Resina en cada cuerpo, una resina densa que acontece y adhiere a unos con otros, que no deja ni espacio para el aire preciso... resina que enturbia al tú y al yo, que incapacita y aletarga porque obliga... resina en unos ojos, en un gesto de afecto, en una blusa, en dos manos asidas, en un par de palabras, en cada toma y dame... resina que hace pares dispares que no quieren, que hace heridas eternas e incurables... resina como tú y como yo, como cualquiera que se extienda o se encoja, que se haga espiral e incluso se haga un muerto...
¿Por qué tan pegajosa esa cruz de los brazos, lo blando entre las piernas, el filo de una falda?, ¿por qué todo ese instinto de seguirnos y atarnos y no dejarnos ser, ni estar, ni poner, ni hacer?, ¿por qué tanta resina de cada herida abierta o de cada amor, de cada rama nacida o de cada brote tierno?
‘No sé lo que te pasa, no entiendo’, le dice cada noche... y son las chimeneas las que responden siempre con olor a comida, con sensación a llaves que lo han cerrado todo, con su ruido de puertas y algo de laberinto que no deja [que no ceja].
Te vas poniendo viejo, capitán, y ya apenas oteas sino tu propia muerte... que ya los barcos no son lo de antes, ni el riesgo, ni la pesca... que ahora todo es industria de los hombres y un montón de lascivia en cada viento.
:: Barco unifamiliar con proa al sur. Magníficas vistas abisales en invierno ::
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