin alcanzar el mínimo nivel de conocimiento [he aquí un claro ejemplo de apropiación de lo impropio], circunstancia que en el campo de lo real acabará frustrándonos, ya que damos esos conocimientos por sentados y los admitimos como nuestros en un terreno tan potencial como resbaladizo. Desde ese punto decidimos desdeñar nuestras posibilidades reales sustituyéndolas por una virtualidad que nos deja absolutamente vulnerables.
(12:56 horas) Me recriminaba hace unos días Higinio Cascón en tono amable [casi a media voz] por las generalizaciones que vertí en la entreda de este diario sobre “las crías de fascista”, y lo hacía con una especie de “…pero éramos niños…”. Y yo le entendí y le entiendo, cómo no voy a hacerlo, pero sucede que ‘nosotros’ también éramos niños, unos niños tan normales… que veníamos del hambre, de la miseria, del trabajo duro y mal pagado [veníamos de eso, ojo, pero no lo vivíamos porque nuestros padres hicieron sacrificios enormes para vendarnos los ojos con suave seda]. Sé que lo mismo no es un punto de partida correcto para tratar un tema pasado y casi olvidado por los que lo vivieron desde la otra orilla, la de la buena vida, pero a mí me parece importante recurrir a esas certezas durísimas que me fueron llegando como pequeñas chispas a través de los años… chispas que conformaron mi conciencia de clase, chispas que me hacen aparecer orgulloso de lo que tengo porque me he hecho a mí mismo sin esos apoyos injustos que propiciaba el régimen franquista a los de su cuerda.
Mi padre comió mondajas de patatas hervidas y mi abuelo Saturnino contaba que cuando llegaba a casa después de diez horas de curro sólo había un huevo frito para que comieran los seis de familia [decía que se iba de casa a liarse un cigarrillo en el portal y llorar de rabia]… Mi madre fue a los comedores sociales instaurados por los asesinos de su padre y era obligatorio cantar el ‘Cara al Sol’ con la mano en alto para que te sirvieran: Humillación para quitar el hambre de un niño.
Son dos postales breves, dos chispas de auténtica colección que quizás hagan entender mi rabia en la generalización, más cuando ese mismo día me encontré en la cafetería Piel de Toro con Manolo Fraile [al que hacía años que no veía], le saludé, me sonrió, sacó su cartera sin más y me enseñó un carnet con la bandera de Franco, la del águila [debía ser un carnet de pertenencia a algún grupo político de ultraderecha] y me dijo que yo era un ‘sociolisto’, en seco, sin mediar más palabras… Mi respuesta fue algo desagradable, pero creo que se la merecía [de testigo estaba Ana Muñoz de la Peña].
De aquel exabrupto vino mi entrada en el diario, una entrada rabiosa, queriendo herir sin decir mentiras… Mi error, quizás, fue no dedicarle la entrada a Manolo… Lo asumo.
El resumen, Higinio, es que yo estoy satisfecho con mi vida, con la familia que he formado, con la empresa que estoy sacando adelante [ser empresario en Béjar hoy es muy duro] y con mi pequeña carrera literaria de corredor de fondo… que nadie me ha regalado nada nunca [yo he buscado mis caminos y los imaginados regalos que puedan estar en las cabezas de otros] y que eso me da razones para explicarme con claridad y, si se tercia, con dureza y exageración, ya que mi libertad es mi palabra y me la gano a pulso cada hora de cada día.
Y como soy un narciso de provincias [todos lo somos] me encanta medirme alguna vez por comparación y sentirme satisfecho de los logros obtenidos sin las prebendas que otros gozaron para llegar a ser una nada insultante y bastante cómica.
De eso iba mi entrada aquel día, Higinio, y no de otra cosa… Vamos a llamarlo “memoria histriónica”, compañero.
Un abrazo sincero y mi ofrecimiento de unas cañas con charleta tranqui cuando vengas por Béjar.

(22:25 horas) Lleva Magdalena unos días con la lengua desatada y sería la caña si no fuera porque apenas contiene los azares del cuerpo, y todo mientras Palomares florece en hedores que son purito recuerdo de los munícipes salientes y un vientecillo cabrón saca a los chiquillos del agua como animalillos ateridos [recuerdo ahora a los jóvenes bañistas de las orillas del Boga].
Mis padres han regresado, felices, ya de su viaje a Asturias y Youssouph me ha traído un queso de cabra desde su morada extremeña para agradecerme… [es el regalo más bonito que me han hecho en mi vida]. Me dijo: “Hablé con mi padre Colí de Senegal y me da abrazos para ti y para Juan… y me ha dicho que os tengo que invitar a comer a los dos, que es muy importante que yo os invite… estoy muy bien porque tú eres Colí español y Juan es como mi madre… no podéis decirme que no… no podéis… me pondría muy triste…”. Ya le dije que sí. Se fue feliz con su mochileta, su gorrita del Barça, su polo de rayas multicolores y su pantalón de media caña. Estaba guapo mi negro… de ésta le casamos.
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Friday, July 20, 2007

hoy no ha pasado nada...

Quitando que me escribió Higinio Cascón con afecto desde su envidiable refugio mallorquín, que me llamó Cesarín con risas y algún guiño, que tomé café con un Albertito descuidado [eso decía él], con Ana y con Pedrito Cubino; que me visitó Antonio G. Con sus cosas de siempre, que me llamó Paquito Ortega para enchufarme afecto, que me acordé de Belén un par de veces, que me besaron mis mariángeles y mis chicos cuando llegué a casa, que comí con mi hermana macarrones con queso, que me llamó mi madre desde el centro de Oviedo, que pillé una edición hermosísima y vieja de un cómic de ‘El Capitán Trueno’, que me reí de ver cómo el Rey se mosquea por los chistes del príncipe, que se fue don Piqué del PP neofascista, que Ricardo se fue de viaje a Zamora, que cobré algo de la extra, que diseñé con prisa dos cubiertas y una carta menú de lujo nubio, que vi unas bragas rosa oreándose tranquilas en una ventanuca de la calle Mayor, que me fijé en la nieta de Sacho (+) [¡vaya moza!], que me senté en el patio de Julia y cayó una cerveza, que me manché de grasa el polo negro viejo y que vi a una mujer de pechos imperiales… […] …hoy no ha pasado nada.
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El sádico olvidó afilar sus dientes esta mañana...

Cuatro muertes cercanas en un mes me parece demasiado. Dios debe estar en la jodida luna de Valencia o de veraneo con George Bush, el asesino tranquilo.
Mejor guardar silencio o recurrir al lugar común de la enumeración caótica.
•••
El sádico olvidó afilar sus dientes esta mañana y deja la carne en un estado trágico mientras escucho a Grappelli. No hay pájaros que graznen mientras se reproducen los perros en la Plaza de la Piedad y todo es territorio de los coches. A las nueve una muerte y a las siete un sepelio para reír como en una mueca. Dos de copas. Una sonrisa alumbra no sé qué deseo y la tomo para mí por un instante mientras me guiña su ojo izquierdo la monja enana de Fellini. Van a empedrar mi calle y me toca los huevos. César tiene ya un cuadro de Albertito y le siento feliz mientras lo mira. Ha llegado mi hermana y la siento hermosísima mientras mi Mada es un no entre algodones. Dios es hoy un majadero creado por algún imbécil. Estoy triste y me siento como una hermosa ruina. Presiento que no hay nada después de tanta historia. Ángeles me habla con demasiada insistencia de su muerte y yo sonrío.
Estudiar el precio justo por copia es un asunto grave que roba mil horas…
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Wednesday, July 18, 2007

Te esconderé...

Sentir dolor no es una debilidad, pero sufrirlo sí…Y es que no acabo de entender al hombre como ser extraordinario que tuvo la pericia de salirse del orden natural por no sé qué azar. No acabo de entender que a cada circunstancia física le acompañe otra mental que lo complica y lo enreda todo.
Sentir dolor pertenece a la categoría del ‘hecho’, mientras que sufrirlo es particularidad del ‘valor’. No tenemos suficiente con la sensación física y nos ponemos un marco mental [siempre más amplio] que hace todo más intenso y, también, más difícil… hasta tal punto de que hemos conseguido llegar al estado mental de sufrimiento sin que medie un suceso de carácter físico que lo propicie… ¡La rehostia!
Hay personas que ordenan su vida en parámetros de sufrimiento, de tal forma que son capaces de pillar ese estado a partir de cualquier nadería [una tortilla mal hecha, un suelo mal barrido, un olvido insignificante, una manchita en la camisa…] y crear así un continuo en el vivir (?) con el ceño fruncido y los ojillos apretados.
No puedo comprenderlo.

(22:05 horas) La vida es un hermoso cúmulo de casualidades y tropiezos, y por ello me encanta. Ayer me pasé el día entero leyendo la poesía de Bélen Artuñedo [cayeron sus ‘Cartas de navegación y olvido’, ‘Teselas’, ‘Como se acuesta la noche en una rama’ y el inédito “Orden de alejamiento’] mientras escuchaba con frenesía a Carita Boronska. Leí con sabor a nostalgia y descubrí que muchos de los versos los recordaba de memoria, especialmente los de falta y los de búsqueda… pues ahora, hace un ratito, abro mi correo y me encuentro a mi amiga especial hecha palabras después de tanto silencio [dedicó el último año a prepararse una suerte de oposiciones o algo parecido y decidí hacerme nada para no molestar]. Y da la sensación de que lo presentía y busqué sus versos de piedras familiares y seres imperfectos, de soledad y lenta rabia, de belleza y encuentro.
Ayer la recuperé con hambre y hoy me llega de nuevo rediviva, con sus cosas en orden y dispuesta a reanudar esa dulce empatía que nos reúne siempre.
¡Bienvenida a la vida normal, Belén!
Nos vemos.
[Te esconderé / No pienses ahora en caminos rectos ni sinuosos / Ni en el terrible momento de echar a andar sigiloso / O a correr / Tengo fuerzas para cerrar la puerta tras de ti / Y escudriñar las oquedades de mi casa en que alojarte. // Deja las cenizas donde quieras / Ya quemaré mañana su razón de ser / Y tus ropas. // No tienes más remedio que confiar / En esta extraña / Que apenas acarrea un gramo de tu peso / Pero ha leído la historia de quienes te precedieron. // Y tienes que quedarte. / No temas a mis vecinos pues, como yo, recuerdan / Que no hubo país que no sobreviviera / escondido / Y no permitiremos que te arrojen fuera. // Descansa ahora, ya has llegado / Y habrá gotas de sol / que calienten tu cuerpo.*]
[* ‘Resistencia’, de Belén Artuñedo]
Hay poemas que son verdad y también premonición si se les intenta cambiar el principio significativo.
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Tuesday, July 17, 2007

Un poema cruzado mientras espero.

Porque hoy he repetido el difícil arte del equilibrismo en farola para colgar un cartelón de blues y me han regalado cuatro camisetas negras, porque un poema triste de Belén Artuñedo se cruzó de pronto con el “Crossroad” de Tracy Chapman, porque el técnico de Xerox está instalándome una máquina nueva y no sé, porque siempre hay una cosa sexual en todo lo que miro, porque tengo sed y un teléfono móvil que no entiendo, porque no he ido a París tampoco este año… y quizás nunca, porque el dinero me toca los cojones y el tráfico está loco, porque Juanito lleva hoy una camiseta de Mazinger Z y su padre es un león herido, porque Diego es feliz y me encanta imaginarlo en su particular sueño americano, porque no me escribe Alexandra hace unas semanas y mi hija anda levantando el vuelo, porque J.R.J. es un simple esqueleto y Zenobia el retrato de la mujer que adoro en sueños, porque tomo café helado mientras G.S. come a mi espalda, porque no tengo ni un puto chavo en el bolsillo peronoimportaporquetengoamigos, porque hay invitados a comer en casa y no puedo quedarme en pelota picada, porque el Sol lanza rayos sin medir consecuencias y el horror norteamericano marca sus últimos muertos, porque hay varias visiones del mundo y todas son buenas y malas a la vez, porque miro cómo se agacha la camarera y me gusta, porque Álvaro Medina de Toro me ha confiado su “Hielo sobre un corazón vacío”, porque ando medio agotado y olvidé ir al magro encuentro PAN de poesía a gozar de mis amigos, porque Reynaldo está perdiendo la confianza en mí y no me extraña, porque me acuerdo a ratitos de Antonio Izard y no comprendo cómo no voy a volver a verle, porque Dios llora con lágrimas ajenas y falsas, porque he de maquetar dos revistas de nieve, porque sé que Riobó anda ahí con su bañista desnuda, porque se acerca un tiempo de melancolía y otro de pérdida, porque Magdalena sólo aguarda al riego diario y Ángel está en la luna de Valencia, porque me faltan cartas en el buzón y espero, porque hay ricos a mi alrededor y me dan lástima, porque ya no busco nuevas ideas y me resbala, porque un poema de Margarit me hace llorar y siento que estoy vivo, porque sigo actuando por impulsos, porque el sostén que avisa de unos pechos me enrojece los ojos, porque aún soy del Barça hasta la muerte, porque las horas son marcapáginas del recuerdo, porque Ada Salas existe aunque no me recuerde, porque el hombre es francamente superior a sus obras y lo sabemos pocos… … es mejor esconderse y gozar de lo que en la cabeza flota.

(22:28 horas) Me hubiera gustado haber escrito “Cuando vas silenciosa […] / y pisas las aceras / y pasas circunspecta entre la gente / con el periódico en la mano y una bolsa de pan […] / uno no puede más que preguntarse / cómo es posible que todas esas cosas / que componen el mundo / en este instante / –la realidad / tu realidad / la mía– / singan como si tal / indiferentes […] / y no hay un verdadero cataclismo / ni pase nada […] / (Salvo claro / la debacle que armas en mi cuerpo / y en este mirar mío que te acecha / obsesionado / torpe / detrás de una retina y unas gafas).”, pero lo hizo Víctor Botas para [me juego lo que sea] mi Paulina Cervero…
*Nota para la anónima y tímida quinceañera de edad no temprana: a mí me desarma este poema de Víctor Botas casi con la misma fuerza con la que describes esa “simple mirada”, me “descontrola” y me deja muerto…
Es casi lo mismo que te sucede a ti, pero de otra manera y por otro suceso… pierdo mi seguridad poética, mi engañosa seguridad poética…
¿Me preguntas que qué ocurre? Bien has de saberlo, aunque el resumen mejor es que estás viva, bellamente vivaz, hermosamente herida… y eso es grande a la edad que se te antoje… rubor, ardor, deseo… ¡No vas por mal camino!
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Monday, July 16, 2007

He vuelto a saber del gris otra vez esta mañana.


Me sorprendió el día con su cosita nubosa, su ratinín de goterones y su vientecillo fresco. Siempre hay un oasis en los veranos de este tiempo cambioclimático mediático, un oasis en el que pillar unas bocanas de aire y salir al mundo como en otoño, y mirar de nuevo el carmín y los volúmenes, las curvas y el erizado correr hasta un refugio cercano.
Simplemente feliz me está dejando este día extraño, entre otras cosas, porque he vuelto a ponerme calcetines [ya me habían hecho un principio de heridita en el interdedo las sandalias nuevas], porque he vuelto a saber del gris en medio de la luz y a poder abrir los ojos como platos, porque he vuelto a mirar con buen enfoque las prisas y las pausas y porque me he animado a escribir igual que me animo en los más fríos días del invierno bejarano.
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Es curioso cómo las mujeres presentan en su vida –por lo general– dos actitudes muy diferenciadas y distintas sobre la poesía. Cuando son jóvenes, la anudan para sí y se muestran sensibles recibiéndola, buscándole el sentido que apetezca a su estado natural y a ese calambre mágico que es el deseo propio y ajeno… Luego, con la edad, la poesía se torna inútil para ellas, pues vuelcan el valor en lo práctico y las palabras que sugieren terminan siendo muestra de incapacidad de su varón adversario [por supuesto que hablo de poesía en sus acepciones amorosa y pasional]. En palabras simples, cuando llegar a hacer el amor no se maneja como realidad tangible y dimensionada, sino como deseo ambiguo, la poesía funciona en ellas como un detonante lleno de potencial… pero cuando lo de tal circunstancia animal es cosa hecha y manejada, el espiritualismo romántico de un poema no sirve más que para la sonrisa.
Y no es misoginia lo que trae este comentario, sino experiencia de años conociendo a mujeres que pasan de la tensión poética a la abulia [y no estoy hablando de hacer poesía, que hay poetisas divinas y profundamente sensibles andando por nuestras calles, sino de recibirla].
(22:10 horas) La virtud siempre nada en el terreno del entendimiento y en saber manejarse con tino en el entorno. Es virtuoso, por tanto, el inteligente [que no el fundamentalmente bueno], pues la virtud requiere de un ‘otro’ que la valore y la reconozca como bien gestionada. A la virtud se llega por el éxito, camino que no suele ser común de quien transita en la bondad natural. Es por ello que siempre me siento receloso ante la virtud proclamada [no ante la que yo descubro sin que me lleven a ella con pesas falsas] y huyo del virtuoso oficial como del mismo Dios.


(22:42 horas) Carita Boronska es ahora el remate dulcísimo de un día isla tan parecido a ese ‘17 de julio. Lunes’ [1939] en el que Zenobia anotó en su diario: “Para empezar, está demasiado nublado. Confío que llueva y pueda quedar una tarde despejada para merodear por el centro antes de la partida. Llovió a cántaros por la mañana, pero no aclaró por la tarde. J.R. y yo dimos una vuelta a la manzana…”. Tan de la muerte y tan de hoy… tan Zenobia y tan Carita Boronska en su versión del ‘Come together’, tan todo y tan nada de nada como un todo.
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Sunday, July 15, 2007

Esa hora de labores anodinas...

Creo que mi horror por las tareas caseras –hacer las camas, poner la mesa, preparar la comida, planchar, arreglar un enchufe, cambiar la tapa del w.c.…– procede en parte del matriarcado protector en el que crecí –mi madre y mi abuela fueron siempre protectoras en este sentido e intentaron constantemente que dedicase mis ganas a otras cosas de índole más sensible, como leer, dibujar o escribir…
Atacar esas tareas a diario me quita el aire y me deja una extraña sensación de tiempo vacío no recuperable, pues proceso –mientras me dedico a tales tareas– todo lo que me queda por pensar, por escribir, por hacer, por vivir… de tal forma que se me hacen insoportables.
Llevo esa carga ya con resignación, pues asumí hace tiempo mi rol de pareja y sé lo que me toca, y lo hago con el único fin de no tensar para que todo continúe en su tono armónico [que es otra circunstancia de fundamental necesidad para mí].
Cuento esto porque siento cómo esa rémora de tareas pequeñas se ha queratinizado en mí conformando un exoesqueleto prosaico que mientras se construía me hacía daño, pero ahora que está totalmente hecho, duro, inexpugnable… me procura paz y tranquilidad.
Solo me queda aprender a relajarme cuando me toca esa hora de labores anodinas que podrían hacer otros por mí para dejarme el tiempo que necesito, el que me falta cada día para ir armando mi solucionario de vida.

(12:03 horas) Escucho mil veces ‘I’m all right’ de Madeleine Peyroux y podría decir con todas las letras que estoy totalmente enamorado de esa voz… me lleva despacito a sentimientos de pasión tranquila, a esa suerte de paraíso ideal que pone decorado en mi cabeza y no sé si existe en algún otro lugar… me enciende esa idea de mujer imposible que acuna y mece, que podría ser como el mejor cigarrillo de marihuana que me fumé en mi vida, ése que me dejó tranquilo, pesado como un bloque de metal pegado al suelo y volátil también, como indeciso de ser y de pensarme, sin un luego y sin un antes… porque el ahora resulta tan perfecto que nubla lo que vino y lo que se fue.
Madeleine… la voz caliente, redonda, como la gasa que vuela despacito y se posa en un cuerpo, como el más otoñal caer de hojas… Madeleine como la certeza inalcanzable, como esa mujer que son todas las mujeres que amo con los ojos y con los oídos.
¡Joder, qué guay…!

* ‘I’m all right’ de Madeleine Peyroux
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Saturday, July 14, 2007

Estoy de boda.

Contrajo matrimonio el colega Gabriel Cusac a la vez que pillaba el accesit del premio de Mazarrón con un relato a su estilo. Enhorabuena por ambas circunstancias alegres, hermano… y esta noche de cena para celebrarte.
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El valor de un diario es que supone una constante construcción del universo conceptual propio y, a la vez, esa imposibilidad de final que merodea siempre como una esperanza pequeña… esta historia que sigue y que no acaba, que entra constantemente en contradicción consigo misma, que cansa y anima a la vez, sirve fundamentalmente para reconocerme y situarme de forma aproximada en el mundo.
No conozco otro genero que preste similares beneficios a su autor ni que le sirva tanto como referencia en la dura y constante búsqueda de referentes.
Desde la escritura de mi diario aprendo a trazar los caminos hollados y a trazar los que han de venir; con él sé con certeza el punto de partida y de él extraigo datos útiles para el camino que viene. Es mi mapa personal, en el que preciso límites y selvas, lugares habitados y por habitar, gentes y cosas, estados de ánimo y elucubraciones.
Y ya van once años de anotaciones, pensamientos, opiniones, recuerdos, dibujos, fotografías…
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Friday, July 13, 2007

No soy un tipo de verano.

Me puede un poquito el estrés y se suma al calor para dejarme mal cuerpo. No soy un tipo de verano, ni mucho menos, y en este tiempo casi me apetecía tener esa dimensión de los seres que pasan dormitando la estación fría [en mi caso sería la caliente]. De momento me limito a sobrevivir bañado en sudor y bailando en mis chanclas, flotando una horita diaria en el agua salvífica de la piscina de Julia y escondiéndome al fresquito de mi cueva subterránea sintiendo los espíritus burlones de ‘El gato negro’ que fue otrora este lugar incomparable [para mí]. Tengo fotofobia y mal de altura, pereza y mala leche, picor de canillas y dolorcillo de riñones… Ni por mirar [con la mirada bruja] saldría a la calle en las horas calientes. No escribo, aunque pienso en la extraña república de Antonio I. como si fuera un cuento de Carrol o un tema de Caco Senante. Escucho a Carita Boronska en ‘The beat goes on’, el tema bomba de Sonny Bono, hasta 18 veces seguidas de una tirada y me figuro en un local cerrado lleno de humo, con gente que me gusta, con ‘Havana 7’ helado y un poquito de formol para conservarme.
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Wednesday, July 11, 2007

Envuelvo la memoria en papel de regalo...

Vinieron a visitarme los amigos salmantinos que llevan sobre sus hombros el duro y bellísimo trabajo de recuperar la memoria histórica [Luisa, Felipe… y siento no recordar el nombre del tercero]. Se entrevistaron con mi madre en su empeñada búsqueda de luz sobre lo oscuro y yo estuve al lado, como testigo, escuchando un relato que ya medio sabía y enterándome de algunos detalles que mi madre jamás quiso contarme sobre el asesinato de mi abuelo Felipe.
Mi madre estuvo fuerte, nítida, preclara [a pesar de que sabía que se estaba grabando la conversación, y eso le ponía cierta tensión a sus palabras] y me encantó escucharle decir que ya no había odio, sino tristeza y falta.
Se soltó poco a poco mientras se negaba a dar nombres [lo advirtió varias veces], a pesar de que sus interlocutores los conocían de sobra por la documentación que manejan.
El punto más delicioso llegó cuando apareció en la conversación un nombre [creo que era Teo] del que mi madre dijo guardar un recuerdo especial en el que figuraba compartir el miedo, el terror, y también darse fuerza mutua, animarse, protegerse y… ‘oíamos juntos Radio Pirenaica en su casa’ –decía mi madre sonriendo–. El caso es que ese nombre trajo otros cercanos. Le preguntaron: ‘¿Tenía hermanos… cómo se llamaba su padre… y su madre?’… una llamada rápida a Gijón puso enseguida solución a todas aquellas pistas, y mi madre se emocionó, pues recuperó un amigo que creía perdido, un amigo importante con el que compartió, sobre todo, intensidad.
Han quedado en reunirse pronto para sentirse otra vez cerca y recordar… y yo me siento muy bien, pues mi madre, Carmen Sánchez Corral, empieza a sentir de nuevo la presencia del padre que casi no tuvo, pero de otra manera, una manera justa y digna… no aquella atroz y fría.
Me encantaría, me está encantando, regalarle a mi madre la presencia neta de su padre –mi abuelo Felipe– ahora que ya casi llevamos cincuenta años juntos.
Es el regalo que busco, el que quiero, el que ella desea sin saberlo.

Monday, July 9, 2007

Hasta la vista, Antonio... Ya charlamos...

Cayó otro amigo. Esta vez uno grande de corazón, de tenacidad y de fuerza.
Antonio Izard Gosálvez [don Antonio, que para mí se ganó de corrido ese ‘don’ que en Béjar va unido a ciertos apellidos como una suerte de cordón umbilical burgués] fue un tipo peculiar en todo lo que hizo y en cualquier campo en el que jugó sus bazas como hombre. Se atrevió a contestar siempre a su clase y lo hizo con verdadera audacia, escribió lo que quisó y dijo todo lo que consideró que debía ser dicho [esa es mi meta desde hace años hasta la justa muerte] sin medir consecuencias ni pararse a valorar baremos de idoneidad o gusto. Fue sincero sobre todas las cosas [ya es difícil encontrar tipos de tal calado en la palabra y el hecho]… Pero sobre todas las cosas, por encima de cualquier diferencia [de edad, de religión, de ideología…], fue mi amigo, un amigo mayor y muy vivido que me llamaba a veces para darme consejos y hasta para pedírmelos, que llegó a ofrecerme en muchas ocasiones su mecenazgo porque creía en mí como escritor y como persona [sé que su valoración era exagerada, pero también sé que creía en ella –en mí– con fe ciega, que me puso a su altura tantas veces… que yo sentí el halago de sus gestos como algo importantísimo que me animó a seguir en las peores fases de mi vida creativa].
Antonio fue un burgués con cierta cosa del 28 y un notorio hálito de modernidad jocosa, un hombre de contrastes que armaba complicadas estrategias de empresa midiendo paralelos en la Historia, que tan bien conocía.
Cada tiempo de charla que me regaló en su vida fue como una cascada de palabras seguidas que yo escuchaba atento, pues sabía que todas me las guardaba a mí, para mí, como un tesoro que compartir después de sus silencios.
Alguna vez me dijo que me sentía como un hijo suyo… y yo creo que lo era en el sentido exacto de un hijo que deseaba aprender la experiencia del padre.
Nuestras vidas unidas fueron puro contraste y casi nadie que me conoce y le conoció entendió nunca el ‘filin’ que nos unía ni la magnífica conexión que teníamos [más de uno se asombró esta tarde de verme en su emocionada despedida –alguno llegó incluso a preguntarme por mi presencia allí– y de ver cómo en algún instante se encharcaron mis ojos. Yo no voy a sepelios desde hace muchos años].
Antonio fue para mí un maestro en muchas cosas, y un padre protector, y un amigo especial al que no he de olvidar mientras respire.
Quedó pendiente una cita para contarme todo lo que le sucedía. Me llamó hace un par de meses y cada encuentro previsto se fue frustrando por sus viajes o por mi trabajo. Ahora tengo ese espacio vacío en la cabeza.. quizás fuese un augurio.
Queda apretando aquí, en el justito centro, el abrazo perdido que nos quedó pendiente.
Antonio Izard y yo… ¡Vaya dos locos!
Dejo también mi abrazo para su encantadora esposa, para Antonio [su hijo], para Yolanda [brillante compañera de letras y sentimientos bellos], para Marcela, Marisa, Eulalia, Beatriz, Belén, Santiago... y el resto de su gente.
Un besote de hermano escondido, secreto...

Sunday, July 8, 2007

"Summa vitae"

Con José Manuel Caballero Bonald me sucede un poco lo que con Ángel González, que los leo buscando y encontrando ideas que ya habían estado en mi cabeza, de tal forma que resultan tan de mi gusto porque sus palabras son afirmación de mis ideas y de mis pensamientos más elaborados. El resultado de acceder a su lectura es ciertamente gozoso, casi como si estuviera hablando en profundidad con dos viejos amigos de camino y copas.
Lo malo, lo peor de leerlos, es esa sensación jodida de no haberlo escrito yo primero.
[“Esa común palabra que se olvida / con prenatal perseverancia / y en la neutra penumbra / de la imaginación insiste / en disiparse, se estaciona / en las más evasivas marañas / del silencio, / ésa es también / la tregua con que suelo / aplazar tu recuerdo cada día / y callo / en las inmediaciones / de encontrarme contigo como calla / la puerta que se acaba de cerrar.” –‘Temor a la impotencia’– J.M.C.B.].
La lectura que frustra por ‘envidia’ es siempre potencia de la escritura.
(12:56 horas) Llegar por la mañana hasta mi estudio, ávido de lectura, me predispone siempre a la enumeración caótica, esa forma tan borgeana [borgiana] que es capaz de expresar todo lo que los ojos no compendian como correlato.
… El mar no es cielo hoy [cumpliendo con el rito marcado de los cumulonimbos], las monedas hacen su fiel gimnasia de ‘pinball’ para deslizar un Chester hasta mis manos, la camarera mira con ojos de antesdeayer a mis ojos de luego, el verde ya se ajusta en el monte y empieza a confirmar sus amarillos, es fresco mi espacio en las horas de calor, pasa un muchacho azul con camiseta, la paloma del tejado sigue cagando su paz sobre los hombros de la gente, hay tormentas pendientes en la sierra y en casa, Magdalena vomita sin saber que su cuerpo es pura anatomía de todo lo agotado, hay tiestos en barbecho en algunos balcones, saltan dos pechos vírgenes buscándome los ojos, una mosca persigue este verano, colma el amor la esquina de una calle, chillido de ambulancia [la muerte no reposa], siento a Alejandra Pizarnik agarrada a mi espalda, el tiempo es plano y líquido, hay fiesta en unas manos, dos rizos me recuerdan las tardes de merienda, me hacen daño las chanclas en el justo interdedo, suena Pamela Barber y es como un bebedizo, alguien me echa de menos y yo no siento nada…
Necesito una pasión para abrir de nuevo el mundo ante mis ojos, para darle otra voz, para lavarlo… Una pasión concreta y definida que me llene de nervios y de ansia, una pasión azul y gris marengo con la que darle al fuego nuevas llamas.
No escribo últimamente con comodidad y quizás me dé unos días de silencio.
La lucidez también responde al azar… y eso me jode.
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Saturday, July 7, 2007

Esto es vida...


No recuerdo las horas de zozobra esperando a la jauría de verdugos porque no las viví, pero tengo presentes los ojos de mi madre cuando cuenta la falta del centro de su vida, su padre, cómo entorna los ojos y se encienden de lágrimas mirando a un más allá que fue aquel tiempo de falta y agresión de vencedores. Asomando a la vida con tres o cuatro años de calibrar el mundo ya le tocó sufrir y aún se le nota cuando aflora ‘El Juguete’ como ausencia de padre, como un rito constante de la memoria inventada, de ‘habría dicho’ y ‘habría hecho’.
Hoy, durante la comida en familia, hemos brindado por todos nuestros muertos pronunciando sus nombres y sonriendo por ellos… un homenaje sencillo y tranquilo, relajado y casi lúdico… Nos faltan Maxi, Pedro, Ricardo, Antonia, Joaquina, Saturnino y los dos mejores felipes de esta historia pequeña, singular, pero seguimos siendo uno porque ya hay varios hermosos relevos tomando oxígeno.
Después de la comida para celebrar el espíritu de una familia natural y sin el falso motor cristiano [repito de nuevo esos adjetivos que tanto me gustan… ‘civil y profana’], me fui con mis chavales a la piscina y nos dimos un baño de roces y abrazos, de aguadillas y brincos… El saldo es una espalda dibujada de enorme arañazos que saben a victoria, pues entre Felipe, Julia y Guillermo no consiguieron hacerme la aguadilla de la muerte [ellos, en cambio, tragaron agua clorada como grandes mojicones].
Ahora estoy absolutamente agotado y totalmente feliz… conservo a mis padres y disfruto de mis hijos, amo a mi mujer y quiero con pasión a mi hermana.
¿De qué puedo quejarme?
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Friday, July 6, 2007

Mis padres son la hostia.


Mientras mi padre gobernaba sus escuálidos negocios con esa fe inquebrantable de los vencedores [una pastelería a comisión y ‘rápel’ de ventas, el negociete de colocar mantas Mora y Paduana a crédito y de puerta en puerta, su negocio de ajuares montado en el comedor de nuestra casa nueva de la carbonería, el asunto de la ropa interior femenina medio trabado entre el pasillo y el dormitorio, la revolución aquella de las alfombras persas lavables…], mi madre compartía sus dotes de dependienta avispada y feliz con las duras labores de la casa.
El buen gobierno de un padre siempre ausente [o cobrando por las casas las veinticinco pesetas semanales de sus dos mil clientes, o reponiendo materiales en los helmánticos Almacenes Ara] y aquella diversificación negociera en la que estaba profundamente implicada mi madre, me propiciaron noches magníficas frente a nuestra recién estrenada tele de lámparas, pues las clientas llegaban muchas veces pasadas las once de la noche a probarse aquellas fajas con ballenas color carne en el probador de casa, que era el baño escueto. Con clientes, nadie me acuciaba a buscar la cama [yo creo que se olvidaban de mí con aquel constante ‘buscarse los garbanzos’ que tantas veces pronunciaba mi padre con voz grandilocuente]. Y yo me formaba en las delciosas ‘Historias para no dormir’ o en los ‘Estudio 1’ con los ojos abiertos como platos para que todo me entrara mejor en la moyera.
Sí, yo fui ya un niño con suerte, pues compartía los días con mi abuela Antonia a la usanza de principios del siglo XX [con su cocina bilbaína, su orinal bajo la cama, su tinaja de agua fresca, su brasero de cisco, chupón y badila…] con las hermosas jornadas modernísimas sobre los sillones de skai verde abotonados viendo la pantalla molona de nuestra flamante Telefunken, soñando a ser el niño de ‘Perdidos en el espacio’ o el capitán de ‘Viaje al fondo del mar’.
El caso es que mis padres cumplen mañana sus cincuenta años de casados y siguen como entonces, pero jugando a ser y no ser unos jubilados jóvenes y vitales, hasta el punto de que mi padre es la columna vertebral del cobro de facturas de mi empresa [es el mejor, el inigualable, el que cobra lo que haga falta y mucho mejor que cualquiera de esas empresas de frac persecutorio…] y mi madre se ha reciclado a las labores de bolillos, a las manualidades con papel maché y los cuadros de Van Gog hechos a punto de cruz.
Están pletóricos y se quieren como nunca… y, para colmo, mi padre se ha convertido en mi mejor amigo y mi madre sigue siendo ‘mamá’, la que me da caprichos y me hace grandes flanes de huevo, la que me llama ‘el niño’ con la sonrisa amplia y me tiene en palmitas y se llena de orgullo con cada libro mío [los tiene todos puestos en el mejor anaquel de su salón –el mío– como trofeos únicos].
Los quiero hasta donde no sé imaginar y ellos me devuelven el amor cada mañana multiplicado por mil.
Felicidades, papis.
Yo ya llevo felicitándome cuarenta y nueve años por teneros.
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