¿Qué pasa, viejo?... te veo chingón y con cara de pocos amigos. ¿Es que no te das cuenta de que no pasa nada?... todo es más de lo mismo, todo es un ‘como siempre’ y te va a dar igual estar ‘amulao’ que sonreírle al día... tú no puedes hacer nada porque no se puede hacer nada, y si te enfadas solo vas a conseguir que otros se alegren, porque el parado va a seguir parado, el que pasa hambre va a seguir con gusa todo el mes, al sometido le van a seguir dando su ensalada de hostias diarias y los banqueros van a seguir sumando beneficios a costa de quien sea... no merece la pena tu silencio, de verdad, créeme... y yo te entiendo, eh, te entiendo perfectamente, que sé hacia dónde van tus pensamientos y de dónde vienen, pero tienes que reconocer que lo tuyo es un romanticismo que está fuera de tiempo y de lugar... hay lo que hay y las generaciones venideras ya tienen las mentes totalmente lavadas... mira a tus hijos, que no tienes que ir mucho más lejos... sí, es duro, lo sé, pero míralos sin la mirada sesgada... ¿a que tengo razón?... solo vas a conseguir enredarte en un círculo vicioso de autodestrucción, y eso no es nada bueno, porque, entre otras cosas, no soluciona nada...
Le dejé pensativo con su ejemplar de “¡Indignaos!” abierto por la página 35 y con el subrayado que sigue: “para ser eficaz hoy día hay que actuar en red...”, y pensé que qué red es posible si todo es soledad en su mundo, si nadie se suma a dejar de ‘tener’ algo para compartirlo, si todo se resume en un egoísmo bestial vestido de bonitas palabras. Me da verdadera lástima dejarlo así, en su cueva, solo, leyendo y releyendo las frases subrayadas de Hessel y con la mirada triste, así que me fui a comprar un paquete de donuts, que están en oferta en estos días, y se lo llevé para que lo compartiéramos, oye, y que se arrancó a hablar de pronto...
“No sabes cómo te agradezco este detalle, pero los donuts se los va a comer su puta madre, La Caixa, Apax Partners o el Banco de Sabadell, y mira que Panrico aún debe ser una marca con capital español... no soporto esta necesidad de productos que vienen del capital rocoso, pero al final los consumo, los consumo todos... si hasta ayer me subí a tomar un café para ver si vencía Ferrari [menos mal que no me quisieron poner el canal en el bar y me marché sin tomar café y sin ver el intento de Ferrari, y encima cabreado, que me cabreé como un mandril cuando debiera haber dado las gracias]... me molesta el mundo, me molesta la gente que es capaz de elevar lo peor para quitarse de encima lo que está solo algo mal, me molesta ser como soy, pertenecer a la sociedad a la que pertenezco, me molesta pensar y sentir a la vez la jodida imposibilidad de moverme de esta silla...”
Le dejé hablar mientras le ofrecía uno de los donuts, y se lo comió de dos bocados mientras seguía hablando con la boca llena.
“... mira Libia, mira Palestina, mira cualquier país en verdadera erupción... eso es lo que necesitamos para que empiecen a aclararse algunas mentes... peligro, necesidad, miedo, hambre, miseria... y hasta odio, un odio casi físico... pero no, aquí todo el mundo aguanta... ya tenemos cuatro veces menos de poder adquisitivo que hace cuatro o cinco años y aguantamos, nos mandan al paro de mierda y aguantamos, nos quitan la casa que tanto nos costó y aguantamos... ¿qué tienen que hacernos para que haya reacción, dime, qué tienen que hacernos?... si siguen los políticos ladrones e incompetentes ganando elecciones, si la alternancia es más de lo mismo y más de lo mismo y más de lo mismo... mira, yo me siento aquí, me quedo en silencio y de pronto empiezo a hablar en alto como lo hacía mi abuela, con aquella saeta civil y profana tan suya y tan diaria... cabrones, maricones, hijos de la gran puta, canallas, ladrones, sinvergüenzas...”
Y le ofrecí otro donuts que se comió de otros dos bocados... y entonces se hizo otra vez silencio y me acordé de los que visten de negro y que el negro es elegante en un estilismo, pero una putada en la piel, y me acordé de cuando lloré por lo de Srebrenica... aquellos críos me recordaban tanto a los míos...
Entonces el viejo F comenzó a sonreír y me dijo... “aún guardo puñales, aún los guardo”, y me rogó que le dejase solo.
Al salir de su cueva vi una nota escrita pegada a la pared. Decía: “no puedo, no puedo, no puedo...”
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