Sunday, July 1, 2007

Pinto por no llorar.


Ayer fue mi segundo día de piscina, pues eché allí la tarde con mis pinturitas, tuneando mi libro interminable [disfrutándolo]. Hubo charla sobre el sistema de enseñanza con Antoñito y mis cuñadas y, como siempre, me pillé un cabreo importante, pues no entiendo nada, pero sufro constantemente en mis carnes los resultados de un sistema infame y de una serie de profesores absolutamente negados para esto… que para impartir enseñanza hay que partir de cierto nivel de inteligencia, coño, y el que no valga, pues a la calle.

Lo que más me molesta es que los chavales, que se supone que están por hacer, deben padecer y pagar la incapacidad de algunos de sus profesores que no saben imponer su autoridad [¿de quién es ese problema, de los alumnos o del profesor?] y reniegan aupando a los que saldrían adelante por sí mismos y jodiendo a los que realmente necesitan apoyo formativo. Otra cosa es la formación general del mentado colectivo [al que, gracias a Dios, no pertenezco], que me los encuentro a puñaditos que no saben las reglas de acentuación, ponen si rubor una ‘b’ donde debiera ir una ‘v’ o quitan las haches de sus lugares por sus jodidos fueros [lo demuestro con pruebas que conservo al que quiera y cuando quiera]… eso por no hablar de sus carencias expresivas [que son fundamentales para la comunicación con los chavales].

Joder, en la enseñaza se está para formar y canalizar a los críos, no para destruirlos y dejarlos hechos unos zorros antes de su maduración.
El problema es que un número alto de enseñantes no ha tomado aún consciencia del material con el que juegan. Pillan su sueldo a final de mes, que es lo que les interesa, y juegan a esa cosa de ser dioses que dicen ‘tú sí, tú no…” sin rubor, sin pensar en que están destruyendo algo que aún no ha tenido la oportunidad de ser.

Su paraíso es el de un grupo de críos atentos, callados, estudiosos, que no den guerra y que contesten con educación a todas sus preguntas… pero no se dan cuenta de que ese paraíso es su responsabilidad, ellos son los que deben construirlo, ellos son los que deben ganarse el respeto y poner orden sobre la mesa de trabajo, los que deben valorar quién requiere más atención y quién puede seguir los pasos sin necesidad de apoyo. Y en ese juego/trabajo la ‘frustración’ nunca es una opoción válida [me refiero a frustrar al objeto de la formación, no a frustrarse, que eso debe entrar dentro del sueldo].
El fracaso de un solo chaval es el fracaso de todo el sistema.

Ojo, y asumo mi responsabilidad como padre, toda la que me cabe [aunque afirmo taxativamente que a mí no me paga nadie un sueldo por ser padre, pero se me ‘obliga’ a llevar a mis hijos a un centro escolar y dejarlos en manos de profesionales que les impartirán una formación reglada y ‘obligatoria’], pero en el centro escolar los responsables son los profesionales que imparten enseñanza y no vale cargar sus carencias sobre las espaldas de los demás. Que yo tengo una empresa y cuando hago algo mal lo pago y no puedo esconderme en otras responsabilidades ajenas al resultado que ofrezco. Imagínense si yo implicase a los padres de mis trabajadores en su falta de producción o de calidad en la misma… y al fin y al cabo yo genero impresos, que son susceptibles de ser repetidos y mejorados sin problema… En la enseñaza no se puede romper a un chaval por la mitad para repetirlo, y es por ello que los profesionales deben ser eso: PROFESIONALES que no se rindan ante la dificultad de algunos críos y que se empeñen, precisamente, en los que presentan más problemas.
No sé quién tiene la culpa de lo que sucede, pero la realidad se patentiza en un escandaloso fracaso escolar, en una clase educativa francamente mediocre [ya sin otra vocación que su sueldo –por lo general, que siempre hay gozosas excepciones–] y en un futuro negro como la noche.

Sólo un ejemplo que se repite en miles de muchachos y que no tiene parangón [sobre todo cuando se definió la ‘evaluación continua’ como sistema de valoración de los alumnos sobre el valor del examen puntual]:
Un crío más o menos brillante y voluntarioso que lo aprueba todo pasa, como poco, tres situaciones de tensión por asignatura al año. Las aprueba y basta.
Un crío mediocre o con dificultades del tipo que se nos ocurra, ha de pasar las mismas situaciones de tensión por asignatura más la acumulación de recuperaciones [que van siempre en progresión geométrica], terminando en los dos últimos meses del curso con seis u ocho exámenes por semana, una acumulación que es destructiva por sí misma y, cómo no, por comparación con el anterior modelo de alumno, que en esos meses sólo tiene un examen por asignatura si es que no la tiene superada ya y se dedica a rascarse la barriga.
Vamos, que se colapsa al que tiene dificultades hasta arruinarle por pura presión.
¿Es así el espíritu de la evaluación continua?, ¿facilitar el paso del que brilla y dificultárselo al que cojea?… Los profes dicen que esas recuperaciones son ‘oportunidades’ que ellos regalan… piénsenlo bien, coño, piénsenlo… y luego se lo explican a un padre que ve lo que sucede con auténtica desesperación, que vive las presiones, las carencias y la mediocridad de sus hijos.
No sé.
De Tontopoemas ©...

No comments:

Post a Comment