Monday, June 5, 2006

Nakane Tori


Recibo de manos de Antonio G. Turrión, enviada por Ramón H. Garrido, una edición sobre Unamuno, «Meditaciones evangélicas», editada por Diputación de Salamanca y trabajada por el colega Paolo Tanganelli –que salió de mi olvido hace unas semanas para pedirme una colaboración en una revista calabresa–. Le echo un vistazo rápido al libro y me encuentro con hallazgos interesantes, tan interesantes como una reflexión sobre el hombre que vive para la historia. Se hace Unamuno –el pesado poeta y el lúcido ensayista– una interesante pregunta sobre el valor de la historia para alguien que entra en ella. Se pregunta de qué sirve que pronuncien tu nombre gentes que nunca podrás conocer y da la opción de eternida contra la de historia, indicando que un hombre debe trabajar para la eternidad y no para ser historia... En fin, la triste calavera coronada por la gloria literaria hoy me ha hablado un ratito, pero, sinceramente, no creo que aguante su lectura una hora seguida.

Y que a media tarde me han llamado los colegas de Radio Vallecas –«60 minutos Vallecas»– para hacerme una entrevista mañana de cinco a seis de la tarde junto a Luis Pastor y Jesús Márquez. Me hace ilusión volver a oír la voz de dos colegas tan interesantes y tan bien puestos en el hilo de la sensibilidad. Lo malo es que Luis le daré la mala noticia de que su biografía va lenta, demasiado lenta para mi ritmo.
(22:24 horas) La democracia es un sistema que valora la mediocridad sobre todas las cosas. Mi problema es que soy incapaz de imaginarme otra forma de organización que trate con cierta justicia a algunos colectivos... ¿Qué necesitamos, entonces? Quizás nuevos pensadores que le den vueltas a las formas de organización social y consigan algo tan innovador e inimaginado que valore a los individuos de razón y defienda a los que pellan con sus imposibilidades sin que medie la diferencia. Es harto difícil para la naturaleza humana que esa circunstancia pueda conseguirse. Habrá que comprar esperanza donde la vendan. Y olvidarse de la palabra «todos», porque embrutece y lleva a terribles engaños, para cambiarla por la expresión «cada uno».
Vivir es realmente una anecdota si no se dota con valores de construcción individual.

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