El magnífico e incomparable Lucky Peterson |
Ya se me venía notando el perjudique desde primera hora de la mañana, que la edad no es de muchas farándulas, pero ya solo era un día el que quedaba para completar mi álbum postsanfermino bluesero/bejarano y no era cuestión de dejarlo huerfanito de los últimos cromos, pobre... habría que dar el último tirón y sacrificarse a volver a oír buen blues, a abarazar amigos con y sin bolinga, a poner la miradita lúbrica o de carnero degollao –siempre en función de lo mirado–, a libar los últimos alcoholes y a fumar lo que Dios quisiera poner en mis labios adictos y policarbonatos... así que cargué las baterías de mi Nikon (toda una rareza en la historia fotera de BluesBéjar, que aquí solo vienen cannonistas chuleras con chupas Harley que tienen flickr con derechos cerrados, zona vip de preescenario y patente de corso para retratar a los artistas en acción), las encastré en el grip y monté el 80-400 mm de las causas nobles... y al lío.
Subí a eso de las nueve (p.m.) a la plaza de toros bejarana y me pedí el primer cacharro con bocata para hacer cama en el estómago (que ya me lo aconsejaba mi abuela siempre que salía de adolescente)... y se hizo de pronto una de esas magias inesperadas que le terminan dando cierto sentido a la vida... ocho tipos desastrados como quince emes entraron en el coso con sus instrumentos charangueros armando gresca... se hizo corro y comenzaron a pirulear... ¡divinos!, coño, desde los trompetas hasta el de la tuba, que también había, todo trufado con una suerte de cantante mohicanoflou (Al Varone) que cantaba con una voz gastada que me llevó de pronto al país de la maravillas, el del “Gne Gne” de Nicola Conte... empezábamos bien y compré disco (recomiendo encarecidamente los temas “Buona sera Angelina zoma zoma” y “Nicoleta”).
Y a medioanochecer se arrancó Joe Louis Walker con un blues potente y elegantísimo [mi negrito Youssouph, que siempre lo tiene claro, me dijo: “si es negro, papá, seguro que es bueno, te lo juro”] que tenía como segunda pata la guitarra del africano Amar Sundy, un viejo conocido de los diletantes blueseros bejaranos... impecable la puesta en escena y el sonido, hasta el punto de que me quedó la sensación de que estaba asistiendo al mejor concierto del festival, y se lo dije a Miguelón. que me espetó a la cara un “¡Ay!, tonto” que me dejó entre perplejito y curiosón.
Pausa ponderativa para hacer caja en barra, risas cansadas con los colegas, muchos “haznos una foto, tío”, bebedizos en vasoplástico, cigarreo y charla pirula... y llegó el maravilloso “¡Ay!, tonto” que predijo Miguel...
Salió una remake de Eddy Murphy cuando lo disfrazan de gordo en las pelis yankiletas, dio dos gritos desaforados al personal –que nos cimbreó en una carcajada general y unánime–, se sentó frente a un viejo órgano de madera, dio otro grito desaforado, hizo una serie de gestos verdaderamente cómicos y se arrancó con el tema más maravilloso que he escuchado desde que Skeeter Brandon hizo “Georgia” en Béjar un año antes de morirse –qué putada, coño, que los buenos también se mueran–... fue entonces cuando me dije que ya, que ya, que ya estaba siendo testigo del cénit de este festival... “Ay, tonto”... pero el perico, que se llama el cabronazo Lucky Peterson, se levantó del taburetín que le unía al órgano vejete, pilló una guitarra y se arrancó con una miscelánea de cuerda que dejó a plaza enterita con la boca abierta... y no contento con ello, se bajó a la arena y siguió tocando como un poseso entre la gente hasta llegar al punto más alejado de donde estaba el escenario, se sentó mientras seguía tocando y fue haciendo cada vez más suave su interpretación hasta que sonó la voz de una chica... “Ay, tonto”... era Tamara Peterson, una belleza con la voz precisa para responder y acompañar a Lucky... y comenzó el verdadero espectáculo [mi negro volvió a machacarme con su fijación... “si es negro, papá, seguro que es bueno, te lo juro”... y me lo pasé como nunca, bailando una mezcla entre sardana y charleston –que soy patoso y los bailes me salen rizados y fuera de todo ritmo que suene– mientras la Nikon, que la llevaba colgada como un castiguito, me daba golpes en la boca del estómago para hacerme sentir como un rival bailongo del mítico Jack Johnson.
Luego ya todo me dio absolutamente igual... los Blues Pistol, Santi Campillo, Greg Izor y todos los blueseros ibéricos reunidos... Lucky los anuló, los dejó jodidamente silenciados con su brillo, sus gestos, su electricidad y su camisa de rayas por fuera y con gemelos... lo siento por ellos, de verdad, pero ya no hubo opción.
Agotado, a eso de las cinco y media de la madrugada, con la trajeta flahs de mi cámara llenita hasta la bola de imágenes, cogí las de Villadiego y busqué cama.
Parece mentira que cada año me gusten las propuestas de Miguel más que el anterior, pero solo parece mentira.
“Ay, tonto”...
No comments:
Post a Comment