Wednesday, August 15, 2007

Hasta donde lleguemos...


Ayer comí con Paco Ortega [y su mirada canalla], con Anita [y su generoso escote] y con Pedrillo Cubino [bienhechor del sarao –mil gracias–].
Y dio la cosa para un ratito de relax molón, pues, entre otras cosas, a Paco le llamó la bella Mónica Molina cuando iba a arrancarse en un florerito de anécdotas con protagonismo Sabina en el escenario de su biblioteca [también hubo lugar para Camarón, el taxista de Camarón y la floripondista María Jiménez]… y Ana en tiernecito mirando a un bebé [yo también me encandilé del crío], y Pedrito gesticulando, como para alzar el vuelo, mientras nos relataba su gatomaquia y su murcielagofobia con ese énfasis magnífico y cubinero que siempre pone en las cosas.
Las viandas, a fuer de raras, no estaban malas [solo memoricé del menú la palabra “reno”], y mira que yo soy especial para esto del meter por boca.
El caso es que los colegas propiciaron que mi estresado mosqueo tomase itinerancia y cogiera descanso [no en vano llegaba de una reunión tensa con los zorolos Cámara en la que me autoimpuse un imposible compromiso de curro para quitármelos de encima]. Tal circunstancia es más de agradecer que el amago de zorrionda prometida e incluso que la comida misma.
Y ya en la tarde, un sustillo: golpazo por alcance al coche de mi Julia [llevaba de pasajeros a los abuelos, a mis dos chicos y a la mujer que quiero]. No pasó nada que no pueda solventar el seguro y todos acabamos en tarde de piscina.
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Hoy hace 25 años que contraje matrimonio con Mª Ángeles y el resumen no es malo: tres hijos lanzados a la vida para que sean libres, una casa común, cien mil proyectos, millones de sonrisas y un par de lágrimas, mucho amor compartido y espacio para arder sin dimisiones ni celos.
Ahora recuerdo que aquel día jugué un partido de tenis con Gerardo para abrir boca [mi amigo, siempre tan ocurrente, decidió que el partido sería entre Perú –él– y Camerún –yo–, siendo su nombre en la lid “Samy” y el mío “Sao”. Bajo estas premisas, cada vez que yo tenía el saque, Gerardo gritaba descojonao de risa: “Saca Sao”]. El testigo de aquella contienda preboda fue el amigo Justo [hoy jodido por una enfermedad rijosa y puta… va mi recuerdo más entrañable para él]. Después del partido hubo ducha y acicale [camisa blanca nueva, calzoncillos de seda, corbata granatita de corte beat, traje Yuste en marino, calcetines ejecutivo y zapatos dos tonos de Yanko]… y otra vez con Gerardo a tomarnos cocacolas en el bar de abajo [entonces era el Bar Samuel].
La boda fue a las once en El Castañar y solo el finado padre Julio [que más adelante llegaría a expulsarme del templo junto a mi amigo César durante una festividad de la Virgen] puso la nota anacrónica cuando, sabiendo de antemano mi voluntad de no comulgar y mi calidad de no creyente, se detuvo frente a mí con el copón en una mano y una hostia en la otra durante un largo minuto buscando mi reacción [pasé del cura y mi merienda divina le tocó al siguiente].
Recuerdo que Mª Ángeles estaba bellísma [lo sigue estando] con un traje de ceremonia corto y sencillo que consiguió que fuera el centro de todas mis miradas.
Del resto del día solo me queda el recuerdo de un agobio cabrón y la compañía de un montón de desconocidos celebrando lo que solo debiera haber sido de nosotros [las jodidas bodas bejaranas].
El caso es que hemos sido capaces de llegar aquí a base de amor y de comprensión, de saber dejarnos espacios para respirar y de acometer abrazados cualquier dificultad.
Soy mayor, y lo siento en las cachas, pero me encanta haber llegado hasta hoy junto a Mª Ángeles, como si nada y como si todo, sabiendo que mi piel es su piel y que sus ojos son los míos.
Y desde ahora… hasta donde lleguemos.

(21:25 horas) Y que se nos fue Estibalina como rendida a sus labores bohoyas, y que a mí me da como penina, aunque sé que va a estar más cerquita de su Raúl y que va a ser algo más feliz por una parte chiquitita y algo menos feliz por otra parte [ésta algo más grande]. Me consta que sus coleguillas de curro la quieren y afirmo taxativamente que los clientes [yo mismo] la veíamos profesional y encantadora.
Que tengas suerte, reina.
Va para ti esta canción bellísima de Madeleine Peyroux:

De LECTORAS

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