Saturday, February 5, 2011

Por lo menos pon unos estores... un viaje para homenajear a Luis Alberto de Cuenca.

El teléfono móvil y los temblores de una compañera de curro de José Luis Morante dejaron esta imagen divina en la que estamos José Luis, Emilio Pascual, Luis Alberto y el que suscribe.

Fue un viaje entrañable desde la justa salida. Venía yo de una semana llena de preocupaciones urgentes en la que apenas había podido reposar [la cabeza, que le da vueltas a todo hasta a la hora de dormir] y todo había encontrado solución a última hora, justo antes de pillar camino a la capital de reino. El día amaneció extrañamente primaveral después de tantos días llenos de flores del frío y solo esa circunstancia ya conformaba el mejor presagio.
Viajé con Antonio Gutiérrez Turrión y el viaje se hizo corto por la conversación constante [casi un monólogo de mi amigo, pues la obligada atención a la conducción y los restos recientes del naufragio semanal le daban forma a mi silencio]... hablamos del último pacto entre gobierno, patronal y sindicatos; de la movida prerrevolucionaria de los países árabes y sus posibles consecuencias, de las ideas de Ortega y Gasset sobre la deshumanización del Arte [Antonio había hecho una relectura reciente de la obra y me puso al día de los conceptos lanzados por el filósofo al respecto]... y así recalamos en Rivas-Vaciamadrid casi sin darnos cuenta.
Y en la macrociudad dormitorio encontramos enseguida a José Luis Morante, algo más delgado que la última imagen que se me había quedado trabada de él, vestido de un negro poético muy especial y con algunas canas más en el cabello. Nos recibió como siempre recibe, con generosidad y con los brazos abiertos, y nos invitó a comer [garbanzos con callos, morcilla de Burgos con huevos estallados sobre una base de patatas panadera y tarta San Marcos... deliciosa la comida]. Durante la comida, José Luis me regaló unos libros magníficos, entre los que había uno que me dejó perplejo: “La dolce vita. Poesía y Cine. Antología”, firmado por Francisco Ruiz Noguera y editado por el ‘Centro Cultural Generación del 27” y la Diputación de Málaga. Morante me pidió que mirase en el índice de autores y me vi en él enseguida con llamada a la página 195 del volumen, donde aparecen dos poemas míos [‘La sonrisa sardónica de Welles’ y ‘Rosebud’] arropados por una hermosa compañía entre la que figuran Francisco Ayala, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Carlos Barral, Pedro Casariego, Antonio Carvajal, Gabriel Celaya, Luis Cernuda, Carmen Conde, Luis Alberto de Cuenca, Gerardo Diego, Jordi Doce, Lorca, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Pere Gimferrer, Félix Grande, José Infante, Manuel Machado, Antonio Martínez Sarrión, Carlos Edmundo de Ory, Pérez Azaústre, Pedro Salinas, Roger Wolfe... y así hasta completar un elenco delicioso en el que también figuran mi desaparecido maestro y amigo Rafael Pérez Estrada y el propio José Luis.
Toda una sorpresa en una edición realmente hermosa.
Junto a este tesorito, José Luis me regaló el volumen ‘Francisco Ayala. El escritor en su siglo’, de Luis García Montero, y “Escribir la luz. Fotografía & Literatura”, un ejemplar golosón del número 250 de la revista ‘Litoral’.
Y tomamos camino de Madrid, no sin antes dejar a Antonio cerca del centro mormón de la Villa para que fuese a visitar a su hermana.
Aparcamos en un parking del centro y salimos a pasear tranquilamente la ciudad... la Plaza de Cibeles con su molondra restructuración carísima del edificio de Correos para gloria y disfrute de los gallardonitos peperos... Alcalá con sus edificios mágicos y un primer café en la azotea del hotel ‘Ada Palace’, donde nos tomamos un café largo mirando desde arriba el mágico edificio ‘Metrópolis’, ese icono madrileño incomparable [más incomparable para mí desde que ayer descubrí que en su azotea hay una vivienda con puertita de cortina vieja y dos ventanales con persiana verde de maderitas enrollables y tres tiestos de geranios colgados en la pared, todo un contrapunto absolutamente recomendable de ver desde el ático del ‘Ada Palace’... y que se me escapó la frase del día... “hijo puta, por lo menos pon unos estores”].
Luego un ratito de Gran Vía, un ojeo a la bajada putera hasta Sol [las prostitutas cada vez son más jóvenes y ocupan cada árbol y cada esquina con una parsimonia ancestral], la Puerta del Sol con sus rateritos y sus chaperos o con sus ‘compro oro’ en un ambiente multicultural lleno de color que contrastaba vivamente con las modernas estructuras de los nuevos accesos al Metro madrileño... paseo obligado por Chueca [el Madrid que más me gusta] y una Coke en el Círculo de Bellas Artes con un posavasos de diseño Diana Raznovich en el que figuraba un preservativo usado junto al mensaje “No a la explotación sexual”... y se me empezaron a poner los dientes jodidamente largos con los cartelones que anunciaban un acto sobre el legado de Walter Benjamin, un ciclo sobre la nueva narrativa cinematográfica americana con la figura de John Ford como centro de todo, el ciclo ‘siete miradas africanas sobre España”, una exposición sobre la obra de Alberto Mangado o un curso sobre arquitectura contemporánea dirigido por Peter Eisenman...
Y otra vez a pasear la calle para pillar un vale de súper oferta de ‘Mundo Kebab’ en su local de Hortaleza [con refresco, kebab y patatas por 4,90 €] y para encontrarnos de cara con Enrique Gracia Trinidad y caminar charlando juntos hasta la justa hora del homenaje a Luis Alberto.
Y a las siete, en la entrada del Círculo, empezamos a encontrarnos a amigos viejos [por tiempo y también por edad]... Paca Aguirre y Félix Grande [recién operado del corazón y con bastante buena pinta a pesar del achuchón], entrañables, como siempre; Javier Lostalé... y nos subimos hasta el quinto piso, donde estaba la sala en la que se haría la presentación homenaje a Luis Alberto. Allí aparecieron nuevos viejos amigos a los que fui abrazando... Miguel Losada, Emilio Pascual [qué tipo tan extraordinario, coño], Fernando Beltrán, Javier Puebla, Jesús Urcely y Sol, Ricardo Virtanen... hasta que pude abrazar a Luis Alberto y nos hicimos una foto movida que quedó espectacular y que se debe a la mano de una de las encantadoras compañeras de curro de José Luis.
Y que comenzó el acto y fue verdaderamente entrañable [y largo, aunque en ningún momento tedioso]... quienes estábamos allí habíamos ido a demostrarle nuestro afecto al amigo y al intelectual... y éramos un grupo extraño y misceláneo que dice mucho de lo que supone y es Luis Alberto... tipos de izquierda radical y de derecha recalcitrante, escritores de corte clásico y poetas rompedores, estudiosos, intelectuales, poetas jóvenes y viejos, editores [andaba por allí Chus Visor]... pero todo unidos por el vínculo de la amistad con Luis.
Y me tocó cerrar, aunque luego pediría la palabra Paca Aguirre para leer un poema, y que lo hice en los términos que siguen y a bote pronto:
Verás, Luis Alberto, me gusta ser sincero y debo decirte que yo había viajado aquí desde provincias con la intención de hacerme un abrigo de Visor, pero como se ha ido Chus [se había ido a mitad del acto], pues aprovecho para agradecerte tres cosas, no sin antes dejar muy claro que soy culé, de izquierda [genética e ideológica] y un pequeño editor que siempre pone en los corolarios de los libros que edita “y si encuentras una errata, la saludas de mi parte”. Pues que bajo estas premisas quiero agradecerte en primer lugar que escribieras “La caja de plata”, y especialmente “Serie negra”, pues desde su lectura cambió mi forma de entender la poesía y de escribirla; que me permitieras brillar como editor al dejarme editar uno de los mejores volúmenes que figuran entre mis trabajos editoriales: “No me las enseñes más... y otros poemas”... pero sobre todo, y por encima de la poesía, de la edición o de la intelectualidad generosamente prestada siempre, quiero agradecerte el valor que le das a la amistad y la generosidad con que la das y la recibes. Te quiero, tío... siempre a pesar de ser culé, de ser de izquierdas, de ser un editor con cierto historial de erratas -como casi todos- y de vivir en el más hermoso culo del mundo.”.
Y acabó el homenaje, y nos abrazamos, y nos despedimos [también abracé a Alicia Mariño, a la que no había visto entre el público hasta el final... me dijo... “se nos inundó la casa, Luis... qué mala suerte... escríbeme un mail urgente, anda”].
Y me bajé a la calle a fumar un cigarrito hasta que salieran mis amigos –la nueva ley me tiene pasando los rigores del invierno medio al raso–... y mirando el escaparate de la librería del Círculo me acordé mucho de Hugo Izarra y de su 'Standdart' [lo hubiera pasado bien allí, estoy seguro]... y bajaron Félix y Paca, y charlamos un ratito sobre Carlos Martínez Aguirre... y nos despedimos, pero Félix Grande dio un paso atrás y me dijo... “¿Sabes, Luis, que por ti dimití de un jurado?”... le dije que sí, que lo sabía, y se lo agradecí con un fuerte apretón de manos y una mirada cómplice.
Y la sorpresa fue ver aparecer por la escalera a mi sobrino Javier... había estado toda la tarde dibujando un piso por encima de donde se desarrollaba el acto... y bajaron los demás y nos fuimos a tomar unas cañitas y unas raciones con el añadido gozoso de Javier.
Salimos de Madrid casi a las doce de la noche y llegamos a Béjar con sueñito.
Dejé a Antonio en su casa y me metí en la cama feliz.
Pasé un día magnífico entre mis amigos y pude charlar mucho rato con José Luis, que es un tipo extraordinario.
Dejo aquí copia de mi texto en el libro “Alrededor de Luis Alberto de Cuenca”:

CUARTO Y MITAD DE MUSAS

Fui a comprar hace años cuarto y mitad de musas a una tiendita chica que me recomendaron y el tendero, atentísimo, me indicó con cierto desaliento que hacía unos minutos que Luis Alberto de Cuenca se había llevado el total de existencias de ese producto rarísimo y difícil. Me ofusqué, no lo niego, y ardí durante días en trazar estrategias para robarle al vate parte de aquella compra. Fue entonces cuando contacté con mi amigo José Luis Morante para que propiciara un encuentro pirata con el que ya era un pope de las letras modernas. Con engaños -no muchos, pues L. A. se deja, aún sabiendo los fines y sus restas-, quedamos en un restaurantito de Rivas-Vaciamadrid para buscar el truco -entre viandas, claro- con el que hacernos con el botín pensado y deseadísimo. Los otros personajes de la trama fueron Juan Luis Calbarro, Pepe Barrios, Juanito Hernández Heras, Julio Martínez Mesanza, Agustín Porras y Arturo Ledrado [que no debo negar que pasaron de meros secundarios a entrar en competencia directa por las musas].
De aquel día recuerdo con nitidez preclara que L. A. se levantó a los postres y, de memoria, recitó un poema mío y quedé boquiabierto. Fue entonces cuando me planteé empaparme de su obra como agradecimiento al detalle que me dejó narcisito perdido y muy blandete... y de ahí se consumó el robo más grande de mi historia personal y discreta, pues teniendo en mis manos "La caja de plata", descubrí de pronto el apartado genial que Lleva por título "Serie negra"... allí estaban las musas necesarias, las que andaba buscando como un loco, y las robé y las violé una por una hasta agotarlas y agotarme [así consumé tres años enteros de poemarios que tuvieron blasón en premios magros y pusieron el tono que tanto deseaba en mi obra].
Y con el tiempo descubrí poco a poco al Luis Alberto más hermoso, al amigo total que no dimite y que te echa una mano si la precisas, al que habla de ti de puta madre en foros donde eres un auténtico desconocido, al que te cita o te dedica algún artículo de prensa, al que te visita en casa con chauffeur oficial para compartir mesa, lotería y carcajadas [el chauffeur incluido, por supuesto], al que te manda de vez en cuando libritos deliciosos dedicados [lo último que recibí de sus manos fue una edición primorosa y chiquita de Bocángel en dos volúmenes de "El Parnasillo" o un libro delicioso de caballerías.
Y luego oírle hablar como embobado en alguna noche bruja -de Lucena o de Béjar- de héroes del cómic, de historias de algún clásico rarete, de andanzas literarias pretéritas y nuevas, de música o de cine. Mi afán pequeño en el mar interior de estas letras es declarar bajito que pude consumar el robo aquél... y que, además, soy un tipo con suerte, porque gané a un amigo enorme que se mantiene ahí aunque medien distancias y silencios, aunque no nos veamos en tres años... un amigo grandote y bien vestido que escribe como nadie y que me enseña con cada verso suyo a ser poeta.
De otros temas más arduos apenas puedo hablar, porque me siento anémico frente a los culos planos de la lírica y la crítica literaria pomposa.
Vine a decir que Luis Alberto de Cuenca es un hombre entre los hombres, pero un hombre especial, especialísimo, especialisísimo, al que le debo tanto... que ni tengo intención ya de pagarle.
Por cierto, que mi placer mayor fue ser el editor de su libro "No me las enseñes más...", un lujo que subió mi currículo de editor malo de atar a editor golosete.
Mil gracias, amigo.

JL con la última locura Gallardón al fondo.


Con JL y el Metrópolis.

Por lo menos pon unos estores, coño.

JL en la terraza del Ada Palace.

Con JL en el Ada Palace.

Puerta del Sol con su nueva entrada al Metro

Músicos latinos en la calle... me acordé de Perú.

Las señales son claras.

El estado de la cultura... en la cafetería del Círculo de Bellas Artes.

JL y Enrique Gracia Trinidad.

Pep Guardiola en Cibeles... esto sí que es una metáfora.

Las compañeras de curro de JL... dos cielotes.

Emilio Pascual y JL.

Urceloy y JL.

Arranque del homenaje a LA.

Urce y Sol durante el acto... esto no son formas.

Intervención de Emilio Pascual... estuvo brillantísimo.

LA firmando ejemplares y con un catarrón de no te menees.

Mi sobrinillo Javier con Ricardo Virtanen a su espalda.

Urceloy y Javier... ya de cañas.

Sol, Antonio y la fotógrafa temblorosa.
MATERIALES














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