Thursday, May 31, 2007

Astenia.


Golosote el correo postal con la esperada edición Acantilado de “Vida de Samuel Johnson”, de James Boswell, de la que tan apasionadamente me habló Braulio G. Noriega hace unas semanas. Estoy ansioso por empezar con sus páginas un idilio largo y tendido, que hace tiempo que no tengo experiencias místicas y medio sexuales con un libro y ya me va apeteciendo un puntito.
•••
Estoy algo asténico [debe ser la primavera] y demasiado metido en mi curro. Ambas circunstancias me conforman como un tipo cansado de cara al otro [no es una imagen atractiva la mía en este momento] y me llevan agotado a la cama por las noches, hasta tal punto, que se da la circunstancia de que tengo mi brazo derecho lleno de heriditas que provienen de mi lucha solitaria y diaria en la cama [soy demasiado movido en el sueño y en el constante braceo me golpeo con un cesto de castaño que hay justo al lado de mi catre, el cual me deja lacerado el brazo]. Hasta hace unos días no caí en la cuenta de la procedencia de tales heridas, que ya me estaban haciendo pensar en alguna extraña enfermedad de la piel… Hasta ese punto estoy cansado.
•••
Al final, la vida entera es un constante deseo de expresión en el que jugamos a buscarnos, y lo hacemos para conseguir evadirnos de la realidad.
•••
Tomé café, como siempre, a las tres. Pero hoy fue distinto, y no sé si por predisposición propia o por disposición ajena, pues un no sé qué de erotismo invadía el ambiente, sugiriéndose en flor cada uno de los cuerpos femeninos que llenaban como sombras chinescas el horizonte de mi mirada.
El deseo es un estado interesante del hombre siempre que no se torne en material obsesivo.
Las formas vuelven a cobrar vida bajo las camisas y a marcar territorios semiexplorados bajo los pantalones, los escotes vuelven a sugerir y los labios a llamar sin voz, pero más fuerte. Las miradas ganan densidad y penetración, consiguiendo que el imaginario convoque a todos sus fantasmas desnudos y desate el canto lírico del fauno que llevo dentro.
El hombre es deseo y humores, pero más en primavera, cuando el universo pequeño que acota la mirada y el olfato se configura entre lúbrico y sórdido [lo lúbrico procede del exterior y lo sórdido es elaborado con pulcritud en la cabeza].
(22:31 horas) Larguísima la tarde, como el trabajo de intentar olvidarme de las curvas cremosas que hoy me mantienen tenso y hasta absorto. Soy humano y padezco por épocas [quizás sería más exacto decir por estaciones] ese dulce mal que convierte en sensual cualquier absurdo gesto femenino… y lo sobrellevo, aunque aparta la concentración de mi cabeza y mi realidad cercana se traduce en errores constantes sin demasiada importancia, pero sumamente molestos.
Cuando entro en este estado, me gusta analizarme como hombre [en su acepción más animal], y me veo bastante impedido, pues la cercanía de una mujer hermosa [siempre hablando de mis parámetros de hermosura, que no tienen mucho que ver con los estimados como standard] consigue que enmudezca y tome una pose llena de distancia que no sé controlar. Sólo entonces aparece la máscara de la ironía para posarse en mi rostro y desata en mi lengua un mar de palabras absurdas que suelen estropearlo todo. Con el tiempo he aprendido que tal estado deviene de un miedo cerval a la hermosura que, probablemente, arrastre ese temor que tengo sobre mí mismo en lo relativo a dominar mi voluntad de ser fiel a quien amo y me ama.
No disfruto entonces, no disfruto de lo que debiera ser simple deleite pasajero en la belleza que se presenta ante mis ojos, deleite de la vista y el olfato que me niego sin darme cuenta de que la vida me ofrece ‘momentos’ y no ‘vínculos’.
Larguísima la tarde… qué putada.
De Tontopoemas ©...

No comments:

Post a Comment