Sunday, September 24, 2006

Aatos Erkko


Sin adaptarme aún a los rigores del curso escolar, estoy contento porque mis chicos parece que han empezado con ganas –aunque esto no es como empieza...–. Sigo (seguimos) sufriendo la enfermedad de Mada y el encono de Ángel contra lo que sería la mejor solución para todos: contratar a una persona para atender de forma constante a Mada en casa. No entiende el colega que está descabalando nuestras familias, y esto afecta a la educación de los hijos y a las relaciones de pareja. ¿No le iluminará su Dios de una puñetera vez para que acepte cambiar el sacrificio constante de todos por un pequeño sacrificio económico –también de todos– que nos haga llevar el asunto con más dulzura y menos tensiones? En fin, que seguiremos comiéndonos este marrón por el camino difícil, el de ganarnos el puñetero cielo por el sacrificio inútil y diario. ¡Bah!
(16:56 horas) Odio el melodrama cuando se trata de la vida, esa actitud tan común (y tan católica) de ver el mundo sin la mirada práctica de la lógica. Todo se novela y se fabula, cada suceso tiene una banda sonora y un tempo absolutamente teatral; y en esa mirada pequeña, siempre también un punto egoísta disfrazado de conciencia limpia. Los que abundan en estas formas –que son muchos–, jamás han sentido el sufrimiento sicológico de una vida practicable, sus motivos son espurios sin saberlo –o sabiéndolo– y su fin es pasar sin que les roce el daño, volcándolo al instante en los hombros y en las cabezas de otros, mientras hacen aspavientos e incluso derraman lágrimas.
Ojo, y nunca puedes herirlos, porque son gente «buena», ordenada y cumplidora de leyes humanas y divinas... no tienen temor a la muerte de los demás y fían la suya a un Dios magnánimo al que han servido siempre con humillación... ven de maravilla que su caridad pacata se transforme por arte de magia en la sumisión de otros... nunca han sentido el placer porque es pecado... ni dejan que sus cercanos piensen en sentirlo y practicarlo.
Son tipos de otro mundo que siempre han vivido y vivirán bien, pero sin saber lo que es la vida. Su conveniencia es el camino fácil y su pasión es pensar que los demás debieran ser como ellos para el que el mundo fuera perfecto... perfecta y jodidamente melodramático.
Lo que hacen por los demás, lo hacen exactamente por sí mismos.
Vamos de puta madre.

(22:04 horas) Para qué pensar en acabar todos y cada uno de los asuntos en los que nos metemos. No es bueno acabar, porque en el acabamiento hay cierta historia de triunfo que no es conveniente para mantenerse lúcido. Lo mejor es amar lo que haces con intensidad para conseguir que jamás termine. Acabar hace a tu mente cómoda y consigue que pienses de ti tan en positivo, que termines siendo incapaz de retomar la vida en clave de búsqueda. Además, siempre te queda esa «buena conciencia» de la que decía Pavese que «no es otra cosa que la expresión del deseo que todos tenemos: ser nosotros; sentirnos cómodos siéndolo.». Y la comodidad es muerte en cierta forma.

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