Las palmeras estalladas como fuegos de artificio en la noche de Mérida. |
Entré en Mérida por un acceso distinto al que utilizo normalmente y me perdí entre sus calles durante más de media hora intentando encontrar un aparcamiento [dejar el coche cerca del centro de la ciudad es poco menos que imposible] hasta que se me apareció Cervantes en forma de ‘parking abierto 24 horas: Libre’ [cada día flipo más con esta deriva que toma la convivencia entre los nombres de la Literatura y los usos a que los somete la sociedad de consumo]... y no empezaba mal la cosa, pues era un parking con dispensador automático de tickets que, paradójicamente, estaba atendido de forma manual por dos empleados amabilísimos [uno te sacaba el ticket y te lo entregaba en mano con una sonrisa de oreja a oreja y el otro levantaba la barrera y saludaba eufórico con la mano]. Desde el molón ‘Parking Cervantes’ fui caminando hacia la plaza mayor emeritense mientras el cuerpo se me alegraba de grados [había salido de Béjar unas horas antes con ocho grados y estaba metido de pronto en veinticinco]. Recalé a la primera en ‘Vía Flavia’, un café del centro donde había quedado con Marino, y me tomé un cafetillo flojo mientras leía la prensa provincial extremeña... y me vi de pronto en la portada del suplemento ‘Destino’ de ‘El Periódico’... una foto fumando y mirando a cámara con un titular de compañía que rezaba: “Los jóvenes no tienen utopías” [?]... debió ser alguna frase de las que le dije a Liborio Barrera durante la entrevista que me hizo el día anterior por teléfono... no estaba mal. Avancé en las páginas y me encontré sin problemas con una foto grandona [mirando a cámara de nuevo] que llevaba a una entrevista a toda plana con un titular grandón que volvía a lo panegírico: “Nuestra generación dejó el mundo en manos del capital” [que debió ser otra frase que le dije a Liborio en la misma conversación telefónica]... el resto de la entrevista podría obviarse [con ese titular ya no quedaba posibilidad de brillo], a no ser por una consideración mía [puro exabrupto] en la que afirmo mi incapacidad de hacer textos largos... “y uno se dice... la poesía es más noble, pero en realidad la escribe y se dedica a ella porque es más corta de hacer y requiere menos esfuerzos”... y también por un enconamiento de Liborio sobre la posibilidad de mi propio suicidio [que me resultó algo cómico durante la entrevista y que en la transcripción sale medio descontextualizado].
Como el café se me hacía demasiado largo, y dentro del ‘Vía Flavia’ hacía calor, decidí salir a esperar a Marino sentado en la plaza y fumándome unos cigarritos. Fue media hora magnífica observando el bullicio de los chicos de viernes, el cuchicheo de un grupito de niñas agrupadas en un banco cercano, el paso de la gente como por una primavera traída a trasmano y la caída constante de los dátiles de las palmeronas de la plaza [ayudados por la palomas]... hasta 23 dátiles conté.
Y Marino apareció de pronto, abrigado en exceso para la temperatura del día, sonriente y absolutamente generoso en su expresión y en su abrazo [siempre es así conmigo este tipo grandón, magnífico y peludo]... me entregó una bolsa ‘delaLuna’ llena de tesoritos para disfrutar leyendo [“Revuelo en el cielo”, con textos de Carmen Galán y dibujos de Fermín Solís; “Grandes superficies”, de Pilar Galán; “Nicolasa verde o nada”, de José Viñals; “Doce semanas del Siglo XX”, de Alonso Guerrero y “El tesoro escondido”, de José Manuel Corredoira]. De allí nos fuimos a tomar un café y a departir un ratito sobre amigos, vida y sucesos [siempre bajo ese hermoso tono irónico y tierno que constantemente acompaña a Marino]... después un paseo y el primer encuentro mágico en la calle... las palmeras ya estaban transfigurándose en fuegos de artificio y estaban como estalladas en el cielo, que ya era negro por la contaminante luz de las farolas... un tipo bajito nos sonrió y enseguida me di cuenta de que tenía algo que ver con la tele local y que me había hecho una entrevista allá por mi premio Ciudad de Mérida... nos saludamos y, emocionado, nos contó que había visto a la princesa Letizia por la mañana [que había estado en Mérida inaugurando un congreso sobre educación] y que nada más que vio ‘a los de Almendralejo’, se fue hacia ellos para abrazarlos [no obstante era su gente de la otra vida, la que discurrió junto a Alonso Guerrero mientras era una cenicienta en trance decidido de carroza y glamour]. El tipo se asombró de que Marino no hubiera ido a ver a la princesa ‘...te hubiera abrazado a ti también, Marino, estoy seguro’... y Marino sonrió, solo sonrió.
Luego cambió el chip del día y fueron llegando mis amigos... Antonio Gómez, Antonio Orihuela, Elías Moro, José María Cumbreño, Caty... y también llegó Ana con su mitra editora para ponerlo todo en su punto [entre medias tuve el gusto de tomar una cañita con el concejal de Cultura, que me pareció un tipo majete]... y todo se aceleró... charlas cruzadas, abrazos, recuerdos, fotos... es divino sentir el afecto de mis amigos, lo juro.
Y comenzó la presentación de mi nuevo librito nuevo con unas palabras entrañables de Marino y con un comentario exagerado por amistad de José María [te agradezco muchísimo el trabajo que has hecho por mí, amigo José María] –debo decir aquí que en la primera fila había una chica con una cámara Leica molona... era Teresa Guzmán... se presentó enseguida y me explicó que seguía desde hacía tiempo mi diario y que le gustaba mucho (mil gracias). Nos hicimos una foto juntos (espero que me la envíe) y luego tuvo la amabilidad de tomar imágenes con mi cámara durante la presentación... un encanto de mujer y todo un lujo pillarla para fotear, pues es una excelente fotógrafa [teresaguzmanc.blogspot.com].
Y que acabó el asunto con firma de ejemplares y nos fuimos todos juntos a tomar unas cañitas.
Ya asentados en el bar de turno, Caty me hizo entrega de mi ejemplar de “La Wevera” [una pasada] y del que le corresponde a Alberto Hernández... y me encantó ver a mis compañeros de viaje en esta historia: Alberto Hernández, Luis Alberto de Cuenca, José María Cumbreño, Juan Jesús Sanz y Miguel Molet. Y el lujo dedicado por José María, su “Retórica para zurdos” [‘Limar las palabras con la punta del lápiz hasta dejarlas sin aristas’]... y terminamos en terracita al raso comiendo tortilla de patata y una fuente generosa de quesos e ibéricos.
El viaje de vuelta se me hizo largo porque el día entre mis amigos se me había hecho demasiado corto.
Mientras viajaba hacia Béjar se me venían los gritos de "¡La princesa del pueblo!... ¡La princesa de Extremadura!" que me contó Ana que le lanzaba la gente a Letizia... pueblo lamido.
Marino |
Durante la presentación junto a Marino y José María Cumbreño. Foto de Teresa Guzmán. |
Foto realizada por Teresa Guzmán |
Firmando ejemplares. Foto de Teresa Guzmán. |
Con Josema a la salida del acto. |
Despedida en la plaza. |
Con Antonio Gómez y Elías... Caty al fondo. |
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