Sunday, August 26, 2007

Enhorabuena con la boca chica, Marinín


Se muere el mes que peor llevo y un alivio de rayos y truenos vino a traerme serenidad y ganas.
No andaba bien la cosa ayer a eso de las ocho de la tarde, justo cuando me recogió mi hijo Felipe para que viéramos juntos el partido Madrid-Atlético en Piel de Toro, pero todo se iba configurando para ponerse mejor: justo cuando pedía mi tapa de patatas con mahonesa, le clavaron el primer golito al Madrid [‘pal Marinito’, me dije yo, jeje]… los pijos ‘ossseaban’ a la izquierda llenando una mesa con su mondongo ‘overbuquin’ veraniego y se notaban del Madrid hasta sus pijas cejas… un tipo se meaba a dos metros de la tele, pero aguantó como un cosaco hasta el descanso para no perderse detalle… El resto, solteronas de pseudopicospardos pachulero [que a esas edades ya no estamos pa ná], familias completas con mosto y tapa, bejaragüis con señorona repeinada, sección de separados por lo civil, críos haciendo el salto de la rana, jubilados de soledad manifiesta, un par de mozas de porcelana policromada, un herrero, dos Arriba, el architecte Antúnez con señora, Miguelón con su Elsa hecha una gloria… y la cosa cubina de postbarra con ese azore de día de partido grande, sonriendo [a lo sucedáneo], sudando y echándole vivas al jodido Día del Trabajo.
Al tiempo del empate merenguito, un pijo regordete de no más de quince años pidió una Fanta de naranja [me da que no pagó el muy puñetero] y se enchiló en una serie de saltos de alegría que le dejaron sin resuello [mi hijo se partía el culo de ver a aquel mangante –mangó la Fanta supuestamente– hacer el mono pijo con su cara de Oli y dándole a sus lorzas –generosas– un oleaje intenso que asustó a algunos tipos con su cosita de agorafobia [un júligan pijote y madridista bailando descosido entre la gente puede saldar cualquier minuto en tragedia]. Se calmó el big Pitito [no sé si era Ridruejo] y todos respiramos por la ausencia de oink’s.
Y así llegó el descanso [con la esperanza puesta en que marcaran los colchoneros o que, incluso, la cosa quedara en empate, que el antimadridismo se conforma con un empate en casa y su pérdida de puntos consiguiente]. Salimos a echar un respirito callejero y ya se iba notando un olor a tormenta que me daba buen rollo.
Los pijos aprovecharon entonces para hacer sus cositas: uno se fue a duchar y volvió repeinado como un gigoló de los sesenta, otro cargó su coche [mal aparcado, por supuesto] con bebidas de sospechoso botellón y otras viandas, otro pidió un enchufe para cargar su móvil y una niña resúper que los acompañaba hablaba enfadadita con otra casi par de no sé qué cosita que le había hecho Jorge [de alta literatura el coversorio].
Entramos de nuevo a ver el segundo tiempo como si fuéramos al ‘ara’ crucigramera, decididos a morirnos de vergüenza por haber ido a ver ganar al Madrid [la vida es bella, ¿eh?]. Así que… otras cocalocas con empanadilla, sufrimiento hasta el gol del tal ‘Esneider’ y un descojono enorme al oír al colega disgasero gritar aquello de “¡¡¡Sois más tontos que el Pepe del Madrí, coño, que está tonto…!!!” sin que nadie chistase… Un monumento habría que hacerle al gigantón del butano a domicilio.
Y nos fuimos a ver al dragón de fuego en La Puerta del Pico, y nos encontramos con madre, Guillermo y las Julinas, y comimos hornazo, y tronó hasta agitarnos, y llovió a mares bien entrada la noche… luego dormí como hacía meses.
Nada es totalmente perfecto… si hubiera sido del Madrid…
[Enhorabuena con la boca chica, Marinín].
(17:35 horas) Disentir, ahora que estamos ahogados en esa moda política y social de los consensos, es una buena medicina para poner en valor la individualidad y, por ende, armar el mundo de una forma menos injusta para cada uno de los que lo habitamos.
El consenso es una medida de tono medio que no deja satisfecho a nadie, pero que permite que los grupos avancen groseramente en sus postulados y en sus intenciones, de tal forma que todo lo sometido a consenso acaba paniaguado y nadando en un mar de absoluta mediocridad.
Donde realmente nada el triunfo y el fracaso es en el disenso, en sentirte diferente y demostrarlo contra viento y marea sin ceder ni un ápice en tus planteamientos.
Disentir es mostrarse capaz y ofrecer a la vez una alternativa [pues no existe la disensión sin alternativas], actuar con determinación y convencimiento, defender la diferencia y no aceptar el cambio de avenidas inmensas por caminos o trochas [un cambio que siempre presupone un porcentaje terrible de individuos derrotados y destruidos].
Pues eso, que viva el disenso.
(18:24 horas) Los hombres somos especialistas en contrastes, y eso es bueno, buenísimo. Acabo de subir hasta PdT para pillar tabaco y la postal era flou con su cosita vintage: una mesa con tres pijitas finas hablando de lo suyo con gestos estilosos y al lado justito un par de funcionarias de la calle haciéndole cucamonas a un hermoso cincuentón que no hacía más que buscar la forma de meterles mano [¿será por dinero?]… un anciano al fondo, leyendo la prensa, y Edu con su café [creo que era un café] y los ojos entornados a su eterna costumbre. Los bares ven historias que se cruzan, gente viva y latiendo, deseos y derrotas, frustraciones y risas, cabalgaduras potenciales, aparcamientos de la sed, hastío, superficialidad, costumbre, muerte proyectada y vida en trámite… yo me imaginé uno de esos típicos cambios de contexto y puse a las pijas con el viejo verde, a las funcionarias de puntita en blanco y gestos finolis, a Edu leyendo el ABC y al vejete meando en el metálico lavabo de señoras… Licencias para pasar la tarde, pero nada alejadas de la realidad neta.
De LECTORAS

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