Sunday, August 7, 2011

El Halcón Callejero



Ayer andaba yo mercadilleando jaranero y animoso, cuando se presentó el Halcón Callejero con una caja llena de tomates de su huerta y se plantó delante de mi puestito con intención de venderlos. Dejó la caja en el suelo y, como suele hacer con la frecuencia que le da el vinorro, comenzó a hablar solo con una interlocutora inexistente... “¡Señooooraaaaa!, qué tomates, ¡señooooraaa!, traídos ahora mismo de la huerta del Halcón Callejero, los mejores tomates del mundo, ¡señoooooraaa!, cuidados uno a uno por el Halcón Callejero, yo mismo, para usted”... y cogió uno y lo partió al medio con su navaja mientras le ofrecía una de las mitades a la señora inexistente... “pruebe, ¡señooooraaaa!, es lo mejor que va a meter en su boca hoy, ¡señoooooraaaa!, se lo dice el Halcón Callejero... ¿cómo?, ¿que no quiere?... me cago en la leche, señoooooraaa, no se puede decir que no a un tomate de la huerta del Halcón Callejero, coñooooo... tome, ande, señooooooraaaa, pruebe... ¿qué?, ¿a que es lo mejor que ha comido nunca?... sí, claro, ahora mismo le preparo una bolsa llenita, señoooooraaaaaaa”... y sacó una bolsa del bolsillo y empezó a meter los tomates uno a uno con parsimonia... “éste nació para ensalada, señooooraaaaa... éste también... y éste... mire, señoooooraaaaa, éste me lo deja dos días en la mesa de la cocina y él solo le va a decir cómo hay que comérselo... y éste... uy ésteeeee, con sal y al buche... qué maravilla, señooooraaaa, la mejor compra de su vidaaaaaa”... y con la bolsa llena se acercó a Yuraima, que estaba a ocho o diez metros de él, y se los regaló. Luego volvió a situarse junto a la caja de tomates e inició de nuevo el monólogo con la señora inexistente mientras Luis le decía un “gracias por los tomates, tocayo” [que el Halcón Callejero también se llama Luis]... y pasó por allí una muchacha con minusvalía [la verdad es que no sé cómo hay que decir esto para no herir sensibilidades, ya que el idioma hoy se me niega, así que pido disculpas por el término a la vez que indico que lo escribo desde el cariño total hacia la persona a la que me refiero, que es un amor] y el Halcón Callejero la llamó... “niñaaaaa, ven aquí, que te voy a hacer el regalo de tu vida, guapaaaaaaa... mira qué tomates te vas a comer hoy, los mejores, los de la huerta del Halcón Callejeroooooooooo... los más famosos en todas las ensaladas, que se comen ellos solos y a sí mismos de puso sabrosooooooooos... ven bonita, tomaaaaa”... y le llenó otra bolsona y se los dio a la chiquilla, que estaba feliz por el regalo... y así se tiró media hora hasta que vació la caja, hablando con la señoooooraaaa inexistente y regalando tomates a diestro y siniestro.
Cuando vació la caja, se la regaló a Yuraima y dijo a los presentes... “ya lo vendí todoooo... es que estos tomates se venden solos, solitos se me venden ellos... que son los del Halcón Callejero, los mejoreeeees”... y desapareció sonriendo de pura generosidad.
¿Sabéis?... siempre me cayó de puta madre Luis, el Halcón Callejero bejarano... pero ahora me cae mucho mejor... que veces el vino –pocas– hace mejor a la gente, aunque la destruya.
¡Viva el Halcón Callejero, coño!

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