Uno, que es perroflauta con Jeep y viste lacostes, creía que con ese bagaje y algunas que otras naderías ya estaba bien servido para los escarnios públicos, pero resulta que siempre hay más, coño... que venía yo está mañana de tomar el café primero con Pablete y Antu, y también de hablar de esa especie de solipsismo contravenido que un día fue la Bauhaus ‘lecorbusierera’, opuesto –por supuesto– a la nueva era pop del tomar lo que hay y quedárselo para uno con utilidad... y que me llegué a la imprenta para comenzar mi semanita trabajuna con esa sensación de que se empieza bien el día porque arrancó con buena conversación... y que se acababa de rematar la revista de fiestas de Los Santos y había que cargar la furgo para entregarlas en destino, y que pillé una de las cajas pesadotas de revistas para echar una mano en la carga... caminé por la empresa con seguridad hasta que pillé una estrechura que formaban la moto de mi socio y un perchero de hierro forjado que me habían donado para SBQ... inicié ese paso del estrecho, pisé la jodida percha, que deslizó como un esquí, y me di una costalada de padre y muy señor mío que me dejó tres heridas en la mano derecha, otra en el tobillo derecho, un rozón longitudinal en el interior de uno de mis brazos y un dolor costal que se hace más intenso a medida que pasan las horas... ‘coño, perroflauta y por los suelos’, me dije, y seguí en el curro entre las bromas y el descojono de mis curritos... pero había más y para más chufla, que me puse a sacar unos diplomas en digital y se atoró uno de los atreses en la salida de impresora... tiraba de él y no salía el hijo de puta, así que me agaché para hacer más fuerza y tirar perpendicular a los rodillos, hice la fuerza mentada y los jodidos rodillos soltaron de pronto el papel como si les hubieran echado vaselina... así que otra costalá y con los pies por alto.
Hay días en los que la estabilidad corporal no es propicia para los perroflautas, coño.
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