Vino el tipo que dice eso de “yo soy tu párroco” [hoy traía alzacuellos] para pedirme que hiciera una foto del Cristo que tiene en la parroquia, a mano izquierda según se entra... y fui sin dilación, pues me encanta fotografiar imágenes sacras tanto como las paganas. La iglesia estaba vacía y abierta, así que pude hacer mis tomas con comodidad [razón tenía Franco DiMerda, al que leí ayer –y recomiendo encarecidamente– cuando contaba que ahí le dejan a uno sentarse gratis... siempre que no quieras luz para leer, claro]... santos, angelotes, vírgenes, cristos, silencio y olor a incienso... todo un decorado para un curso de preparación a lo que sea. Hice las fotos y me sentí realmente bien... que me habría quedado a echar una cabezadita si no fuera porque el trabajo acuciaba.
El día siguió anodino y metidito en agua, así que me compré una bolsita de ‘chiquitillos’ [aquí también los llaman tetillas de monja] para pasar algo mejor lo que me quedaba del día.
Por la noche me metí en la cama agotadino y puse la tele, como siempre, para pillar el sueño, pero me enganché a una entrevista y la seguí hasta su justo final... el entrevistado era un tipo elegante con pinta de ejecutivo de empresa moderna que hablaba de la necesidad de una mirada optimista, de vivir el ahora sin ponerle trabas al luego, de ver en cada acto lo positivo y no lo negativo... me encantó, de verdad... y de pronto explicó una especie de parábola sacada de un libro de Eduardo Punset para poner algo de claridad sobre el problema que supone para el hombre su exceso de precaución... decía el tipo: “En la sabana africana hay un grupo de cebras pastando y de pronto son atacadas por un grupo de leones. Las cebras inician despavoridas una carrera frenética y los leones las persiguen hasta que cazan a una de ellas. Justo cuando termina la caza, las cebras se detienen en su carrera y vuelven a pastar, mientras los leones devoran a la desafortunada sobre la que hicieron presa... las cebras comprenden rápidamente que los leones ya no son un peligro y aprovechan para seguir alimentándose, que eso es vital para tener las energías suficientes en un próximo ataque de los felinos. Imaginemos ahora que en vez de cebras, son hombres los que se están alimentando cuando sufren el ataque de los leones. Las fieras cazan a uno de los humanos más débiles y se agrupan para devorarlo... entonces veremos que el resto de los hombres que formaban el grupo no se detienen para seguir alimentándose, sino que siguen su carrera frenética aún sin ser perseguidos y hasta quedar absolutamente agotados y faltos de energía... y todo por saber adelantarse al posible pensamiento de los leones...¿y si cuando devoren al compañero cazado siguen teniendo hambre?... ante tal circunstancia el grupo se agota y, como no está bien alimentado, queda expuesto a ser presa no solo de los leones, sino de otros carnívoros más pequeños que en circunstancias normales no se atreverían a atacarle..”... oye, que me encantaron el perico y su discurso.
Y me dormí.
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