Saturday, October 30, 2010

Charadas para una oruga.

‘¿Cosiste los lunares en la piel?... ¿a que no? ¿Ves cómo eres?’

COdU no había nacido para coser, claro. Ella no era una mujer normal, ni siquiera se consideraba una mujer, y menos normal. Coser lunares... fíjate tú... coser lunares durante toda la tarde... eso ya lo habría hecho Paul Éluard copiando a Tzara, o quizás Dios en su sexto día creativo... no, ni mucho menos... COdU pensaba siempre en que quería ser la aguja, pero una aguja como un estilete o como un cuchillo traicionero.
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Un día de higos, eso quería COdU, un día de higos y orejones amarillos, de mareos después del chaparrón y los paraguas... todo para poder decir con ganas: ‘¡Qué mal está todo, qué mal, coño!’. Porque a COdU no le gusta que algo le parezca bien.

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Si una recta... ya la hizo Pitágoras un día de verano. Si una manzana... Newton. Si una frase ingeniosa... me suena de Marcuse o de Tagore. Si un gesto... el mismo de Dalí. Si un silbido... es de Mozart. Si un poema difícil... me suena de Valente...
COdU apenas podía dormir de tanto darle al Sur de cada Norte.

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Gruñó mientras miraba el último pecado de Fellini, una peli famosa y acogida por todo ese mundillo de las pelis... y le dolió el sobaco como duelen las muelas navideñas... pensó y supo enseguida que aquello era una estafa en celuloide... luego pensó que no iba a decir nada... es mejor no meterse con los popes.
COdU compró avellanas y caminó comiendo por Pigalle. ‘Comiendo caminando... dos gerundios’, se dijo.

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‘¿Es que sé o siento envidia?’... se preguntó en la cama aquella noche de todos los demonios.
‘Si es que sé, debe ser petulante mi postura... si es envidia, quizás sea lo de siempre’.
Soñó con Anasagasti hasta que vino el alba.
COdU sudaba frío.

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‘Debiera dedicarme a dar lecciones en el Liceo, que ya va estando de más ir dando ejemplo por las calles’... y se compró una sombra de ojos en Part-Dieu... estaban en oferta.

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‘El arte debiera dictarlo yo... ¿por qué no me hacen caso?’.
Aún no sabía COdU que hay varias diletancias y algún punto de vista inexcrutable... tampoco se acordaba del juego singular de descontexto.
Estornudó y una gota de orín manchó sus bragas.

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