Partiendo de que Greg Izor está como una puta cabra, una de esas de escalera y trompetín, se podrá imaginar lo que es capaz de hacer en un escenario con su caja de armónicas y su micro años cincuenta plateado... y si a eso le sumamos que estaba apoyado por King Bee, con un baterista absolutamente tronao y un armonicista verdaderamente elegante, nos queda una ecuación magníficamente bien resuelta en esa aritmética del blues que hace que el cuerpo tiemble y entre casi en uno de esos éxtasis prevudús que tanto me gustan. Lo disfruté como un mamoncete con teta grande y el que no fue, nunca podrá saberlo.
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