Hay que romper una lanza [pequeña, eso sí] por los panfletos de corte rojete, pues parece que en ellos la gente se expresa con más corrección, aunque no con menos inquina.
En fin... que me hartan ya los papeles sucios y me jode un punto el porrón de árboles sacrificados en tan mentecata labor [rompo otra lanza por los rojetes, que han cambiado el papel por lo cíber]. Y todo por y para una mala peli de romanos en la que ni el cartón piedra sabe estar en su sitio.
¿Y la realidad pacata?... El Béjar de diario, el prosaico, es de desanimarse o, como diría un familiar cercano y querido, para mear y no echar gota: el urbanismo a su puta bola bolera y rocambolera, la conciencia social... sólo si me dan algo, el gobierno munícipe en un quedamos pa merendar [y algunas veces las meriendas son de negros], la oposición de espera... que ya nos toca, las representaciones de comerciantes y fabricantes con corbata nueva y gorra de chocho a lo chusquero, los de Madrí empeñados en no dejarnos tomar el café tranquilo los findes... y cada uno a su puta bola en ese jodido «yo soy el mejor... si yo fuera el alcalde... habría que matarlos... ay, si me dejaran...». Y todo se resume en pequeños odios y en inquinas personales, en tevasaenterarcabróndemierda [de boquilla siempre], cuando la miserable realidad es que hay un porcentaje de salidos extraordinario mirando los culos de las camareras de PdeT [un abrazote para esas niñas tiernas y preciosas] que se morirían por ponerle los cuernos a sus prójimas si la ocasión pintase calva y monda... pero no pueden porque no saben... y los que lo intentan van a lo «vox populi» de cabeza y de culo.
Bonita y de novela sería la historia pequeña de este pueblo para un mal «Los gozos y las sombras»: mucho sexo, bastantes malos/malos y un par de desafortunados pillados en pelota sin haber podido llegar al clin que te hace temblar y poner cara de imbécil.
Un pueblo complejo con personajes simples [sustantivícese el «simples», porfa]. Un pueblo como tantos otros, con sus curas, sus coimas, sus damas de hoyo seco, sus prohombres de nada, sus yonquis, sus guripas, sus políticos tuertos, sus funcionarios de itinerancia diaria, sus bancarios cagones, sus locos sin remedio, sus meapilas, sus castas, sus nobles sin un duro, sus nuevos ricos analfabetos, sus periodistas ebrios, sus músicos faltones, sus taberneros viejos, sus emigrantes ricos y sus paisanos muertos.
Un pueblo, amigos, un puto y triste pueblo.
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