Wednesday, November 15, 2006

Josep María Rodríguez


Es tan fácil conformarse... y resulta tan difícil querer crecer... ¿Qué nos conviene?
La soledad de la ciudad es dramática... Reniega y vente al mundo, busca piel si la precisas, caricias si no las presientes, besos si tu boca se ha vaciado, amor si entrenas odio, gozo si hay humedad buscando los muslos, lágrimas si tus pañuelos permanecen bien planchados en los cajones... Busca en tu soledad el camino de perfección que son las manos... y mírate en los espejos el desnudo que has hecho de tu vida –míratelo con detalle, tocándote con curiosidad, como un descubrimiento–... Lee a Gogol, a Gorski, a Valéry, a Samain, a Turguenev, a Th Gauthier... busca en librerías de viejo antiguos textos de Kawaji, Gyofu Soma o Rofuu Miki... escóndete en un cine de barrio a ver reposiciones de Maciste o de aquellos ojos Loren mirados por un Fabrizio en camiseta de tirantes... píllate en dvd «2046» de Wong Kar-Wai y encuéntrate en los ojos de Maggie Cheung o en el ardor de Tony Leung... escucha como si fueras yo el «Living in road» de Lhasa de Sela y siente cómo la seda te rodea para hacerte dormir en su tensión...

La soledad de la ciudad es bellamente dramática, y en ella son los muertos los que caminan y rezan, los que alzán las calles antes del mediodía, los que cierran las puertas si atardece... La sombra es de los hermosos vencidos... de nosotros... la sombra siempre será nuestra, y por eso la sembramos cada tarde mirando con nuestros ojos a la tierra.

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