Wednesday, July 25, 2007

Sobre la resaca de lúbricos solomillos.


Con la resaca bailando aún por los lúbricos solomillos asomando por las cinturas bajas Levi’s Straus de las norteamericanas de bequita helmanticense, por los lisitos cabellos de las japonesas de porcelana click-click y tipillo anoréxico, por las nalgatorias ganaderas de las hijas de los tratantes [y de sus generosos escotes Amarcord], por las carnecillas adolescentes y pizpiretas… vuelvo a la soledad de mi cuarto como con angustia y como sin oxígeno. Un viaje familiar a Salamanca es para reposarlo de largo y buscar aire. Buscar aire y borrar con mi goma ‘Milán’ a la repintada jaquetona de los probadores Berska con su morcilleta al aire, a la negrita de caja y rastas con su hierático ‘¿me muestra su carnet?’, a la chachiflou ‘Benetton’ doblando camisetas y mostrando su apretada entretetera con conocimiento de causa, a la corza de ‘Blanco’ con tacones de aguja y lunares, a la periquita delgadísima y más larga que un real de hilo que nos atendió en ‘Stradivarius’ o a la siesa de turno de la tienda Levi’s… Todas borradas de un gomazo magistral para volver a mis camareras PdT como si tal cosa: Ana con un rojo cangrejo lusitano rompesisas y Estíbaliz con su moreno eterno de dientes blanquísimos… Me encanta el mundo pequeño y fronterizo de la Sierra de Béjar.
Y de la resaca al curro… hoy landrú y para la ironía, con reunión pollarda en institución de mandatario a la generalísima… empingorotado en su sillón, con la americana abotonada hasta el ahogo de su crasa persona, orinando las esquinas del despacho para marcar territorio y haciéndome ver que lo que en mí produce sonrisa y lástima, en él es puro orgullo, raza, gallardía… Me reí de lo lindo [para adentro] y dije alguna que otra frase improcedente que hizo que sus cejas mínimas se arqueasen tras las gafas al aire de generalóptica que no iban acordes con su talla de cara.
Y comimos perdices, porque lo de ser felices es una canción que tipos de tal estatura no podrán aprender nunca [y no por falta de retentiva, coño].

(18:32 horas) Mi última lectura ha sido estupenda, un librito de segunda mano que pillé hace unos meses en Madrid por 1 euro [‘Pensamientos desordenados’ , de Simone Weil, publicado por editorial Trotta en 1995] que me ha llevado a investigar sobre su autora y a empaparme de todo lo que he encontrado sobre ella en la red… Con su cosita `cándida’ de que hay que tener alguna doctrina para no ser engañado por las falsas doctrinas, con su aquél de que el lenguaje aprisiona a las mentes, con su verdad de que lo alegre solo está en el plano de lo imaginario, con su impresionante teoría de que el arte consiste en construir y abstenerse de destruir, con ese aforismo magnífico que dice: ‘El fuego destruye lo que le alimenta’… He dejado el libro lleno de comentarios anotados con prisa, de admiraciones y de interrogaciones… y he llevado a mi cuaderno un montón de frases suyas con el fin de trabajar con tranquilidad sobre ellas… Pero lo que más me ha alegrado ha sido descubrir gracias a Simone que si indago en mi interior voy a encontrar que ya poseo todo lo que deseo, que lo deseado está en mí porque, igual que decía Kierkegaard que cualquier artefacto que lanzas al mundo vuelve a ti [idea que anoté hace unos días en estas mismas páginas]… Mi deseo parte de mí y vuelve a mí porque está en mí. Es complicado, pero analizándolo despacio llegas a bellas conclusiones que te animan [de ánima] e incluso llegan a convencerte de algo tan útópico, bello e irreal como que no necesitas a los demás para colmar tus deseos.
La realidad es que este tipo de textos hacen que mi cabeza se mueva, son como esos ejercicios matinales que oxigenan y te ayudan a comenzar cada día con sensación de energía renovada [ejercicios que, entre nosotros, yo nunca he practicado por pura pereza]. Acceder a este tipo de textos me despierta la curiosidad y me lleva a buscar explicaciones [casi siempre peregrinas] que van llenándome el tiempo aparcado y le van dotando de cierto sentido.
Sé que no llegaré jamás a conclusiones impresionantes, que no seré capaz de armar ni una sola idea nueva… pero me hago ilusiones pequeñas que son como esas galletitas saladas que te hacen pasar la mañana tranquilo hasta la hora justa de la comida.
(19:16 horas) Me llama Alberto Segade padre para pedirme que le encuaderne con gusanillo un ejemplar de ‘Charlas con Troilo’, del zorolo Gala, y yo le digo que sí a pesar de que al tipo [el ‘poeta’ más vendido junto a Sabina] no lo trago ni con gaseosa Molina [y mira que soy adicto a esa deliciosa bebida carbónica hecha con agua de Béjar]. Le digo a don Alberto que todo está escrito… y mejor, hasta las cosas galas… pero él abunda en su gusto mientras se cisca en san Cela con sabiduría y gracia.
¿Lo quieres, Alberto?… pues lo tendrás.
Je, je…
De Tontopoemas ©...

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