Sunday, October 15, 2006

Andrzej Kuśniewicz


Leo en la prensa del día que el arzobispado pucelano debe devolver una herencia –de Carmen y Mª Luisa Gómez del Peral– de veinticuatro millones de euros a sus herederos legales y que, al día de hoy, pasados tres años desde que pilló las pelas, ya se ha gastado la mitad. Llevada la cifra a pesetas, arroja el resultado de 14.400 kilitos de los de antes, por lo que los curas se han fundido en tres años la friolera de 7.200 millones de pelas. Me gustaría saber cómo, dónde y cuándo... porque entre las argucias legales aducidas por la secta está la de que la voluntad del propietario real del dinero –el que lo generó y acumuló en su día–, el finado José María de la Cuesta Maura, le indicaba en carta a su esposa que deseaba que todo el caudal fuera a parar a manos de los más necesitados.
Lo bonito ahora sería que el señor arzobispo de Pucela hiciera demostración documental de que esos 7.200 kilos han ido a parar a manos de verdaderos necesitados... y yo creo que lo tiene chungo el colega con sus crucifijos de oro y sus etecés de inversiones de dinero negro –véanse los oscuros trasuntos del dinero de la iglesia pucelana en los últimos años– y otros dales que te pego.
Se lo quedarán todo al final... y si no, el tiempo...
(12:27 horas) Al releer mi entrada del día, el apellido «de la Cuesta» me trae el vivo recuerdo de un amigo de infancia y juventud al que he perdido la pista desde hace años, Manuel de la Cuesta Peix, el más brillante de todos mis antiguos amigos, voluntarioso, inteligente, capaz, deportista excepcional y buen poeta. De Manolo he sabido muy poco desde el triste fallecimiento de Juanito Montero –alguien me dijo que andaba de profe por las islas y que se había dejado una copiosa barba negra... y ahora acabo de verle en una lista oficial (vía Google) como catedrático de Física y Química. Me encantaría volver a verle para ponernos al día de los azares de nuestras vidas.
Y con Manolo viene el recuerdo entrañabilísimo de Amable García –al que mis últimas noticias ubican en Málaga de Catedrático de Matemáticas con la especialidad en álgebra y siempre con una guitarra clásica en las manos–... y Javier Riobó, al que sé asentado en Valladolid y trabajando en asuntos de diseño gráfico... y Javier Bernal, al que veo con más frecuencia durante los periodos vacacionales... y Ángel Martín Bueno, del que he oído que ocupa un importante puesto en la Delegación del Gobierno en Valladolid...
Mejor dejarlo reposar y que el recuerdo quede en recuerdo.
(18:42 horas) He dedicado la tarde a repasar los poemas de «Hammarcord [l’uomo invaso]» –es la primera vez en mi vida que repaso tanto mis poemas, que ya van por la sexta corrección– y cada palabra es una bomba de neutrones que me cae sobre la cabeza. Corregir, para mí, siempre implica destruir la frescura del poema y enfrascarme en la terrible sensación de estar retocando a un muerto. Me joden los «que», las «y», el uso de subordinadas, la búsqueda de adjetivos que me resulten más atinados... y al final sólo hago destrozos y vuelvo a dejar cada poema como estaba. Me equivoco... corrigiendo me equivocaré siempre... soy un tipo de primer toque y no debo enfrascarme en tantas zarandajas.
Me tomaré una café de la máquina de la imprenta y pasaré página.

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