Quizás la armonía entre personas radique en saber entender las dificultades del otro y no forzar las situaciones... porque sería jodido que cada uno machacara a los demás abusando de las propias pericias. Y que conste que a este tipo le aprecio un montón, pero no sé si es que yo no sé llevarle o él no sabe recibirme.
Prometo trabajarme con interés este asunto para que vuelva el nivel a su lugar, el de descanso. Sé mis límites físicos y psíquicos y no quiero traspasarlos. Sólo eso.

(22:25 horas) He leído a trompicones, pero apasionadamente, los cuatro volúmenes de «Investigaciones lógicas», de Edmund Husserl, en los que se desarrolla toda la teoría de la reducción fenomenológica para llegar a la esencia. Y es de una complejidad simple [no entran los dos términos en contradicción porque no me da la gana] el llegar a la conclusión de la «epokhé» [guardo lo conocido –mejor lo ya sabido– entre paréntesis mentales y me quedo con la esencia]. El problema surge cuando un tipo como yo intenta poner en práctica lo que «el palabro» enuncia... No sé hacerlo, no sé poner entre paréntesis lo que ya sé para intentar llegar a la esencia... y me quedo frustrado.
Entiendo el proceso, comprendo la teoría de la reducción fenomenológica, pero no sé utilizarla ni aún llegando a un grave estado de extreñimiento de tanto darle vueltas.
¡Bah! Admito que admiro a Husserl, pero siento que necesito filósofos que hagan fáciles mis procesos interpretativos.
Me fumo un cigarro y pienso.
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