Pensando esta mañana en la prerrevolución árabe, visualicé por enésima vez "Casablanca". |
Pensando esta mañana en el decurso de los países árabes a partir de los últimos acontecimientos en Egipto, Argelia y Túnez, me entra una enorme curiosidad por saber hacia dónde va a llevar todo este espíritu prerrevolucionario y me hago algunas preguntas:
Si yo fuera un árabe formado... ¿querría que el sistema de mi país fuera occidentalizado?... es decir, ¿adjuraría de mi cultura y de mi impronta religiosa o filosófica a cambio del pretendido bienestar del capitalismo occidental?... ¿sería capaz de poner en valor los bienes propios –muchos de ellos usurpados por occidente– en un sistema particular, nuevo y adecuado a las raíces culturales y al poso islámico, con voluntad positiva de desarrollo y sin caer en la negación social que siempre suponen los nacionalismos y los islamismos radicales?... ¿habría lugar en un nuevo status quo a la implantación de un pensamiento árabe moderno capaz de convivir pacíficamente con el resto del mundo y, sobre todo, capaz de propiciar bienestar, modernidad y avance a toda la masa ciudadana afectada?... ¿cómo se evitarían las masivas posturas irracionales basadas en el integrismo... existe capacidad para controlar ese poso terrible?
A mí, desde este corto entender de pueblito chico, me parece que es posible, aunque sí muy dificultoso, crear una idea de progreso factible basada en la cultura musulmana... y creo que es dificultoso, primero, por la constante intervención de occidente en estos países llenos de intereses en base a sus materias primas y a su posición estratégica fundamental para el funcionamiento ‘correcto’ de las políticas capitalistas del primer mundo... y, luego, por la vivida humillación secular de todos esos pueblos, fruto de la usurpación externa e interna por las fieras diversas que han venido marcando su paso y su ser.
Todo pasaría por revisar en un plano general y compartido todo lo sucedido hasta ahora y hacer un mapa minucioso del descontento, tomándolo como punto de partida para una sólida propuesta ideológica capaz de solventar toda la locura nihilista y descubrir a la masa social su capacidad de crecimiento y desarrollo en un ámbito propio y culturalmente familiar, tomando posesión y uso de sus valores y de sus pertenencias y teniendo responsabilidad de gestión de las mismas.
Este proceso cambiaría cualitativamente demasiados parámetros del mundo occidental y haría entrar en conflicto al actual ideario de paso del primer mundo consigo mismo y con el nuevo proceso.
La difícil misión, en todo caso, consistiría en eliminar las autocracias [es el proceso en el que se mueve ahora el asunto] como primera opción de salida, y posteriormente tomar el verdadero poder del pueblo con la capacidad de salirse pacíficamente de la abrumadora intervención del capitalismo exterior tomando los mando políticos y económicos de su propio futuro.
Se mire por donde se mire, el problema se presenta peliagudo, tanto para quienes lo viven y padecen en primera persona, como para quienes lo miramos con la cómoda distancia sin detenernos a pensar en ese efecto mariposa que va a afectarnos de inmediato con cualquier leve cambio hacia un lugar u otro de la balanza.
Nuestra misión [me refiero a la misión de occidente con respecto a este cambio en marcha] debe estar cargada de generosidad y de colaboración [nunca de intervención], propiciando un desarrollo autónomo y sostenido con el consecuente de un pluralismo real que facilite las prácticas políticas que lleven a la participación de todos en la toma de decisiones y vaya acercando a las sociedades árabes a unas cuotas de igualdad en derechos y obligaciones que den legitimidad al proceso.
Y el deseo de que haya suerte, pues se va a necesitar, y mucha.
Y en este punto llegó Aisha y se me acabaron las ganitas de darle vueltas a este asunto tan peliagudo.
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