Tuesday, December 5, 2006

Maite Iglesias


Recibo emocionado mi primer regalo de cumpleaños. Mi coleguilla Maite, la divina chelista intranquila que ya me descubrió a la Du Pré, que me arregló una semana con el «Swinging Bach» o con las hermosas sorpresas Maitana, me ha hecho llegar un tesoro de los de verdad junto a una antigua edición Grijalbo de «La isla de las tres sirenas», de Irving Wallace –prometo leerlo con mis gafas viejas–. El tesoro es hermoso de abrir... [me falta la música de fondo en este punto, que debe ser algún tramo Yann Tiersen... por ejemplo «Si tu n’etais pas là»]... una caja de lata con un pañuelo de gasa rojo perfumado, cuentas y conchas, anillos, iconos, recortes, postales, planos, papel de fumar, monedas, chismes... que en conjunto conforman algo mágico, delicado y delicioso. Abrir la caja me ha llevado a un mundo especial y paralelo del que no quisiera salir nunca... ¡¡¡Qué bonito, Maite!!!
Pongo a cero mi marcador y entro en deuda.
(21:15 horas) Mi Barça va ganando por dos goles a cero al Werder Bremen y me autoimpongo el castigo de no verlo para no caer en esos estados de euforia que me hacen dar saltos –ando aún a la greña con mi jodida lumbalgia.
Se tarda en aprender cuál es nuestro lugar en el mundo –la mayoría muere sin haberlo averiguado–, y eso es fundamental para desaparecer bien, para irse de aquí con una sensación de cadáver exquisito. Yo estoy en ello, y no sé si me queda grande el traje o si ha mermado tanto que ya nunca podré embutirme en él.
Varias cosas me interesan en este sentido y en ellas y con ellas enredo a diario. La primera es la verdad, conocerla, procesarla, tratarla, indagarla... y debo confesar que la verdad es dura por cualquier lado que se la mire. Trabajando en parámetros de verdad, mi lugar en el mundo es una mentira amable para con los demás y jodidamente dolorosa para mí mismo. Sé lo que sucede a mi alrededor, cómo son los que me rozan y cómo soy yo, en qué tonos vibran y en qué sinrazones me sujeto. En todo caso, aún me falta alcanzar el descaro de la verdad.
Otro punto en el que trabajo constantemente para encontrar mi sitio es en la razón, intentando con ella llegar a comprender el proceso que me tiene y me mantiene anclado a una cosa social que no va para nada con mi planteamiento del mundo, conformando poco a poco un ideario balbuceante que quiere acabar siendo algo así como un manual del mundo practicable para Felipe.
Y, por fin, la justicia, esa nada que debiera ser obligatoriamente genética en vez de legítima. Desde este parámetro es quizás desde el que mejor puedo ubicarme en el mundo.
En todo caso, es tan difícil.

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