Otra vez al tedio de los días, a las miradas dobladas y al carbón diario del trabajo... a ese no importarnos que la malaria se lleve a un millón de personal al año [y no se ponen ganitas para encontrar soluciones de prevención por el primer mundo... claro, no nos afecta]... como la enfermedad del sueño, la leihmaniasis, el sida, la tuberculosis o la enfermedad de Chagas... a nosotros nos interesa más operar de algún quiste a nuestros perros y gatos primermundistas o ponerles gabardinita cuando llueve... ya sé, ya sé... no es comparable, pues tu perro te mira a los ojos con esa carita de amor eterno y los premuertos anónimos no te miran.. en fin...
Decía que otra vez a lo de siempre, aunque ahora con el paisaje verdecido por la generosidad de las lluvias, con un sol nuevo y con un gol de Raúl en liga... una pasada, ¿no?... pero la gente sigue igual, empecinada en tener y en mirar seco, con los ojos llenos de recelos y cuitas... la verdad es que no me dan ganas de seguir en esto y ya ni siquiera me sirven los espacios salvajes de la mente... tengo un mal día, lo siento... y, además, ando sensibilizado contra los aprovechados y los ‘listos’ amargos, contra los mamarrones que lo tienen todo y no dan ni los buenos días... dije que en fin... pues eso.
Cambiaré el tono en los pastos de la carne para ver si se me alegra un poco la pajarita, buscaré ese sesgo animal que disfruta imaginando roces y cautelas, humedades y riscos femeninos, gravedad y presiones...
Hace tiempo, después de una lectura, alguien, no recuerdo quién, me dijo que hacía el amor deliciosamente con palabras... y tenía razón como poco en que lo intento...
Los nódulos debajo de tu piel son cataclismos y yo los bordo a mano hasta lograr espigas e incluso desamparo... y te tiendes despacio sobre el lecho, trabada del rasguño de pantano que duerme en mis papilas, y rompes esa tregua de los ojos que te pedí hace un rato... no sé qué hacer y observo tus dos noches, con sus claros, caer bajo los hombros y miro con asombro el rojo desollado entre tus piernas y siento que los grillos deliran con sus cuernos de venado... tumbada con fervor... y en el costado la manada de venas pequeñitas latiendo como un blando acantilado... insisto en mi mirada y no te toco... te doblas, te desdoblas, elevas tus resaltes, arriesgas la postura, soportas el tensado vericueto de arquitrabes y látigos... me miras y me pides con los ojos... me enseñas y yo aguanto...
Qué levedad tu eco y qué ruina mi espanto.
Te espaldas y te muestras como un cielo carnal, desorillado... oleas y perfumas, ablandas y me inflamo... y ya no puedo más y busco el fondo del légamo y los líquenes, del sorgo y lo alumbrado... y busco endedalar, plisar tus flancos, gravitarte rotando y hundirme en lo mellado... y me remanso un poco... y luego desescarbo... y amaso, y tiemblo, y fluyo, y embisto, y yerro, y lato... después llega la ausencia, el pulso lagrimado, el hondo azar de hiedra y el semen con su rastro...
No hay como amar a solas, sentado, imaginando lo que la voz inhala sobre lo despensado.
Y juro que disfruto enredando las palabras en esa alquimia que es el sexo imaginado, encontrando vocablos redondos que encajen en su desencaje significativo, coleccionando palabras que contengan la sugerencia que me gusta y que me anima, inyectando ritmo a los escrito y hasta forzando rimas que hagan de estos textos de amor un tocotón-tocotón-tocotón... es francamente una experiencia deliciosa el crear estos juegos de palabras... y es otra experiencia, ésta grave, leerlos en alto y a solas, escuchándome.
Y que arreglé un poquito mi domingo con la lubricidad de las palabras.
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