El viernes pasado, antesdeayer, falleció Talón, un muchacho con el que pasé algunos días magníficos en mis tiempos de joven con barbita escasa. Él pertenecía al grupo de amigos de Pepe Rico, el hermano pequeño de Gerardo –mi amigo del alma– y todos [el grupo de Pepe y el de Gerardo], a pesar de la diferencia de edad, nos reuníamos durante tardes enteras de juegos y risas en ‘The Boris’, nuestra casa club compartida [el mejor sustituto de la cochera de siempre]. Talón era vivo, inteligente, avispado y absolutamente ocurrente... y todo lo llevaba con una elegancia muy particular que siempre consiguió hacer que pareciera mucho más mayor de la edad que llevaba.
El tiempo, como hace siempre, se encargó de poner una distancia extraña que acabó en el simple saludo educado y en el cruce de alguna sonrisa... y también algún malentendido traído por el trasunto político [no con él, sino con su esposa, que hace unos años pasó a tener representación pública].
Hace como tres meses, mientras estaba esperando en la cola de Caja Duero, la persona que estaba delante de mí me saludó con una sonrisa amplia y me dijo... “Felipe, ¿qué tal te va todo?”... yo le contesté amablemente sin saber quién era, e incluso creo que hice algún pequeño chiste sobre la situación de crisis que le hizo sonreír. Hizo su operación de caja y se despidió de mí dándome una palmada en la espalda y ofreciéndome una sonrisa franca. Cuando salió, me acerqué a José Manuel –el director de la sucursal– para preguntarle quién era la persona con la que había estado hablando [la verdad es que soy un despistado compulsivo]... me dijo que era Talón y me quedé perplejo... no le había reconocido por el efecto que la enfermedad había hecho en él... entonces me angustió no haberle dado un abrazo fuerte e incluso no haberme tomado un café con él... y ya no volví a verle.
El sábado, durante el acto de presentación del libro de Marino, Antonio Gutiérrez Turrión tuvo unas palabras de recuerdo para él... y se me saltaron las lágrimas.
Hoy quiero dejar ese abrazo pendiente en la memoria como una de mis faltas graves, a la vez que ofrecer desde estas palabras mi sentimiento más profundo a su esposa Puri y a toda su familia [no soy de pasamanos, porque prefiero el sentimiento a solas], así como ofrecerles mi mano en lo que precisen, lo que sea.
A veces las verdades inexorables hacen que las tontas cosas de los hombres nos hagan sentirnos ridículos... yo hoy me siento mal por no haber dado aquel abrazo y por no saber encajar algunas niñerías que en su tiempo pusieron distancia con Puri y, por ende, imagino que con Talón.
Hoy me quedo con el chavalillo que sonreía al otro lado de la mesa camilla de “The Boris” mientras jugábamos a las cartas para pasar la tarde y con aquel “Felipe, ¿qué tal te va todo?”.
Queda el recuerdo vivo y fuerte... y también una complicada sensación de falta que ahora mismo es como un pozo hondo y oscuro.
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