Esta tarde acabé, por fin, la corrección de galeradas de mi novela [o lo que sea, que aún no lo tengo claro], y estoy francamente satisfecho por haber acabado el trabajo, aunque sigo teniendo mis dudas sobre si funcionará, sobre si sabré hacerme entender en el laberinto caótico que he montado. Mientras leía, a veces pensaba que lo leído no lo podía haber escrito yo, sobre todo en los tramos chorro, esos en los que se deja correr la escritura a su bola [o que parece que se deja correr la escritura a su bola]. El sentido final de todo consistía en demostrarme a mí mismo que no soy capaz de escribir algo verdaderamente digno... jajajaja... y creo que lo he conseguido, pues me ha salido una verdadera indignidad en la que he intentado esconder mis pocas virtudes y sacar a relucir todos mis defectos literarios... lo que sí puedo afirmar con convicción es que he elaborado una antinovela, he destrozado a conciencia la idea que me enseñaron sobre el género, he faltado a casi todas las normas con el fin de experimentar qué podía suceder... en fin... trabajo hecho y santas pascuas.
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Día 12 de octubre.
Por la mañana me quedé en la cama viendo el comienzo de la celebración en Madrid del día de las Fuerzas Armadas, toda una parafernalia ridícula en la que se puede asistir al desfile político más ganso y retrógado. Todos los poderes juntos en el mismo lugar para hacer una pantomima en la que también está representada, cómo no, la Iglesia Católica y sus cantos de sirena [había por allí un par de mangantes con bonete y los soldados entonaron una canción sacra]. El público asistente, como siempre, faltón hasta las trancas y rancio, gritando burradas hasta en la hora del homenaje a los ‘caídos por España’. Si no fuera tan triste, podría decirse que resulta realmente cómico verlos a todos juntos con el Rey y su hijo vestidos de soldaditos y pasando revista a todo y a todos con ese absurdo saludo militar que es como el gesto de un suicida.
Pero me divertí mirando ese resumen del aparato que nos lleva y nos trae, que nos hace y nos deshace... hombres simples y, en demasiados casos, formados para crecer en su justo provecho personal y no en el sacrificio por lo público... demasiadas ambiciones entre toda esa manada de fieras de colores diversos... y la certeza de que aún en este siglo XXI y en la Europa ‘moderna’ manda el poder genético y tiene un grave ascendente el poder religioso, poderes a los que casi todos los allí presentes se someten con sonrisas de tontos de baba.
Tal y como va la cosa, hubiera sido mucho más real ver junto al Rey y al representate del Papa a cada uno de los banqueros de este país y a tipos como el dueño de Zara o el presidente del Real Madrid... sería todo más de verdad.
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