Y que a primera hora de la tarde me dio por rebozarme en el primer nublado de este otoño, y fui al viaducto por el lado de los muertos... y el cielo se mostró como de promesita chica, y me tumbé para verlo mejor... y más que de algodón, era de gasa levantada... debe ser el dolor de estos días... y allí, tumbado, mirando la estructura gigantesca recordé, no sé por qué, las pastillas Juanolas y mi primer paraguas autómatico, el ruido de turbinas en el río, la mirada serena de Zenobia en la fotona grande que hay en la Fundación JRJ, un día de circo y manzanas de caramelo... y me di cuenta sin más de que todo fue para nada... una vida inerte, como una mole de hormigón para sostener algo que ni siquiera existe...
Quizás mañana llueva.
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