En este tiempo de alertas amarillas y naranjas [por frío, nieve, viento, lluvia...], en el que tomar más de tres huevos a la semana es pernicioso, en el que todos sabemos que hay un colesterol malo y hasta se canta como si nada el ‘me sube la bilirrubina’, de pronto, sin más, con Aloe Vera y todo, se caen todos los palos del sombrajo y se nos queda cara de ganso... un leve eructo telúrico, un deslizamiento chiquitín de placas tectónicas, una marea gruesa [algo que perfectamente puedes simular en una pecera sin ser Einstein] nos pone al día de cómo son las lágrimas y de que no hay poder humano capaz contra una brisa que cambia de dirección... eso es la inexorabilidad, el factor azaroso que no podremos controlar jamás... y ante él solo cabe quedarse quieto o caminar, según te pida el cuerpo, que te dará lo mismo tengas o no tengas, sepas o no sepas, hagas o no hagas. Lo asombroso de este último tacto rectal telúrico, por lo menos para mí, es la impresionante lección del pueblo japonés, su calma común, su saber aceptar el golpe sin aspavientos, sin gestos grandilocuentes, sin gritos innecesarios. Verlos es darse cuenta de que el conocimiento ayuda... en este caso el conocimiento es ‘hay lo que hay, y no otra cosa... y para qué gastar más energías de las necesarias’. Así pues, aceptación del daño, valoración del mismo con naturalidad y puesta en marcha de lo que haya para volver a funcionar con actitud tranquila... son las enseñanzas positivas que nos ofrece ese Oriente castigado a los triviales hombres tranquilos del ‘no pasa nada si a mí no me pasa nada... pero si me pasa...’.
Pero no aprenderemos, y mira que ahora lo tenemos a huevo... una crisis cabrona y larga, cierto ambiente de revolución [que perfectamente se puede trocar en involución], sensación de agotamiento de demasiados recursos, cierta impresión de que efectivamente estamos dañando a nuestro medio de forma irreversible [para el hombre], sistemas de espiritualidad humana puñeteramente enfrentados hasta la misma sangre entre sí mismos y contra los demás, diferencia como nunca en cualquier aspecto que pensemos, capitalismo feroz campando por sus fueros... y estos últimos desastres naturales para mostrarnos con vehemente claridad esa calidad de muñecos en manos de lo inexorable... no aprenderemos, lo sé, pero el momento es maravillosamente dulce para retomar ciertas premisas sociales y darles un buen lavado de valores con los que argumentar un mundo de otra forma, más justo, más equitativo, menos feroz en lo que toca a la relación entre los hombres [que para feroz se basta y se sobra el medio que nos tiene y nos sostiene a su antojo]... el momento es divino para empezar de cero hasta conseguir el ‘todos bien’ y no este ‘unos bien a costa de otros que las pasan bien putas’.
Y que no importe que mi suerte sea habitar en una zona sísmicamente estable, perteneciente al primer mundo de los fondos FEDER y los planes AVANZA, al de la sanidad gratis y el paro a quien haga falta... que no importe... eso, que no importe que haya que dejar algunas prebendas para que otros tengan algo digno que llevarse a la boca y un techo seguro bajo el que dormir.
Ayer conseguimos, entre unos cuantos locos, reunir el dinero suficiente para poder operar a la niña Summy Ross de su cadera, un dinero que aquí, en España, no le habría hecho falta a esa chiquitilla para resolver un problema [a sus cinco años escasos] que en nuestro país habría sido resuelto por lógica sanitaría en su primer año de vida y sin pasar factura alguna... y es que aún hay demasiados lugares en el mundo en los que no tienes derechos si no tienes dinero, ni los fundamentales... y sería magnífico, realmente magnífico, que alguien fuera capaz de hacer correr la voz de que es posible atacar las desgarcias del hambre, la sed, la enfermedad o la miseria con verdadera voluntad de igualarnos todos bajando el rasero de los que más tenemos y subiendo el de los que menos tienen.
Dejadme también que eche culpas [asumida la mía también, por supuesto], y no solo a los políticos, que últimamente son simples marionetas enredadas en las manos de la fiera del capital y, por ello, los receptores de todas las iras... las grandes religiones [el catolicismo, el islamismo, el judaísmo...] son tanto o más responsables que ellos de la situación en la que se encuentra el mundo [pero no por eso voy a proponer que se acabe con ellas, que eso me parece un error, pero sí que se fomente una revolución interna en los sistemas de uso y manejo de sus fieles, que estén con el necesitado para ayudarle y no para utilizarle y que sean precursoras y defensoras de los verdaderos valores humanos –ahora solo defienden sus valores de statu y su opción de poder–... y luego, por fin, echarle la culpa a cada uno de los hombres [entre los que me incluyo], uno a uno, avergonzándolos de los egoísmos pequeños que consiguen en su suma el mayor de los poderes represivos de la humanidad... explicarles que somos parte de un todo y que la más mínima distorsión personal terminará afectando a muchos de forma dramática. Ayer leía que con lo que gasta un norteamericano medio en comida al año comerían durante el mismo año 26 familias de cinco miembros del tercer mundo... y así nos va.
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