Metaforas del mundo
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Los mejores poetas que he leído son fiambre, y eso me gusta... que se hayan agotado sus recursos vitales, que ya no sean borrachos pesados o viejitos insoportables a los que se les dora la píldora y se les lleva al hotel medio vencidos después de una cena golosa o algún premio final con dos durillos... que ya no den guerra y solo queden sus poemas como hojas secas para darle color a mi paisaje. Y no sé si es malo que sus poemas sigan respirando sobre la podredumbre de sus cuerpos, porque cuando los leo me queda cierta insania necrófila... porque me gustan, claro.
Y que luego hay un aquél tontino de mito que no cesa [y el mito ya se sabe que es dinero que alimenta las tripas sinforosas de demasiados hombres... que se lo pregunten a todos los que viven, y muy bien, del Alonso Quijano cervantino... y mira que don Miguel las pasó más putas que Caín para tanto ‘después’ hecho de jodido papel moneda]...
Ahora recuerdo que yo odio el Quijote porque me lo obligaron a leer como tres veces con el previo de que era la hostia para comulgar, de que tenía el valor eterno por ser el precursor de la novela moderna... hay tantos precursores de cosas excelentes para la Humanidad que ya se han borrado de todas las memorias... y es que dan pasta de otra forma, proporcionan dinero sin esa publicidad constante y subliminal y superliminal que ya trajeron los cristianos con su Biblia... en fin, que me quedo con Cervantes como tipo que lo pasó jodidamente y quiso contarlo de alguna forma y que me sigo cansando de tanto repetir capítulo a capítulo, frase a frase un texto que es tan solo un texto [al que se le ha sumado esa frase manida y fedataria de “palabra de Dios”]... que yo he leído a Cortázar y me gusta, a Borges y me encanta, a Joseph Brodsky y me fascina... y no son peores, coño... y no hay que comulgarlos a la molinera... ¿que son de después?... sí, claro... pues también he leído a Catulo, a Horacio, a Propercio, a Ovidio y a Marcial... y tampoco son peores y son de antes, coño.
El caso es que del bueno de don Miguel han nacido ediciones a repuñaos y en todos los idiomas [eso es una pasta grande que habría que cuantificar], películas, congresos magros con dietas importantes, estudios financiados con edición de cartoné al vinagre, muñequitos de madera, de pasta, de trapo, de metales nobles, macroinstituciones cervantinas con presupuestos infinitos, series de dibujos animados y sin animar y justificaciones a millones de sueldos por enseñar el ronco paso del hidalgo y su jamelgo en colegios, institutos, universidades y centros de día... sí, es triste, pero el Quijote –ese texto magnífico, como otros muchos– excede la Literatura y se ha convertido en un negocio chulo para todo un sistema de tipos que juegan con la palabra ‘intelectual’ como calidad y cualidad de quien lo extiende, lo eleva, lo enseña y lo vocea... y ya es igual que el manga o los Simpson, que la Cocacola o la sopa Campbell, que el Windows o las Harley... una jodida marca con la que parecer otra cosa distinta a lo que realmente somos... un consumible bien traído y llevado que hace que tu aspecto sea más solvente y tu presentación ante el mundo más sobrada...
Y entonces me viene una cosita radical y reniego ante toda esa procesión de cervantinos que parece que van de Corpus diario con sus evocaciones quijotálgicas constantes y sus insufribles y pesadísimas referencias a ese loco inexistente, con sus análisis pormenorizados y sus elaboraciones de teorías peregrinas, con su empecinamiento en buscar trascendencia, psicoanálisis y hasta polifonía donde solo hay una buena historia, una jodida buena historia, como tantas y tantas.
Normalmente, todos estos procervantinos inequívocos critican con fiereza a quienes se dejan llevar por modas y lo mitifican todo... eso es lo que más me cabrea, que ponen por malo lo que en ellos es puro halo.
Los mejores poetas que he leído son fiambre... y ya está, coño, no hay otra cosa.
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