Pier Paolo Pasolini, que nació en Bolonia en 1922 y falleció de muerte violenta en Ostia durante el año 1975, puede considerarse como uno de los más grandes creadores del siglo XX en diversos campos, aunque el de la poesía es que mejor muestra su enorme talento artístico, su sensibilidad llena de amargura y lo más sobresaliente de su existencialismo. Ejemplos de esta afirmación pueden disfrutarse en la lectura de «Dal diario (1945-1947)», publicado en su primera edición por Salvatore Sciascia Editore en 1954, un manojo de poemas donde la felicidad, la pobreza y la juventud toman la palabra con una magistral desazón; o en esos apuntes de un triste despertar que PPP tituló «Poesie a Casarsa» (1942) en el que el autor aparece lleno de inseguridad, pero ya poseedor de la palabra; o en «Le ceneri di Gramsci», con el hundimiento de los ideales saliéndose por los poros de cada poema; o en «Poesía en forma de rosa», con un tono autobiográfico impúdico. Todos trabajos deslumbrantes en los que Pasolini va desnudándose y mostrando su evolución racional y su gran altura poética.
«Who is me / Poeta de las cenizas», un monólogo en verso que Pasolini escribió durante una estancia en Nueva York durante el año 1966, y que DVD poesía ha recuperado para el lector español gracias a la traducción del texto realizada en 2002 por Marcelo Tombetta, es una obra inconclusa, un poema largo que presenta en tono discursivo diversos tramos de la vida de Pier Paolo salpicados de conflictos diversos de carácter íntimo, profundas reflexiones sobre la creación y la vida, sobre la relación del autor con la poesía y sobre su decidida voluntad de enfrentamiento con el poder en cualquiera de sus formas... dejando siempre alrededor un campo ético y estético en el que mirarse. «Who is me» recuerda bastante a aquella poesía civil, decadente y de izquierdas de «Las cenizas de Gramsci» que tanto elogiara Alberto Moravia.
En el transcurso del poema aparecen diseminados entre la rabia los asesinos de Guido –el hermano de Pier Paolo asesinado por sus compañeros de guerrilla–, los campesinos encendiendo una campiña idílica con su moral a cuestas, la madre como principio y fin, el Partido Comunista, la poesía hecha libros y crítica, el cine como excusa de todo y de nada, el fascismo y las contradicciones propias y ajenas, la religión con sus dudas, Roma, Alberto Moravia, la búsqueda de una definición de la poesía, América y Ginsberg, el valor del dinero cuando no se tiene y el horror que produce cuando sobra, la burguesía que solo juega a ganar o a perder y cómo despreciarla, el compromiso de la escritura, los múltiples problemas del autor con la justicia, la corrupción de los políticos y de la política burguesa, la mafia del cine y sus mediocres dirigentes, las obras por escribir o medio escritas, el temor a la impopularidad de los escritores florecidos que adulan sin medida para mantener su pedestal, la muerte y la vida confundidas con la posesión...
Pero sobre todas las cosas, un río existencial muy caudaloso que lo arrastra todo, asolando a quien escribe, a quien lee, desolando a quien regurgita sus versos y los racionaliza.
Muy destacable me parece la aseveración que hace Pasolini sobre que «la poesía es la acción real» y que evocarla –la acción real– es lo que puede concretarse en versos. Yo creo a pies juntillas que por ahí va la cosa, que la poesía habita en la vivencia, en el acto, en el sentimiento interior. No en la palabra, que solo puede acercarse al hecho poético con grandes pérdidas en el camino. Así, el buen poeta es el que se deja menos material en el viaje, el que encuentra los versos que son capaces de contener todo el indicio deshidratado, el que es capaz de reproducir en el receptor un tanto por ciento de los sentimientos sucedidos en la «acción real» –no se confunda el prosaísmo de lo descriptivo, por favor–. A más porcentaje, mejor poeta. Este planteamiento acabaría con cien mil poéticas en este justo instante. El decorado, el florilegio, la justa medida, el ritmo interno, la metáfora, el flou y el flash vienen bien y a mejor, pero no solo...
«Who is me» es un poema profundamente humano en el que PPP se desnuda dejando a la intemperie una piel hecha de moral y de ética, una piel que quema y se quema, un poema fresco e innovador, dramaticamente proletario y amargo, desolador y bello, triste, muy triste.
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