Wednesday, February 28, 2007

Soy de cuando exista un fado alegre.

Alberto, cuando me detengo en el cuadro negro y espiral que cuelga en el salón de mi casa, soy consciente de que tu espíritu está en él, lo percibo con nitidez y te siento cerca de mí. Algunas veces te he hablado de ello, de lo que esa obra produce en mí, de cómo me lleva al desasosiego e incluso al temor... pero no es de eso de lo que quiero hablarte hoy; a lo que quiero llegar es a esa prolongación [presencia] del espíritu de un autor en la obra que reposa lejos de él, incluso cuando ya ha desaparecido. ¿Es eso parte de la inmortalidad del hombre? Pienso a veces que quizás me equivoque y lo que sucede es que me veo a mí mismo en la obra de otros, me penetro... pero hay algo netamente perceptible que está fuera de mí, algo que es del creador y que se mete por mis ojos, por mis oídos... y me incendia o me relaja. ¿Qué tipo de comunicación es ésa?
Cuando esto sucede y soy consciente de ello, es también cuando percibo mi desorden, mi falta de método para procesar las ideas y darles forma. Entonces me dejo llevar, pero siempre me queda una especie de remordimiento de no poder expresar o definir el proceso en el que estoy y en el que gozo o sufro gracias a un hilo conductor que no emana de mí, sino que llega de la obra que admiro... quizás del alma que la propició más que de la obra misma.
(15:37 horas) Recibí llamada de Ramón desde Lisboa, estaba con la coleguilla Mar dando tiempo a un contacto que puede ser importante en nuestras vidas sensibles.
Lisboa es un paraíso que debo desear como deseo París.
Luego se acercaron a verme un par de profes del IES Ramón Olleros [Mila era una de ellas] para proponerme un trabajo creativo con los chavales. Les dije que estoy a su entera disposición y quedé contento de saber que aún hay esperanza. Este tipo de historias con profes comprometidos me encantan por lo que propician. Gracias.
Luego descubrí el blog de Alberto Gadea y lo leí de cabo a rabo. El tipo me cae bien, aunque le siento en un proceso duro muy parecido al que yo pasé durante un tiempo largo y agotador. Ve la miseria de su entorno y siente la imperiosa necesidad de denunciarla... Yo, amigo Alberto, un día me di cuenta de mi calidad de cero a la izquierda de la izquierda y decidí vivir para mí y por mí, me puse a buscar mi opción individual y a disfrutar de la palabra y sus dobleces. Desde entonces soy más feliz. Sé que no puedo sumar ni restar nada, sé lo que no me interesa y busco lo que puede hacerme sonreír o poner cara de sorpresa, disfruto de mis amigos y de mis cercanos y digo lo que me sale de los cojones cuando me apetece. Estoy llegando ya a esa libertad del bufón que tanto ansío, lo que me hace sobrellevar con una sonrisa todas mis miserias, que son muchas, y todos mis fracasos, que son más.
Te deseo una buena evolución de pensamiento y un futuro que no sea capaz de hacerte daño. Me da la impresión de que te lo mereces.

(15:52 horas) Juego siempre a que las cosas me muestren su misterio, ahí soy feliz. Disfruto de entender dos frases de Kandisky o de reírme de Kant, como disfruto de encontrar el alma de una piedra o la sonrisa de una calle vacía. Me quedo extasiado ante un papel roto sobre una acera o viendo caminar a una mujer madura a veinte metros. Pruebo a cruzar miradas intentando conectar y hago juegos de palabras para sopesar la atención de mis interlocutores. Busco sensibilidad en una moneda, bebo agua buscando un sabor olvidado, miro a mis hijos con incredulidad, busco bocas para recortar en las revistas, juego con mi lengua para inventar la orografía de mi boca, hago muecas frente al espejo del ascensor, me muerdo las uñas y busco perfiles conocidos en sus cortes irregulares, escribo frases inconexas y las mezclo, pienso en pasteles de nata con formas femeninas, leo volúmenes de filosofía abriendo páginas al azar, copio poemas de amigos y los deformo hasta que son irreconocibles, apago el teléfono móvil durante semanas, guardo silencio una hora y la gente que me rodea se asombra, río a carcajadas cuando estoy a solas, canto blues a grito pelado por las noches, pinto como un poseso en tramos muy breves de tiempo, recuerdo a cada uno de mis amigos cada día y los echo de menos, miro mis manos con asombro, no leo prensa...
(17:54 horas) Está la realidad tangible sentada, esperándome. Una putada, porque la realidad desnuda es inexcusable [voy a decir mejor la realidad de mi desnudo]. Estoy atado a ella por un lazo indestructible, un lazo que en algún momento pudiera servirme de horca. Y yo intento olvidarme, evadirme de tal «verdad», y lo hago en caminos irreales, es decir, en caminos que yo armo y desarmo con cierta esperanza de que se conviertan en otra imposible realidad. Lo que no sé es si el material de mi evasión, el pensamiento, extiste de alguna forma inmaterial que no comprendo. Ahora me pregunto... ¿tienen capacidad los caminos irreales de modificar la exacta realidad? A mí me gusta pensar que sí, pero el trasunto diario se empeña en demostrarme un segundo tras otro que no es así.
De Tontopoemas ©...


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