Saturday, June 24, 2006

Ryuukoo Kawaji


Una de las cosas que peor llevo en esta vida es la ingratitud, la historia esa del colega de siempre que te vende su amistad con altibajos y te enreda en sus asuntos en clave de tuya/mía con el componente exclusivo de darte de comer –si y sólo si–. Y tú te vuelcas en un a deshoras –porque es tu colega y, claro...–. El final es siempre de puñalada y reproches, volcando sobre tus hombros un sentimiento cabrón de culpa que se lleva con dificultad... La ingratitud, maldito tesoro que se esconde en la amistad más rijosa... Y como ya no contemporizo, pues que sopeso la amistad en una balanza y en el plato jodido pongo la ingratitud, y no merece la pena. El colega debe seguir siendo el colega, pero a partir de ahora con el asterisco de que los negocios van aparte: para las copas, juntos; para el trabajo, soy empresa... que en la separación de poderes arde mejor la amistad más democrática... sin confundirnos, cada uno a lo suyo y los dos a lo nuestro.

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