Monday, July 16, 2007

He vuelto a saber del gris otra vez esta mañana.


Me sorprendió el día con su cosita nubosa, su ratinín de goterones y su vientecillo fresco. Siempre hay un oasis en los veranos de este tiempo cambioclimático mediático, un oasis en el que pillar unas bocanas de aire y salir al mundo como en otoño, y mirar de nuevo el carmín y los volúmenes, las curvas y el erizado correr hasta un refugio cercano.
Simplemente feliz me está dejando este día extraño, entre otras cosas, porque he vuelto a ponerme calcetines [ya me habían hecho un principio de heridita en el interdedo las sandalias nuevas], porque he vuelto a saber del gris en medio de la luz y a poder abrir los ojos como platos, porque he vuelto a mirar con buen enfoque las prisas y las pausas y porque me he animado a escribir igual que me animo en los más fríos días del invierno bejarano.
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Es curioso cómo las mujeres presentan en su vida –por lo general– dos actitudes muy diferenciadas y distintas sobre la poesía. Cuando son jóvenes, la anudan para sí y se muestran sensibles recibiéndola, buscándole el sentido que apetezca a su estado natural y a ese calambre mágico que es el deseo propio y ajeno… Luego, con la edad, la poesía se torna inútil para ellas, pues vuelcan el valor en lo práctico y las palabras que sugieren terminan siendo muestra de incapacidad de su varón adversario [por supuesto que hablo de poesía en sus acepciones amorosa y pasional]. En palabras simples, cuando llegar a hacer el amor no se maneja como realidad tangible y dimensionada, sino como deseo ambiguo, la poesía funciona en ellas como un detonante lleno de potencial… pero cuando lo de tal circunstancia animal es cosa hecha y manejada, el espiritualismo romántico de un poema no sirve más que para la sonrisa.
Y no es misoginia lo que trae este comentario, sino experiencia de años conociendo a mujeres que pasan de la tensión poética a la abulia [y no estoy hablando de hacer poesía, que hay poetisas divinas y profundamente sensibles andando por nuestras calles, sino de recibirla].
(22:10 horas) La virtud siempre nada en el terreno del entendimiento y en saber manejarse con tino en el entorno. Es virtuoso, por tanto, el inteligente [que no el fundamentalmente bueno], pues la virtud requiere de un ‘otro’ que la valore y la reconozca como bien gestionada. A la virtud se llega por el éxito, camino que no suele ser común de quien transita en la bondad natural. Es por ello que siempre me siento receloso ante la virtud proclamada [no ante la que yo descubro sin que me lleven a ella con pesas falsas] y huyo del virtuoso oficial como del mismo Dios.


(22:42 horas) Carita Boronska es ahora el remate dulcísimo de un día isla tan parecido a ese ‘17 de julio. Lunes’ [1939] en el que Zenobia anotó en su diario: “Para empezar, está demasiado nublado. Confío que llueva y pueda quedar una tarde despejada para merodear por el centro antes de la partida. Llovió a cántaros por la mañana, pero no aclaró por la tarde. J.R. y yo dimos una vuelta a la manzana…”. Tan de la muerte y tan de hoy… tan Zenobia y tan Carita Boronska en su versión del ‘Come together’, tan todo y tan nada de nada como un todo.
De Tontopoemas ©...

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