Wednesday, January 31, 2007

Con estos mimbres vamos a perder el tiempo.

Casi hagiografo, coño... me ha hecho gracia.
Zumba el pastel y alguno no acaba de entender que somos a medias, siempre a medias; que nada es blanco entero o negro puro, que lo bueno se subsume en lo malo y viceversa, que en el empecinamiento está tanto el error como en la flaccidez de ánimo.
Llevo ya unos años pisando la frontera del «todo me toca los cojones» y ya me he acostumbrado a vivir en ella, un pasito aquí y otro allá. ¡Ay!, la vida... con el hombre ocupando el centro en un «siempre» hasta que se acabe, haciendo causa de lo que no tiene sentido porque simplemente no existe... Mi abuelo murio de eso; bueno, lo mataron por eso. En fin...
Qué bonito debe ser trabajar de funcionario de lo que sea.
Y también debe ser muy bonito conocer exactamente el origen de la culpa, la propia y la ajena.
A mí me contaron de chico –y lo creí– que el hombre es «hombre» porque se supo dotar de una organización sujeta a ciertas normas que deben ser norte a pesar de que no resulten cómodas. Y desde este punto de vista siempre me ha jodido un punto detenerme en lo anecdótico, de tal forma que no entiendo que se cargen los misiles contra el que cumple una norma mal trabada y se deje sonreír y respirar al que la dictó y la mantiene. ¿Quién coño es el culpable? Y no hablo de moral, que es un abstracto lábil y demasiado personalizable; hablo de lo escrito para ser cumplido. Hay que minar al sistema y a quien lo dicta, y no al que vive en él y se adapta con inteligencia –que a veces es el que mejor sabe minarlo–. Algunos se morirán sin entener nada, y lo harán felices de haber tenido sólo pequeñas inquinas y tontas disputas.
Lo que más me duele es que quiero a esta tierra, la mía, la que me vio nacer y recoge a todos mis muertos, la que mantiene a mis hijos –tengo tres propios y dos ajenos [de color negro]–... y la veo siempre nadada en una genética común de desánimo destructivo –y esto viene desde mucho antes de que el duque se trajinara a algunas de nuestras ancestras–. Debe ser una maldición finisecular o una especie de «andancio» nativo y eterno.
Y si Béjar no da hombres capaces de sacarla adelante –que no los da ni a tiros–, habrá que dejarse querer por alguno de fuera que sepa poner nuestra miseria en apartados y empezar a darles salida. Oye, y como muestra un botón, que hace un par de semanas me enteré de que la herencia del bueno de Girbal se la van a merendar los juzgados y sus hienas porque tres instituciones bejaranas no se ponen de acuerdo en cómo biengastar esos fondos –pocos–. Si no somos capaces de gestionar un pequeño regalo de alguien que tuvo que irse de aquí para triunfar, cómo vamos a sacar adelante lo complejísimo de este pueblo.... Eso sí, vengan palabras altisonantes, que en eso somos Giness... «Esto se cae... Esto se hunde... Esto no se puede hacer... Algo habrá hecho mal para estar donde está...»... A la puta mierda con todos, a la puta mierda... porque en el entretanto se van jodiendo el tejido industrial, el turístico, el social y el económico. Prefiero mil veces a un malvado con ideas positivas y capacidad de crear sinergia que a un bendito funcionario de buenas intenciones experto en poner pegas puntuales sin dar soluciones viables, que eso ha sido Béjar siempre, un puñetero paraíso de funcionarios de buenas intenciones expertos en el «ni como, ni dejo comer». ¡A la mierda!
Antes los respetaba e incluso los admiraba, coño. Ahora me producen picores.
Y luego esa otra coña de «Empresarios Ejemplares Bejaranos» con capacidad de salvar la patria. Si aquí ya no pasamos de un par de viejos trapeides y algún concesionario de automóviles... ¿Empresarios?... ¡¡¡Tenderos!!!, coño, tenderos y representantes de comercio... vaya tejido industrial y vaya mimbres.
[Hoy he recibido cinco mensajes telefónicos anónimos y agresivos en los que se me insulta y amenaza por defender a Francisco Montero. Vamos bien. Anoto aquí el agradecimiento al señor Gadea por poner su nombre junto al mío, aunque sea para tener opiniones encontradas, que de bien nacidos es ser agradecidos, y uno siempre ha respetado al que va con su nombre por delante].

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