Ayer por la tarde me pegó un bajonazo y me quedé quietino y como deslomao.
En mi viaje de vuelta a Béjar desde Mérida, me había sucedido algo que me tuvo perplejo durante todo el día: viajaba de noche y estuve como veinticinco kilómetros de camino sin recordar cómo se ponía la luz larga del coche. Le daba a todos los botones, giraba y presionaba los mandos que salen como ramitas desde la base del volante, y el coche hacía de todo menos conectar la luz larga. Al llegar a casa dormí mal y me desperté temprano por esta jodida acumulación de mucosas que me ha traído el último catarro, así que enseguida me puse en marcha. Mi idea era trabajar un poco en el material para mi exposición, pero la cabeza no hacía más que darle vueltas al suceso de la luz larga [a veces me sale el Felipe obsesivo de otoño y me pongo insoportable]. Se lo comenté a Alberto mientras tomábamos café y me dijo que a él también le sucedían cosas similares algunas veces, y parece que eso me calmó un poco [uno de los valores extraordinarios de Alberto es que siempre insufla calma en su interlocutor], pero apenas pude trabajar en todo el día [solo una salida de compras al ALDI me animó un poquito, ya que encontré dos marcos estupendos por 4,60 euros y le eché una hora para montar unos dibujos en ellos]. A eso de las siete sentí cómo un singanas cabrón se me metía en el cuerpo y me fui a casa, me tumbé en el sofá y nadie fue capaz de sacarme una palabra de la boca. No vine a escribir por la noche, como hago siempre desde hace muchos años, y me sentía mal, pero no mal físicamente, sino jodidamente mal de ánimo... mi pensamiento estaba fijado de continuo en el olvido del mecanismo de función de la luz larga de mi coche. Sé que es una tontería, porque este tipo de cosas, este tipo de olvidos absurdos de cosas cercanas con uso frecuente y mecanizado son corrientes, pero esta vez me hizo darle vueltas a la posibilidad cabrona y real del olvido no estructurado... y me sentí fatal.
Creo que el sueño me pilló a eso de las once de la noche y no he despertado hasta las diez y media de esta mañana, que hacía meses que no lograba hilar tantas horas de sueño seguidas, y hoy me siento bien, pero continúa la sensación de perplejidad y apenas le echo cinco minutos a algo, tengo que dejarlo apartado... intenté retomar un dibujo de manchas y grafías, pero bastó con echarle un vistazo para dejarlo apartado... intenté darle caña al asunto del laicismo traído por el Papa hasta nuestros medios y desde nuestra ciudad más emblemática [por libertad, por gestos y por hechos], pero a las cuatro palabras me dieron ganas de dejarlo... hasta que pensé que lo mejor era verbalizar lo que me está sucediendo para dejarlo agotado e intentar que me abandone esta jodida sensación.
Si estoy sujeto a olvidar de pronto procesos que ya pertenecen al terreno mecánico instintivo por exagerada repetición... ¿qué sucederá con los pensamientos de nueva elaboración, los que están latiendo entre dudas, cambios constantes y preguntas consecuentes o inconsecuentes?... esos pensamientos son mi vida actual, mi gesto de existencia, mi apuesta por seguir intentando la vida cada minuto... ¿qué sucederá conmigo si toda esa labor mental se borra en un instante?... ¿se puede borrar un hombre así, de pronto?... y entonces me entra prisa, me entra una necesidad urgente de dejarlo todo apuntado en donde sea, y esa urgencia me atenaza y me paraliza, me deja como una estatua de sal.
Necesito dejar escrito todo mi pensamiento elaborado sobre el hombre, sobre el arte, sobre la espiritualidad, sobre la necesidad creativa, sobre la educación, sobre la economía utópica, sobre la necesidad, sobre la solidaridad, sobre el estado moral de las cosas y los seres vivos en referencia al hombre, sobre la poesía en la que creo... y lo tengo todo a medio hacer, sobrehilado en la cabeza, pero sin la fuerza necesaria que le pueda dar valor real en lo escrito. Necesito ahora mismo la forma más veloz de concretar todo mi pensamiento en algún soporte con signos reconocibles, aunque sea a base de exabruptos... yo qué sé... frases contundentes e inconexas que me puedan servir como regeneradoras del pensamiento en caso de olvidos súbitos... o que le puedan servir a alguien para entrar en los mismos procesos mentales en los que yo estoy ahora.
Ayer me di cuenta de que también tengo miedo a olvidar, un miedo atroz que me deja imposibilitado, un miedo que es puro terror, un miedo mayor que el que siempre me dieron los payasos con sus sonrisas tristes pintadas en el rostro.
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