Thursday, October 5, 2006

Ilkka Remes

[No hubo suerte para el colega Urceloy, y bien que lo siento. Los «Nacionales», amigo, siempre requirieron contar con cierto destino en lo universal, y nosotros no lo tenemos. Otra vez será –o no será–... pero, ¿qué importa?]

Las argucias del arte trabajado en soledad son un mundo especial y delicioso. En él reinas sobre todas las cosas, reinventando las leyes de la física y dándole la vuelta al jersey del mundo. Todo es arbitrariedad y pueden ubicarse en la misma proposición el revés y su contrario sin herirse, copulando con un desinterés que, en resumen, resulta lo más interesante. No hay objeto ni sujeto, pero todo es susceptible de objetivarse y subjetivarse; el orden se descompone y no busca otro orden, porque no hay lógica posible. El artista es el amante y el objeto de su amor, pero también el enemigo mayor y el más pequeño... La dificultad llega cuando intentas «narrar» lo que sucede, pero eso no es importante, porque el arte estuvo en tu cabeza y no tiene necesidad alguna de llegar a tus manos.

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