Canoso y berzocanoso, pero no viejo, volvió Luis Pastor a pisar las tablas alquitaras para sentar con magia la cátedra de la sensibilidad y el humanismo más trovador... y mira que no eran horas brujas –ésas que siempre propician el pellizquito lúbrico y la impronta arreglamundos–, pero el tipo cantor se las arregla siempre para llevar el tiempo al lugar que más le gusta... y, ¡zas!, todo el auditorio de viaje astral para olvidar el jodido ‘statu quo’ y volver a pensar que es posible que las cabezas estén aún llenas de las bicicletas blancas made in Pablo Guerrero.
Se arrancó Luisito en la calle con una especie de ukelele –que bien podría haber sido Ouka Leele, pues el perico colorea con verdadero arte cualquier foto fija del pasado– y fue como un pequeño Hamelín bejarano que nos metió a todos en la iniciática cueva Alquitara para pasar una noche de incendio... oye, y que lo que resta pide heptasílabos, coño... porque el Lucho poeta arrancó su concierto con la viva escultura de cantautores viejos que pasan horas bajas y cantan en baretos... y de ellos hasta el “Soy”, y del “Soy” erizante a “Esta esquina del tiempo” que el vivo Saramago nos regaló a los muertos, y del luso brillante a una arenga indignada para cambiar lo estrecho, y de la arenga al filo del poeta de Orihuela, y de Miguel al cielo más “evohé” y Guerrero, y de allí a una capela con Lourdes y sin micro... y un final ukelelo donde el trovador Lucho se transformó en rapero de loock titirimundi para dejar su estro flotando en La Alquitara y a Pepe Rúa pleno con sus marinaledas y sus indignaincendios...
Que fue una noche chula y un lujo alquitareño... cuarenta periquitos, con un cantor de sueños, encerrados dos horas que parecieron menos... luego, algunas cervezas, unos cigarros mágicos, unos abrazos llenos, muchas risas, tres fotos y algunos hastaluegos.
Hoy, a la misma hora, y en La Alquitaracielo, vuelve a trovar Luisito, a las diez treintayalgo...
¿Nos vemos, compañeros?
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