El fin de la Historia... he aquí la clave fundamental de nuestra abulia social, eso que consiste en la convicción profunda de los ciudadanos en que el sistema está cerrado y completo, en que ‘ya’ se consiguió una sociedad más o menos equilibrada en la que no hay frentes contrapuestos en grandes bloques poderosos y llenos de potencial capaz de destruir y destruirse, en que ya triunfó la idea de democracia y solo queda establecerla en todo el mundo mundial en convivencia con el capitalismo de uso... lo que se ha venido a denominar ‘el pensamiento único’... y ese ‘pensamiento único’ ha supuesto este jodido ‘fin de la Historia’ en el que ahora naufragamos, un ‘fin de la Historia’ que ha desarticulado todos los mecanismos de reacción social, que ha hecho que las nuevas corrientes filosóficas hayan quedado aparcadas en la mera individualidad, que ha conseguido desmontar y liquidar todo lo conseguido por los movimientos obreros en lucha constante por la obtención de sus derechos... para que se entienda mejor, hemos llegado a un punto en el que se nos ha convencido de que ya hemos llegado a la meta, al mejor sistema posible, lo que ha traído la consecuencia del abandono total de las posturas ideológicas y de la lucha por la consecución de nuevas metas para establecernos en la atonía del todo marcha adecuadamente.
El problema fundamental de este ‘fin de la Historia’ radica en que nos hemos autoconvencido [o nos han convencido] de que al desaparecer los dos grandes bloques multinacionales con sus tensiones y sus guerras frías y calientes, ya no existía posibilidad de un gran enemigo enfrentado a otro y con capacidad real de acabar con el hombre... nos hemos autoconvencido [o nos han convencido] de que estábamos en los albores de la sociedad del bienestar y que el que todos los humanos llegásemos al statu de hombres felices solo era cuestión de tiempo mientras el sistema democracia/capitalismo se asienta y se ajusta en todos los rincones de la Tierra... nadie [y cuando digo ‘nadie’ me refiero a grupos sociales con capacidad de actuar y no a personas] se paró a valorar que podían existir enemigos potentes fuera de esa idea de bloques formados por países y ejércitos... pero el enemigo estaba en casa y muy bien armado, y lo conformaban [lo conforman] el gran capital, la banca, los paraísos fiscales y las grandes empresas multinacionales, entes capaces de modificar la voluntad de los gobernantes mejor plantados en base a un juego de mercado, consiguiendo cambiar el decurso de la economía democrática, la economía de las personas, por la sibilina economía de los mercados.... este enemigo feroz es capaz de comprar países con simples y urgentes ataques a sus monedas, obligándoles a derivar desde las requeridas y obligatorias políticas sociales a las diametralmente opuestas políticas de mercado, en las que el individuo es un asunto despreciable, subvirtiendo así los principios democráticos y minando el sistema con asombrosa facilidad.
¿Qué arreglo tiene esto?... pues un arreglo fácil desde la mirada cenital, pero bastante complicado desde la necesaria praxis... desde mi punto de vista, sería preciso recuperar con potencia el ardor de los movimientos obreros y del activismo intelectual, acodados a los gobiernos como forma de fortalecimiento del sistema y como apoyo a los mismos en su lucha contra el progreso de las duras economías de mercado [que quien desarrolla el trabajo que lleva a la producción y, consecuentemente, al dinero, tenga poder de intervención y crítica durante el proceso completo]... establecer duras tasas a las transacciones financieras y fuertes medidas de consenso contra el fraude y la depredación económica [que quienes ahora son los nuevos dioses –esos crackers de rascacielos que modifican el mundo con un golpe de teléfono– pasen a ser los delincuentes más buscados], haciéndose de una vez los gobiernos diversos con el negocio de la banca para darle carácter público bajo parámetros de justicia y lógica mercantil y económica, consiguiendo hacer de la nueva banca un vehículo de crecimiento social y económico, y no un medio seguro de enriquecimiento privado, masivo e insolidario... y acabar con ese contubernio de paraísos fiscales y agujeros negros...
En definitiva, el asunto es volver a activar a las masas obreras, a los intelectuales y al sector público para que tomen las riendas junto a sus gobiernos y sean capaces de asumir el mando de las democracias legislando y haciendo cumplir las leyes con impecabilidad, guardando con verdadero celo los valores sociales, políticos y económicos nacionales frente a quienes intenten hacer de ellos puro mercado... y desactivar duramente cualquier entramado financiero que no cumpla las normas que se establezcan por consenso... es así de fácil y así de difícil...
Debemos, por tanto, volver a ser capaces de sentir el aliento de ese enemigo grande en el cogote para desempolvar toda nuestra capacidad de alerta y, con ella, nuestra decidida voluntad de crear nuevas opciones ideológicas capaces de propiciarnos salidas de éxito... y desmontar esas dos ideas, absolutamente dañinas, del ‘pensamiento único’ y ‘el fin de la Historia’.
Yo creo que podemos conseguirlo... pero quizás termine siendo la guerra más cruenta en la que se haya metido nunca la especie humana.
Vamos a ello, coño.
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22:09 horas
Hace ya unos años que había decidido desertar del debate político, no porque no me interesase, ni mucho menos, sino por la falta de oxígeno con que me dejaba cada uno de los trancos que intentaba y por una profunda convicción de que mi pensamiento y mi expresión política no servían para nada y no conseguirían jamás llegar a ser más que palabras extendidas en un cabreo mandril que acabase con mi buen humor y con mi forma relajada de entender el mundo.
Ahora, sin embargo, acuciado en lo cercano por los naufragios del sistema y absolutamente encabronao por algunas actitudes de cercanos y por tanta falta de aptitud entre nuestros representantes públicos, me siento con ganas de volver a sacar mi dedo de su puño para intentar meterlo en algún ojo.... y quiero participar del debate hasta la sangre, si fuera preciso.
Debo antes definirme en lo político... soy un tipo de izquierda por tradición familiar y por profundas convicciones [sitúeseme, para bien o para mal, en el socialismo de izquierda, no en el paniaguado cuasiliberal –y sin cuasi– dominante], pequeño empresario sin apenas solvencia [pero con viabilidad], arrebatado lector de asuntos filosóficos que tengan que ver con alguna opción de futuro, existencialista convencido y empeñado en ‘hacer’ por encima de ‘decir’ o de ‘solo decir’ [los individuos más dañinos de las sociedades son, desde mi punto de vista, los que desde la hipocresía de su realidad cómoda alumbran palabras grandilocuentes que jamás se ven ajustadas en sus hechos]... me gusta vivir bien [no soy imbécil], pero siempre guardo sensibilidad hacia quienes no viven bien y acumulo intentos constantes de eliminar en lo que pueda esos desequilibrios... no soy el Ángel de la Guarda, pero tampoco creo que sea el Diablo... y tengo desde hace unos años ciertas ideas bien fijadas que me sirven como norma de vida y como asunto constante de reflexión... intento no quedarme quieto cuando estoy cómodo [no es el caso de este tiempo de ahora] y procuro intentar solucionar mis problemas siempre en clave de mi forma ideológica [suelo fracasar]. No soy partidero, aunque sí fui militante activo durante algunos años en el Partido Socialista Obrero Español, pues estoy contra la disciplina de partido y a favor de la libre expresión de opiniones y del voto en conciencia.
Como individuo con ideas de izquierda, tiendo, lo confieso, a demonizar cualquier ideología opuesta o encontrada con la mía, aunque reconozco lo bueno del contrario cuando soy capaz de entenderlo [que no es siempre]... y, cómo no, busco en mis compañeros ideológicos constante debate y hasta enfrentamiento duro y crítica voraz [es también norma de la izquierda darse palos al raso, mientras que es costumbre de la derecha lavar sus trapos sucios en casa... así nos va, pero es lo que nos toca].
Bajo estas premisas, adelanto que cumpliré como buen izquierdero, no hablaré de las posturas ideológicas contrarias personalizándolas en partidos o en nombres concretos y sí cargaré todo lo que pueda las tintas en quienes representan o dicen representar ante el pueblo mi opción ideológica.
De entrada, debo comenzar criticando con dureza a ese sector de la izquierda que se ha agarrado al término ‘progresía’ para enfangar toda la consideración positiva que durante muchos años se trabajó el verdadero progresismo... tipos que han renunciado a actualizar su discurso en beneficio propio y personal y que han ido desvertebrando el verdadero proyecto de la izquierda cierta para conseguir un futuro sólido y prometedor... tipos relajados en sus puestos políticos o funcionariales [son puestos bien pagados] que se han cargado de un plumazo cualquier oportunidad de debate sincero, utilizando siempre tópicos y etiquetas desde su pose de corrección social, y que han armado una vida pública llena de directrices que llevan al silencio absoluto a quienes disienten o se exceden de los parámetros marcados. El progre de nuevo cuño atiende siempre a su cómodo decálogo y debe cumplir con la correspondiente idoneidad para poder disfrutar de buen puesto político, de viajes y dietas, de direcciones y subdirecciones e incluso de empleo público y promoción en el mismo [el término ‘obediencia’ termina siendo el más puntuado en cualquier prueba u oposición]... al nuevo progre no le hace falta pensar [quizás no le esté permitido, que no lo sé, pero me lo temo] y sus mayores pecados son la disidencia y el cuestionamiento. El mejor progre es el que, desde la resignación sonriente, pronuncia con los mofletes hinchados frases como ‘solidaridad social’, ‘nucleares, no’, ‘derechos de los trabajadores’ o ‘economía sostenible’, mientras se calla ante la fuerza de la propiedad privada o el poder del banquero de turno... o utiliza cierta retórica demodé para acabar discursos completos sin haber dicho nada.
El poder verdadero de la izquierda está en el debate ideológico y en la verdadera oportunidad de construcción social que tiene cada hombre... y su mayor prestigio es permitir la independencia personal de cada uno... y ésta no es, ni mucho menos, la actual imagen ni la realidad presente.
Puesto el dedo en la llaga de la corriente de ‘izquierda’ dominante en estos días, intentaré explicar lo que supone en su permanecer el ‘pensamiento único’, y el daño consecuente que ello implica al sistema de vida de los tipos normales y corrientes que tienen un trabajo humilde para poder vivir.
Fue Ignacio Ramonet quien acotó el término ‘pensamiento único’ en un artículo, allá por 1996, en ‘Le Monde Diplomatique’, definiéndolo a grandes rasgos como una ideología exclusiva que se sostiene en la hegemonía absoluta de la economía sobre el resto de los dominios sociales, el mercado como corrector único de cualquier disfunción social, el endiosamiento de la competitividad, el ilimitado librecambismo, la mundialización económico-financiera, la división mundial del trabajo, la privatización y la máxima ‘menos estados, más mercados’ [cualquier lector inteligente podrá colegir de inmediato que, ante estas premisas, el ‘pensamiento único’ cuenta con altos apoyos financieros, mediáticos y políticos que no tienen nada que ver con las posibilidades tangibles que tenemos quienes entendemos la sociedad de formas distintas]. Una ideología, a poco que le demos vueltas, que tiene mucho que ver con la teoría evolutiva de Darwin, asegurando siempre la supervivencia del más fuerte y dejando al pairo al más débil; con el liberalismo feroz sobre el que teorizó Adam Smith [‘el mercado como agente de equilibrio social, conductor y rectificador de todos los procesos sociales’] y con la idea de Marcuse de un pensamiento liberal incapaz de admitir cualquier tipo de oposición [el jodido ‘pensamiento único’]. Así la ideología, todo viene a precipitarse con la caída del Muro de Berlín, que hace crecer la idea de que el Estado ya no es necesario y que ya no existe alternativa posible, que es ‘el fin de la Historia’ y solo queda el pensamiento liberal como opción única e irremplazable, lo que unido a los diversos fenómenos de globalización, afianzan con fuerza el mandato del ‘pensamiento único’.
Los poderes de este ‘pensamiento único’ se basan en el azar del mercado [un azar nada azaroso, pues es modificado implacablemente por el dinero] y su mayor perversión consiste en que sus valedores lo unen indefectiblemente al término ‘democracia’, intentando identificarlo con ella [error de base, sobre todo cuando sabemos de sobra que la democracia se asienta en el control de los ciudadanos y que el ‘pensamiento único’ discurre al control supuestamente aleatorio y corrector de los mercados].
Para empezar, debemos saber que no existe el llamado ‘mercado libre’, pues el mercado está al dictado de oscuras hegemonías que le marcan sus ritmos, lo que ya deshace de raíz esa propuesta de que el mercado actúa como corrector de los asuntos sociales... los correctores son esas oscuras hegemonías y lo hacen siempre a su exacto beneficio, pues es característica de los mercados y de los mercaderes la búsqueda constante de rentabilidad cuando y como sea.
Imaginemos ahora a uno de esos progres, de los que hablaba en la primera parte de esta entrada, ubicado en espacios de poder y conviviendo a diario con la bicha del ‘pensamiento único’, sin ideología ya, sin posibilidad de debate... pondrá la mano y se la llevará al bolsillo en cuanto sienta algo de peso.
Bien, pues esa clase de hombres es a los primeros a los que hay que atacar para comenzar de nuevo.
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