
Por la tarde, después de un cafetín con charleta, me agarré a la tinta china y he andado engolfado en un dibujo unas cuantas horas, ilusionado como hacía meses con una imagen deliciosa, hasta que llegó Richar de Zamora con mi nueva guitarra y, hala, a darle a las cuerdas y a buscar los sonidos que ya tenía medio olvidados... hasta me marqué un «Fuego en el agua» molón y castizo, eso después de recuperar el ritmo de «Sublime ilusión» y de apuntar un poquito las canciones que andaba currándome en el verano de un par de poemas que escribí para ser cantados. El aparato es extraordinario, ayuda y tapa defectos. Acabo de dejarla hace unos minutos apoyada en la pared después de intentar –gozando y haciendo gallitos– el «Just like a woman» de Boby D.
Qué buen rollito.
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